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La Envidia Y Las Críticas


Enviado por   •  26 de Octubre de 2014  •  1.517 Palabras (7 Páginas)  •  185 Visitas

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Hablando sobre la sabiduría, que viene de lo alto, Santiago comenta en su carta: “Pero si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y espíritu de contienda, no os jactéis ni mintáis contra la verdad. Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca. Pues donde existen envidias y espíritu de contienda, allí hay desconcierto y toda clase de maldad”. (Santiago 3,14-17)

En el Evangelio de Marcos, el Señor les dice a sus discípulos que; “la envidia es una perversidad y que sale de dentro y contaminan al hombre”. (Marcos 7,22)

Si sentimos tristeza, dolor o pesar por el bien ajeno o si tenemos el deseo de algo que no se posee o sentimos rencor o tristeza por la buena fortuna de alguien, junto con el deseo desordenado de poseerla, estamos frente a uno de los siete pecados capitales, “La Envidia”

La envidia, al igual que el amor, es un sentimiento que ha acompañado al hombre desde el principio de sus días. Desde el mismo momento en que la serpiente (culebra) envidiosa hizo que Eva mordiera el fruto del árbol prohibido, el hombre ha sido envidioso y envidiado, como también lo demuestra el triste caso de la envidia de Caín sobre su hermano Abel. “Más por envidia del diablo entró la muerte en el mundo, y la experimentan los que le pertenecen. (Sabiduría 2,24)

Pero, ¿Qué es la envidia? Algunos la definen como el sentimiento de pesar, de ira o de codicia, por el bien ajeno, que lleva al envidioso a sentir gran cantidad de emociones negativas por la persona envidiada. Hay quien la define como una conducta no asertiva acompañada del miedo a la pérdida de afectos y de posesiones. Otros la definen como una especie de ira pasiva.

El trabajar muchas veces por algo que sabemos que es justo, en especial si somos hombres de Dios y buscamos esforzarnos por trabajar por el Reino de Dios, por la equidad y, por los valores que nos enseñó Nuestro Señor Jesucristo, esta tarea, no produce necesariamente una gran felicidad como algunas veces se piensa o esperamos, porque en algunas ocasiones, esta tarea se convierte en una lucha del hombre contra el “hombre envidia”, que ve en nuestra tarea que hacemos a diario, una competencia despiadada, creándonos infelicidad y opresión. El sabio en el Eclesiastés, comenta; “He visto que todo afán y todo éxito en una obra excita la envidia del uno contra el otro.” (Eclesiastés 4,4) He aquí, una muestra demoniaca del envidioso, ya que no hay envidia y competencia que le cause más preocupación al demonio, por lo que busca siempre sembrar la cizaña, que alguien trabaje para el Señor y para una forma de vida evangélica. Como nos enseña Jesús, el envidioso es un sembrador de cizaña, que crece junto al buen trigo, pero los sembradores de; cizaña son los hijos del Maligno; el enemigo que la sembró es el Diablo; (Mateo 13,39)

Cuando niño, escribí un cuento de tarea escolar sobre la envidia, y como fue felicitado por el profesor, recuerdo de un chico que me rompió el papel donde lo había escrito, por cierto, reconozco que me sentí herido y hubiera preferido no se me hubiera felicitado. Esto es parte de ese cuento: “Entonces salí a jugar con una pelota nueva y mi queridos amigos estaban felices, pero mi vecino fue inmediatamente y trajo otra pelota e invito a mis amigos a jugar con él, mis amigos me miraron con cara de pregunta, yo les dije que bueno, entonces mi vecino se sonrío con burla. Siempre hacia lo mismo, en cuanto veía a alguien con algo, el rápidamente buscaba mostrar que él tenía algo mejor y si no lo tenía, él hacía unas increíbles rabietas a su madre o intentaba romper o desprestigiar al que tenía lo envidiado” (Fragmento del cuento “La Pelota” de Pedro Donoso Brant)

Lemos en el A.T., cuando el profeta Natán quiso estimular el arrepentimiento del rey David, le contó la historia del pobre que sólo poseía una oveja, a la que trataba como una hija, y del rico, a pesar de sus numerosos rebaños, envidiaba al primero y acabó por robarle la oveja (cf 2 S 12,1–4). La envidia puede conducir a las peores fechorías, como en el relato de Caín y Abel (cf Gn 4,3–7) o el Ajab, que se apropió de la viña de Nabot después de asesinarlo (1 R 21,1–29).

Dice Miguel de Unamuno: “La envidia es mil veces más terrible que el hambre, porque es hambre espiritual.”

Friederich Nietzsche, en su libro

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