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Los Modelos Educativos De Hoy


Enviado por   •  28 de Octubre de 2013  •  8.562 Palabras (35 Páginas)  •  230 Visitas

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Los Modelos Educativos de Hoy.

Para entender los nuevos problemas que debe afrontar la educación contemporánea hay que considerar la coexistencia de, al menos, cuatro modelos educativos superpuestos. Mientras que en otras épocas y en otras sociedades más cerradas nuestros sistemas educativos funcionaban con un único modelo, generalmente aceptado, en el momento actual conviven cuatro grandes modelos educativos, lo cual supone, obviamente, que distintos colectivos esperan de la educación cosas diferentes y enfocan la educación hacia objetivos diferentes.

Le llamo modelos educativos a las concepciones generales sobre los fines de la educación, conformados por un conjunto de creencias, conocimientos, valores, actitudes e ideas generales, sociales y políticas, a partir de las cuales se orienta la acción educativa. Suele ponerse como ejemplo, en la Grecia clásica, el modelo educativo de Atenas en el que la educación se orientaba hacia una doble vertiente inseparable: por una parte, se consideraba que la educación debía cultivar el cuerpo siguiendo un canon de belleza y armonía marcado por la figura de sus atletas y, por otra parte, se consideraba que una persona no estaba convenientemente educada si no se dedicaba, por encima de sus preocupaciones personales, al servicio de la ciudad. Según este modelo, popularizado por el adagio latino “mens sana in corpore sano”, la educación debía centrarse en el fortalecimiento del cuerpo y en la formación de buenos ciudadanos. El individualista insolidario dedicado sólo a su propio beneficio, tan de moda entre los ejecutivos financieros de nuestra época, habría sido considerado desde este modelo como un auténtico degenerado, un fracaso evidente de sus padres y de sus educadores.

Igualmente, desde la perspectiva de la educación inglesa del siglo XVIII, los centros de enseñanza seguían el modelo educativo encarnado por el gentleman. Habida cuenta de que a los centros educativos sólo tenían acceso los hijos de las clases altas, se trataba de formar a un individuo que dominara los usos y las costumbres de la época, lo cual incluía las lenguas clásicas y el francés, la equitación, los buenos modales sociales y una alta valoración del arte y la humanidades, aunque, naturalmente, en este modelo educativo el trabajo manual era visto como un horror impropio de un auténtico caballero.

Vale la pena reflexionar sobre cuáles son los modelos educativos con los que opera nuestra educación contemporánea. Para ello tenemos que distinguir entre dos enfoques. En primer lugar, desde una visión macroscópica, observamos los modelos económicos y políticos a partir de los cuales se diseña una determinada configuración de los sistemas de enseñanza, considerados como una estructura estatal que se plantea objetivos sociales al margen del desarrollo individual de las personas. En segundo lugar, desde una visión microscópica, nos encontramos los modelos educativos como un conglomerado de ideas, más o menos estructuradas, que rigen el pensamiento previo con el que enfocan la relación educativa individual los padres y educadores.

Desde la visión general ya hemos explicitado los modelos educativos contemporáneos, basados en los tres conceptos de «reserva de talento», «economía del conocimiento» e «inversión en capital humano», junto con las metas específicas que se plantea la Unión Europea desde esta perspectiva hasta el año 2010. Desde el punto de vista de la relación educativa, tal como la enfocan padres y educadores, nos encontramos, como ya he dicho, con cuatro modelos educativos superpuestos: el modelo de la educación como molde, el modelo de la educación como enseñanza, el modelo de la educación como libre desarrollo y el modelo de la educación como iniciación. Veamos sus características fundamentales.

5.1. El modelo de la educación como molde

Parte de la idea de que la generación adulta tiene el derecho natural a definir las metas, los objetivos y los conceptos básicos que deben ser asimilados por las generaciones jóvenes. A estas nuevas generaciones no se les asigna otro papel que el de dejarse moldear, aceptando el valor de la experiencia acumulada por los adultos y las definiciones del sentido de la vida, de la justicia, de la libertad y del bien que les son transmitidas. La idea central de este modelo parte de la incapacidad de los niños y de los jóvenes para distinguir el bien del mal, debida a su propia inmadurez; de ahí surge la necesidad de que un adulto solícito y siempre vigilante evite el error conceptual, la desviación moral, la mala conducta social y el mal gusto estético, sirviendo permanentemente de ejemplo sobre las elecciones que deben ser asimiladas por los jóvenes desde la experiencia acumulada por las generaciones anteriores. Este modelo plantea un problema educativo muy difícil de solucionar: la transición desde la tutela del adulto hasta la adopción de decisiones propias, que son las que marcan el desarrollo de la autonomía moral.

En efecto, si desde pequeño se acostumbra al niño a que el adulto tome las decisiones por él, se corre el riesgo de prolongar la inmadurez juvenil acostumbrándolo a ser perpetuamente dependiente de modelos exteriores para tomar decisiones. Aparece entonces el concepto de «el uso de razón» como un punto mítico a partir del cual se puede dejar al niño que tome determinadas decisiones. Sin embargo, la capacidad de razonar del niño no se desarrolla si, en lugar de enfrentar los dilemas morales, éstos se le dan resueltos. Así, se suele confundir «el uso de razón», que debería implicar la autonomía moral -capacidad de tomar decisiones por sí mismo-, con el verbalismo externo, es decir, con la repetición verbal de las respuestas que les han inculcado los adultos. El adulto se queda contento y satisfecho cuando observa que el niño repite fielmente lo que él le ha inculcado y lo aplica a los problemas cotidianos bajo su mirada vigilante. El problema se plantea cuando por primera vez no hay miradas vigilantes y, de verdad, el niño puede tomar decisiones por sí mismo. Se suele producir entonces un auténtico salto al vacío, ya que el joven tiene claro que las decisiones anteriores no fueron realmente suyas y que ahora es la primera vez en que puede tomar la decisión que quiera sin la vigilancia de sus tutores. Las limitaciones de este modelo ya fueron señaladas por los autores clásicos en la crítica a los planteamientos educativos de Esparta: una educación autoritaria y muy severa, desarrollada en campamentos militares con una disciplina muy estricta basada en duros castigos. En cuanto el espartano salía de su contexto de disciplina se corrompía fácilmente, porque fuera de su rutina habitual tenía que tomar demasiadas decisiones a las que no estaba acostumbrado, ya que siempre le habían venido dadas. En este

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