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Mitos E Instituciones


Enviado por   •  28 de Noviembre de 2013  •  4.185 Palabras (17 Páginas)  •  271 Visitas

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Mitos e Instituciones

“Se llama mitoa un relato de algo fabuloso que se supone acontecido en un pasado remoto y casi siempre impreciso. Los mitos pueden referirse a grandes hechos heroicos (en el sentido griego de heroicos) que con frecuencia son considerados como el fundamento y el comienzo de la historia de una comunidad o del género humano en general. Puede tener como contenido fenómenos naturales, en cuyo caso suelen ser presentados en forma alegórica (como ocurre con los mitos solares) Muy a menudo los mitos comportan la personificación de cosas o acontecimientos. Puede creerse de buena fe y hasta literalmente en el contenido del mito, o tomarlo como relato alegórico, o deshecharlo alegando que todo lo mítico es falso.

Cuando un mito es tomado alegóricamente, se convierte en un relato que tiene dos aspectos, ambos igualmente necesarios: Lo ficticio y lo real. Lo ficticio consiste en que de hecho no ha ocurrido lo que dice el relato mítico. Lo real consiste en que de algún modo lo que dice el relato mítico responde a la realidad. El mito es como un relato de lo que podría haber ocurrido si la realidad coincidiera con el paradígma de la realidad” .

Introducción

Este trabajo procura ser operativo, aunque no abandone el nivel teórico está pensado como un elemento de ayuda para el análisis y manejo de las situaciones institucionales con las que podamos encontrarnos como operadores en la búsqueda de prevenir el delito en las diversas relaciones que establecemos con diferentes entidades.

Cuando, en los inicios de una pequeña comunidad técnicamente próspera, el hábito va mecanizando las actividades, aparecerá una creencia en el óptimo efecto de funcionamiento. Representando esta creencia, que es además una suerte de vivencia compartida, aparecerán también una serie de datos: el grupo puede tomar un nombre o un emblema que signifiquen fuerza y dinamismo, habrán anécdotas que recordarán los hechos en los que el grupo ha salido triunfante, y las convicciones los irán llevando a considerarse “invencibles”, “únicos”, “los mejores”, etc. Es posible que el grupo adopte entonces sistemas de actividad como reuniones periódicas, de control de gestión, regímenes de participación y compromisos de presentismo, etc., que en buena forma crearán un estado de cosas diferente que tiende a contrarrestar la tendencia entrópica propia de un desarrollo simplemente inercial. Si estos mecanismos resultan exitosos y el grupo sigue creciendo, será verdad que funcionarán mejor y lograrán más éxitos, paralelamente, los participantes estarán cada vez más convencidos de que forman parte de un sector especial y que en todo lo que emprendan obtendrán óptimos resultados. Es posible que a esta altura el grupo técnico se haya consolidado como institución y que nuevos miembros se hayan incluido, sin embargo el conjunto original se habrá diferenciado de ellos y se habrá fortalecido en sus ideas de sobrevaloración. Los que los siguen tendrán a su alcance visual imágenes heráldicas que se acompañarán de nombres y frases que trasmitirán cierta fuerza. El resultado interactivo es un convencimiento de la grandiosidad del grupo originario que se internaliza y con la que los novatos y sucesores presuponen cierta participaciónCon el tiempo los partícipes del grupo originario van descubriendo y conociendo las asperezas de todos, van mostrándose limitaciones que no se habían visto anteriormente, seguramente surgirán resquemores y adversidades que tratarán de no trasmitir a los nuevos miembros, convertidos ahora en sus inferiores. Si la construcción mítica realizada en el entorno ha sido eficaz, ni aún conociéndose estos entretelones la fuerza institucionalizante disminuye. Los mismos subordinados harán caso omiso de las dificultades que pudieran trascender y olvidarán rápidamente lo que pase. En realidad su interés estará más fuertemente puesto en la necesidad de mantener la institución que en la de hacerse cargo de lo degradante de estas situaciones.

En definitiva, un mito de fundación y crecimiento sostenido de una institución se trasmitirá en dichos, refranes, creencias y sistemas de propaganda cuyo conocimiento se reticula entre todos los miembros. Las creencias concomitantes se harán sumamente poderosas cuando su trasmisión se acompañe de un crecimiento real, aunque este mismo crecimiento forme parte de la construcción mítica.

