LA PLANTA DE MAÍZ Y LAS ENFERMEDADES
nanadosky15 de Junio de 2014
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LA PLANTA DE MAÍZ Y LAS ENFERMEDADES
La planta de maíz, aunque de reconocida adaptabilidad y resistencia, sufre frecuentemente de enfermedades. Éstas consisten en trastornos o anomalías que alteran la fisiología o el funcionamiento normal de la planta, la cual modifica su desarrollo y reduce o anula su producción. En épocas pasadas, cuando el cultivo en Venezuela estaba restringido a pequeñas áreas o "conucos", los problemas fitopatológicos no eran frecuentes. Esto se deduce de los escritos del alemán Adolfo Ernst - de amplia cultura y de una actividad sorprendente en todas las ramas de las ciencias naturales, especialmente la Botánica - y del norteamericano Albert S. Muller, precursor de la Cátedra de Fitopatología, en la recién creada (año 1939) Escuela Superior de Agricultura y Zootecnia, ubicada en El Valle, Caracas.
Adolfo Ernst (1891) encontró un maíz sembrado en Sabana Grande y Chacao (Caracas), afectado por el "carbón" (Ustilago maydis), cuyos síntomas y origen describe con muchos detalles. Muller (1939), en un informe efectuado después de inspeccionar varios campos en el estado Aragua, hace notar la ausencia de enfermedades en las siembras de maíz; aunque, en el mismo año, en la revista "El Agricultor Venezolano", describe la "raya blanca del maíz" que corresponde al "mosaico" o "enanismo rayado" ("maize mosaic"), descrito por Herold et al. (1960) y Malaguti (1963). De otro lado, Chardón y Toro (1934) en las Exploraciones Micológicas de Venezuela señalan sobre maíz, solamente los siguientes hongos: Gibberella sp., Puccinia sorghi y Ustilago zeae.
En épocas más recientes, a partir de 1950, cuando el cultivo del maíz se hizo mecanizado y extensivo, ocupando mayores áreas, se presentaron nuevos y variados casos de enfermedades. Los fenómenos fitopatológicos han sufrido evoluciones y cambios notables: algunos, en un tiempo frecuentes y perjudiciales, tales como el carbón y el mosaico, prácticamente han desaparecido para dar lugar a otras enfermedades, igualmente severas, tales como la "roya tropical" (Physopella zeae), la "punta loca" (Peronosclerospora sorghi) y el "achaparramiento" (Fitoplasma).
Otras enfermedades presentes desde hace mucho tiempo en Venezuela, como las royas comunes y varias manchas foliares, han venido adquiriendo, en ocasiones, formas muy virulentas y severas, al presentarse condiciones ambientales excepcionalmente favorables. Así mismo, se ha notado un incremento en el número e incidencia de enfermedades de origen bacteriano y, sobre todo, en las virales. En lugar del "mosaico" mencionado antes, han adquirido mucha importancia las virosis ocasionadas por virus del grupo del "mosaico de la caña de azúcar" (SCMV), como es el "mosaico enanizante del maíz" (MDMV).
Frecuentemente, las enfermedades no tienen una etiología bien definida. A menudo, el agricultor las consideraba males fortuitos que aparecían y desaparecían sin causa aparente, como una degeneración producida por la misma planta, y los eventuales hongos presentes, serían simples acompañantes de la enfermedad. La lluvia, el rocío, la neblina, la luna, los rayos solares, la sequía o el calor, eran las causas más aceptadas. La idea de que ciertos patógenos, tales como hongos, bacterias y virus pudieran ser causa de enfermedades (conceptos bien claros para Ernst, Müller y tantos hombres de ciencia de aquel tiempo), no siempre era compartida por la mayoría de los campesinos y agricultores.
También hoy es posible oir en el campo la expresión: "tal mal le nació a la mata" por la influencia de los astros o del ambiente, o por el "mal de ojo" de algún enemigo, brujería o algo divino. La idea del origen divino de los males era la única idea aceptada en la antigüedad por los egipcios, griegos y romanos, quienes consideraban que debían aplacar la ira de los dioses con plegarias, sacrificios o festividades. De aquella época vienen las "Robigalia", festividades en honor al dios Robigo, que controlaba la roya del trigo (Maxima segetum pestis), la enfermedad más temida en aquel tiempo en los países del Mediterráneo. Ideas similares han perdurado en el tiempo, inclusive en la religión cristiana. Las Rogaciones, que se cumplen en las Iglesias, rogando a Dios o a los Santos para que hagan cesar una enfermedad o no la envíe, es una bajas práctica común en el ritual cristiano. Igual origen podría tener la bendición de los campos que, en muchas regiones, hace el sacerdote en el mes de mayo, al inicio de las siembras, o cuando se coloca en los diferentes lotes, una cruz con una hoja de olivo y el cura reza: "a peste et terremotu libera nos Domine".
