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La Era Del Vacío" Gilíes Lipovetsky Capítulo 1


Enviado por   •  18 de Septiembre de 2014  •  1.858 Palabras (8 Páginas)  •  634 Visitas

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Nuestro presente, analizado a largo plazo, es sin duda la crítica más ligera que vienen proponiendo los escritores, filósofos, y poetas desde la noche de los tiempos anteriores. Parece una costumbre que no termina de resultar atractiva para los intelectuales, el tiempo presente es el de la decadencia, el de los momentos oscuros de la civilización. Y aun cuando hay un paréntesis de optimismo en el Siglo de las Luces y en el cientificismo del siglo XIX, no dejaremos de anunciar lo terrible de la situación social en la que vivimos.

La era del vacío, obra que catapulta a Lipovetsky a la fama internacional, fue publicada en 1983, en el inicio de la denominada “Década Reagan”. Este libro, que muestra con una claridad sorprendente la transformación de los valores de la sociedad actual, tiene como objetivo describir un modo de socialización y de individualización inédito, que rompe con el transcurso histórico iniciado en los siglos XVII y XVIII, y con lo que el propio Lipovetsky llama una bomba de tiempo.

Así mismo, son pocos los filósofos que intentan tener una visión más balanceada de la realidad histórica que les rodea. Y Gilles Lipovetsky es uno de ellos. Y en este sentido, el filósofo francés es mucho más cercano al análisis mediador de la realidad moderna que hace Tocqueville, que a la crítica férrea de sus coeternos pensadores posmodernos. Ambos parten de la cúspide moderna dela sociedad en los años cincuenta y sesenta para después intentar entender lo que sucede a esta sociedad en la década de los ochenta.

De esta manera, la cultura posmoderna representa el polo superestructural de una sociedad que emerge de un tipo de organización uniforme, dirigista y que, para ello, mezcla los últimos valores modernos, realza el pasado y la tradición, revaloriza lo local y la vida simple, disuelve la preeminencia de la centralidad, disemina los criterios de lo verdadero y del arte, legítima la afirmación de la identidad personal conforme a los valores de una sociedad personalizada en la que lo importante es ser uno mismo, en la que por Jo tanto cualquiera tiene derecho a la ciudadanía y al reconocimiento social, en la que ya nada debe imponerse de un modo imperativo y duradero, en la que todas las opciones, todos los niveles pueden cohabitar sin contradicción ni postergación. La cultura posmoderna es descentrada y heteróclita, materialista y psi, porno y discreta, renovadora y retro, consumista y ecologista, sofisticada y espontánea, espectacular y creativa; el futuro no tendrá que escoger una de esas tendencias sino que, por el contrario, desarrollará las lógicas duales, la correspondencia flexible de las antinomias. La función de semejante estallido no ofrece duda: paralelamente a los otros dispositivos personalizados, la cultura posmoderna es un vector de ampliación del individualismo; al diversificar las posibilidades de elección, al anular los puntos de referencia, al destruir los sentidos únicos y los valores superiores de la modernidad, pone en marcha una cultura personalizada o hecha a medida, que permite al átomo social emanciparse del balizaje disciplinario-revolucionario. Sin embargo no es cierto que estemos sometidos a una carencia de sentido, a una deslegitimación total; en la era posmoderna perdura un valor cardinal, intangible, indiscutido a través de sus manifestaciones múltiples: el individuo y su cada vez más proclamado derecho de realizarse, de ser libre en la medida en que las técnicas de control social despliegan dispositivos cada vez más sofisticados y mundanos ,de modo que si el proceso de personalización introduce efectivamente una discontinuidad en la trama histórica, también es cierto que persigue, por otros caminos, una obra secular, la de la modernidad democrática-individualista. Ruptura aquí, continuidad allá, la noción de sociedad posmoderna no expresa otra cosa: concluida, una fase, aparece otra nueva, unida, por lazos más complejos de lo que parecen a primera vista, nuestros orígenes políticos e ideológicos.

Así mismo, el proceso de personalización empieza incluso a recomponer el orden de la producción, muy tímidamente aún, debemos añadir. Indiscutiblemente el mundo del trabajo es el que ofrece «la mayor resistencia a la lógica de la seducción, a pesar de las revoluciones tecnológicas en curso. Sin embargo la tendencia a la personalización se manifiesta en él. La personalización delas relaciones de trabajo y de servicio sustituían poco a poco el encuadre funcional y mecánico de la disciplina. Más aún, asistimos a la multiplicación de los técnicos de la comunicación y de los psicoterapeutas de empresa. Se derriban los tabiques que separan despachos, se trabaja en espacios abiertos; en todas partes se solicita el concierto y la participación. Aquí y allá se intenta, a veces únicamente a título experimental, humanizar y reorganizar el trabajo manual: ampliación de las tareas, grupos autónomos de trabajo. La futura tecnología electrónica, los crecientes empleos informativos permiten imaginar algunos escenarios futuros: desconcentración de las empresas, expansión del trabajo a domicilio, casa electrónica. Estamos asistiendo ya a la flexibilización del tiempo de trabajo: horarios móviles o a la carta, trabajo intermitente. Más allá de la especificidad de esos dispositivos, se dibuja una misma tendencia que define los procesos de personalización: reducir la rigidez de las organizaciones, cambiar por dispositivos flexibles los modelos uniformes y pesados, privilegiar la comunicación respecto a la represión.

El ideal moderno de subordinación de lo individual a las reglas racionales colectivas ha sido pulverizado, el proceso de personalización ha promovido y encarnado masivamente un valor fundamental, el de la realización personal, el respeto a la singularidad subjetiva, a la personalidad incomparable sean cuales sean por lo demás las nuevas formas de control de homogeneización que se realizan simultáneamente.

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