La Revolucion
paulica189 de Marzo de 2013
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¿Por qué el Evangelio se llama Buena Noticia?
De hecho, son sinónimos “Evangelio” es la traducción española de una palabra griega que significa “buena noticia”. Se trata del mensaje de Jesús, el profeta de Nazaret.
No hay más que un Evangelio, pero al menos cuatro maneras de proclamarlo: la de Mateo, la de Marcos, la de Lucas y la de Juan. Cada uno de ellos escribió un pequeño libro llamado “evangelio”. Incluso podríamos añadir tantos evangelios como creyentes que, con sus palabras, quieren dar testimonio de que Jesús es verdaderamente una buena noticia para ellos. Cada cristiano puede escribir, con su vida, un “quinto evangelio”.
Por tanto, ¿qué hay de nuevo en el Evangelio? ¿Qué Dios nos quiere como un padre? No, porque eso lo hace desde siempre. Lo nuevo es que Dios amó tanto al mundo, como dice san Juan, que nos envió a su Hijo único, Jesús (Juan 3,16). Éste nos ha amado hasta dar su vida por nosotros en una cruz. Y ha resucitado. Por tanto, la muerte ha sido vencida. Ésta es una fantástica buena noticia.
¿Es verdad que Jesús no ama a los “ricos”?
En el evangelio, Jesús manifiesta su preferencia por los pobres, porque son los olvidados. Dios no olvida a nadie. Por tanto, la prioridad es para los que tienen más necesidad de él.
Es verdad que Jesús también dijo: “¡Ay de vosotros, los ricos!” (Lucas 6,24). Él no dijo que no entrarían en el Reino, sino que les resultaría muy difícil entrar. Jesús los compadece. La expresión “¡ay de vosotros!” significa que encuentra su situación muy triste. Tú sabes que las riquezas materiales no bastan para ser feliz. Aquel que, al ver sus riquezas, cree que tiene todo lo que necesita no se da cuenta de que le falta lo esencial, es decir, el amor de Dios y el amor de los demás. Se protege de los otros y no espera nada de ellos. Su corazón se endurece…
Tranquilízate: Jesús no irá a ver lo que hay en la cuenta bancaria de tus padres. Mirará tu corazón: ¿eres prisionero de tus riquezas? ¿Estás dispuesto a compartir? ¿Tienes necesidad de los otros y de Dios?
¿Cómo nos ha amado Jesús?
Lo que me seduce de Jesús es que vivió aquello que proclamó. Así, decía: “No hay amor más grande que dar la vida por los que se ama”, y amó a todos los hombres hasta dar su vida por ellos en una cruz.
Tres adjetivos pueden calificar el amor del que nos habló Jesús: universal, incondicional y gratuito.
Universal: Jesús no hacía excepciones, pues todos somos hijos de Dios. Ya se fuera samaritano(los samaritanos no tenían relación con los judíos) o pagano (los paganos eran considerados impuros), hombre o mujer, niño o adulto, todos eran amados por Jesús.
Incondicional: Jesús se solía entrar a la mesa con pecadores. Según la ley judía, eso volvía a uno impuro. En efecto, para acercarse a Dios había condiciones. Ahora bien, “Dios hace salir el sol sobre buenos y malos”, decía él. Dios no espera que seamos perfectos para amarnos. Jesús tampoco, porque él quería amarnos como su padre nos ama. Por tanto, no pedía un certificado de buena conducta antes de franquear el umbral de una casa. En la cruz perdonó al ladrón que se volvía a él.
Gratuito: Jesús no exige nada a cambio. “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”, decía. La ingratitud no era para él un obstáculo. ¿Acaso no amó hasta el final a quienes lo rechazaron pese a todo el bien que les había hecho?
¿Realmente hizo Jesús milagros? ¿No serán sólo parábolas?
“No hay humo sin fuego”, dice un proverbio. Es seguro que algo sucedió en el país de Jesús. Pero ¿qué exactamente? No es fácil de decir.
Lo que es seguro es que Jesús curó a mucha gente. Pero no era el único que lo hacía. Encontramos sanadores en todas las culturas y religiones. En aquella época, por ejemplo, era famoso un tal Apolonio de Tiana (hacia el año 97 después de Cristo). En la vida de los santos también encontramos hechos sorprendentes. Incluso hoy algunas personas dicen haber sido curadas milagrosamente.
Cuando se quiere hacer entender algo importante se procura encontrar una señal poco corriente. Como las curaciones de Jesús. Con ellas dice: la felicidad que todos buscáis está al alcance de la mano y es Dios quien la da. El sufrimiento y la muerte no tendrán la última palabra. Los milagros son también una invitación de Jesús a estar atentos a su palabra, a compartir mejor, a convertirse. Incluso aunque la ciencia llegue un día a explicarlo todo, lo importante es que hayamos entendido el mensaje.
Por tanto, los “milagros” son algo así como parábolas. Para que comprendiéramos bien, los evangelios a veces les añadieron detalles simbólicos. ¿Pueden algunos “milagros” ser completamente simbólicos? No es posible. Y es que los milagros no se dirigen primeramente a nuestra inteligencia, sino a nuestro corazón…
¿Qué es una parábola?
