Estado Y Nacion
esaeslaqeva17 de Septiembre de 2013
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ESTADO Y NACIÓN
G. O`Donnell, un historiador argentino, señala que “La Nación es el arco de solidaridades que une al “nosotros” definidos por la común pertenencia al territorio acotado de un Estado”. Y amplía: La invocación de los intereses de la Nación es lo que justifica imponer decisiones contra la voluntad de los sujetos, incluso contra segmentos de las clases dominantes, en beneficio de la preservación del significado homogeneizante de la nación. Por lo tanto la imposición del Estado enfrente y encima de la sociedad se completa cuando se transforma al plano de la nación.
Si el Estado, como forma política, es fruto de la modernidad y de la generalización de las relaciones capitalistas, también lo es la Nación. El Estado es la expresión política de la Nación, por tanto, cuando hablamos de estado moderno hablamos también de Nación como dos elementos mutuamente necesarios.
El Estado nacional supone, entonces, una cohesión social, una base territorial, una unidad política, un conjunto de relaciones económicas capitalistas (propiedad privada, mercado interno, circulación de mercancías, formas de explotación), clases sociales (dominantes y dominadas).
El Estado, como relación social, como instancia política de articulación social, es el resultado de un doble proceso: el de constitución de una Nación y el de la construcción de un sistema de dominación.
La constitución de la Nación, a su vez, supone dos planos, uno material y otro ideal. El plano material lo constituye el surgimiento y desarrollo, en un territorio delimitado, de relaciones capitalistas de producción. El plano ideal es la creación de símbolos y sentimiento de pertenencia que una sociedad coloca por encima de los intereses particulares. Este “arco de solidaridades” distingue a un Estado de los otros, integrando a la sociedad.
En cuanto al sistema de dominación supone la creación de una instancia que articule y garantice el conjunto de relaciones sociales tanto materiales como ideales. (O. Oszlak (1978).
Oszlak, un teórico argentino, señala que todo Estado posee los siguientes atributos:
Externalización de su poder (ser reconocido como unidad soberana frente a los otros estados).
Institucionalización de su autoridad (existencia de una estructura de relaciones de poder capaz de ejercer el “monopolio legítimo de la violencia”).
Creación de instancias de control (instituciones estatales a cargo de funcionarios especializados, que regulen el funcionamiento de la sociedad civil y que posean autoridad para extraer recursos ).
Internacionalización de su identidad colectiva (símbolos, sentimientos de pertenencia que ejercen el control ideológico de la sociedad) (O. Oszlak, 1978).
LA CIUDADANIA
El concepto de Nación supone el concepto de ciudadanía.
¿Quién es el ciudadano en la Nación? Es el miembro partícipe de una comunidad de iguales que tiene derecho de elegir, ser elegido, reclamar a los gobernantes, participar de la cosa pública. El ciudadano posee derechos y obligaciones. Su rasgo esencial lo constituye su carácter de “libre”. En el Estado moderno, los ciudadanos se consideran iguales ante la ley.
Históricamente el concepto ciudadanía se desarrolló en forma simultánea con el capitalismo, el Estado moderno y el derecho racional. El Estado democrático, como “forma normal” de la organización de la sociedad capitalista, supone la libertad del ciudadano, en condiciones de pluralismo (pluralidad de partidos, de ideas), de elegir y participar. Los ciudadanos en su conjunto expresan la voluntad general de la sociedad.
Sin embargo, no siempre se consideró al ciudadano de la misma manera. El problema residió (y reside) en el grado de inclusividad (y exclusividad) con que se define la ciudadanía. Extranjeros, mujeres, ancianos, dementes, presos, no propietarios, analfabetos, pobres, etc., fueron (o son) excluidos en su condición de ciudadanos. Sin duda, hay una pregunta que subyace a todo esto ¿quién decide acerca de quien es el ciudadano?
En la Edad Media la representación no era individual, sino estamental. Más adelante solo era ciudadano el padre de familia o propietario (régimen censitario). Recién en la Revolución Francesa se habla de ciudadano individual.
La noción tradicional era que el voto constituía un acto público solo confiable a los hombres capaces de mantener abiertamente sus opiniones.
Recién en el siglo XX se generaliza la ciudadanía a los adultos mayores. El sufragio universal es una conquista reciente. Sin embargo, aún hoy perviven distintas formas de limitación de la ciudadanía (por ejemplo el lugar de residencia o de origen, etc.)
También debemos hablar de una ciudadanía civil. Ello supone considerar quienes tienen derechos civiles en una sociedad, si todos o sólo algunos.
