La Historia De La Sexualidad
SaraPastor19 de Febrero de 2015
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LA SEXUALIDAD HUMANA
La sexualidad es un comportamiento humano, un impulso vital inseparable de la personalidad del ser humano, que a su vez está relacionado con factores sociales, familiares e individuales que intervienen en sus manifestaciones. Educar para la sexualidad es enseñar a vivir con bienestar, significa aprender a orientar los contactos físicos, a elegir a las personas con quienes se establece relación y a desarrollar y proyectar la afectividad. Es misión de los padres y maestros preparar a los niños y jóvenes para asumir la sexualidad de manera armónica, como una de las mejores partes de nuestra vida, en la que está la aceptación del propio cuerpo, la posibilidad de sentir placer, la capacidad para dar y recibir afecto, la responsabilidad y la aceptación de los límites y particularidades de los demás.
La sexualidad es parte de nuestra esencia humana, es la expresión más compleja de la individualidad del hombre y la mujer, está presente desde el momento de la concepción, instante en el que se conjuga el material genético determinado para lo masculino o lo femenino. El encuentro con la sexualidad implica tres fases: sentir mi propio ser sexuado, descubrirlo y aceptarlo, teniendo en cuenta que está integrado no sólo por el aspecto físico y biológico, sino por un componente psicológico que agrupa toda la experiencia afectiva y sentimental, es decir: como son percibidos y expresados los sentimientos y emociones desde la individualidad del hombre, de la mujer, del niño o de la niña. Adicionalmente entra en juego el ingrediente social encargado de moldear lo que es aceptado y permitido para cada sexo, a través de la socialización. Cuando padres y educadores han logrado dimensionar abiertamente la sexualidad en términos de lo que es sano y primordial para la estructura de la personalidad, estaremos en capacidad de aceptar que toda la exaltación de sentimientos y necesidades propias de la transición del niño al adolescente forman parte de su desarrollo normal y coherente. En igual proporción estarán exentos de aquellos sentimientos de nulidad que llegan con la madurez, cuando el potencial biológico y el reproductivo disminuyen.
Es una fortuna saber que la sexualidad va más allá de tener relaciones sexuales o comportamientos de tipo sexual, porque, de lo contrario estaríamos excluyendo de toda connotación sexual a quienes se dedican a actividades religiosas o, por decisión, abandonan la vida sexual activa. En la medida que tanto niños como adolescentes y adultos logremos vivir la sexualidad en el sentido amplio del concepto, los niños no tendrán que verse perturbados con reprobaciones cuando presentan curiosidad y exploran su cuerpo; los adolescentes entenderán que toda esta fuerza que los impulsa a disfrutar el placer no necesariamente tiene que estar enfocada hacia lo genital, y el adulto, por su parte, tendrá la oportunidad de vivir su sexualidad hasta que muera, con la convicción de que se trata de algo tan sano como la vida misma.
La sexualidad ha sido uno de los temas tabúes que siempre ha inquietado a la mayoría de las culturas en todos sus estratos sociales. Alrededor de este tema se han tejido mitos e ideas falsas que han permanecido a lo lago de sucesiva generaciones sin ser nunca examinados detenidamente. El avance en las investigaciones y los diferentes estudios realizados han tratado de esclarecer muchos de estos conceptos erróneos. Algunos trascienden durante mucho tiempo, debido a la precaria información y en otros casos a que a los padres y educadores les resulta más fácil mantener estos tabúes, con lo que se resisten a la posibilidad del dialogo o a cuestionarse sobre la propia sexualidad. Se creía que la sexualidad empezaba en la adolescencia, y que, al encontrarse el jovencito en proceso de desarrollo, no podría asumir la responsabilidad de su propia sexualidad, pues no estaba preparado para
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