La vida emocional del docente

La vida emocional del docente y su papel.

“La escuela transmite conocimientos pero fracasa totalmente en el plano emocional.” (Bettelheim 1976)

En transmisión de conocimiento se debe integrar y utilizar el plano emocional tanto del estudiante como del enseñante. Este proceso se da lugar en un ámbito social afectivo, ya que la mitad de las interacciones que suceden en una clase se sitúan en ese plano emocional.

Ahora bien, ese plano se ha pasado por alto y en este aspecto el docente no recibe ninguna instrucción en su formación personal.

Ada Abraham toma a la relación educativa como un matrimonio, que puede ser de amor, de convivencia o forzado. Primeramente tenemos que dejar en claro que en  la comunicación pedagógica hay diversos factores que intervienen para hacerla más afectiva.

En primer lugar, lo que se transmite no puede separarse, como si fuera un objeto, de la persona que lo transmite. La comunicación de ese saber es en realidad la emanación de una voz, de una mímica, de una mirada, etc.

Segundo, esa transmisión se efectúa entre dos seres que se encuentran en estado de atracción afectiva. El niño atrae al docente por ser un ser inconcluso y el docente atrae al niño por una identificación posible (modelo).

Entonces podemos decir que el acto pedagógico es creación o participación en la formación de una persona.

La autora reflexiona: “existe entonces en el adulto una secreta nostalgia de volver a vivir su propia niñez agregándole imaginariamente lo que falto.” Lo relaciona con el mito de Pigmalión el escultor enamorado de su propia estatua.

Este sentimiento en el adulto explica ciertas reacciones de los docentes que tienen dificultades en sus clases. Se lo denomina “amnesia pedagógica” y es la aparición de zonas de luz y sombras o reaviva viejas cicatrices: ejemplo “no soporto esa edad” dirá el enseñante.

También se agregan otras situaciones emocionalmente difíciles. En el aula el docente se encuentra frente a un grupo y el grupo frente al maestro. De este modo la clase se asemeja a un espectáculo, donde cada uno mira al otro y le devuelve una imagen.

El maestro se encuentra pues en la situación de alguien que, tratando de dar una buena imagen de sí mismo a otro le tendiera un espejo y le digiera:” mediante este espejo, devuélveme la imagen que te doy de mí..” lo que se traduce:” mediante tu atención y tu trabajo, dime que soy buen maestro.”

Podemos decir entonces que en esta situación de espectáculo tanto el docente como el alumno quedan atrapados en un juego de imágenes. Si la imagen se ajusta a la imagen deseada el docente se ve atrapado en el sentimiento narcisista, si por el contrario la imagen no se ajusta a lo deseado, entonces el deseo interior del enseñante experimenta una frustración (siente que su mensaje ya no es eficaz). Esto hace que el docente tenga sentimientos negativos.

Frente a estas dificultades existen 2 soluciones posibles: el juego de la sinceridad o la fijación en el papel.

...