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La distribución. Los salarios

fergusonhgjhgApuntes28 de Septiembre de 2015

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La distribución

El reparto de la producción nacional entre los propietarios de los factores se corresponde con tres tipos  de retribuciones: salarios, beneficios y renta        

Los salarios.

Mill se acogió inicialmente a la idea ricardiana y de Adam Smith del fondo de salarios.(Esta teoría la expone en el Libro II, Cap. XI, pp. 308 y ss.). Pero acabó rechazándola por ser muy poca rigurosa.

 Mill tenía sentimientos favorables hacia los trabajadores y una preocupación por mejorar sus condiciones de vida y de ahí que concibiera con mucha flexibilidad la teoría del fondo de salarios, que hasta entonces había sido considerada con gran rigidez.

 Empezó por tener en cuenta que dicho fondo podía aumentar mucho con el progreso material y que, incluso, podía variar a corto plazo a costa del elevado tren de vida de los empresarios y propietarios de las empresas; de acuerdo con esto, el alza de los salarios a corto plazo sólo tropezaba con el límite que imponía el peligro de ruina de la empresa.

En estas circunstancias el salario efectivo se determinaba por la interacción de la oferta y la demanda, mientras que el salario del mínimo de subsistencia quedaba relegado a un límite extremo. Dada su idea de la posibilidad de variación del fondo a medio y largo plazo, debido al progreso material, Mill también contempló la negociación colectiva y los convenios laborales como medio de fijación del nivel salarial

Beneficio

Mill también nos  ofrece otra explicación diferente sobre los beneficios del  capital. A esta teoría, al estilo de la de Ricardo  (quien a  su vez se inspiró en una de las varias consideraciones de  Smith sobre la justificación del beneficio) los socialistas  las denominaron «teorías de la explotación», porque  el  beneficio  del  capital  se  atribuía  a  la  apropiación  en  provecho propio del capitalista de un parte de la gran  productividad del trabajo; es decir, se pagaba al obrero  menos del valor de lo que contribuía a la producción. Y  esto lo dice muy claro Mill  “ La causa de la  ganancia es que el trabajo produce más de lo preciso  para  su  sustento ”,  y  por  eso,  después  de  lograr  sus  medios de vida, los trabajadores “ dispondrán de una  parte de su tiempo sobrante, durante el cual podrán trabajar para el capitalista. Vemos así que la ganancia  surge, no por el accidente del intercambio, sino por la  fuerza productiva del trabajo”.

Renta

No todas las tierras dan renta, primero, porque  en casi ningún país se explotan todas las tierras;  siempre  suele haber alguna sobrante. Y, segundo, porque hay tierras, de las peores, en las que sólo se puede extraer la  reposición  de  las  materias  primas  y  el  alimento  de  quienes  las  trabajan  (ibídem,  pp.  374  y  375).  En  consecuencia, se puede sentar como principio que  “la  peor tierra que se cultive no da renta”  (ibídem, p. 376).  Y,  “lo que una tierra cualquiera produce por encima de la tasa ordinaria de ganancia del capital es lo que  la  misma tierra produce en exceso de lo producido por  la  peor  tierra  en  cultivo.  El  excedente  es  lo  que  el  campesino puede pagar como renta al terrateniente”.

La competencia entre los agricultores  es la  que permite igualar las tasas ordinarias de ganancia a del  capital y que el resto vaya a parar a la renta.  

Papel del empresario

El capitalista, ahorra y acumula los fondos necesarios; el empresario, asume el riesgo y la dirección de la empresa; y el director, gestiona la empresa, pero sin asunción de riesgo por el capital invertido. Así, el empresario puede ser una persona distinta del capitalista que presta el dinero; también puede ocurrir que el dueño de la empresa contrate a sueldo a una persona que se encargue de la dirección o gestión de la empresa

Teoría del valor

La  formación  de  los  precios  es  el  tema  que  ofrece más interés de su Libro III, sobre el cambio . El  valor cobra sentido cuando es el sistema de mercado, a  través de la competencia, el procedimiento de distribuir  la riqueza producida; porque si fuera la costumbre  o el  uso el agente distribuidor no sería necesario tener  en  cuenta los valores (Mill, 1848, p. 385). Por consiguiente,  el cambio no es la ley fundamental de la distribución de  los  productos,  sino  que  depende  de  las  instituciones  sociales (ibídem, p. 385). Las leyes del valor no son  necesarias para quienes pretenden construir un nuevo  orden social. Pero si el orden de una sociedad se basa en  la compra y la venta, y por este procedimiento adquieren  los hombres sus medios de vida, entonces las leyes  del  valor son primordiales (ibídem, p. 386).  Para Mill (ibídem, p. 404), ante todo, “ el valor  es un término relativo: el valor de una mercancía  [...]  significa  la cantidad  de  otras  cosas  que  se  pueden  obtener a cambio de ella. ” Para explicar las causas que  afectan al valor de un artículo, pero no de otro pues los  valores relativos no cambiarían si a la vez influyera en  varios de ellos, Mill, como Malthus, adoptó el principio  de la oferta y la demanda como norma general en la  formación de los precios, arrinconando, en gran medida,  pero  no  del  todo,  la  teoría  del  valor-trabajo  que  s e  prestaba a ser interpretada en términos de explotación y  desarrolló  (ib.,  p.  51)  el  fundamento  del  valor  en  la  apropiación de los bienes que originaba así su escasez: “nadie pagará nada por lo que pueda obtener gratis”.

