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MI VIDA EN LA PRACTICA DOCENTE

azael123426 de Agosto de 2014

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Resumen

El ingreso a la escuela normal por parte de las estudiantes está cargado de amplias expectativas y percepciones sobre la tarea docente, sin embargo, las experiencias de práctica y los contenidos abordados por las diferentes asignaturas, hacen que día a día se conozcan y consideren aspectos relevantes en la cotidianidad del trabajo áulico: la atención a la diversidad, la buena comunicación con los infantes, la capacidad de control y organización de la educadora, la relación con los padres de la familia y la multiplicidad de comisiones desempeñadas por los docentes, son tan sólo una parte de la compleja labor de ser maestro.

Ser conscientes de las dimensiones que se deben cubrir dentro de la profesión, nos ayudará a reflexionar sobre el proceso de enseñanza-aprendizaje que se establece en el grupo, con el fin de mejorar y cubrir el perfil que la sociedad requiere y plantea de nosotros, pues debemos evolucionar al mismo tiempo que ésta lo hace.

Todos somos diferentes, tenemos percepciones distintas de la realidad y visiones específicas acerca de una actividad y, el trabajo docente no es la excepción, especialmente en lo que se refiere a la educación preescolar. Algunos pueden concebirla como algo muy sencillo al decir que sólo se trata de “cuidar” niños; sin embargo, es necesario estar dentro de un salón de clases para comprender la complejidad de la labor.

Cuando tuve la oportunidad de ingresar a la Escuela Normal para Educadoras de Arandas, nos pidieron escribir cómo imaginábamos lo que sería nuestra futura profesión, yo hice referencia exclusiva a impartir conocimientos y elaborar manualidades: eran los únicos aspectos que erradamente conocía y me preocupaban en el momento.

Sin embargo, el trabajo llevado a cabo desde las asignaturas y las experiencias de práctica en los jardines de niños, permitieron que cambiara poco a poco mi forma de pensar, en especial a partir del tercer semestre de la licenciatura, donde tuve la oportunidad de estar como responsable del grupo casi toda la jornada escolar.

Las expectativas que me hice sobre cómo sería mi desempeño dentro del aula fueron realmente utópicas: los niños me harían caso y responderían a las actividades de forma positiva… me ganaría su cariño, confianza y respeto rápida y, sencillamente… todo saldría de acuerdo al plan… tendría el apoyo incondicional de la educadora del grupo. Sería una práctica perfecta, alentadora, si no fuese porque en la labor educativa nada es completamente previsible y siempre se aprenden cosas nuevas.

Obviamente me enfrenté a dificultades diversas que en ocasiones me causaron inseguridad, desesperación o estrés, pero que a su vez me hicieron crecer y no precisamente de tamaño, sino al darme cuenta de lo que hacía mal para transformarlo y de lo que hacía bien para mejorarlo; hablo entonces de un crecimiento en el desarrollo de competencias profesionales. Estas problemáticas ahora tienen nombre, apellido y éstas son: control y organización, comunicación y atención a la diversidad.

Cayendo de las nubes…

Como ya lo mencioné con anterioridad, una de las principales dificultades enfrentadas durante el trabajo áulico fue lo referente al control y la organización del grupo. Cuando uno diseña las actividades las imaginamos tan ideales y perfectas que en la aplicación esperamos sucedan exactamente igual, sin embargo, cuando ponemos los pies en la tierra vemos un mundo muy diferente. Hay demasiados factores que intervienen y para los que no estamos preparados en el momento: el desinterés de los infantes, los distractores externos, las características del grupo, entre otros.

Precisamente durante la primera jornada de observación y práctica del tercer semestre de la licenciatura, intenté leer un cuento al grupo para iniciar una de las actividades, el espacio elegido fue el área de biblioteca donde abundaban libros y objetos llamativos que los niños ya conocían:

Les pedí pusieran atención al cuento y comencé a leerlo utilizando diferentes voces, la mayoría de los niños estuvieron dispersos (jugando, platicando o revisando otros cuentos) y la educadora los callaba constantemente, cuando grité como parte de la narración, todos voltearon a verme y abrieron los ojos, después continuaron con lo que estaban haciendo. (Diario 8 de octubre del 2009).

