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LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN LA INTERVENCION SOCIAL


Enviado por   •  31 de Julio de 2017  •  Ensayos  •  3.145 Palabras (13 Páginas)  •  278 Visitas

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LA PERSPECTIVA DE GÉNERO EN LA INTERVENCION SOCIAL

  La mujer es débil, la mujer debe casarse, la mujer debe dejar el trabajo al salir embarazada; estos son algunos de los prejuicios más comunes cuando hablamos de la función de la mujer en la sociedad, los cuales han conllevado a enormes desigualdades en la historia de la humanidad. Esta historia se encumbra entre muchas pequeñas historias de mujeres y niñas que no gozan de las mismas oportunidades en países que proclaman ser democráticos. Al intento por eliminar estas desigualdades se le ha llamado igualdad de género y es una lucha que ha crecido en importancia en los últimos veinte años. No creer en la importancia de esta igualdad equivale a un estancamiento social en el reconocimiento de la persona humana. Son los derechos de miles de mujeres a la identidad, salud, educación, trabajo y a la participación política, aún vulnerados en la sociedad latinoamericana en la cual vivimos. Resulta, entonces, razonable ver que la igualdad de género es el Objetivo 5 de Desarrollo Sostenible, por el cual el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala que “poner fin a todas las formas de discriminación contra las mujeres y niñas no es solo un derecho humano básico, sino que además es crucial para acelerar el desarrollo sostenible.” Seguir abogando por el derecho de las mujeres en Latinoamérica resulta imperante ante algunas cifras de estadísticas, en este caso del Perú.  [1][pic 1]

Cabe resaltar que estos datos solo reflejan un aspecto importante de la vida en sociedad, el laboral. Hemos mencionado algunos estereotipos al principio de este ensayo, sin embargo podemos sintetizar todos en uno mayor: la mujer es el sexo débil. Esta última frase se ha introducido en el quehacer cotidiano de una forma abrupta y dio inicio a las desigualdades arriba mencionadas. Los estereotipos son maneras de prefigurar la imagen de alguien a la conveniencia de quien los expone; son errados por distintos motivos entre los que está el desconocimiento entre sexo y género (tema que trataremos más adelante). No obstante, resulta una cuestión de sentido común el considerar negativo el hecho de creer que la mujer debe ser despedida de su empleo al salir embarazada, o que una mujer tiene que encargarse de toda la limpieza del hogar. En tal sentido, se puede ver el intento del gobierno por establecer políticas públicas que eliminen estas diferencias. La pregunta sigue siendo la misma desde hace más de 60 años, ¿por qué se ha otorgado roles menores a las mujeres en la sociedad latinoamericana? Tal vez esta pregunta resulta necesaria, sobre todo, en esta parte del mundo en la cual el desarrollo de una sociedad igualitaria ha tenido un progreso lento en comparación con otros lugares del orbe. El propósito de este ensayo es, por consiguiente, investigar las razones por las cuales la subalternidad del rol de la mujer es evidente y dejar en claro, desde las ciencias sociales, la necesidad de frenar cualquier incubo de desigualdad de género.

     Las razones de la subalternidad de la mujer en la sociedad contemporánea no provienen de este “mundo contemporáneo”. Aunque resulte contradictorio decirlo, casi un oxímoron, es interesante catalogarlo así ya que nos da una perspectiva más amplia sobre las raíces de esta desigualdad. La historia está ahí para contarla y aprender de ella, por lo cual una revisión por el papel de la mujer en la historia resulta conveniente. No pretendemos tampoco hacer un estudio exhaustivo de la ciencia histórica, sin embargo reconocemos el factor histórico en la formación de la imagen de lo que es ser mujer. Hay que recalcar que no se pretende dar una sola versión de la historia occidentalizada y desarrollista, pero es importante algunos puntos de la misma. La historiografía marxista da un alcance interesante de lo que puede haber sido la mujer en su “lucha silenciosa” y en su posterior lucha manifiesta, sobre todo en el siglo XX, de sus derechos; sin embargo el papel de la mujer va más allá de una lucha de clases. Desde sociedades antiguas la mujer ha sido necesaria en ciertos ámbitos de las culturas y en otros, simplemente, fue obviada. En el antiguo Egipto, la situación de la mujer parece haber sido mejor de otras culturas de la época; a través de su teología y religión, la mujer era considerada como complemento del hombre. Es así que observamos que la mujer en Egipto tenía un papel preponderante en el hogar, muy distante al conocido pater familia de la antigua Roma. En la Antigua Grecia el papel fue incluso peor con el solo hecho de considerar a la mujer como “menor de edad eterno” y hacerse cargo de ellas en algún sentido. Las labores de la mujer en plano económico han estado limitado por prejuicios sobre la naturaleza propia de la mujer; solo hace falta revisar la función de la misma en el paleolítico superior solo en la recolección y no en la caza. En ese sentido, Beauvoir (1949) expresa:

