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LA LITERATURA UNIVERSAL

nerosmarts16 de Octubre de 2012

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Literatura universal

En este trabajo reúno artículos periodísticos publicados en diversos medios, entre los que se cuentan los diarios La Prensa de Buenos Aires, La Nueva Provincia de Bahía Blanca y La Voz del Interior de Córdoba. Los artículos tratan acerca de obras literarias de distintas épocas, creadas por escritores o narradores orales de distintas nacionalidades.

No incluyo aquí los artículos que escribí acerca de Pío Baroja y de otros escritores españoles, por estar ya publicados en este sitio.

El mito de la creación en los griegos y los mayas

La indagación acerca del origen de la Humanidad es una constante en las culturas más diferentes y alejadas en el tiempo y el espacio. El hombre, inmerso en su soledad, ha forjado mitos a través de los que intenta explicar una realidad que le parece tan misteriosa como ajena. La tradición que acude a nuestra memoria, al pensar en la aparición del hombre sobre la tierra, es la que nos legó Hesíodo en Los trabajos y los días.

Ideal y realidad

En ese poema, la Humanidad se encuentra presentada a lo largo de una corriente involutiva que abarca cinco edades. Las dos primeras, la aúrea y la argéntea, nos hablan de una época feliz, en la que los pesares eran desconocidos. La Edad de Bronce y la de los Héroes, en cambio, muestran una progresiva degradación; en ellas, según Néstor Luis Cordero, se advierte la perspectiva humana e histórica; ambas se corresponden con el momento a que hacen referencia: etapas de lucha y consolidación de poderíos.

Por último, el griego se refiere a la Edad de Hierro, en la que se inscribirá el curso del género humano. Con tono amargo la describe en su poema: “Nunca en el día/ cesarán de dolor y fatiga, y nunca en la noche/ de perecer; y graves les darán los dioses angustias”. Sin embargo, concede, “aún a ellos les serán mezclados bienes con los males”.

En el Libro Primero de Las metamorfosis, Ovidio retoma este tema, señalando en la mitología sobre la creación cuatro edades –Oro, Plata, Bronce y Hierro- a las que sucederá un diluvio, provocado por los dioses para castigar la conducta de los hombres. Una pareja se salvará, en una barca; la benevolencia divina permitirá a Deucalión y Pirra dar origen nuevamente a seres racionales, a partir de piedras que arrojan en la tierra. Tanto en la obra de Hesíodo como en la de Ovidio encontramos el concepto de degradación y la consecuente irritación de la divinidad; paralelamente, la Humanidad sufrirá las consecuencias de su impío proceder, ya que el Edén se transformará en un caos regido por la violencia y la maldad.

Cabe destacar la semejanza que la mitología griega y latina evidencia con respecto a la religión judeocristiana, en la que los primeros moradores del paraíso pecan, desoyen las enseñanzas de Dios y se precipitan hacia un destino aciago. En el judeocristianismo aparece, por otra parte, la idea del diluvio como castigo y la salvación de seres humanos en un navío: el Arca de Noé.

El Popol-Vuh

En tierra americana también se observan intentos de explicación racional de la creación del hombre. Hacia el año 1000 antes de Jesucristo se instala en la península de Yucatán un pueblo de origen incierto, abarcando un territorio que comprende hoy las repúblicas de México, Guatemala y Honduras. Esta cultura se divide en tres grandes grupos territoriales: los itzá, los huastecas –que quedaron aislados- y los quiché de Guatemala, en cuya lengua se redactó la epopeya a que nos referimos.

El Libro de la Comunidad se conservó en forma oral hasta mediados del Siglo XVI, en que un indígena escribe la historia con caracteres latinos; este manuscrito llegará a manos de Fray Francisco Ximénez a principios del siglo XVIII. El Popol-Vuh es la única obra literaria que se ha logrado conservar hasta hoy –comentan los historiadores-; el interés que despierta –afirman Miguel Angel Asturias y J. M. González de Mendoza, traductores de la versión francesa de Georges Raynaud- “crece de día en día por tratarse de uno de los documentos milenarios de la Humanidad”.

Cuenta la tradición, en el segundo capítulo del relato, que sólo el cielo existía y, bajo él, la mar ilimitada. Entonces, los espíritus celestiales celebraron un concejo para decidir cómo se llevaría a cabo la creación. Así dan origen a la tierra. Por su inconmensurable poder surgen el alba, los montes, los pinares..., pero era menester crear seres vivientes que no fueran vegetales.

Aparecen los jaguares, los pumas, los pájaros, las víboras... Los dioses les dan también una morada; una vez concluida la tarea, les ordenan que los invoquen. Al no recibir la adoración de estos seres, los condenan a servir de sustento a otros que sí puedan alabar a sus creadores. Este constituiría el primer estadio de la creación.

