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La Revolucion


Enviado por   •  9 de Marzo de 2013  •  3.294 Palabras (14 Páginas)  •  259 Visitas

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¿Por qué el Evangelio se llama Buena Noticia?

De hecho, son sinónimos “Evangelio” es la traducción española de una palabra griega que significa “buena noticia”. Se trata del mensaje de Jesús, el profeta de Nazaret.

No hay más que un Evangelio, pero al menos cuatro maneras de proclamarlo: la de Mateo, la de Marcos, la de Lucas y la de Juan. Cada uno de ellos escribió un pequeño libro llamado “evangelio”. Incluso podríamos añadir tantos evangelios como creyentes que, con sus palabras, quieren dar testimonio de que Jesús es verdaderamente una buena noticia para ellos. Cada cristiano puede escribir, con su vida, un “quinto evangelio”.

Por tanto, ¿qué hay de nuevo en el Evangelio? ¿Qué Dios nos quiere como un padre? No, porque eso lo hace desde siempre. Lo nuevo es que Dios amó tanto al mundo, como dice san Juan, que nos envió a su Hijo único, Jesús (Juan 3,16). Éste nos ha amado hasta dar su vida por nosotros en una cruz. Y ha resucitado. Por tanto, la muerte ha sido vencida. Ésta es una fantástica buena noticia.

¿Es verdad que Jesús no ama a los “ricos”?

En el evangelio, Jesús manifiesta su preferencia por los pobres, porque son los olvidados. Dios no olvida a nadie. Por tanto, la prioridad es para los que tienen más necesidad de él.

Es verdad que Jesús también dijo: “¡Ay de vosotros, los ricos!” (Lucas 6,24). Él no dijo que no entrarían en el Reino, sino que les resultaría muy difícil entrar. Jesús los compadece. La expresión “¡ay de vosotros!” significa que encuentra su situación muy triste. Tú sabes que las riquezas materiales no bastan para ser feliz. Aquel que, al ver sus riquezas, cree que tiene todo lo que necesita no se da cuenta de que le falta lo esencial, es decir, el amor de Dios y el amor de los demás. Se protege de los otros y no espera nada de ellos. Su corazón se endurece…

Tranquilízate: Jesús no irá a ver lo que hay en la cuenta bancaria de tus padres. Mirará tu corazón: ¿eres prisionero de tus riquezas? ¿Estás dispuesto a compartir? ¿Tienes necesidad de los otros y de Dios?

¿Cómo nos ha amado Jesús?

Lo que me seduce de Jesús es que vivió aquello que proclamó. Así, decía: “No hay amor más grande que dar la vida por los que se ama”, y amó a todos los hombres hasta dar su vida por ellos en una cruz.

Tres adjetivos pueden calificar el amor del que nos habló Jesús: universal, incondicional y gratuito.

Universal: Jesús no hacía excepciones, pues todos somos hijos de Dios. Ya se fuera samaritano(los samaritanos no tenían relación con los judíos) o pagano (los paganos eran considerados impuros), hombre o mujer, niño o adulto, todos eran amados por Jesús.

Incondicional: Jesús se solía entrar a la mesa con pecadores. Según la ley judía, eso volvía a uno impuro. En efecto, para acercarse a Dios había condiciones. Ahora bien, “Dios hace salir el sol sobre buenos y malos”, decía él. Dios no espera que seamos perfectos para amarnos. Jesús tampoco, porque él quería amarnos como su padre nos ama. Por tanto, no pedía un certificado de buena conducta antes de franquear el umbral de una casa. En la cruz perdonó al ladrón que se volvía a él.

Gratuito: Jesús no exige nada a cambio. “Que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”, decía. La ingratitud no era para él un obstáculo. ¿Acaso no amó hasta el final a quienes lo rechazaron pese a todo el bien que les había hecho?

¿Realmente hizo Jesús milagros? ¿No serán sólo parábolas?

“No hay humo sin fuego”, dice un proverbio. Es seguro que algo sucedió en el país de Jesús. Pero ¿qué exactamente? No es fácil de decir.

Lo que es seguro es que Jesús curó a mucha gente. Pero no era el único que lo hacía. Encontramos sanadores en todas las culturas y religiones. En aquella época, por ejemplo, era famoso un tal Apolonio de Tiana (hacia el año 97 después de Cristo). En la vida de los santos también encontramos hechos sorprendentes. Incluso hoy algunas personas dicen haber sido curadas milagrosamente.

Cuando se quiere hacer entender algo importante se procura encontrar una señal poco corriente. Como las curaciones de Jesús. Con ellas dice: la felicidad que todos buscáis está al alcance de la mano y es Dios quien la da. El sufrimiento y la muerte no tendrán la última palabra. Los milagros son también una invitación de Jesús a estar atentos a su palabra, a compartir mejor, a convertirse. Incluso aunque la ciencia llegue un día a explicarlo todo, lo importante es que hayamos entendido el mensaje.

Por tanto, los “milagros” son algo así como parábolas. Para que comprendiéramos bien, los evangelios a veces les añadieron detalles simbólicos. ¿Pueden algunos “milagros” ser completamente simbólicos? No es posible. Y es que los milagros no se dirigen primeramente a nuestra inteligencia, sino a nuestro corazón…

¿Qué es una parábola?

Desde hace ya algunos años se ven en los tejados de las casas antenas parabólicas para captar las ondas de televisión o de radio. Es un medio de comunicación. Este Instrumento debe su nombre a su forma. Pero cuando en el evangelio se habla de parábolas, se trata de otra cosa distinta, incluso aunque tengan un punto en común: Jesús también se sirvió de ellas para comunicar. También hoy, cuando un sacerdote quiere interesar a los a los niños, les cuenta historias. Son como parábolas del Reino de Dios. Y los adultos las escuchan tanto como los jóvenes.

Una parábola es una historia o una comparación de Jesús para hablar del Reino de Dios o para interpelar a sus oyentes. Ellas nos ayudan a situarnos con relación al Reino: la parábola del sembrador, por ejemplo (Marcos 4,1-9). El Reino de Dios, decía Jesús, es como una semilla, entre piedras, en medio de las zarzas… o en una tierra buena, y entonces cada una produce treinta, sesenta o cien granos por cada grano sembrado.

¿En qué terreno te reconoces tú?

También está la parábola del hijo pequeño (Lucas 15,11-32) que parte su casa para derrochar la herencia.

Cuando vuelve a la casa de su padre, éste organiza una fiesta para él.

El hijo mayor se había quedado sabiamente en la casa, pero no se alegró con el regreso de su hermano.

¿A cuál de los dos hermanos te pareces más?

Otras parábolas, más sencillas, son sobre todo comparaciones. El Reino de Dios, decía también Jesús, es comparable a una

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