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Globalización, competencia y economía de servicio


Enviado por   •  3 de Diciembre de 2014  •  Trabajos  •  2.049 Palabras (9 Páginas)  •  238 Visitas

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Globalización, competencia y economía de servicio

En la actualidad, las economías del mundo están viviendo un proceso de grandes transformaciones debido a los nuevos retos que impone la globalización. Esto exige que las empresas logren dominar nuevas habilidades para adecuarse a los cambios en la tecnología de producción, en las tecnologías de información y en los requerimientos y necesidades de los consumidores de todo el mundo. El reto que plantea la globalización es el de ser competitivos no solo localmente, sino también internacionalmente, pues todas las empresas de la zona que produzcan bienes o servicios similares estarán en pugna por las mejores oportunidades del mercado global. En este contexto, la libre competencia en los mercados y las políticas de libre competencias cobran relevancia particular, pues ellas determinan el escenario más propicio para que las empresas logren los estándares de competitividad que se necesitan en este nuevo orden de cosas.

La competitividad de los servicios se entiende desde las relaciones entre globalización y servicios. El que los servicios estén contribuyendo activamente a los procesos de cambio global y, al mismo tiempo, estén adaptándose a los nuevos desafíos impele a buscar nuevas estrategias y ventajas competitivas. Del conjunto de flujos que representa la internacionalización de servicios, el comercio internacional aparece como una realidad decisiva, como muestra el creciente proceso del llamado offshoring de servicios.

No hace muchos años la globalización se convirtió en problema y oportunidad para los países que veían cómo sus industrias de bienes agrícolas o manufactureros hacían frente a una competencia cada vez mayor. Desde la crisis del petróleo en los años setenta a la aparición de las llamadas economías emergentes en el sudeste asiático, el traslado de fábricas a países en desarrollo encendió las alarmas en los países desarrollados que veían con preocupación una progresiva desindustrialización del mundo rico. Los países aún llamados industrializados empezaban a convertirse, poco a poco, en países de servicios, lo que muchos suponían que era una rémora para el crecimiento dado el carácter intangible de los servicios que se asociaba a menores tasas de incorporación de capital y tecnología, la extrema dependencia del factor trabajo y su papel en la ralentización de la productividad total de los factores. Entre los males asociados al sector servicio también figuraba su escasa capacidad para participar en el comercio internacional, excepción hecha del turismo y del transporte. Una economía volcada en los servicios parecía estar llamada a perder potencial competitivo en el mundo.

Pocas décadas después, la realidad económica y el conocimiento económico se han encargado de refutar, total o parcialmente, muchas de las anteriores suposiciones. No puede ser una casualidad o una excepción que prácticamente todas las principales economías del planeta sean economía de servicios. Que Estados Unidos haya liderado el proceso de terciarización, superando el 75 por 100 de su valor añadido y empleo en servicios, no resulta indiferente. Tampoco el hecho de que las economías industriales más competitivas, la alemana y la japonesa, se hayan integrado poco a poco en el proceso de terciarización, aun cuando gran parte de la producción de servicios la realizan dentro de las grandes corporaciones industriales y queda, por tanto, recogida estadísticamente dentro del sector manufacturero.

Por méritos propios, los servicios han alcanzado un peso que aún hoy cuesta reconocer en muchos ambientes políticos y académicos. Todavía muchos comparten la tradición que considera que las actividades inmateriales no «generan valor tras de sí» o, a lo mucho, generan un valor claramente inferior al industrial. Como si el empleo o el valor añadido generado por los servicios fueran de menor porte que el generado por los bienes. Y todo pese a que la economía moderna ha demostrado que todo producto es un compuesto de bienes y servicios, aunque las intensidades de dichos compuestos en cada caso sean muy diferentes. Los problemas de medición estadística de los servicios son frecuentemente citados como una causa nada despreciable de los malentendidos y errores en la comprensión de la economía de servicios. Por ejemplo, seguimos sin acuerdo sobre una cuestión tan capital como la medición de la productividad en servicios, pese a los muchos avances logrados en los últimos años.

En este contexto en el que los servicios buscan su hueco en la comprensión de la realidad económica, ha surgido en los últimos años una nueva cuestión. La reciente tendencia a la externalización y contratación internacional de servicios ha encendido nuevamente las alarmas de la deslocalización, esta vez aplicadas a los servicios, como desde los años setenta ha sucedido y sucede con las empresas manufactureras.

El fenómeno del offshoring de servicios está sirviendo para intensificar la mirada sobre países como India o China. O para que Europa mire aún más a Estados Unidos, líder mundial de exportaciones de servicios, con un saldo comercial muy superior al europeo, aunque no llegue a compensar su gigantesco déficit comercial en bienes.

Palabras como globalización, comercio, competitividad o servicios han sido asiduamente utilizadas por la literatura económica para destacar los retos del entorno que toca vivir a principios del siglo XXI. Resulta evidente que nos encontramos en una economía global, donde el modo de pensar y actuar ha cambiado radicalmente en los últimos años. En este entorno las empresas pueden buscar proveedores, clientes y modos de estructuración y organización en cualquier parte del planeta. Además la tecnología y las nuevas comunicaciones suponen un ahorro considerable de tiempo y de dinero para muchos agentes económicos. Esta economía global va acompañada de un comercio global, que se deduce de las nuevas oportunidades abiertas por la multiplicación de intercambios de bienes, servicios y conocimiento, acuerdos internacionales, inversión extranjera, etcétera. Y del comercio se pasa a la competitividad, entendida ésta en un sentido puramente comercial. Así, los países con mayor cuota de mercado en un determinado sector son los países más competitivos en ese sector dentro de la economía global.

En este contexto de factores competitivos, los servicios no resultan de ninguna forma insensibles. Por ejemplo, los servicios a empresas se revelan de manera creciente como factores fundamentales para la competencia dentro del entorno global. Los servicios a empresas contribuyen a la globalización de las economías pero resultan también afectados por esa globalización, obligándose a participar de una dinámica que rompe la tradicional segmentación de mercados

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