La segunda tentativa ya no se realizará ex nihilo, sino tomando como material la tierra; estas criaturas “al principio hablaron, pero sin sensatez”, entonces, los espíritus celestes deciden celebrar un nuevo concejo, con el propósito de idear el modo de crear seres capaces de invocarlos.

Se decide entonces crearlos de madera; estos hombres se reprodujeron, poblaron la faz de la tierra, pero tampoco satisficieron a los dioses: “No tenían ni ingenio ni sabiduría, ningún recuerdo de sus constructores, de sus formadores; andaban, caminaban sin objeto. No se acordaban de los Espíritus del Cielo; por eso decayeron”. Encontramos aquí una significativa aproximación a cuanto expusimos sobre Hesíodo y Ovidio: la decadencia parece ser consustancial a la Humanidad; culturas distantes la denuncian y señalan como causa de la misma la no observancia de los principios éticos o religiosos. Los hombres de madera son –según leemos en la obra- “los primeros hombres que existieron en la superficie de la tierra”; los seres irracionales y los hombres de barro fueron instancias que no llegaron a concretarse.

Los Hacedores, consternados por el inmoral proceder de sus criaturas –los hombres de tzité y las mujeres de sasafrás-, les envían un castigo que ya hemos mencionado: el diluvio, pero aquí ya no se tratará de agua en ingentes proporciones, sino de una inundación de resina. Algunos muñecos se salvaron, dando origen a una raza de monos. Faltaba tiempo aún para arribar a una solución definitiva.

Habiendo celebrado una nueva reunión para tratar tan preocupante asunto, los Espíritus encuentran el elemento ideal para forjar la cuarta raza de hombres: “En Casas sobre Pirámides, en Mansión de los Peces, así llamadas, nacían las mazorcas amarillas, las mazorcas blancas”. Moliendo estos frutos, las deidades destilan nueve bebidas que infunden energía a los nuevos cuerpos, los cuerpos de los “hombres de maíz”. En su estudio De la Conquista a la Independencia, Mariano Picón Salas encuentra en el maíz mucho más que una simbología de tipo mítico, ya que –a su entender- “es claro que los propios aborígenes atribuían al hallazgo del próvido cereal su entrada en la historia”.

Originalidad de la obra maya

A partir de lo expuesto, podemos señalar algunas similitudes entre las tradiciones maya y grecolatina: en ellas aparece la idea de la creación del hombre actual como fruto de etapas sucesivas. En Ovidio y en la epopeya quiché aparece la idea de un diluvio enviado como castigo, al igual que en La Biblia, y el surgimiento de una nueva raza, menos mancillada por los vicios que la que ha desaparecido. En las obras se evidencia, por otra parte, la creencia en una divinidad hacedora, que suele asociarse a las ideas de justicia y moral.

Existen, también, diferencias significativas: mientras que en los autores grecolatinos se evoca una degradación, esta idea es diametralmente opuesta en el relato maya, en el que se va alcanzando, progresivamente, el ideal del hombre. El estadio irracional, el de los hombres de barro y el de los maniquíes de madera son, fundamentalmente, tentativas de los dioses, que sólo lograrán su objetivo al forjar hombres de maíz.

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Profundamente arraigada en sus costumbres y en su tierra, la tradición quiché mitifica la aparición de sus antepasados a partir de un elemento decisivo en su desarrollo. En el Popol-Vuh puede observarse, más que una narración con propósito ético, la vivencia misteriosa de un pueblo en contacto con la naturaleza.

La metamorfosis en el mito y la literatura

El misterioso tema de la metamorfosis ha dado lugar a un sinnúmero de obras artísticas y literarias, desde los orígenes de la expresión estética hasta nuestros días. Un ser humano se transforma en animal, en mineral o en una planta, pero ¿la transformación obedece a la intención de salvar o de castigar a aquel en quien se opera?

Los autores responden en formas diversas según su época, su convicción teológico-filosófica y las circunstancias en que surge su obra.

Ovidio

Ovidio, nacido pocos años antes de nuestra era, nos brinda en sus Metamorfosis múltiples opciones. La obra, considerada por la crítica su creación máxima, narra en quince libros sucesos acaecidos a personajes mitológicos. En algunas oportunidades, Júpiter se convierte en animal para lograr sus propósitos; bajo la forma de un toro, rapta a Europa. La tradición latina consideraba al dios inclinado a las aventuras amorosas, y no deja de atribuirle los más variados subterfugios en la búsqueda de la consumación de su deseo.

En otros casos, una vez satisfecha su demanda, es su esposa quien convierte a la desafortunada amante –y, eventualmente, a la criatura fruto

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