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Ensayo guerra de balaclava.

John Horacio Fernandez rodriguezEnsayo15 de Septiembre de 2016

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FUERZAS MILITARES DE COLOMBIA

EJERCITO NACIONAL

CENTRO DE EDUCACIÓN MILITAR

ESCUELA DE ARMAS Y SERVICIOS

[pic 1]

TRABAJO DE OPERACIONES REGULARES

“BATALLA DE BALACLAVA”

PRESENTADO

CT. SEGURA ARTEAGA LUIS FERNANDO

DOCENTE DE LA MATERIA

PRESENTADO POR:

201611920

201611928

201611939

BOGOTÁ. DC; 12 DE AGOSTO 2016

CONTENIDO

PAG

  1. INTRODUCCION        .        .        .        .        .        .        3
  2. ANALISIS        .        .        .        .        .        .        .        6
  3. CONCLUCIONES        .        .        .        .        .        .        9
  4. BIBLIOGRAFIA        .        .        .        .        .        .        10

INTRODUCCIÓN

La Batalla de Balaclava (octubre 25 de 1854), fue una de las más famosas acciones bélicas que se presentaron en el marco de la Guerra de Crimea (octubre de 1853 a febrero de 1856).

Dicha guerra comenzó por un hecho alejado, por muchos kilómetros, de la zona de batalla: El Imperio Turco Otomano, que habían ocupado por siglos grandes porciones de territorio europeo (entre ellos Moldavia y Valaquia), Oriente Medio y el norte de África, ejercía control sobre la Tierra Santa (actual Estado de Israel) y eran frecuentes los abusos contra los viajeros cristianos que iban en peregrinación hacia allí.

El gobierno ruso, preocupado por la seguridad de los cristianos ortodoxos que viajaban a la Tierra Santa, estableció, con el ya decadente Imperio Otomano, acuerdos para la protección de estos viajeros a través de escasa presencia militar, solamente dispuesta para cooperar, en varios puntos de su territorio y que terminarían con presencia de religiosos ortodoxos en la misma Jerusalén. El gobierno francés, por su parte, ofreció al gobierno otomano un tipo de acuerdos similares en los que se hacía responsable de los católicos que viajaran en la misma dirección para cumplir con sus deberes religiosos.

En realidad, lo que deseaban ambas potencias era intervenir en los asuntos de este imperio y acelerar su declive, pues era el principio de la colonización y el control de las potencias europeas sobre muchas regiones del orbe y no necesitaban a un decrépito imperio oriental afectando sus intereses.

El gobierno otomano, en cabeza del Sultán Abdülmecit I (1823 – 1861), ya no podía ofrecer seguridad a quienes transitaran por su territorio; para inicios de la década de 1850 la situación estaba muy comprometida y, después de soportar presiones de las dos potencias, optó por apoyar a Francia en favor de los católicos y en desmedro de los ortodoxos.

Descontento con esta situación, el Zar Nicolás I (1799 – 1856) envió al embajador Aleksandr Serguéyevich Ménshikov (1787 – 1869) para que presionara fuertemente al Sultán y, así, convencerlo de que declinara de su acercamiento al gobierno francés y apoyara, mejor, su propuesta de incrementar el pie de fuerza ruso en su imperio; al mismo tiempo, el gobierno británico – que apoyaba a Francia – detectó la amenaza rusa y ordenó a su embajador en la corte otomana, Stratford Canning (1786 – 1880), que advirtiera al Sultán de los peligros que implicaría a su gobierno sí aceptaba las propuestas de Rusia, pues su propia integridad territorial se vería comprometida al permitir que más tropas rusas intervinieran, cuando les pareciera conveniente, dentro de sus propias fronteras.

En realidad, lo que intentaban hacer los franceses y británicos era evitar:

[…] el riesgo que planteaba para las potencias europeas que Rusia obtuviera o bien una salida directa al Mar Mediterráneo o bien el control de los estrechos de Bósforo y Dardanelos, que daría una mayor operatividad a su flota en el Mar Negro. En décadas anteriores, Rusia había obtenido acceso al Mar Báltico (a costa de los suecos) y al Mar Negro (a costa de los turcos, en Crimea), el resultado había sido bastante similar. Rusia había implantado rápidamente bases navales y luego había formado armadas muy poderosas, que le habían dado la supremacía naval en la zona. Además, el Mar Mediterráneo y su control era fundamental para las potencias europeas, para asegurar sus líneas de abastecimiento y comerciales con África donde estaba desarrollándose la colonización, con lo que la presencia de una poderosa flota rusa en la zona era muy poco deseada por los franceses y británicos.[1]

El Sultán, comprendiendo la estrategia rusa, hizo caso omiso de las propuestas del embajador Ménshikov y aceptó, de nuevo, las propuestas de los franceses e ingleses en busca de alivio a la complicada situación política en que se encontraba.