Mito

¿Qué es un mito para esta reflexión? Existen sin duda, además de las explicaciones de Ferrater Mora que encabezan este trabajo, una serie de definiciones teóricas y aún prácticas de mitos que no se van a encontrar reflejadas en estas páginas es más quizás se pueda decir que ni siquiera estaré discurriendo sobre estas inasibles entidades, pero de alguna forma este intento trata de tomar unas formas específicas de manifestación, aquellas que de alguna manera se constituyen en motores de la acción o inacción institucional.

Es decir que, si hiciera falta una definición operativa de lo que estudiamos diría que:

Es un mito aquella serie de representaciones mentales que moviliza la dirección emprendida por una institución en su evolucionar histórico

Esta definición, precisa la función de un mito dentro de la institución y necesita diferenciarse de otros aspectos institucionales, como son por ejemplo los objetivos, los medios o los fines institucionales. Los objetivos suelen ser de orden específico y encontrarse escritos en algún sector administrativo o legal La habilidad gerencial consiste muchas veces en hacer coincidir la capacidad operativa de la administración con algunos de los objetivos explícitos Los medios se refiere a los instrumentos que utiliza y los fines a aquello que en definitiva se procura lograr y suelen ser explicitados de una manera genérica

Aunque muchas veces los fines sean míticos no debe confundirse lo inalcanzable de una propuesta (mejorar la salud pública, eliminar el delito, etc.) con la calidad mítica de la misma. En otras palabras aunque un fin sea mítico, no tiene necesariamente en si mismo una función movilizadora. Pero es seguramente ese aspecto del mito el que motoriza la energía suficiente para la acción institucional.

Antes de profundizar más en las formas de estos mitos conviene poner de relieve varios puntos: sabemos por ejemplo que los mitos proponen una explicación diferente a la ciencia, que su forma de encarar los problemas no es analítica, sino que ofrece soluciones globales que todos pueden entender. También que su efectividad depende de la fe y de las creencias populares y no del cumplimiento de pasos o pautas. También sabemos que los mitos no son necesariamente inciertos, o falsos, que la “verdad” que sustentan no es “aleteya” (verdad de la realidad, verdad a la griega, correspondencia entre objeto e intelecto) ni emunah (verdad de la promesa, a la hebrea que radica en el futuro y espera el fiel comportamiento del objeto de acuerdo a la idea) y que sus oposiciones no son la falsedad, la mentira, el error, o la irrealidad, sino que en cierta forma cualquier oposición es “herejía”

¿Dónde se manifiestan estos mitos? Hay innumerables formas en que los mitos se hacen visibles, pero los que nos interesan en este trabajo aparecen en dichos, refranes, frases cortas, títulos, propagandas, graffitis, eslogans periodísticos y otras manifestaciones corrientes de nuestro entorno.

Instituciones y Organizaciones

Enmarcando estos niveles se encuentran las diferentes nominaciones que reciben en nuestro medio las instituciones. Aunque sabemos que hay diferencias utilizamos indistintamente instituciones y organizaciones. Procuraré en lo que sigue poner en claro el origen de algunos de sus sentidos.

En primer lugar la construcción mítica europea, ha generado entre sus principales ilusiones la creencia en la perennidad. Algo se pone en marcha de una vez y para siempre, el símbolo más importante durante siglos ha sido la “estatua”, esa especie de “sólo imagen” que inmortaliza, que sostiene a un sujeto, un evento o una institución determinada en la memoria (¿colectiva?). Precisamente de aquí nace etimológicamente el término y el sentido institucional. “Estatua” es el antecesor de “instituere”, que en esta forma hace también referencia a su situación fundacional, se instituye a un niño al inscribírselo en un cierto registro, se instituye una ciudad en el momento fundacional (con la espada, la cruz y la bandera). A partir de entonces, esta versión mítica de lo institucional hace que sólo pueda seguir el camino de la evolución, el crecimiento y la prosperidad. De cómo se logren estos presupuestos, no habla el término institución. Es decir que posiblemente veamos repetidos en la constitución de los mitos europeos esa imagen de continuidad y seguridad que las instituciones reflejan, ellas están antes, se mantienen y estarán después que nosotros no seamos. El mito institucional entonces, en el sentido europeo trae aparejada la similitud con la eternidad de los dioses y, en el fondo, sus necesarias existencias.

