La Mente Flexible
nelson8625 de Octubre de 2012
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la flexibilidad mental es mucho más que una habilidad o una competencia: es una virtud que define un estilo de vida y permite a las personas adaptarse mejor a las presiones del medio. Una mente abierta tiene más probabilidades de generar cambios constructivos que redunden en una mejor calidad de vida; una mente rígida
no sólo está más propensa a sufrir todo tipo de trastornos psicológicos, sino que, además, afectará negativamente al entorno en el que se mueve. ¿Quién no ha sido víctima alguna vez de la estupidez recalcitrante de alguien que, por su rigidez mental, no es capaz de cambiar de opinión o intenta imponer sus puntos de vista? No hay que ir muy lejos: en cada familia, en el lugar de trabajo, en la universidad, el colegio, el barrio o en el edificio donde habitas, siempre habrá alguien intolerante y dogmático, tratando de sentar cátedra e influir sobre lo que piensas o haces. Insisto: las mentes cerradas son un problema para ellas mismas, y para la sociedad donde viven, en tanto impiden el progreso y permanecen ancladas a una tradición que quieren perpetuar a cualquier costo.
Por el contrario, el pensamiento flexible rompe este molde retardatario y se abre a las nuevas experiencias de manera optimista. Las mentes flexibles muestran, al menos, las siguientes características: (a) no le temen a la controversia constructiva y son capaces de dudar de ellas mismas sin entrar en crisis (aceptan con naturalidad la crítica y el error y evitan caer en posiciones dogmáticas); (b) no necesitan de solemnidades y formalismos acartonados para ponderar sus puntos de vista (les gusta la risa y el humor y los ponen en práctica); (c) no se inclinan ante las normas
irracionales ni la obediencia debida (son inconformistas por naturaleza y ejercen el derecho a la desobediencia si fuera necesario); (d) se oponen a toda forma de prejuicio y discriminación (tienden a fijar posiciones ecuánimes y justas que respeten a los demás y eviten la exclusión en cualquier sentido); (e) no son superficiales y simplistas en sus análisis y apreciaciones (su manera de pensar es profunda y compleja, sin ser complicada), y (f) rechazan toda forma de autoritarismo y/o totalitarismo individual o social (defienden el pluralismo y la democracia como modo de vida).
Las personas flexibles no son un dechado de virtudes ni nada por el estilo; simplemente buscan liberarse de los mandatos y los “deberías” irracionales para accedera su verdadero ser. ¿Cómo llegar a un funcionamiento óptimo si se nos prohíbe explorar el mundo? ¿Cómo avanzar en el crecimiento interior si pensamos que el asado nos condena? De ninguna manera estoy defendiendo a los “rebeldes sin causa” y a los alborotadores de oficio; lo que sugiero es que una mente abierta y libre querrá actualizarse de manera continua y sólo podrá hacerlo si levanta las barreras que le imponen los precursores de la dureza mental y la tradición compulsiva. Si pensamos que “todo cambio es sospechoso”, molesto o peligroso, habremos entrado al sombrío terreno del oscurantismo.
La fuerza del pensamiento flexible radica en que, a pesar de la resistencia y los obstáculos, nos permite inventarnos a nosotros mismos y fluir con los eventos de la vida sin lastimar ni lastimarse. Su carta de presentación es la creatividad en aumento. La flexibilidad mental nada tiene que ver con la razón petrificada que se determina a sí misma, sino con aquella razón que “siendo razonable” se refrenda en la buena vida. No es una veleta sometida a los embates del viento que se mueve sin un norte, sino una embarcación con motor propio, así resolvamos luego cambiar de ruta cuando la tormenta asecha o si tomamos el rumbo equivocado.
Como podrá verse a lo largo del texto, la rigidez psicológica enferma, genera sufrimiento (estrés, depresión, ansiedad, hostilidad) y promueve una violencia individual y social significativa. Por eso, es incomprensible que muchas culturas avalen y promuevan el dogmatismo y el fundamentalismo en cualquiera de sus manifestaciones principales como un estandarte a seguir. Si decides aferrarte a tus dogmas de manera irracional, tendrás una vida empobrecida y dolorosa.
Por el contrario, la mente flexible fortalece el “yo”, actúa como un factor de protección contra las enfermedades psicológicas, genera más bienestar y mejores relaciones interpersonales y nos acerca a una vida más tranquila y feliz. Si decides ser flexible, te quitarás un enorme peso de encima al ver que nada está predeterminado y que puedes ser el último juez de tu propia conducta.