Durante todo el tiempo se siguió manifestando la misma situación, los infantes se mostraron totalmente desinteresados a mi propuesta y, aunque podrían influir factores que obstaculizaron su desarrollo eficaz como el espacio, el estado de ánimo de los niños, mi tono de voz o el horario, la verdad es que esto me provocó un poco de ansiedad e inseguridad impidiendo que implementará alguna otra estrategia para llamar la atención del grupo.

Se dice que "gran parte de la capacidad de controlar una clase radica en la confianza en que la voz y gestos de uno harán que los niños se comporten como se desea. El problema es que es muy difícil tener confianza cuando no se sabe si lo que se les pide sucederá o no" (Dean, 1993:78) es por ello tan importante el perfil de una maestra serena y que sepa resolver de forma inmediata los conflictos e imprevistos que vayan surgiendo.

Entonces, no sólo es la prevención de dichos factores de los que una educadora debe estar pendiente, sino también de mostrarse siempre segura e intervenir de forma adecuada en todo momento, pues no sólo el éxito de las actividades está en riesgo cuando uno falla, sino también el desarrollo integral de los niños que se atienden.

Por otra parte, aunque normalmente siempre estamos en contacto constante con pequeños en edad preescolar, esto no nos garantiza que sepamos comunicarnos de forma eficaz con ellos, ocasionando a su vez otra gran dificultad de la práctica: la incomprensión en los diálogos e indicaciones.

Dean (1993:79) afirma que la comunicación se da "como resultado de que unos prestan atención a otros. La adecuación a los oyentes y a la situación no es sólo una cuestión del significado de las palabras empleadas, sino que está implícita en la elección de éstas y en la estructura del lenguaje... en el tono de voz, la inflexión que se emplee, lo que se diga y cómo se diga", por tanto hablamos no sólo de compartir un mismo léxico, sino un mismo significado contextual. Por ejemplo, durante otra de las actividades de la jornada, planteaba que los infantes distinguieran acciones que la sociedad considera aceptadas de las que no:

Les dije repartiría una hoja con imágenes de lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer, y ellos pintarían sólo las imágenes con acciones correctas… algunos las distinguían rápidamente, otros recurrían a mí para preguntarme cuál debían colorear con exactitud. (Diario 2 de diciembre de 2009).

Aunque pareciera que la indicación tiene palabras claras y sencillas, no todos lograron cumplir con los objetivos propuestos, pues lo correcto para unos tal vez sea incorrecto para otros, y a su vez, el deber ser según la sociedad, tal vez es diferente a lo que hacen los niños en sus hogares.

Por ello discurro que si "la condición fundamental de todo intercambio es, por ende, comunicar; entender y ser entendido. Una vía importante para lograr este objetivo es que el maestro esté familiarizado con el mundo social y personal de los niños" (Borzone, 1994:42). Cuando la educadora conoce la situación contextual del grupo, podrá seleccionar un léxico entendible para él facilitando la comprensión y en consecuencia, el aprendizaje.

El lenguaje es uno de los principales medios para educar, por él se transmite y asimila la cultura, y si damos entrada a la incomprensión, lo hacemos también a los conflictos o roces que surgen entre los individuos, debido a malas interpretaciones de un mismo hecho. Así que más vale considerar el entorno inmediato de desarrollo de nuestros alumnos y las formas de adaptación mutua para lograr una buena comunicación.

Finalmente, otro problema que no sólo enfrentan las practicantes sino que por lo visto también las educadoras en servicio, es la atención a la diversidad. "Institucionalmente, la diversidad implica la valoración y aceptación de todos los alumnos y el reconocimiento de que todos pueden aprender desde sus diferencias y desde la heterogeneidad social" (Batalla, 2001:85) y para ello es importante no sólo prestar atención específica a la hora de observar las capacidades de cada miembro, también aplicar acciones concretas que satisfagan sus carencias individuales.

Sin embargo, cuando asistí al preescolar no tenía tan presente el hecho de que no se puede enseñar a todos de la misma manera, ni de que todos los niños saben y hacen lo mismo, o se interesan por cosas similares. Mis planeaciones contemplaban aspectos generales que bien podían funcionarles a unos, pero no garantizaban el desarrollo de competencias en otros. Por ejemplo, todos los días de mi jornada de práctica, una de las niñas del grupo se mostró impaciente ante mis actividades, se la pasaba dispersa e iba más atrasada que el resto:

La mayoría de los niños participaron y se interesaron en el trabajo,

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