El Zar, molesto por la negativa del Sultán, prefirió utilizar las armas en vez del dialogo y destinó a 700.000 miembros de su ejército –entre armada, infantería y caballería, así como cuerpos de cañoneros– para que invadiera los territorios otomanos de Moldavia y Valaquia y, también,  tomara el control de las costas del Mar Negro y la zona sur del Río Danubio con el fin de llegar al Mar Mediterráneo realizando, de esta manera, la intervención estratégica que necesitaba su imperio para entrar activamente en el control geopolítico de Europa.

Al sentir amenazada su soberanía, el Sultán hizo frente a los rusos mientras que, prudentemente, los franceses y británicos, prefirieron esperar al resultado de las primeras batallas para decidir qué acción tomar.

La primera batalla real de esta guerra se presentó cuando la armada rusa destrozó a la de los turcos en la Batalla de Sinope (30 de noviembre de 1853); en la misma se demostró, a ciencia cierta, la debilidad del Imperio Turco Otomano para controlar su territorio. Después de la demoledora derrota, 4.000 militares turcos yacían muertos en el Mar Negro.

Los franceses y los británicos comprendieron de inmediato que, sí no se detenía la avanzada rusa, su preponderancia en el Mar Mediterráneo, en el Oriente Medio y en sus nuevas colonias africanas se perdería para dar paso a un control ruso total en estas aguas. Decididos a impedir semejante situación, tanto el Emperador Napoleón III Bonaparte (1808 – 1873) de Francia, como la Reina Victoria del Reino Unido (1819 – 1901), apoyaron al Sultán Turco y emprendieron acciones diplomáticas para hacer retirar las tropas rusas del territorio otomano.

El Zar Nicolás, seguro de su triunfo por las victorias obtenidas en el campo de batalla, hizo caso omiso de las solicitudes y posteriores amenazas de los franceses y británicos; en vista de lo anterior, ambas potencias europeas declararon la guerra a Rusia y, para inicios del año 1854 La Guerra de Crimea había dado inicio en su real forma.

ANÁLISIS DE LA BATALLA DE BALACLAVA

El gobierno ruso, al ver que las potencias se reunían en su contra, trató de evitar la guerra al tratar de retirarse de Moldavia y Valaquia, pero era demasiado tarde; Francia e Inglaterra ya habían detectado la grave amenaza que implicaba Rusia y, naturalmente, iban a evitar que lo siguiera siendo.

En un primer intento, bombardearon la ciudad rusa de Odesa (10 de abril de 1854) pero no pudieron desembarcar y tomarla; luego se dirigieron, vía marítima, a la ciudad de Sebastopol con la intención de acabar con la flota rusa que se apostaba en la zona. Los rusos obviamente, habían reforzado sus posiciones y los esperaban.

En este punto es preciso indicar la composición de las tropas que se encontraban dispuestas a enfrentarse en la batalla, así:

  1. Ejército aliado (Británico, Francés y Turco): 20.000 soldados británicos acompañados de 41 cañones; 6.000 soldados franceses y 1.000 soldados turcos, para un total de 27.000 efectivos en pie de lucha.

Este ejército estaba comandado por hombre mayores de edad que desconocían las nuevas normas de la guerra industrializada y, tampoco, tenía muchos conocimientos del orden de batalla en sí; por ejemplo, el Comandante en Jefe de las tropas aliadas, el Mariscal de Campo FitzRoy James Henry Somerset, Primer Barón Raglan (1788 – 1855), había sido secretario militar del Duque de Wellington (1769 – 1852) en su lucha contra el Emperador Napoleón I Bonaparte (1769 – 1821), pero nunca había dirigido tropas ni, tampoco, manejado logísticas en verdaderos campos de batalla.

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