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Justicia, ¿Hacemos lo que debemos?

WRooneyEnsayo20 de Junio de 2019

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ÍNDICE

  1. Introducción

Pág. 2

  1. Justicia, ¿hacemos lo que debemos?

Pág. 3    

  1. Conclusión

Pág. 16


JUSTICIA, ¿HACEMOS LO QUE DEBEMOS?

Michael J. Sandel

En Países democráticos la política se ha convertido en algo tecnocrático, vacío, vacuo, que no se ocupa de las grandes cuestiones, ni inspira activismo cívico. Es una política que no se centra en el bien común

(Michael J. Sandel)

  1. INTRODUCCIÓN

Desde que conservamos escritos, desde que surge el Estado, desde el momento en que el hombre se ve obligado a agruparse en sociedades bajo unas leyes, el ser humano ha reflexionado sobre el concepto de justicia. Aun a día de hoy y desde los momentos más antiguos del pensamiento nos preguntamos qué es este término, qué es justo.

Etimológicamente encontramos el origen de la palabra justicia en el latín, iustitia significa imparcialidad, equidad. La Real Academia Española la define como 1el principio moral que lleva a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece; 2un derecho, razón o equidad; 3 el conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene; 4aquello que debe hacerse según derecho o razón; 5una pena o castigo público, entre otras definiciones. El hecho de que existan tantas definiciones para un mismo término no sólo hace referencia a sus diversos usos, sino a la imposibilidad de establecer una definición universal para el mismo.

Se trata de un concepto tan difícil de definir, que incluso las acepciones de la RAE, a pesar de ser la autoridad de la lengua, son imprecisas. Si definimos justicia como lo que merece cada uno ¿qué merece cada uno?, si la justicia es un derecho, ¿es justo que una persona con dinero incumpla una condena pagando una fianza?, una persona justa es una buena persona, pero si no sabemos lo que es ser justo ¿cómo sabemos quién es buena persona? Etc. Podemos cuestionar las definiciones de justicia eternamente porque nunca encontraremos un término que describa la justicia como tal. Quizá también porque si encontraos una definición más o menos adecuada al término justicia, también encontraremos ejemplos de aplicación que nos parezcan injustos.

El autor no pretende que el lector acepte las definiciones de justicia que da, sino que hace un repaso por las múltiples tendencias y autores que han teorizado sobre este polémico término y aplica esas mismas teorías a diferentes ejemplos reales. Es una forma de hacer ver cómo lo que teóricamente nos parece justo, en determinados casos puede que no nos parezca tal.

Desde mi punto de vista, el libro tiene un inconveniente, la mayor parte de los ejemplos prácticos son casos estadounidenses y en muchas ocasiones nuestros principios son menos exaltados. Cuando hablamos del amor a la patria, por ejemplo, aunque en España encontramos casos de amor a la bandera, una idealización del país, cánticos a la unidad nacional, pero no se desata esa histeria colectiva por la bandera, no decimos “Dios bendiga España” ni nos definimos como la democracia perfecta. Ese egocentrismo que caracteriza a los americanos no lo encontramos en otros países, por lo que este tipo de ejemplos no pueden ser juzgados de la misma forma por los lectores americanos y de otras nacionalidades

Es sólo un ejemplo, pero lo considero muy ilustrativo, el concepto de justicia es tan etéreo que según la herencia recibida por las diferentes culturas un mismo caso puede escandalizarnos a unos y aceptarlo como normal a otros. Precisamente también sucede con un mismo caso para dos personas diferentes y es que la justicia nunca llueve a gusto de todos. El propio término de justicia ha evolucionado en el tiempo y en el espacio, hace unos años en España que el Estado se hiciese cargo de lo que hoy consideramos “derechos”, era impensable (tiempo) y precisamente hoy en día en Estados Unidos hay quienes consideran que el Estado no debe garantizar una serie de derechos.

El autor comienza a hacer un recorrido sobre varios planteamientos que a lo largo de la historia de la filosofía han mostrado diferentes concepciones de lo que es justo o no y a través de las descripciones de las teorías y de los ejemplos pretende que el lector reflexione sobre la aplicación de las mismas.

