Historia De La Sexualidad
faiiita2 de Abril de 2014
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1.0 MARCO HISTORICO.
En las primeras comunidades cavernarias, cuando aún se desconocía su función reproductiva, la conducta sexual se realizaba para la satisfacción inmediata del impulso y se ejercía una promiscuidad sexual primitiva asociada a la inseguridad de la vida cotidiana. En aquella época la supervivencia era la prioridad absoluta, había que buscar el sustento día a día y el hogar eran apenas refugios transitorios. Aunque también se ha sugerido que los contactos sexuales estaban organizados de alguna manera, al parecer la promiscuidad sexual era la regla común para el varón, quien solía emprender el cortejo de una forma activa, e inclusive dominante, hacia cualquier hembra que no figurara bajo la protección de otro hombre.
Durante el Paleolítico se inicia la diferenciación entre la sexualidad humana y la de los animales: se realiza el coito frente a frente. De la penetración por detrás se pasa al abrazo, a las miradas y a la comunicación como ingredientes de los contactos sexuales.
La sexualidad evolucionó junto con la mentalidad del ser humano. Comenzó en la prehistoria como una simple satisfacción del impulso reproductivo. Luego ocupó un sitio en las creencias religiosas. Más tarde fue perseguida y reprimida por la sociedad. En la actualidad, la civilización intenta desarrollarla de una manera plena y racional, para superar los excesos a que ha conducido, en parte, la revolución sexual de las tres últimas décadas.
Es probable que la preocupación por la sexualidad no contara demasiado en las primeras comunidades cavernarias debido a la vida totalmente insegura de los primeros hombres. El sustento debía buscarse día a día en un ambiente hostil. La persecución de la caza y la búsqueda de frutos obligaba a un constante cambio de refugios. Bajo estas condiciones, la unión sexual difícilmente significaba algo más que una satisfacción inmediata par la búsqueda de placer.
La sexualidad pasó a ocupar un lugar importante en la civilización sólo hasta el descubrimiento de la agricultura. Esta permitió a las tribus establecerse por períodos prolongados en territorios fijos. Así, con menos apuros por sobrevivir, los hombres y las mujeres pudieron por fin conocer con mayor amplitud el goce de reproducirse.
En ese momento, la humanidad estableció una concepción capital para la civilización: identificó a la mujer (que da vida a nuevos seres) con la tierra (que engrenda los alimentos). De ésta relación simbólica nació un culto a la sexualidad femenina que sólo desplazarían, y no del todo, las religiones judaica, cristiana e islámica.
por lo pronto el hombre recién convertido al agricultor, era más creativo y estaba menos angustiado, creo o las Artes y la magia también estaban agradecidos con la tierra y con la mujer que la simbolizaba así que ama recibieron adoración del hombre.
Con una visión del mundo menos desesperante, el goce sexual pudo ocupar un papel más importante dentro de la vida social. La función sexual adquirió entonces carácter de fiesta y ritual. Llevó a elevar el misterio sexual a divinidad. La fertibilidad femenina era símbolo más alto de la fertilidad de la tierra, la "madre original".
Los pueblos de mesopotamia desarrollaron ritos y festejos para rendir culto a Su divinidad protectora de la sexualidad, Astarté. Más tarde de lo siguieron los Griegos y latinos que adoraron la misma divinidad bajo nombre de Afrodita y venus, estas diosas representaban el conjunto el goce sensual y la perseveración del especié que de el resulta.
1.1 La exaltación del sexo
En las culturas helénica y latina el acto sexual llegó a ser una manifestación religiosa. Las orgías dedicadas a Dionisio o Baco, divinidad masculina de la sexualidad, fueron al principio verdaderos rituales del amor. En ellos se ofrecía a los dioses un presente para propiciar sus favores, en forma de fertilidad femenina y terrestre.
Con el correr del tiempo esta creencia perdió su base religiosa y se transformó en exceso hedonista. Es especialmente famoso el caso de las orgías romanas, que llegaron a dimensiones monstruosas durante ciertos períodos de su historia imperial.
En este período se consolidó también la exaltación dl potencial sexual masculino, a través de las imágenes divinas como Zeus y, especialmente Apolo. La mitología grecolatina está llenas de las aventuras eróticas de estos personajes, el primero padre de los dioses y el segundo, su hijo predilecto.
La gente veneraba a Apolo como un dios pleno de belleza física y espiritual (era, en cierto modo, el protector de las artes), así como de fortaleza y valor. De su imagen surgió el concepto de belleza apolínea, que marca hasta nuestros días, con muy pocas variaciones, el prototipo del hombre viril, apuesto y sensual.