En esta división del trabajo, los dos sexos constituyen ya, de algún modo, dos clases; entre estas clases hay igualdad; mientras el hombre caza y pesca, la mujer permanece en el hogar; pero las tareas domésticas entrañan una labor productiva: fabricación de vasijas de barro (…) y por ello la mujer tiene un importante papel en la vida económica. (p.54)

     La cita anterior da cuenta de lo que veníamos diciendo; sin embargo permítasenos diferir sobre la consideración de un importante papel en la vida económica de la mujer de esos tiempos. Si bien es cierto, podemos considerar al hombre como más “capacitado” para realizar labores de caza, el papel de la mujer no dejó de ser pasivo; la exploración del mundo de los hombres, sus conquistas y victorias no fueron compartidas a las mujeres. La mujer trabajaba con lo que “le era dado” y esta primera división del trabajo influyó, en definitiva, al ulterior desprestigio de la mujer en el plano económico. Ahora bien, mencionamos algunas de las culturas antiguas cumbres sobre la formación de la sociedad occidental como la egipcia, helena y romana; los derechos de las mujeres, para bien o para mal, y en sentido estricto, nació en la Antigua Roma. Un avance en los derechos de la mujer, como en la Ley de las XII Tablas, por la cual la mujer adquirió una doble protección, no solo del marido (figura del manus) sino del padre mismo (figura del sine manus). Su representatividad era respetada en esa sociedad, sin embargo en la práctica su dignidad no lo era; es menester mencionar a Beauvoir (1949) quien expresa: “Se observa aquí un hecho muy importante, que volvemos a encontrar en todo el curso de la historia: el derecho abstracto no basta para definir la situación concreta de la mujer; ésta depende en gran parte del papel económico que represente…” (p.82). En líneas generales, la mujer ha sido vista como lo Otro a partir de una desigualdad económica y remplazando su valor productivo por su valor reproductivo; explicaremos lo primero después y lo segundo a través de Beauvoir (1949, p. 110): “Uno de los problemas esenciales que se plantean a propósito de la mujer, según hemos visto ya, es el de la conciliación de su papel reproductor con su trabajo productivo. La razón profunda que en el origen de la Historia consagra a la mujer a las faenas domésticas y le prohíbe participar en la construcción del mundo, es su sometimiento a la función generadora.” (el subrayado es nuestro). Queda, pues, claro que la formación de aquel sometimiento estuvo en el desarrollo económico y en la posterior sociedad patriarcal. El movimiento feminista ha atacado, precisamente, estos pensamientos arraigados en la mente del ser humano, a partir del siglo XX. Este movimiento ha transformado la perspectiva de cómo es vista la mujer alrededor del mundo; su importancia radica en tomar conceptos filosóficos y acuñarlos a la mujer para des construirla y volverla a construir con diferente enfoque. Esto no debe verse como un machismo a la inversa o la vuelta a un matriarcado, ni mucho menos. La mujer siempre ha sido visto como lo Otro y, por consiguiente, cada tratado que se solía escribir sobre ellas fue desde la singularidad del hombre; con el movimiento feminista esto cambió. El mentís por antonomasia de Simone de Beauvoir es no se nace mujer, se llega a serlo; esta frase, ha dado inicio a todos los movimientos feministas contemporáneos en sus concepciones sobre sexo y género. Esto último, ayudado de una herencia foucultiana sobre su construcción de biopoder, ha formado la idea de que si ser hombre o mujer no viene de nacimiento sino de un proceso de normatización social que se nos aparece como natural. En este contexto es en el cual nacen las distinciones entre sexo y género que han sido analizadas, entre otros, por la filósofa Judith Butler. Este desarrollo en los conceptos de la sexualidad humana, hoy nos permite distinguir conceptos erróneos sobre los mismos; esta labor es necesaria para entender la falta de información en la población e incluso del gobierno en estos temas, lo cual origina que se acentúen las diferencias entre hombres y mujeres. Butler va más allá de la aseveración de Beauvoir, objetando que exista algo natural, sexo, y luego el género como algo cultualmente construido. Es menester detenernos para aclarar algunos términos comúnmente aceptados. Sexo es lo naturalmente dado desde la biología; identidad de género, como nos identificamos a nosotros mismos (masculino, femenino, entre otros); orientación sexual, sobre que sexo sentimos estimulación o deseo sexual. Ahora bien, la teoría de Butler acerca de las condiciones normativas que la sociedad impone para aceptar un destino específico trata de eliminar la dicotomía en este concepto de sexualidad. Entre lo que Butler afirma es que no hay escisión clara entre sexo y género; no hay ningún orden natural (primero lo biológico y luego lo cultural) sino que se ha de ver en sentido inverso. Para esos fines la autora comienza argumentando la existencia de la norma como un estigma de una sociedad patriarcal y, sobre todo, de una conveniencia de ser un agente biopolítico, concepto traído desde Foucault. En tal sentido Butler (2006) afirma: “Cuando nos preguntamos qué convierte una vida en habitable, estamos preguntándonos acerca de ciertas condiciones normativas que deben ser cumplidas para que la vida sea vida.” (p.65)

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