Otra cosa acontece con la “organización”, su raíz tiene que ver con “organum”, organismo y hace más referencia a la función que a la existencia. Es decir en términos funcionalistas un órgano es un instrumento que contribuye a la subsistencia de un sistema. Y esta función es también su medida de existencia Una organización es justamente un elemento funcional que contribuye a la subsistencia de un sistema social, su vida, evolución, crecimiento o decrecimiento y muerte, dependen de su habilidad para responder, adecuarse y ser útil a la subsistencia de ese sistema. Sin embargo no hay que confundir y pensar el sistema en términos estructuralistas, no es que una organización responda a demandas del sistema, sino que contribuye a su subsistencia, que no es lo mismo. Y aún más, el mismo sistema es una organización funcional, esto es, resulta tan variable como las organizaciones que la constituyen y le dan sentido. El pragmatismo norteamericano difiere aquí de la imagen que ha proyectado el mito europeo. Éste requiere en el fondo a una entidad superior que da sentido a la existencia de las instituciones. No podría ser de otra manera ya que estas trascienden la vida de los individuos y permanecen con una continuidad que se imagina inmodificable. El norteamericano cree que contribuye a formar una imagen que, quizás será efímera, pero es mejor que la ausencia de “constructo”. No es un nihilismo lo que alimentan, sino un constructivismo permanente En el fondo entonces la diferencia es bastante sustancial, instituciones tienen que ver con el momento fundacional y la continuidad estructural, organizaciones lo son con la función que cumplen y la construcción permanente. Sin embargo si tomamos ambas significaciones, en el sentido de “estructurante” una y “operativo” la otra, ambas confluyen a la existencia institucional como tal.

Esto no quiere decir que todas las instituciones hayan desarrollado ambas circunstancias en su evolucionar histórico y social. Algunas pueden por ejemplo haber hecho hincapié en su fundación y su existencia, casi en un sentido “real” (es decir de los reyes) o lo que he llamado “estructural” y no tiene demasiada importancia cómo funcione o que medios o instrumentos utilice para cumplir objetivos. Otras, pueden haberse desarrollado ampliamente en el contexto funcional, como las industriales, sin preocuparse por el origen ni aún por los posibles objetivos. Es más, hasta la afirmación que se hace de las organizaciones industriales, de que están constituidas para generar dinero, no es más que protésica, es una construcción del lenguaje que procura encontrar uniones entre la institución que de alguna forma son y la organización cuyos objetivos, medios y fines cambian de acuerdo a la funcionalidad del sistema

Formas primarias de los mitos cotidianos

He hablado aquí de dos formas míticas que se sostienen desde los inicios de la constitución institucional misma, ahora trataré de aproximarme a los mitos cotidianos, aquellos que mantienen en funcionamiento o minan la existencia de una institución. ¿Cuáles son estos mitos? Son esas creencias que muchas veces parecen imperceptibles, pequeñas secuencias movilizadoras de acción y de razonamientos que definen en momentos cruciales elecciones y posiciones. Son casi viscerales, en el sentido que son las argumentaciones que más concuerdan con los sentidos y que por ello son difíciles de modificar. Están alimentadas por esas vivencias más íntimas y primarias, el miedo, el dolor, el temor, el hambre, la necesidad, etc. Surgen muchas veces como soluciones fantásticas en los momentos difíciles o como indicadores reales de la acción. Dios ante lo intolerable de la muerte, el saber médico frente al dolor, el poder formal ante el delito, un sentido casi infantil de solidaridad ante la carencia, etc. Pero estos están definidos en términos genéricos, son digamos, sus estados primigenios.

He hablado del temor, algo que sobrecoge y encuadra la vivencia del hombre frente a lo irreparable y prepara para la adoración. ¿qué sabiduría popular ha hecho aquí la existencia de Dios su centro espiritual? No lo sabemos, pero recurrimos a la fuerza de esta creencia en cada situación similar.

