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La filosofía colonial en Venezuela


Enviado por   •  1 de Octubre de 2014  •  Síntesis  •  7.092 Palabras (29 Páginas)  •  191 Visitas

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- La filosofía colonial en Venezuela ante la modernidad temprana.

El inicio de la reflexión filosófica en Venezuela –desde una perspectiva europea- se da paralelamente al proceso de colonización cuando llegaron a nuestro país y al resto de América Latina algunas corrientes filosóficas consolidadas en Europa durante la época medieval. Nuestra producción filosófica durante ese período ha sido escasamente estudiada, pero los especialistas están contestes en afirmar que la filosofía en Venezuela tuvo una inserción institucional desde la fundación misma de la Real y Pontificia Universidad de Caracas en 1725.

Juan David García Bacca4, pionero de los estudios filosóficos y coloniales en el país, nos dice que entre los principales representantes del pensamiento filosófico medieval, figura Alfonso Briceño (1587-1668); quien es considerado el precursor del movimiento filosófico venezolano, de orientación escotista, asimismo se destaca Agustín de Quevedo y Villegas, no se conoce fecha de nacimiento y muerte, residenciado en Coro, quien a mediados del siglo XVIII en 1752, publicó los tres volúmenes de su Opera Teológica, en la ciudad de Sevilla, un comentario al estilo medieval de los cuatro libros de las sentencias de Pedro Lombardo, donde trata la bienaventuranza de la criatura racional, la moralidad de los actos humanos, la bondad y la malicia, la indiferencia y la conciencia. Sigue Tomas Valero (1711-1788), pensador tocuyano, cuyas Disputaciones están dedicadas a las leyes, la esencia de la ley natural, la naturaleza bíblica de la ley natural, el precepto de amar al enemigo, o la limosna, temas estos que se recogen en su obra Teología Expositiva, publicada en 1756 en Madrid.

García Bacca fija también su atención en dos pensadores de orientación tomista del siglo XVIII: Antonio José Suárez de Urbina (1730-1799) y Francisco José de Urbina (nace aprox. 1735-). El primero, regentó desde 1752 la Cátedra de Filosofía de la Universidad de Caracas, y se ocupó en su “Curso filosófico”, de la “Filosofía racional o lógica magna”, donde trata el objeto y la naturaleza de la lógica, así como la “Filosofía natural, según su nombre vulgar: física”, referida a los principios intrínsecos y extrínsecos del ser natural, del movimiento, el lugar, el tiempo, entre otros.

En el caso de Francisco José de Urbina5, quien tuvo también a su cargo desde 1770 la Cátedra de Filosofía de la Universidad de Caracas, García Bacca hizo una compilación de su “Curso filosófico”, donde se examina la naturaleza del alma racional y su inmortalidad. En su “Tratado metafísico, o Facultad que trasciende lo físico”, discute la cuestión del ser y sus atributos. Como profesor universitario se destacó en teología, filosofía y la enseñanza del latín. Entre sus alumnos podemos nombrar a Baltasar Marrero, fututo catedrático de Latín por largos años, perfeccionó la lengua del Lacio -durante casi medio año- con Urbina, también tiene como alumno a Juan Antonio Navarrete gracias a él tenemos transcripción de las enseñanzas de Urbina, en un Cursus Philosophicus que se conserva en la Biblioteca Nacional de Caracas. Y -por dos años, sin culminar el Curso- es también su alumno el futuro Precursor, Francisco de Miranda.

Valga indicar que en el tránsito de la filosofía colonial al pensamiento moderno, enciclopedista e ilustrado, se distinguen Juan Antonio Navarrete (1749-1814) y Baltasar de los Reyes Marrero. Del primero, García Bacca traduce un escrito de 1783: Arca de letras y teatro universal, que es el séptimo de los diecisiete volúmenes escritos por este fraile franciscano nacido en Yaracuy. Navarrete, cuya obra empezó a ser estudiada en la segunda mitad del siglo XX, celebró la anulación de la Inquisición en Europa y sobre todo en América, así como fue testigo de la declaración de Independencia de la Provincia de Venezuela. Formado en la filosofía escotista, escribió en un tono enciclopédico en el que se observa el paso de lo teológico a lo terrenal y sobre todo el interés lúdico que surge en su exploración de la naturaleza humana, de sus símbolos, de la vida cotidiana, de la historia y la geografía, de los filósofos clásicos y medievales y del teatro teológico. Su interés por los ángeles, las visiones, las letras, la medicina, los metales, el azar, los juegos, es el testimonio de una mente iluminada con la intensidad cultural y política que vivió Venezuela con el paso del siglo XVIII al XIX.

Por lo demás, llama la atención la multiplicidad de sus intereses. Atento crítico de la política nacional e internacional, autor probablemente de 30 libros (la mayoría de ellos perdidos), quien traducía no sólo del latín sino también del italiano y quien solía denunciar la escandalosa ignorancia de muchos de los “Doctores borlados” que poblaban la ciudad de Caracas, mostraba por otro lado una sorprendente sensibilidad para los aspectos nobles de los acontecimientos cotidianos junto con un especial interés por los juegos y su detallada descripción, explicación e incluso invención. Así lo muestra su Arca de letras y Teatro universal6, texto este que, a pesar de la preponderancia de los temas teológicos, constituye una auténtica obra enciclopédica que recoge la más variadas inquietudes de su época. Tema de astronomía, física y medicina se alternan con tópicos humanísticos, filosóficos, históricos y geográficos; todo ello envuelto en las exposiciones teológicas, a pesar de las cuales no le impedía atacar fuertemente y con un claro espíritu americanista a la inquisición en tanto instrumento arbitrario de dominación en manos de la corona española.

Múltiples son las referencias que asemejan la exposición de Navarrete al espíritu de la Nueva Ciencia, con un lenguaje que recuerda mucho a Galilei como ciencia instrumental indispensable tanto para la física como para la astronomía que nombra entre los filósofos modernos no solamente a filósofos como Descartes, Espinoza, Malebranche, Leibniz, Voltaire, Rousseau, sino también a buen número de físicos, matemáticos y astrónomos relacionados con la primera revolución científica, teles como Copérnico, Galilei, Kepler, entre otros.7

Navarrete no fue, en lo absoluto, un religioso enquistado en lo tradicional y ajeno al mundo moderno. Formado en una Universidad en la cual los catedráticos tenían que luchar todavía a fin de preparar el camino para las ideas -científicas filosóficas- modernas, y miembro de un convento que seguía guiándose por los parámetros de la enseñanza escolástica, este fraile estaba no obstante, muy al tanto de las nuevas tendencias de pensamiento y además en concordancia con la edad de la ilustración y el enciclopedismo.

Todo ello ubica a Navarrete como figura paradigmática del ambiente

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