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Escuela católica

aciarnielloResumen24 de Julio de 2016

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Escuelas católicas

La Escuela Católica es un documento del año 77. Mucho tiempo atrás, con la velocidad de los cambios actuales. De todas maneras, dada su esencia de instrumento de Evangelización, hay elementos que nunca perderán vigencia:

  • La Misión de la Iglesia, de llevar el Mensaje de Salvación a TODOS (7)
  • Su Proyecto con la referencia explícita al Evangelio
  • Su contexto, multicultural y complejo
  • Su propuesta de afrontar y resolver los problemas desde lo local y con participación de todos los agentes y con las comunidades.
  • La necesidad de la síntesis entre la fe, la cultura, la vida y la consideración de la ciencia como parte de la Verdad.
  • La necesidad de precisar la misión y de buscar las condiciones más aptas y eficaces para realizarla, y que tendrán que encarnarse en las nuevas y múltiples formas de vida, con humilde capacidad de autocrítica.  (64-66).
  • El reconocimiento de que a la EC se le reprocha  no  ser capaz de formar cristianos preparados para su misión en el mundo, sobre todo en campos social y político (22-  aunque sigue a este comentario una mención a la responsabilidad personal).

 Con respecto a la enseñanza religiosa, sigue el debate religión – catequesis, y aun dentro del último tema, los distintos enfoques y prioridades de la gestión escolar.

En cuanto el documento El Laico Católico, testigo de la fe en la escuela, recupero como vigente:

  • Su misión de bautizado, su pertenencia eclesial, como Mensajero de Salvación.
  • El avance del laico como “signo de los Tiempos”, y su         TESTIMONIO no solo en la escuela católica, sino en todos los ámbitos (10)
  • El reconocimiento del educador como artífice del desarrollo de todas las facetas humanas del educando, para hacer eficaz la construcción de un mundo más humano, más justo (17-19).
  • Su pedagogía del Encuentro y el testimonio, en su vida, de la síntesis entre su fe, su ciencia y  su cultura.
  • El profesionalismo, que requiere responsabilidad, competencia, dedicación, actualización constante.

El profesor de religión, o de catequesis, según sea la elección, requiere párrafo aparte. Su lugar es muy difícil, sobre todo el del catequista. No quisiera caer en los múltiples problemas con que se enfrentan, pero, sin duda alguna, no tienen el mismo “status” que el resto de los docentes de la escuela, sobre todo en el ámbito de la escuela secundaria.

El testimonio de Guillermina Tiramonti es, por supuesto, interesante. Pone en  el juego  a todos, o por lo menos, me hace pensar en la responsabilidad que todos tenemos. Reconocemos que la educación es un Bien Social, al que TODOS tenemos derecho, pero las prácticas no logran hacer pasar estas declaraciones a la realidad. Terminamos poniendo la escolaridad como único ámbito de la educación, adjudicándole la solución de todos los problemas, y  criticando mal a los planes y programas que acercan a los excluidos,  que aportan prácticas nuevas, que ensayan formas de superación.

Ciertamente, en manos de los estados está la búsqueda del Bien Común, y en este caso específico, de generar condiciones sociales más justas que posibiliten modificar políticas de inserción laboral de los jóvenes. También son decisivas las políticas educativas que tienen como objetivo la  transformación de la escuela. Pero yo quisiera un Estado Pedagogo, (no paternalista ni autoritario ni liberal, ni comunista),   que respete los principios de subsidiariedad y de solidaridad. Bajo estos principios, el sector privado tiene sus responsabilidades que no puede eludir pero que siempre gambetea.

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