Nos rebelamos generalmente ante muchas de las excentricidades médicas pero cuando el dolor se hace carne agachamos la cabeza y aceptamos la receta de Hipócrates.

Y si la alarma social despierta los miedos al delito, la expresión popular reclama visceralmente el “castigo” a los culpables

El simplemente dar, aunque sea sin ningún sentido o sólo una pérdida, es la exigencia íntima o exteriorizada que inmediatamente surge en situaciones de carencia.

La evolución de los mitos

Volvamos ahora sobre los efectos intermedios de las situaciones que han servido de ejemplo. La dialéctica ha fomentado otras secuencias en los diversos terrenos que preparan al hombre para lo trascendente y entonces la existencia misma ha pasado a ser el protocolo efímero de un ensueño infinito. Hay muchas cosas que no deben hacerse porque estamos preparando nuestra existencia en el más allá. Secularizar esta espera ha sido una de las genialidades de las religiones. Pero en otros terrenos como el médico, esperamos que su ciencia nos depare hasta formas de vivir y de relacionarnos, aceptamos entonces que instaure una estética y hasta una moral del convivir. Y el miedo al delito nos permite aceptar determinadas restricciones, pérdidas de libertad etc. Casi estaríamos dispuestos a tolerar que exista un sistema de justicia rápida y que esta se ejerza con precisión sobre los culpables. Sin embargo en nuestro contexto policial hemos visto los lamentables efectos irreversibles de esta actividad sumaria. De todas formas, frente a la angustia social la respuesta suele estar del lado del arbitrio de la fuerza. La solidaridad social ha levantado países enteros, ha reconstruido sociedades utilizando la laboriosidad asociada a una mítica creencia en el comunalismo de disposiciones que en buena forma obligaba a mantener el sentido de responsabilidad individual en cada tarea que se realizara. De esta forma se reconstruyeron piedra a piedra países devastados por las guerras o ciudades que habían sido arrasadas por fenómenos naturales. Pero esta noción ¿es la misma que se conjuga con la demanda del piquetero que dispone un corte de ruta y espera que los afectados se solidaricen con sus reclamos?.

Verdad y efectos de los mitos cotidianos.

Es posible reconocer, como lo menciona Ferrater Mora, que hay algo de verdad en todo mito; esto puede verse, con cierta claridad en un ejemplo histórico que se convirtió en un clásico de su época: Una muy popular fábrica de automóviles norteamericana introdujo en la sociedad de la posguerra, presionada por la escasez de trabajo y la falta de recursos una imagen que creó un proyecto de vida laboral popularizando una famosa frase: “Cuando por una puerta sale un gerente, por otra ingresa un cadete”

Cambió con su difusión un verdadero mito laboral. Hasta ese momento el trabajo estaba limitado a duras penas a la subsistencia, a partir de entonces podía ser también una forma de evolución. Seguramente son pocos los cadetes que en cualquier empresa llegan a gerentes, y sin embargo el mito ha mantenido su fuerza seguramente en la necesidad de creer que es posible y en la seguridad de que algunos lo han hecho.

Propongo continuar con un mito sencillo y conocido: el “placer de fumar”, que sigilosamente se introduce en nuestra cotidianeidad promoviendo expectativas y generando una de las más lucrativas actividades de nuestra época como es la venta de cigarrillos. Pero, ¿en que se basa la idea de que el cigarrillo produce placer? ¿es verdaderamente en el sabor? Evidentemente no el cigarrillo estimula con su humo centros nerviosos del gusto, pero no precisamente de manera placentera, también sobrestimula sensaciones del olfato, pero en alguna medida lo hace al extremo de disminuir todo placer que ellas puedan provocar

Nos cabe la pregunta acerca de si ha sido sólo un efecto de propaganda: Quizás, pero en todo caso, éste no explica el inmenso efecto que ha tenido; sólo una instancia mítica podría dar verdaderas razones de la existencia aparentemente real de un placer como el de fumar, y ésta ha sido seguramente proporcionada por la psicología, el cigarrillo parece operar sobre las tensiones disminuyéndolas y sería un excelente acompañante de cualquier fuente de placer. Esto se manifiesta en frases como, “cuando estés nervioso, un buen cigarro...” o inversamente la conocida “Un wisky antes, un cigarrillo después” También se ha socializado de esa manera, los jóvenes comienzan a fumar en las fiestas, esos pequeños ritos de iniciación a las relaciones sociales a los que se ven enfrentados con mucha tensión y de los que deben salir airosos si quieren convertirse en hombres o mujeres aceptables. También esos lugares de tensión eran los de inobjetabilidad de la actividad de descarga que es míticamente el fumar