Por ello, el concepto de derecho implica no sólo lo propio de la esfera política sino también lo social o lo económico.
2. EL ESTADO EN LA ARGENTINA
Los comienzos de un largo proceso
La emancipación planteaba con urgencia el problema de la organización del nuevo Estado. (...) era menester decidir de qué manera se estructuraría la nueva nación para acomodarla a la nueva realidad. Aquí sobrevinieron las dificultades, nacidas del conflicto entre los distintos sectores sociales de la masa criolla, divergencias y aun enemigos en cuanto a su experiencia política, su formación doctrinaria, su concepción de vida (J. L. Romero, Pág. 72)
La Revolución de Mayo de 1810 marca el nacimiento de lo que luego será la República Argentina. Se trata de una revolución de tipo político, por lo tanto, su problema clave va a ser el del control del poder.
Es que el solo hecho de la Revolución no supone, ni muchos menos, la existencia de una nación y de un Estado. Medio siglo de luchas fueron necesarias para que estuvieran dadas las condiciones indispensables para su construcción y existencia. Recién a partir de 1860, es posible comenzar a edificar una organización sólida y duradera.
El período 1810-1860 constituye una larga ruptura, una larga transición desde un Estado colonial, consolidado a lo largo de tres siglos, hacia su sustitución por un Estado nacional moderno. Y esta ardua y dificultosa tarea no transcurrió sin cruentas guerras emancipadoras, ni enfrentamientos fraticidas.
Los hombres de Mayo van a sustentar la legitimidad de sus acciones en las ideas de pensadores como Rousseau y Montesquieu. Los ideales de Mayo están impregnados de los principios liberales de igualdad, de libertad, de democracia.
Sin embargo y a poco andar, el problema del establecimiento de un nuevo orden político se hará evidente por cuanto era necesario precisar qué grupo social, qué sector iba ser el que detentara el control de los medios de coacción (militar, jurídico, político, impositivo, ideológico).
La Revolución va a significar la instalación en la sociedad de un problema nuevo: la necesidad de la creación de un Estado y de una nación. Ello significa lograr una unidad territorial e integrar una comunidad social.
Ambas tareas son encaradas inicialmente a partir del orden establecido por la Colonia. En un comienzo, el aparato burocrático existente, generalmente de carácter municipal, sirve de basamento para el nuevo Estado que se intenta organizar. Sin embargo su escaso poder se percibe de inmediato.
En el período 1810-1820, el nuevo gobierno central (con sus modificaciones formales: Juntas, Triunviratos, Directorios) evidencia su debilidad frente a un interior que prontamente reforzará sus tendencias autonómicas, secesionista frente a la burguesía de Buenos Aires, que intentaba heredar el poder político del gobierno imperial.
El ejército emancipador –surgido de la necesidad de imponer la revolución hacia fuera y hacia adentro – va a sufrir también una rápida desmovilización, producto de esa crisis de organización de la que hablamos.
Aún en 1846, Echeverría, en el Dogma Socialista, decía:
La patria para el correntino es Corrientes; para el cordobés, Córdoba ..., para el gaucho el pago que nació. La vida y los intereses comunes que envuelve el sentimiento racional de la patria es una abstracción incomprensible para ellos, y no pueden ver la unidad de la república simbolizada en su nombre.
El localismo se acentuaba en lo económico, por cuanto los circuitos de circulación de las producciones de las distintas regiones distaban de converger hacia un mercado interior. Cada provincia había establecido relaciones comerciales propias: Cuyo orientaba su economía a Chile, el Noroeste hacia el Alto Perú; el Litoral con la exportación de cueros y tasajo, hacia los países caribeños y hacia Europa, con la importación de manufacturas.
Como consecuencia de la hegemonía local y regional del caudillo, los patrones de desarrollo (o subdesarrollo) provincial marchaban obstaculizando la centralización política bajo la forma de un estado. (En Ansaldi y J. L. Moreno, Pág.. 116)
No podemos hablar de Estado y mucho menos de nación (ni de Nación Argentina) en este período. Sin embargo, el proceso histórico va haciendo evidente algunos de los rasgos de la estatidad. En la década del ’20, por ejemplo, se habría logrado el reconocimiento externo como país soberano. La guerras de la independencia, además, habían comenzado a forjar aquel “arco de solidaridad” constitutivo del sentimiento nacional.
Pero quedaban muchas tareas para llevar a cabo. Las guerras civiles entre unitarios
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