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Ensayo De Historia


Enviado por   •  13 de Mayo de 2013  •  2.413 Palabras (10 Páginas)  •  225 Visitas

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“La deuda, el ajuste y la recuperación”.

Agosto de 1982, todo se colapsó, la crisis de la deuda en América Latina se había desencadenado, el Gobierno mexicano había amenazado con no cumplir con el pago de su deuda externa pública. El flujo neto de préstamos bancarios hacia toda América Latina se detuvo en seco.

La crisis provocó grandes cambios en la política económica de los países de la zona, al término de ella, duró aproximadamente una década, se había generado un modelo de desarrollo guiado por las exportaciones en la mayoría de las Repúblicas. El antiguo modelo de crecimiento, basado en el papel central del Estado en el proceso de acumulación de capital, fue atacado, por un lado, por la reducción de flujos de capital hacia las empresas de propiedad estatal, y por otro lado, por un nuevo consenso a favor de la economía neoliberal y la menor intervención del Estado.

El nuevo modelo de crecimiento guiado por las exportaciones surgió en parte, como respuesta a la serie de ajustes y programas de estabilización adoptados en todos los países durante la década de 1980. Los Gobiernos también enfrentaron grandes problemas, incapaces de conseguir préstamos del exterior, se veían obligados a enfrentar los problemas de la reforma fiscal.

En éstas fechas, en toda América Latina, subieron al poder los Gobiernos manifiestamente comprometidos con reducir los límites del estado, y el ambiente intelectual de América Latina se declaró a favor de la economía de libre mercado.

La aparición de un nuevo modelo de desarrollo transformó casi todos los ámbitos de la política económica. Se liberalizó el comercio, se desregularon los mercados financieros y empezaron a venderse empresas públicas al sector privado. Las repúblicas latinoamericanas que no formaban parte del GATT (Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio) solicitaron su ingreso.

El cambio en la actitud se manifestó, sobre todo, en las relaciones con Estados Unidos. La liberalización también unió más a la América del Norte con la del Sur. México solicitó un TLC (Tratado de Libre Comercio) con su vecino del norte para obtener un acceso garantizado a sus exportaciones y una mayor integración al sistema económico estadounidense.

A comienzos de los Noventa, el pesimismo que todo el mundo expresaba en los Ochenta acerca de las perspectivas económicas latinoamericanas había empezado a ceder ante el optimismo. Banqueros internacionales y funcionarios oficiales de países desarrollados cubrieron de elogios a una región que pocos años antes habían denunciado por su incompetencia y corrupción.

De la crisis de la deuda a la carga de la deuda.

Cuando en Agosto de 1982 México amenazó con el incumplimiento de sus pagos, los principales bancos internacionales tenían un nivel tan alto de riesgo en América Latina que se consideró que su misma viabilidad financiera estaba en peligro.

El FMI (Fondo monetario internacional), como institución responsable de los problemas de la balanza de pagos de sus miembros, llegó a adquirir mayor notoriedad de la que nunca tuviera en sus tratos con América Latina. El Banco Mundial, comprometido con préstamos de ajuste estructural y sectorial, también desempeñó un papel muy importante en la planeación de estrategias para resolver la crisis de la deuda.

A finales de 1982, la mayoría de los que intervenían en las negociaciones de la deuda, tenían la idea de que la crisis financiera era de liquidez, y no de solvencia. Se creyó que la serie de choques externos que habían afectado a la región desde finales de los Setenta, causando el deterioro del servicio de la deuda, sería temporal. Por ello nuevos préstamos a América Latina atenuarían el problema de la liquidez y darían a la región un respiro.

Los gobiernos latinoamericanos estaban convencidos de que saldrían con dignidad de la crisis de la deuda, siempre que los acreedores estuviesen dispuestos a reprogramar el pago de las deudas existentes y a seguir prestando nuevo dinero. Sin embargo, los acreedores sólo darían su cooperación a cambio de disciplina macroeconómica y reforma de la política económica.

La condición para reprogramar la deuda y los nuevos préstamos pusieron al FMI y al Banco Mundial en una posición clave.

Al principio, el acuerdo entre deudores y acreedores pareció funcionar bien. Los acreedores oficiales, en especial los organismos financieros internacionales, aumentaron al principio sus préstamos a América Latina pero en cambio dejaron de hacerlo las fuentes privadas. Fue entonces, cuando la transferencia negativa de recursos netos, agravada por la fuga de capitales no registrada, ejerció una severa presión sobre el acuerdo no escrito que había entre acreedores y deudores. A mediados de 1985, estaba claro que la estrategia no estaba funcionando. Siendo el principal acreedor, Estados Unidos finalmente reconoció la necesidad de un nuevo proyecto.

Esta nueva iniciativa, llamada Plan Baker, por el secretario norteamericano del Tesoro James Baker, requería darle 30 mil millones de dólares en nuevos préstamos a los 15 países más endeudados. Al término del periodo de Reagan sólo unos cuantos países estaban pagando cabalmente el servicio de su deuda, y el Plan Baker no era más que un recuerdo lejano.

Algunas naciones, con poca ó ninguna perspectiva de obtener nuevos préstamos bancarios, encontraron atractiva la acumulación de retrasos. Cuando éste hábito cundió en toda América Latina el gobierno de Bush tenía que hacer algo. El Plan Brady, por el secretario del Tesoro Nicholas Brady, en 1989, tenía el propósito de permitir que los países aprovecharan las ventajas del bajo precio de su deuda, pero con varias condiciones. Entre ellas, la liquidación de los pagos atrasados y la adopción de una política económica aceptable para Washington. El Plan fue recibido con cierto escepticismo. Para 1992, un decenio después de que estallara la crisis de la deuda, ya se advertía que dejaría de ser cuestión tan relevante. En todas las naciones quedaba una formidable carga de deuda, pero ya no era una crisis.

El ajuste externo.

En 1982, el paso de una transferencia neta positiva de recursos a una negativa, tuvo grandes consecuencias para América Latina. Una cifra negativa de 30 mil millones de dólares implicó un excedente comercial de aproximadamente la misma cantidad. Los problemas de ajuste relacionados con la creación de un excedente comercial tan grande empeoraron por el deterioro de los términos de intercambio a partir de 1980.

La rapidez con que hubo que efectuar el ajuste externo, aunada al deterioro de los términos de intercambio, hizo inevitable que el excedente comercial se lograra suprimiendo importaciones. La supresión de importaciones,

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