Quizás, desde la oscura Edad Media europea o de las creencias indígenas, llenas de brujos y espíritus, han llegado hasta épocas recientes y actuales las prácticas de santiguar por medio de un cura o, más frecuentemente, por un "santero" o "ramero", si lo hace con ramas. Estas ideas de la generación expontánea, así como del origen divino de las enfermedades, persisten todavía, no sólo entre campesinos, sino también entre personas instruidas. Ellas son producto del desconocimiento de la etiología de las enfermedades, las cuales son causadas por agentes patógenos bióticos (hongos, bacterias, richettsias, fitoplasmas, virus, viroides) o abióticos (condiciones particulares del clima y del suelo) o complejos etiológicos varios.
Incidencia de las enfermedades en el cultivo del maíz
El cultivador de maíz ("conuquero", campesino o agricultor), al sembrar las semillas en un terreno bien preparado y luego, al ver nacer las plántulas lozanas y vigorosas, confía en lograr una buena cosecha. Esta esperanza se ve frecuentemente frustrada a causa de las adversidades, entre ellas las enfermedades que afectan a las plantas, las cuales no pueden producir el fruto que podría esperarse de su potencial genético y agronómico.
La planta enferma se reconoce a través de los síntomas, que son manifestaciones a veces bien visibles y llamativas (como ciertos tumores, pudriciones y manchas foliares); otras veces, casi imperceptibles (como algunas virosis y deficiencias de origen edáfico o nutricional). Por lo general, todas las enfermedades causan una reducción de la producción, o sea, una pérdida que ha sido calculada para el cultivo del maíz, en un 10 ó 15% de la producción teórica o potencial, la cual se obtendría si la siembra estuviese totalmente libre de adversidades.
La evaluación de la pérdida o del daño económico causado por una enfermedad, en determinadas condiciones ambientales y agronómicas del cultivo, es de suma utilidad para establecer su importancia y su umbral económico, o sea, el límite hasta el cual la "cantidad" de la enfermedad y el daño que causa es tolerable, por ser el valor de esa pérdida inferior al gasto que representaría una eventual medida de combate o control.
La incidencia o "cantidad" de enfermedad que afecta al cultivo, se determina en la práctica a través de los síntomas; sin embargo, hay que recordar que el "volumen" de los síntomas no siempre está en relación directa con el daño económico. Así, por ejemplo, si las hojas de maíz están totalmente recubiertas de manchas causadas por el hongo Curvularia, el daño económico es mínimo; mientras que éste sería notable si las manchas fuesen causadas por hongos tales como Cercospora o Helminthosporium. Esto es debido a la diferente capacidad que tienen esos patógenos de producir toxinas y necrosis en los tejidos del hospedero. Así mismo, el daño causado por esos patógenos es muy elevado cuando recubren las hojas de plantas jóvenes, siendo menor cuando se presentan en plantas ya desarrolladas.
El estudio del daño y del umbral económico es indispensable, sobre todo en una agricultura sostenible, donde el combate de una determinada enfermedad debe ser integrado, basado en la escogencia del método económico y técnicamente más conveniente.
En Venezuela, se han hecho pocos estudios de este tipo en maíz. Ellos requieren un amplio conocimiento del cultivo, además del conocimiento de las enfermedades que lo afectan: su etiología, epidemiología y ciclo biológico de los agentes involucrados. En efecto, un fenómeno fitopatológico, por lo general, no tiene una sola causa u origen, sino un conjunto de causas, es decir, un complejo etiológico, donde diferentes agentes causales, bióticos y ambientales, se interrelacionan.
La planta de maíz varía mucho su aspecto y productividad en las diferentes condiciones ambientales. Así, por ejemplo, la misma variedad que sobrepasa los tres metros de altura en los llanos, durante el período de lluvia, no alcanza los dos metros durante el verano con riego y no llega a un metro en ciertas zonas marginales de los Andes, inadecuadas para el cultivo, debido a las bajas temperaturas y suelos pobres. En este último caso, además del tamaño más pequeño, las hojas son de color amarillento y rojizo, los tallos más delgados y las mazorcas más escasas en número y tamaño. Estas manifestaciones, en sí mismas, podrían ser interpretadas como síntomas de enfermedad, si no fuesen consideradas en el cuadro ecológico de una región o de una siembra determinada.
Los productos fungicidas son usados raramente en el cultivo del maíz, limitándose su empleo a la desinfestación de la semilla; mientras que sí son de uso corriente los productos herbicidas e insecticidas, los cuales frecuentemente
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