Tomemos ahora una frase como lo que fuera, un motor de actividades: “Nuestro país es el granero del mundo”. Esta afirmación hecha a fines de los 40, seguramente políticamente acertada aunque sin ningún sustento científico, acompañó y en buena medida provocó muchos cambios sociales y tecnológicos en la industria agropecuaria, fue tan incorporada al acervo de la cotidianidad del campo que todavía presiona sobre la industria y la política, si no ya como una realidad, al menos como un ideal al que deberíamos volver. Esta afirmación puso en marcha una serie de mecanismos de crecimiento industrial para la producción de entonces basándose sobre todo en los pequeños productores que podían transformarse en grandes. Sólo bastaba extender lo que se hacía en una hectárea a diez y nos transformábamos en grandes productores

El cambio mítico

Hechos y palabras, las formas del “decir”

Tomemos en este punto el mismísimo mito de la crecida delincuente. Éste está alimentado por muchos factores, pero sobre todo por el número de delitos que se cometen y por la magnitud (violencia) de los mismos. El número de delitos ha ido en aumento sin duda, pero ¿han aumentado los delitos reales? O sólo lo han sido aquellos que aparecen en una cierta estadística. Por otro lado: ¿han aumentado los delitos en relación al crecimiento de la población o sólo lo han sido en números brutos? ¿Han aumentado los delitos en todos los sectores o han aumentado en algunos y disminuido en otros? Todos estos interrogantes no suelen responderse adecuadamente cuando de hablar sobre delincuencia se trata, porque en realidad, lo que no suele ponerse en duda es la afirmación misma de que la delincuencia ha aumentado. Quiero dejar bien claro que no afirmo que sea mentira o lo contrario, que no creo que haya menos delitos, ni tampoco que se falseen datos, simplemente afirmo que no es lo mismo decir que hay un porcentaje de aumento de los delitos a decir que ha aumentado la delincuencia. La primer afirmación tiende a basarse en datos, la segunda tiende a sostener el mito.

En cuanto a la magnitud de los delitos, esta es una verdad de Perogrullo, los delitos son siempre violentos por definición y el aumento de la violencia encuadra la diferencia penal entre un delito u otro. Por supuesto que no afirmo aquí tampoco que no haya delitos más violentos que antes, o que estemos sometidos a especialidades delictivas más o menos dañosas a personas o patrimonios, pero no parece ser ésta más que una medida especial nueva para hechos viejos, es que en realidad se trata de una especie de argumento que define lo ordinario y trata de mostrar lo actual como lo extra-ordinario

En el terreno de los medios de comunicación hacen su aparición un montón de palabras y frases que quedan asociadas en la imaginación de quienes reciben la información. Éstas asociaciones se popularizan y el público las utiliza sin poder descubrir muchas veces, en la fertilidad relacionante de significados, posibles salidas a las situaciones. Nuestra sociedad se encuentra entonces “sacudida”, los vecinos “alarmados”, existe una “guerra ahí afuera” y los protagonistas son más malos, más violentos, más drogadictos, etc. Así el periodismo “amarillo” vende lo suyo. No es malo vender ni necesario limitarlo, es más, es un tipo de periodismo que generalmente equilibra la balanza de poderes y suele ser representativo de un sector poblacional, pero es conveniente llamar la atención sobre el sistema de razonamientos que alimenta cada frase antes de que pueda convertirse en disparadora de decisiones institucionales de alcance social

Hemos visto en Líncoln una alternativa en este sentido, el acuerdo a que se llegó con los medios de comunicación para que, sin dejar de informar adecuadamente a la población, intentaran disminuir esos efectos secundarios

