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LA ALIANZA DE DIOS CON LOS HOMBRES.


Enviado por   •  22 de Septiembre de 2016  •  Tareas  •  1.413 Palabras (6 Páginas)  •  466 Visitas

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UNIVERSIDAD CATÓLICA SANTA MARÍA LA ANTIGUA

FACULTAD DE HUMANIDADES Y CIENCIAS RELIGIOSAS

Dirección de Formación Integral

Fundamentos del Cristianismo

LA ALIANZA DE DIOS CON LOS HOMBRES

Contenido:

  • La alianza, en el Oriente y en la Biblia
  • El Dios de la alianza
  • Forma y rito de la alianza
  • Objeto y esencia de la alianza
  • Moisés, el mediador de la alianza
  • Una nueva y más excelente alianza

El enemigo del pueblo ha sido vencido. El pueblo ha sido liberado de la opresión. Ya puede emprender confiado y seguro el camino hacia la tierra de las promesas (cf. Ex 15, 22).

Con los descendientes de Jacob ha salido "una gran muchedumbre de toda suerte de gentes" (Ex 12, 38). Ellas y las distintas tribus procedentes del lejano patriarca forman como un "amasijo de pueblos" (Núm 11, 4). Esta muchedumbre abigarrada y confusa, por una dignación especial de Yahvé, por una condescendencia suya, va a ser objeto de una alianza con él, que la va a convertir en "el pueblo de Yahvé", el pueblo elegido, propiedad especial suya y exclusiva entre todos los pueblos de la tierra. Se completa así la salvación iniciada con la liberación de Egipto, que a ella se orientaba (cf. Ex 6, 6-8).

La alianza, en el oriente y en la Biblia

La alianza era la forma ordinaria de establecer una relación casi familiar entre tribus de distintos troncos. Regulaba las relaciones entre ambos clanes. Más tarde se hace forma ordinaria para regular las relaciones entre pueblos distintos. Hasta nosotros han llegado muchos formularios de esas alianzas, entre dos reyes en iguales condición eso entre un rey vencedor y un vasallo. A la luz de estas alianzas se entienden mejor los elementos que constituyen y forman la alianza del Sinaí entre Yahvé y el pueblo y, al mismo tiempo, su peculiaridad.

De todos es conocida la importancia que la "alianza" tiene en la Biblia, y cómo constituye el tema que unifica todos sus libros. Los momentos más solemnes de la historia de Israel se caracterizan por una renovación de la alianza del Sinaí:

  • en Moab, antes de atravesar el Jordán para emprender la conquista de la tierra prometida (Dt 28-32);
  • en Siquén, una vez conquistada la tierra (Jos 24);
  • en la reforma religiosa llevada a cabo por el rey Josías, con motivo del descubrimiento del libro de la alianza, el Deuteronomio, el año 622 (2 Re 23);
  • al volver del destierro de Babilonia y reedificar Jerusalén (Neh 8-10).

El Dios de la alianza

 La tradición bíblica sitúa la realización de la alianza entre Yahvé y el pueblo en el "desierto de Sinaí", en la "montaña", sin precisar más. La iniciativa vuelve a partir de Yahvé. Todas las tradiciones coinciden en subrayar este hecho, cada una a su manera y según sus peculiaridades características. Yahvé es el que llama a Moisés desde lo alto de la montaña y le promete la alianza: “Descendió Yahvé sobre la montaña del Sinaí, sobre la cumbre de la montaña, y llamó a Moisés a la cumbre y Moisés subió a ella” (Ex 19, 20).

El mismo sentido ofrece la teofanía que entonces tiene lugar, que recogen también todas las tradiciones.

Al tercer día por la mañana hubo truenos y relámpagos, y una densa nube sobre la montaña, y un muy fuerte sonido de- trompetas, y el pueblo temblaba en el campamento (Ex19, 16; cf. v. 19 s).

La exigencia de purificación y santificación por parte del pueblo para disponerse a recibir las palabras de la alianza, marcan y señalan la distancia que separa al pueblo del Dios santo que va a "descender" a su encuentro, y la indignidad radical del mismo para tal gracia: “Yahvé le dijo: ve al pueblo y santifícalos hoy y mañana...Tú marcarás un límite al pueblo diciendo: guardaos de subir vosotros a la montaña y de tocar el límite, porque quien tocare la montaña, morirá” (Ex 19, 11-12; cf. v. 21-22).

La alianza es, pues, una "condescendencia" de Dios, una humillación, un rebajarse para ponerse al nivel del hombre. Es, en una palabra, "una gracia".

El pueblo no tiene nada que alegar, ningún título que exhibir para hacerse acreedor a tal don. La tradición deuteronómica, posterior y fruto de una mayor reflexión sobre esta condescendencia, empleará la palabra clave que da la explicación de esta sinrazón: el amor. “Si Yahvé se ha ligado con vosotros y os ha elegido, no es por ser vosotros los más en número entre todos los pueblos, pues sois el más pequeño de todos. Porque Yahvé os amó” (Dt 7, 7-8; cf. 4, 30-40)

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