La vida siempre está en un eterno devenir, un movimiento permanente que nunca se detiene. Frente a ella, tienes dos opciones: te estancas o te montas a la ola que recorre el universo. Reconozco que algunas personas prefieren la comodidad y el regazo de lo conocido (así sea malo), a la incertidumbre de lo desconocido o lo nuevo. Sin embargo, una existencia sin riesgos, anclada en la rutina y en lo predecible, es una manera de aquietar el cosmos, un reduccionismo existencial cuya premisa es arriesgar poco y vivir menos. La triste quietud de la resignación que niega cualquier posibilidad de cambio. Entonces, tú decides: rigidez mental (por lo tanto: estrés, angustia, amargura e inmovilidad) o flexibilidad mental (por lo tanto: alegría, tranquilidad y desarrollo del potencial humano).
El texto tiene siete capítulos, dos apéndices y unas conclusiones finales. En el Capítulo 1, planteo la esencia del problema y hago una comparación entre las mentes rígidas, las mentes líquidas y las mentes flexibles. Luego, en los seis capítulos siguientes, confronto las características más sobresalientes de una mente flexible con las que presentan las mentes rígidas, hasta conformar el conjunto que define un pensamiento flexible: dogmatismo vs. pensamiento crítico, solemnidad vs. pensamiento lúdico, normatividad vs. pensamiento inconformista, prejuicio vs. pensamiento imparcial, simplicidad vs. Pensamiento complejo y autoritarismo vs. pensamiento pluralista. En cada apartado señalo el búnker defensivo en el cual se escuda la mente rígida y cómo derrumbarlo. Finalmente, en las Conclusiones, resumo las zonas por las cuales transita y se siente cómoda una mente flexible. El Apéndice A y el Apéndice B muestran los perfiles de la rigidez y la flexibilidad mental, respectivamente, desde el punto de vista cognitivo.
He retomado los datos psicológicos más recientes sobre el tema y los he cruzado con eventos de la vida diaria, casos clínicos y aportes de la filosofía. Espero que el resultado sea agradable y útil para los lectores. También guardo la esperanza de que, después la lectura, cada quien pueda abrir un espacio de reflexión sobre su propia resistencia al cambio.
C ap í tulo 1
Tres tipos de mentes :
rígida , líquida y flexible
La función del hombre sabio consiste, sobre todo, en deliberar rectamente…
Y delibera rectamente, en el sentido más estricto de la palabra, quien apunta en sus cálculos hacia la más altas actividades abiertas del hombre.
las personas tienen formas distintas de relacionarse con la información disponible en sus cerebros. Algunos se apegan a ella y otros son más arriesgados a la hora de modificarla. Hay quienes insisten de manera testaruda en que poseen la razón cuando objetivamente no es así y hay quienes reconocen sus errores y simplemente tratan de sacarle provecho a las situaciones nuevas o desconocidas.
Existen mentes que parecen de piedra: inmóviles, monolíticas, duras, impenetrables y rígidas, donde la experiencia y el conocimiento se han solidificado de manera sustancial e irrevocable con el paso de los años. Estas mentes ya están determinadas de una vez por todas, ya no aprenden nada distinto a lo que saben, porque su procesamiento obra por acumulación y no por selección. Creen haber visto la luz, cuando en realidad andan a ciegas, vagando por un oscurantismo cada vez más alejado de la realidad. Un golpe certero las hace trizas o las resquebraja, porque no están preparadas para enfrentar los dilemas y las contradicciones con su fuero interno. La mente de piedra no se permite dudar y aborrece la autocrítica. Sus fundamentos son inmodificables e indiscutibles.
Por otro lado, y parafraseando al sociólogo Zygmunt Bauman1, hay mentes que podríamos llamar líquidas, que no se interesan por nada y se acomodan a las demandas de la vida sin fijar posiciones de ningún tipo. Mentes sin cuerpo propio, informes, incoloras, sin constancia ni sustancia, indolentes y lejanas a cualquier compromiso: cerebros sin memoria. Pero ojo, no es el fluir del sabio que ha comprendido el constante devenir y se monta en él, sino la negación de la propia existencia. Indolencia esencial, donde las luces se han apagado para dar paso a un relativismo de mala cepa: nada es verdadero o todo da igual. La mente líquida no tiene de qué dudar y desconoce la autocrítica, porque no tiene puntos de referencia ni fundamentos claros.
Y también existen las mentes flexibles, que funcionan como la arcilla. Poseen un material básico a partir del cual se pueden obtener distintas formas: no son insustanciales como las mentes líquidas, pero tampoco están definidas de una vez para siempre como las mentes de piedra. Pueden avanzar, modificarse, reinventarse, crecer, actualizarse, revisarse, dudar y escudriñar en ellas mismas sin sufrir traumas. Asimilan las contradicciones e intentan resolverlas, no se aferran al pasado ni lo niegan, más bien lo asumen sin perder la capacidad crítica. La mente de arcilla muestra una fortaleza similar a la que el taoísmo le atribuye al bambú: es elegante, erguido y
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