La suficiencia que caracterizó a Mill le llevó a  declarar (ibídem, p. 386): “Afortunadamente no queda  nada que aclarar en las leyes del valor, ni para los  escritores actuales ni para los del porvenir: la teoría  está completa”. Aun cuando Mill sólo pretendía exponer  con  claridad  la  vigente  teoría  del  valor,  su  rotunda  declaración –teniendo en cuenta que la última edición en  vida  de  Mill fue en 1871 y que poco después, en el  mismo  año,  Jevons  publicó  su  Teoría  de  economía  política  (1871), donde expone una nueva teoría del valor  basada en el principio de marginalidad– es la afirmación  con pretensión científica más profunda y rápidamente  refutada, según dice James (1959, p. 162) inspirándose  en la opinión de Jevons (1871, p. 35) al respecto

Mill,  con  su  ánimo  conciliador,  pretendió  armonizar las ideas sobre el coste de producción y  sobre  la utilidad. Corrobora la opinión de otros autores  sobre  la existencia de alguna utilidad para que una cosa  pueda  tener un valor, y, además, también considera que tiene  que existir alguna dificultad para obtenerla, ya que un  bien no alcanza precio alguno  “en aquellos casos en que  puede obtenerse gratis sin esfuerzo”  11  (Mill, 1848, p.  391). Esta dificultad se refleja en el coste de producción  y, por consiguiente, en la oferta; la utilidad se manifiesta  en los deseos del consumidor que forman la demanda. La interacción mutua de estos dos principios determina  el precio que en condiciones normales no debe bajar  del  coste de producción (Mill, 1848, pp. 390 y ss.)

En  el  caso  general  de  la  competencia,  la  escasez relativa adquiere un papel preponderante; éste lo  adquiere a través del costo de producción que permite al  empresario resarcirse de los gastos y obtener la ganancia  ordinaria (ibídem, p. 399). Tanto si las mercancías  se  elaboran ilimitadamente, como si no, la mutua acción de  la oferta y la demanda origina fluctuaciones del precio  cuya duración no tiene que rebasar el tiempo necesario  para que se materialice una modificación de la oferta. El  precio tiende a converger con el coste de producción que  determina, por tanto, un equilibrio estable. Mill ( ibídem,  p. 402) dice:  “la demanda y la oferta tienden siempre  hacia  un  equilibrio,  pero  la  situación  de  equilibrio  estable se alcanza cuando las cosas se cambian unas por otras de acuerdo con su costo de producción, o, según la expresión que hemos usado, cuando las cosa s  están a su valor natural” . Ahora bien, ya antes había  dicho (ib., p. 398) que ese valor natural era un “valor  mínimo”, que comprende el costo de producción y la  tasa ordinaria de ganancia, porque nadie invertiría  su  capital si pierde o no gana lo que fácilmente se obtendría  en otra ocupación de su capital.

En el caso de monopolio, en el que la cantidad  ofrecida del bien esté limitada natural o artificialmente,  el valor se determina exclusivamente por la necesidad o  el fuerte deseo que de él tenga el comprador esta consideración equivale a atribuir un papel  preponderante a lo que hoy llamamos utilidad marginal.  Pero la ley de la oferta y la demanda sigue actuando,  porque el monopolista no puede subir el precio si n o está  dispuesto a restringir la oferta en la cuantía suficiente  (ib., p. 396). Mill (ib., p. 391) da unas explicaciones que  se corresponden con el principio de la utilidad marginal,  que ya había tenido algún precedente en Inglaterra  (que  se estudió en el Tema 17) y en concreto Mill cita a  De  Quincey. Además, Mill (ibídem, pp. 394 a 396) tiene  un  concepto claro de la oferta y la demanda como funciones  del precio, así como del concepto de elasticidad.  En lo que respecta a  la teoría del dinero, Mill  no hizo ninguna aportación original. Básicamente, s e  acogió a la teoría metalista, a la neutralidad del  dinero y  a la teoría cuantitativa estricta. En lo que a esto  último se  refiere, expuso una ecuación de cambios relacionando  flujos,  el  de  la  totalidad  de  las  mercancías  vendidas  durante  “ el  proceso ”  y  el  de  la  cantidad  de  dinero  multiplicada por su velocidad de circulación; de modo  que el valor del dinero es inversamente proporcional a  este último producto, dado un volumen de transacciones  (ibídem,  p.  433).  Sin  embargo,  realizó  una  meritoria  labor de recopilación, perfeccionamiento y conciliación  de todos los logros alcanzados en la primera mitad  del  siglo XIX, según Schumpeter (1954, p. 759).

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