Otra costumbre del tiempo helénico, venida de Asia, fue la prostitución sagrada. Con ella las mujeres pretendían atraer los favores de las diosas protectoras de su pueblo. Esta práctica también tuvo sus orígenes en el culto a la sexualidad.
La costumbre religiosa señalaba que la mujer debía ofrecer si virginidad y fertilidad a la diosa Venus o a algún de sus equivalentes. Esto debía realizarse a través de la unión con un sacerdote o un extranjero; el forastero, en este caso, debía pagar a su vez con una ofrenda en especie o en metálico para costear los cuidados del templo de la diosa. Se suponía que la divinidad, en agradecimiento, derramaba sus favores sobre el pueblo de las prostitutas sagradas.
Esa costumbre ritual degeneró en la simple venta del cuerpo femenino, con el pretexto de la religión. A esta situación colaboró la facilidad para acceder a los favores de las mujeres en ciertos pueblos y, sobre todo, el incentivo de obtener recompensas monetarias para las practicantes (no todo el dinero o los objetos que recibían iban a dar al templo).
Era natural que estos excesos ocurran en pueblos dominados por las concepciones helénicas y latinas, cuando las guerras o el desgaste de la sociedad alteraban las costumbres y causaban una profunda ansiedad por disfrutar placeres.
Entre los múltiples descubrimientos e invenciones de estas culturas no podía faltar la educación sexual. Griegos y latinos no conocían la importancia de desarrollar una sexualidad plena. Buscaban, por lo tanto, cumplir el ideal de la vida sexual. Educaban a sus niños en el conocimiento de las funciones sexuales. Procuraban exaltar el erotismo.
No obstante, algunas de sus costumbres, como la sumisión de la mujer y la esclavitud, presentaban una ruptura y negación de sus ideales humanitarios.
Las consideraciones grecolatinas sobre la sexualidad permitían, asimismo, conductas que otras culturas condenarían y perseguirían posteriormente. Por ejemplo, la noción de hombría que se manejaba en la época grecolatina no excluía conductas homosexuales. Esto no constituían gran menoscabo para la virilidad. Contaban más de los hechos de guerra de un hombre que sus derivados.
Las historias cuentan ejemplos de homosexualismo desde los dioses mitológicos, como Zeus, hasta los grandes guerreros, como Alejandro Magno. En la sociedad helénica estas conductas recibían poca censura. Nadie pensaba tampoco que la virilidad de estos personajes disminuyera por sus prácticas, siempre y cuando no afectaran su desempeño en las continuas guerras.
La cultura romana, con todo y su belicosidad, no cambió gran cosa esta visión. Más aún, muchos romanos la adoptaron gozosamente para excitar sus rutinarios placeres. Pero la introducción de la moral estoica, en plena época del Imperio, condujo a varios pensadores y gobernantes a condenar las conductas homosexuales.
Es común que los historiadores de esa época condenen a los emperadores más sombríos, que practicaron el bisexualismo, como Tiberio, Nerón y Calígula. Pero también consignan reproches por la misma causa contra paladines militares como el famoso Julio César (a quien sus enemigos acusaron en muchas ocasiones por prostitución masculina).
El emperador Adriano se distinguió por sus virtudes como estadista, hombre de letras y protector de la ciencia, y por su vida moderada. Pero también es famoso su amor apasionado hacia un joven amante, Antino. Inclusive llegó a construir una ciudad en memoria de su favorito.
Estos ejemplos suelen escandalizar o cuando menos incomodar en la actualidad. Las imágenes de desenfreno y perversión sexual con que se identifica a griegos y romanos sin embargo, resultan exageradas. Son más bien producto de la imaginación de siglos posteriores, y especialmente fruto de la propaganda de religiones que favorecían la castidad.
Hay hipótesis que explican que en los períodos más remotos se pudo dar la llamada monogamia natural, durante la cual el ser humano practicaba una vida sexual regulada por los períodos de acoplamiento, de forma muy similar a la de los animales; así como por los constantes cambios de habitación debidos a los requerimientos de la búsqueda de flora y fauna para subsistir.
Posibles prácticas homosexuales:
Una placa de 12 000 años, encontrada a las orillas del Rin, ha sido bautizada como “las bailarinas” por mostrar a dos mujeres entrelazadas en actitud cariñosa. Es un hallazgo más que nos muestra que la homosexualidad en el paleolítico era considerada como algo natural. Se ha encontrado también en excavación francesa de La Marche una representación de un coíto anal.
Cultura sexual egipcia y babilónica
En el antiguo Egipto, la sexualidad era vista de
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