Literatura Latinoamericana
493420 de Octubre de 2013
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Literatura Latinoamericana
Profesora: Paula Pucheta.
Curso: Segundo Año.
Alumna: María Fernanda Cafure.
Informe: La Identidad Latinoamericana.
Año Lectivo 2013
Índice:
• Introducción ……………………………………………………………………3
• Marco Teórico…………………………………………………………………..4
• Conclusión………………………................................................................8
• Bibliografía…………………………………………………………………......9
Introducción:
Es latente el dilema en que nos encontramos actualmente, para todos aquellos que nos sentimos y consideramos latinoamericanos: partimos de una pregunta: ¿Existe un sentimiento verdaderamente latinoamericano? Un sentir va inevitablemente unido a un pensamiento. ¿Cómo construimos ese pensamiento?
Desde hace muy poco tiempo empezamos a cobrar conciencia del ser latinoamericano. Pero ¿Existe entonces un auténtico pensamiento latinoamericano?
Un debate muy importante a la hora de definir Latinoamérica es sobre cómo llamarla: ¿Latinoamérica? ¿Iberoamérica? ¿Hispanoamérica? ¿Suramérica?
Si la llamamos Suramérica o América del Sur, o Sudamérica, o América Meridional Nos representamos al subcontinente perteneciente al Continente Americano, atravesado por la línea ecuatorial, con la mayor parte de su área en el Hemisferio Sur. Éste está situado entre el Océano Pacífico y el Océano Atlántico. Se conforma por 18 naciones hispanoparlantes, (con excepción de Brasil y de Haití). Esta región posee más de veinte millones de Kilómetros en superficie, correspondientes al 13,5% de la superficie emergida del planeta. Es una definición puramente geofísica, por lo que no hay nada que objetar.
Si decimos Hispanoamérica o América Hispana. Señalamos la región integrada por las naciones americanas de habla española.
Iberoamérica es como tradicionalmente se designa a las naciones ibéricas (Portugal, Andorra, el Reino de España, excepto el sur de Francia y la colonia británica de Gibraltar) y a las naciones americanas que se independizaron de su dominación colonial española y portuguesa y, por extensión, a la comunidad de los nacidos o naturalizados en esas naciones.
Latinoamérica o América Latina, es el referente al conjunto de países de América que fueron antiguas colonias de potencias europeas y en los que se habla español, portugués y, en algunos, francés. Es decir lenguas romances derivadas del latín.
Latinoamérica es el título más polémico. Es, además, el que más se usa en la actualidad.
El siguiente informe intenta realizar un acercamiento a esta problemática desde una revisión histórica, dando un paseo por los hechos que nos han marcado y han permitido hasta el día de hoy construir nuestra propia identidad, la cual se va “armando” con base en nuestra herencia genética, las vivencias que tomamos de los eventos, lugares y personas importantes que han jugado un papel significativo en nuestras vidas. Nuestra identidad responde a la pregunta quienes somos, por lo tanto tiene que ver con nuestra historia, con los recuerdos y personajes significativos que hemos introyectado. Estos personajes surgen desde diferentes ámbitos: desde lo político, desde las masas, desde la visión que los europeos nos han heredado sobre nosotros mismos desde su llegada y que ha quedado plasmada en diferentes expresiones artísticas como en dibujos rupestres, la literatura, los discursos ideológicos…
“No hace falta saber leer para consumir las apelaciones simbólicas que la televisión, la radio y el cine difunden para justificar la organización desigual del mundo.”
Marco Teórico:
La identidad es algo que nos distingue, la dificultad en encontrar esta definición radica en la diversidad de pueblos que la habitan.
Esta "mixtura" se puede ver en muchas y diversas formas de ese mundo tan rico y peculiar que es nuestra América: En la religión, en el arte, en la cocina, en el acento al hablar, en un continente que por miles de kilómetros habla un mismo idioma, pero con incontables y enriquecidos matices, todo esto hace del pueblo americano una fuente prácticamente inacabable de conocimientos para todo aquel que se precie de ser un investigador social.
Desde el siglo XV hasta el día de hoy diversos viajeros nos han dejado sus relatos sobre lo que “veían” en estas “nuevas tierras”. Estos relatos tienen importancia ya que permiten pensar una América Latina; por un lado comunicaban de este modo lo que “veían” pero también les permitió a los europeos descubrirse a ellos mismos, preguntarse por su propia identidad. A partir de allí se comienzan a escribir relatos que se alejaban de la realidad que sólo eran producto de su imaginación, relatos fantásticos que se asemejaban más a los mitos de la antigüedad.
Por ello se dice que el europeo “inventa” al “salvaje” antes de conocerlo.
Los describían como seres malignos o esencialmente salvajes. Ambas ideas dominaron porque por un lado se los exterminó, (como sucedió con muchos pueblos originarios), pero también pusieron en práctica la idea del salvaje que podía ser domesticado para trabajos forzados.
Gabriel García Márquez en el comienzo de su discurso “La soledad de América Latina” alude a estas representaciones fantásticas diciendo:
“Antonio Pigafetta, un navegante florentino que acompañó a Magallanes en el primer viaje alrededor del mundo, escribió a su paso por nuestra América meridional una crónica rigurosa que sin embargo parece una aventura de la imaginación. Contó que había visto cerdos con el ombligo en el lomo, y unos pájaros sin patas cuyas hembras empollaban en las espaldas del macho, y otros como alcatraces sin lengua cuyos picos parecían una cuchara. Contó que había visto un engendro animal con cabeza y orejas de mula, cuerpo de camello, patas de ciervo y relincho de caballo. Contó que al primer nativo que encontraron en la Patagonia le pusieron enfrente un espejo, y que aquel gigante enardecido perdió el uso de la razón por el pavor de su propia imagen”.
Los cronistas del siglo XVI la definen con rasgos que aún perduran en la actualidad: “una tierra fértil, exuberante, prodiga y tropical.”
La identidad latinoamericana, tal y como la conocemos hoy, como ya señalamos antes, va tomando forma en la primera mitad del siglo XIX, también a la luz de las llamadas guerras revolucionarias y el primer período independiente, a ese período los historiadores llaman con frecuencia “patrias viejas”.
Ese pueblo que recién alcanza la independencia, aprovechando la acefalia imperial española, prácticamente sin infraestructura, con niveles de educación casi inexistentes y con una gran influencia del catolicismo más conservador, de repente se ve sólo y sin un norte que seguir. La transición de colonia a país independiente fue tan rápida que impidió crear un presupuesto mental e ideológico idóneo para afrontar tan complicado trance. No eran europeos, abjurando en el camino de su procedencia hispana, no eran indígenas, ni tampoco africanos.
¿Qué hacer entonces, se preguntaron las exiguas elites que detentaban el poder?
La solución vino de la mano de lo que Benedict Anderson ha llamado la construcción heroica del pasado.
Había que crear un nuevo hombre: “el hombre latinoamericano”.
Durante todo el siglo XIX vemos un continente convulsionado que se debate en cruentas guerras que tienen una sola explicación: el debate perpetuo entre los seguidores del statu quo, que no quieren incorporar nuevas ideas y conceptos al escenario político, y aquellos que desean hacer tabula rasa, echar por la borda todo aquello que daba sentido al discurso nacional, y, no pocas veces sin consentimiento de los afectados, imponer un modelo desarrollista que intentase traer de una vez por todas la modernidad a estas tierras, lamentablemente sin tener en cuenta las características propias de cada región.
Ahora bien, luego de volver la mirada atrás, y mirarnos ¿Es necesario recurrir a la
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