Desde hace ya algunos años se ven en los tejados de las casas antenas parabólicas para captar las ondas de televisión o de radio. Es un medio de comunicación. Este Instrumento debe su nombre a su forma. Pero cuando en el evangelio se habla de parábolas, se trata de otra cosa distinta, incluso aunque tengan un punto en común: Jesús también se sirvió de ellas para comunicar. También hoy, cuando un sacerdote quiere interesar a los a los niños, les cuenta historias. Son como parábolas del Reino de Dios. Y los adultos las escuchan tanto como los jóvenes.
Una parábola es una historia o una comparación de Jesús para hablar del Reino de Dios o para interpelar a sus oyentes. Ellas nos ayudan a situarnos con relación al Reino: la parábola del sembrador, por ejemplo (Marcos 4,1-9). El Reino de Dios, decía Jesús, es como una semilla, entre piedras, en medio de las zarzas… o en una tierra buena, y entonces cada una produce treinta, sesenta o cien granos por cada grano sembrado.
¿En qué terreno te reconoces tú?
También está la parábola del hijo pequeño (Lucas 15,11-32) que parte su casa para derrochar la herencia.
Cuando vuelve a la casa de su padre, éste organiza una fiesta para él.
El hijo mayor se había quedado sabiamente en la casa, pero no se alegró con el regreso de su hermano.
¿A cuál de los dos hermanos te pareces más?
Otras parábolas, más sencillas, son sobre todo comparaciones. El Reino de Dios, decía también Jesús, es comparable a una mujer que pone levadura en la masa y ésta crece (Mateo 13,33). O a un grano de trigo que cae en tierra (Marcos 4,26-29).
Ya estaremos levantados o dormidos, la semilla germina y crece.
¿Por qué mataron a Jesús?
Porque molestaba. En efecto, Jesús no tenía pelos en la lengua. Además, era difícil pillarle en renuncio: Jesús hacia el bien por donde pasaba. El único punto delicado era a propósito del respeto de la ley de Moisés: parecía que encontraba el amor en al prójimo era más importante. A veces incluso se permitía infringir la ley del descanso del sábado.
Los sumos sacerdotes temían que Jesús arrastrara con él al pueblo y que eso disgustara a los romanos, los ocupantes del país. Al menos, es lo que decían. Pero sobre todo, temían que Jesús tuviera más influencia que ellos y que el pueblo se apartara de ellos. Se aferraban a su autoridad y a su poder religioso.
Durante el proceso de Jesús, según parece un poco amañado, los sumos sacerdotes jugaron dos cartas diferentes. Frente a Caifás jugaron la carta religiosa: explicaron que Jesús se hacía igual a Dios. El efecto fue inmediato: el sumo sacerdote gritó que era una blasfemia, es decir, un insulto a Dios. Frente a los romanos jugaron la carta política: Jesús es un agitador que podría llevar a la revolución contra el ocupante. Jesús no tenía ninguna voluntad política o revolucionaria. Sin embargo, es verdad que, en su manera de actuar se hacía igual a Dios. A la luz de resurrección, por otra parte los cristianos proclamaron su fe: Jesús es el hijo de Dios, el enviado del padre. Se acordaron de estas palabras de Jesús: “El padre y yo somos uno”. Y san Juan al comienzo de su evangelio, exclamará: “En Jesús, Dios se ha hecho hombre” San Mateo dará a Jesús el nombre de Emmanuel, que significa Dios con nosotros.
¿Cómo nos ha salvado Jesús?
Nosotros creemos que Jesús ha venido para salvarnos. Pero ¿de qué? Del mal y de la muerte. No hay más que una manera de luchar contra el mal, y es hacer el bien. Nos mostró el único camino que puede salvarnos del mal: el amor hasta la donación de sí mismo. A nosotros nos corresponde proseguir su camino y luchar contra el mal. Jesús también nos ha salvado de la muerte. ¿Cómo? Por su resurrección. En la mañana de Pascua, los apóstoles descubrieron algo inaudito: una tumba vacía. Era la primera vez en la historia de los hombres que eso se producía: un hombre había escapado del poder de la muerte. Dios lo había resucitado. Con su muerte y su resurrección, Jesús ha abierto un hueco en el muro de la muerte. Ahora sabemos que la muerte no es invencible. Quizá pienses: “Pues tanto mejor para él, pero ¿y nosotros? Jesús vino para darnos la mano y llevarnos hacia su Padre por la brecha de la resurrección. Escucha esta parábola. Había unos pájaros apresados en la red de un cazador. Todos se agitaban, pero ninguno conseguía escaparse de allí. Uno de ellos se agarró a la malla de la red y logró desgarrarla, aunque hiriéndose. Echó a volar por allí y los demás pájaros le siguieron
Hay diferentes tipos de cristianos.¿Por qué están divididos?
Efectivamente, hay ortodoxos, protestantes, anglicanos, católicos...Son algo así como nombres
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