¿Qué es entonces lo que cambia un mito? Hemos visto que no lo hace la razón científica, tampoco la orden política aunque provenga del acuerdo entre los poderes, no lo consigue siquiera la presión del poder armado aunque aúne sanguinariamente la destrucción o el genocidio. Sin embargo muchos mitos que parecían invencibles se han degradado y desaparecido, a veces deteriorados por otros grandes mitos otras se han desplazado a merced de pequeñas alternativas

La investigación ha atribuido aquí una importancia crucial al lenguaje, el mito se mueve en él y quizás un cambio propuesto en las palabras culmine en cambios míticos. Esta es la idea que sugería Borges en “El idioma analítico de Jhon Wilkins” y que siguiera Foucault en “Las Palabras y las Cosas”. Es posible encontrar en estos razonamientos muchas formas de cambio mítico, construir un lenguaje no es fácil, pero nominar lo actual de una forma que genere un espacio acotado de acciones posibles es la maestría del político

En otras palabras, los mitos cambian por variadas razones, una buena ayuda para ese cambio está en el uso del lenguaje, en la invención de frases que definan precisamente las posibilidades de acción sobre lo que aparece limitado. En realidad una buena propuesta podría estar en el logro de un cierto paralelismo entre hecho social y estructura lingüística utilizada para mencionarlo. Aunque las reglas en este sentido son bastante móviles y no siempre definen con claridad los límites (sobre todo al lenguaje) parece un buen intento la limitación del uso de términos a sus significados pragmáticos

Hechos e imágenes, la “óptica” del mito

Utilizando un ejemplo en los usos de la imagen en el cine y el periodismo quizás encontremos detalles que nos ayuden a la modificación de los mitos. Hollywood ha sido generadora de mitos, muchos de ellos quedaron grabados en la memoria, casi detenidos en el tiempo por la imagen del cine. Por su tecnología pueden ser recuperados permanentemente; pero algo ha sucedido en ese mismo proceso con estos “monumentos”, han ido transitando desde las primeras líneas hacia espacios que abarcan a públicos más selectos, con intereses más específicos en la investigación, en la profundización de algunos sentimientos, en el estudio más pormenorizado de lo sucedido etc. Es decir que no parece lo mismo el movimiento que un medio ha producido en el instante justo de su máxima expresión artística, en ese efímero y fulgurante espacio de tiempo en el que triunfó cambiando situaciones, ideas y costumbres a aquel nuevo momento cuando el mito es rememorado. En algún sentido las imágenes han perdido eficacia y por más que sean las mismas no generan el mismo efecto.

Este es un punto que había desarrollado ya Susan Sontage en una tesis que dedicara a la imagen de la fotografía periodística. En Sobre la Fotografíadescribe el, a veces nada lento, proceso de degradación de efectos de las fotos que acompañan noticiasy las limitaciones por tanto de la prensa sensacionalista que esta inhibida de echar mano a las mismas imágenes. Esto es porque el primer efecto pudo haber sido poderoso, pero se va desgastando y llega un momento en que no produce ninguna reacción en el público.

En el juego propuesto por el cine contemporáneo, los sucesos o los temas a los que refieran suelen aparecer, en un primer momento, explotados hasta donde la imaginación lo permite, llaman la atención y hasta escandalizan los tratamientos que se proponen. En alguna medida los directores explotan ideas que muchas veces provienen de hechos reales y en esa misma explotación se va produciendo un lento desgaste de la idea, del tema y hasta del hecho mismo. He aquí que las primeras versiones son vistas por un gran público y cuando la capacidad del artista hace que un hecho repetidamente representado sea vuelto a ver con gusto, de todas formas el suceso mismo ha perdido, por conocido el efecto propio.

Los americanos han sido campeones en llevar adelante ideas y arrastrarlas hasta los extremos manteniendo una cuidadosa observación sobre sus consecuencias y popularizarlas aún en sus errores, pero a su vez, esta costumbre ha mostrado el efecto modificatorio sobre esas mismas ideas. Es decir que el cambio mítico que facilite la desaparición de unas conductas o la aparición de otras conviene sustentarlo en el permanente contacto y análisis de los sucesos, en su forma de difusión y en el lenguaje que se utiliza al hablar de él y con el que esa difusión es realizada.

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