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Enviado por   •  12 de Febrero de 2015  •  5.128 Palabras (21 Páginas)  •  98 Visitas

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Abordar la vida de grandes personajes, no sólo de México sino de todo el mundo, en cualquier tiempo, implica invariablemente un desafío. Lo asumí con el propósito de exhibirlos a la luz pública en una textura diferente a la expuesta en las enciclopedias, en los libros de texto y, por supuesto, en los manuales de confusión redactados por los eternos narradores de la historia oficial que han subsistido sin mayores penas, al cobrar en las interminables listas de nómina de los enemigos de México. Morelos, por ejemplo, cuenta con miles de calles que con justicia llevan su nombre. Existe un sinnúmero de estatuas con su imagen; su vida y su gesta heroica aparecen en almanaques, ensayos, textos de diferente naturaleza, novelas y libros en general. En la inmensa mayoría de ellos se proyecta como el magnífico héroe de la Independencia, como en realidad fue en términos indiscutibles. [Claro que sí, nadie como él! Pero, ¿por qué, en lugar de analizar estrictamente su figura histórica, no exponemos su existencia como la de un hombre con las fortalezas y debilidades de un personaje de carne y hueso? ¿O acaso no llegó a sentir una gran atracción por el sexo opuesto? Por supuesto que vivió pasiones intensas, las de un ser humano enamorado de la vida, y compartió sinsabores y éxitos con diversas mujeres. ¿Por esta razón dejaría de ser uno de los grandes forjadores de México? Entonces, ¿por qué hacer de él una figura cuasi religiosa, carente de sentimientos como si el hecho de tenerlos denigrara su personalidad o provocara decepciones entre sus admiradores y seguidores? Es evidente que Morelos vivió romances que hicieron girar radicalmente el rumbo de su existencia. El hecho de divulgarlos no empequeñece su figura, sino que la aumenta de manera exponencial al revelar la circunstancia en que desarrolló su carrera política, religiosa y militar.

 

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La pareja, la compañía, el ser amado, fuera hombre o mujer, tuvo que jugar un papel muy importante en los acontecimientos, como sin duda es el caso de cualquiera de nuestros semejantes. Resulta inadmisible estudiar las biografías de los grandes personajes de nuestra historia con un criterio moralista o religioso que excluya sus inclinaciones sentimentales o ignore los arrebatos carnales en que pudieron haber caído, víctimas de una obnubilación per-. manente o pasajera. El amor constituye la columna vertebral de las relaciones humanas. ¿Adónde se va en la vida sin un cómplice con quien se comparten secretos exquisitos en la cama? Si se trata de investigar al gran protagonista de un episodio histórico, resulta imperativo describir el contexto amoroso en que se desempeñaron la monja, el revolucionario, el político reformador, el emperador, el líder de la Independencia o el dictador para poder comprender a cabalidad sus obstáculos e impedimentos, que una vez salvados les permitieron alcanzar sus objetivos y justificar con ello su existencia. ¿Por qué omitir esta parte del relato sólo para caer en los terrenos de la hipocresía donde germina la confusión? ¿Por qué un novelista tiene que convertirse en otro mojigato, en un santurrón, en un comediante mendaz que aprueba la falsedad, la simulación y la beatería? Me niego: no dedico mi vida a la historia y a las letras para ser etiquetado como un fariseo más ... Por dicha razón me atreví a meterme en las alcobas de Sor Juana, Porfirio Díaz, Vasconcelos, Villa, Morelos y hasta en la habitación imperial de Maximiliano, porque Carlota nunca lo acompañó en el lecho durante su breve estancia en el Castillo de Chapultepec.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Si el amable lector que pasa la vista generosamente por estas líneas desea acompañarme a descubrir secretos ignorados durante siglos, los mismos que conocí oculto en armarios o escondido debajo de la cama o en la sala de baño o disfrazado para entrar o salir de las tiendas de campaña militar, y se ha armado del debido valor para conocer la cara oculta de los amores y desamores vividos por algunos de los grandes protagonistas de la historia; pase la página y comience por imaginar a la emperatriz Carlota destrozada, sentada en un sillón de seda verde cosido con brocados de hilo de oro, en tanto recordaba sus años de soltera en la corte de Bélgica, con la mirada clavada en la inmensidad del Valle de México, enmarcado por los volcanes, cuyos nombres nunca pudo pronunciar correctamente ...

 

 

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