Literatura Argentina 1950-1960
LuduEnsayo6 de Junio de 2014
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Literatura Argentina 1950-1960
De 1940 a 1960 La GENERACION DE 1940 se centra en la poesía, donde desarrolla lo descriptivo, lo nostálgico y lo memorioso convicente Barbieri, Olga Orozco, León Benarós y Alfonso Sola Gonzáles. Los narradores se alinearon en el idealismo: María Granata, Adolfo Bioy Casares, Julio Cortázar y Manuel Mujica Láinez y el realismo:Ernesto L. Castro, Ernesto Sábato y Abelardo Arias con algunos toques urbanos y costumbristas: Joaquín Gómez Bas y Roger Plá. No abundan los ensayistas: Antonio Pagés Larraya, Emilio Carilla y Luis Soler Cañas
Hacia 1950 surge otro hito: el NEOHUMANISMO, que es una respuesta al nuevo estado del pensamiento de postguerra. En un andarivel corren los vanguardistas: Raúl Gustavo Aguirre, Edgar Bayley y Julio Llinás; en otro, los existenciarios: José Isaacson, Julio Arístides y Miguel Ángel Viola; más allá, quienes concilian ambas tendencias con un soporte regionalista: Alfredo Veirabé, Jaime Dávalos y Alejandro Nicotra. En los narradores encontramos testimonios candentes de la época: Beatriz Guido, David Viñas ymarco Denevi. Se percibe, en la mayoría de estos escritores, una fuerte influencia de la poesía anglosajona e italiana.
POSICIÓN DEL AUTOR SOBRE EL TEMA
- JULIO CORTÁZAR: adhirió a la Revolución Cubana y a las causas de la liberación de América Latina. Asumió la ciudadanía francesa en sus últimos años. Manifestó un gran rechazo hacia el gobierno de Perón y hacia la persona misma.
- GERMÁN ROZENMACHER: Adhirió al peronismo, proscripto desde tiempos de la Revolución Libertadora. Fue militante peronista, cuentista dramaturgo y periodista.
- OSVALDO SORIANO: Vivió en el exilio durante la dictadura militar (1976-1983) Durante esos años elaboró novelas que reflexionaban sobre el Peronismo y la violencia en la Argentina.
La historia de “Cabecita negra” está narrada en tercera persona, desde el punto de vista de Lanari, un personaje que representa a la típica clase media argentina del período 1950-1960. Sin embargo, la perspectiva de esta narración difiere de la adoptada en “La fiesta del monstruo”, de Borges y Bioy Casares, ya que la crítica no recae sobre los cabecitas negras sino sobre la clase que los desdeña.
En el relato se alude a un conflictivo momento político que afectaba la vida de las personas comunes (“En tiempos como éstos, donde los desórdenes políticos eran la rutina, había estado varias veces al borde de la quiebra”) y se traducía en enfrentamientos cotidianos que alimentaban las fabulaciones de Lanari (“En este país donde uno aprovechaba cualquier oportunidad para joder a los demás y pasarla bien a costillas ajenas”). Esas divisiones se anuncian a medida que avanza el relato mediante distintos recursos hasta que, con la intromisión del policía y su hermana al departamento de Lanari, quedan claramente definidos los dos territorios antagónicos, como un eco de la oposición entre civilización y barbarie. Lanari se constituye en el representante de una clase de gente decente, civilizada, con acceso a los bienes culturales; en la vereda de enfrente, los cabecitas negras, quienes exhiben actitudes que los identifican dentro de una cultura muy diferente (“El señor Lanari recordó vagamente a los negros que se habían lavado alguna vez las patas en las fuentes de plaza Congreso”, en evidente alusión a la anécdota atribuida a las masas que se movilizaron el 17 de octubre de 1945).
La presencia de la “chusma” en la casa de Lanari pone las cosas “al revés” y él se ve forzado a reconocer que “la casa estaba tomada”. De ese modo hace referencia a otro relato, escrito en 1945 y recogido en Bestiario en 1950: “Casa tomada”, de Julio Cortázar. En ese cuento también se describe una invasión,
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