  1. JUSTICIA ¿HACEMOS LO QUE DEBEMOS?

El problema de la justicia es lo que consideramos justicia, es un término aplicado a lo legislativo, lo económico y lo moral y, cuando pensamos en una sociedad justa, no quiere decir que se cumplan las leyes de una forma óptima, sino que las leyes que se aprueben sean óptimas en todos estos ámbitos.

En el capítulo introductorio, el autor empieza a desarrollar una serie de ejemplos que, aunque son de carácter económico, le sirve para hilarlo con una concepción de sociedad justa. En términos económicos, hay quienes consideran injusto que el Estado intervenga en la economía fijando un límite en los precios del mercado, porque es coartar la libertad de quienes viven del mercado. Pero en circunstancias adversas el mercado devora a quienes se ven perjudicados por ello, enfrentando el beneficio y la ayuda a quien no puede participar de él.

En la mayoría de los países occidentales, por ley el Estado no debe intervenir en la economía o tratar de intervenir lo menos posible, pero la ley no tiene por qué ser justa y los casos más extremos (como el huracán que menciona o como una crisis económica como la actual) debería fijarse un límite a los productos, mínimo y máximo, también a los salarios, que garantizase una seguridad a los más perjudicados.

Bien es cierto que el capitalismo radical prima el beneficio sin restricciones y estamos en una sociedad que oprime al prójimo por una ganancia económica. Cuando el Estado intervino los bancos o a las empresas automovilísticas, muchos se llevaron las manos a la cabeza, tildándolo de una injusticia, porque consideraban que había prioridades en las que invertir ese dinero.

Pero, ¿debe castigarse a los que se lucran en las circunstancias adversas? Desde mi punto de vista no, en estos casos deberíamos ir con la ley en la mano, si la ley determina que el gobierno puede intervenir en los bancos o determinadas empresas no se hace de forma azarosa, sino porque no es lo mismo que caiga en quiebra una PYME que otras de mayor envergadura.

Dado que no estamos hablando de una ilegalidad, no tenemos derecho a indignarnos porque se produzca de tal modo, porque no estamos quebrantando el sistema, sino haciendo valer las leyes que nos rigen y que hemos aceptado. De esta forma la solución es tratar de cambiar esa ley por otra más restrictiva o simplemente diferente que garantice una situación más justa. Pero no es sólo eso, para los estadounidenses la intervención en empresas que están casi en quiebra es una forma de premiar el fracaso y ellos “son más duros con el fracaso que con la codicia” (pág. 25). Me parece igual de válido el mismo argumento anterior, si se está interviniendo esa empresas es, posiblemente, porque las consecuencias de su caída pueden arrastrar a toda la economía, no es un premio ni una segunda oportunidad, es una forma de mirar por el beneficio general. Si la selección de que determinada compañía se más transcendental que otra está bien hecha o no, es otra cuestión, tratamos de juzgar la intención, no la calidad de la selección.

El autor considera un problema intervenir porque sería una forma de regular el vicio de la codicia, y cuando la legislación se inmiscuye en la moral puede extralimitarse y comenzar a inmiscuirse cada vez más en nuestra vida privada. Si enfocamos esto desde otro punto de vista, no se trata de eliminar un vicio (no puedes prohibir a las personas ser codiciosas), sino de paliar, no la propia codicia, sino las consecuencias que pueda tener la misma para los que la sufren. Cogiendo el ejemplo del libro, si un huracán asola una zona y el gobierno limita los precios abusivos, no se trata de evitar que los que los ponen quieran aprovecharse del drama de una zona, sino evitar que los afectados se vean en la tesitura de no poder arreglar su casa. Considero que el ejemplo el autor lo ha enfocado mal.

Una sociedad óptima es una sociedad justa, pero es muy difícil encontrar tal sociedad, Sandel busca dos soluciones posibles a la problemática de la justicia: una sociedad utilitarista y una sociedad libertaria.

  • Utilitarismo

El utilitarismo también puede llamarse el principio de la máxima felicidad, se trata de una concepción de una sociedad ideal que debe basarse en “el mayor bien posible para el mayor número de personas posibles”, entendiendo que los seres humanos basamos nuestra vida en la búsqueda de la felicidad que no es otra cosa que huir del dolor persiguiendo el placer. Jeremy Benham fue el que enunció este concepto, reconociendo que no era una idea suya, sino una idea que imperaba en la sociedad, pero que él había plasmado en palabras.

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