NOVEDADES DE LA ORTOGRAFÍA.
Maria Silvia Resendiz JuarezApuntes13 de Mayo de 2016
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EL GRAMO.
- Empezaron a consumir cocaína siendo adolescentes. Una forma más de divertirse por la noche. Probaron y lo pasaron muy bien. Con el tiempo, la coca los dejó solos. Un día comprendieron que aquella debía ser la última raya. Seis jóvenes adictos describen su viaje del placer al descontrol. En un país, España, que es el primer consumidor mundial. Y en una época, el verano, donde muchos empezaron su coqueteo.
Idea principal: Jóvenes en el verano del placer al descontrol
- Sandra, de 15 años, se lanza a por su primer baño del verano en la piscina de una finca cercana a Chinchón (Madrid). Es la niña habladora y graciosa del grupo, compuesto por otros cinco chicos adolescentes mayores que ella, hoy revolucionados por la presencia de una nueva y guapa socorrista. El sol cae con fuerza, en lo que es la primera oleada de calor intenso del año. Huele a vacaciones y el chapoteo juvenil nos traslada mentalmente a un campamento. Es una ilusión que termina tras sesenta minutos milimétricamente cronometrados. Todavía mojada, en biquini y arropada con una toalla, Sandra se apresura a entrar en la casa, que le recibe con un horario de tamaño sábana. A cada paso hacia su habitación, una norma, una frase: "El 90% del éxito se basa en insistir". Sandra es un nombre ficticio para preservar su verdadera identidad. Hace cinco meses y medio que lucha contra la cocaína en el Centro Terapéutico Los Álamos. Ha mejorado mucho. Dicen que parecía un zombie. Ahora solo parece despistada.
- Por el centro, gestionado por Proyecto Hombre aunque pertenece a la Agencia Antidroga de la Comunidad de Madrid, pasan adolescentes y jóvenes enganchados al cannabis, la cocaína o las pastillas desde hace una década. David Sánchez es su educador más veterano. Lleva siete años y nota que cada vez llegan "usuarios" de menor edad. El centro recibe a chavales que, por culpa del abuso de sustancias, dañaron y destruyeron los cimientos de su vida antes de construirla. El uso de cocaína es independiente del origen y nivel socioeconómico de las personas. En España, casi el 10% de la población entre 15 y 24 años ha probado la euforia, deseo sexual o locuacidad que proporciona la coca. España es líder mundial en su uso, por encima de EE UU y Reino Unido, con los que, según el año, alterna puesto en el podio.
- Con más o menos trabajo por delante, los chavales intentan resurgir. La finca en la que viven es muy confortable. Huele a limpio. De hecho, ellos mismos se encargan de tareas de responsabilidad como parte de su terapia. En la cocina, por ejemplo, se turnan para lavar platos. Al estar aislados del mundo, la tentación de fugarse se minimiza y les ayuda a centrarse en una vida sin drogas. Una de las máximas del tratamiento consiste en mantenerlos activos y ocupados. Se trata de que no tengan demasiado tiempo para pensar en lo que hay fuera. Los profesionales que tratan con ellos son variados: educadores, terapeutas, psicólogos..., jóvenes en la treintena y cercanos en el trato. Saben que el discurso de "la droga es mala" no sirve para nada: "Les hacemos ver la cara amarga de la coca, pero sin ocultar la cara divertida que ellos bien conocen". Al principio, el tratamiento consiste en inculcarles un horario, una rutina: "Empezamos por cumplir el ciclo de sueño vigilia, que lo traen alterado. Después trabajamos en actividades manipulativas, formativas, cognitivas... Y fomentamos buenos hábitos", explica Ana García, la subdirectora. Los talleres en los que se afanan van desde la jardinería hasta la albañilería o la estética.
- Jesús es uno de los habitantes de la finca. Lo tenía claro. Quería dejar la droga de una vez. Llegó hace mes y medio, aunque lleva más tiempo tratando de conseguirlo. Tiene 22 años y es consumidor de cocaína desde los 17. No es muy alto, pero físicamente está fuerte. Varios pacientes lo están, gracias al fomento del deporte y el gimnasio. Hablamos dentro de una pequeña sala: "El problema de la cocaína es que está muy buena. Si no nos gustara, no estaríamos aquí", simplifica. Hace dos meses y medio sufrió un craving, un impulso irremediable de consumo, muy difícil de controlar. Agachó la cabeza y se esnifó varias rayas. Sus últimos gramos hasta hoy: "La droga es un mundo de mentiras. Crees que puedes salir a la calle con normalidad. No es así. Sabes que haces mal las cosas. Intentas remediarlo. Pero no puedes".
- A pesar del tropiezo, que los terapeutas consideran parte del proceso, Jesús tiene parte de su batalla ganada. "El que no reconoce el problema tiene dos problemas", zanja. Durante una hora larga nos cuenta su historia. Dice que le desahoga. Quiere que su experiencia sirva. Le gustaría hablar en colegios. Cuenta que llegó a ganar 1.700 euros en una empresa. Destinaba casi todo el sueldo para irse de fiesta. Gastaba hasta 500 euros de una tacada, en una noche. A ese ritmo, para el día 10 o 15 del mes pedía anticipos a su jefe. Otras veces pedía fiado. O contaba películas: "Mañana te lo doy". Los camellos acababan buscándole. El padre de Jesús pagó "muchísimas veces": 100, 200, 300 euros cada vez. La familia, de clase media, donde padre y madre tienen buenos puestos de trabajo, trataba de atajar el problema.
7.- El verdadero problema de la cocaína es que está muy buena. Si no nos gustara, no estaríamos aquí
8.- Al tiempo que pagaban la coca, intentaban dialogar con su hijo. Pero la paciencia se agotaba. Le advirtieron y lo echaron de casa varias veces. Dos o tres días de sufrimiento para ellos, tiempo que Jesús, lejos de utilizarlo para reflexionar, fundía en su coche, solo, en una espiral de rayas-subidónbajón, rayas-subidón-bajón... Y vuelta a casa. Discusiones con los padres. Y con su novia, que entró en depresión. Un día, Jesús agredió a su padre. La policía apareció en el salón de una familia. Jamás pensaron que la cocaína iba a entrar en sus vidas. Le dieron un ultimátum a su hijo.
9.- "¡Vamos, niña, vamos!", apremia David Sánchez, educador de la joven Sandra, desde la mitad del pasillo de las habitaciones. Al ser menor de edad, no podemos hablar con ella ni fotografiarla. La adolescente nos tienta a romper el pacto: "Mi madre da permiso".
David improvisa unas preguntas:
-¿Cuánto te doy el coñazo?
-Tú lo das bastante, y yo más.
-¿Cuánto tiempo te queda aquí?
-Mes y medio.
-¿Ha costado, no, niña?
-¡Sí!
-Tienes mucho impulso, mucho genio, ¿eh?
-¡Todo se supera!
-¿Qué consumías?
-THC, cocaína... ¡y de todo por ahí!
10.- Resulta una obviedad, pero un adicto no llega a serlo sin una primera experiencia. Esta llega, de media, a los 20 años, según el Plan Nacional sobre Drogas (PNSD), aunque en lugares como Proyecto Hombre la media de inicio está en casi 16 años. La primera raya determina mucho su consumo posterior, según Carlos Dulanto, médico especialista en adicciones desde hace tres décadas. Cuando empezó, apenas había cocainómanos en su consulta, en el centro de Madrid. Hoy son el 80%, un tercio de ellos, mujeres. "La droga gusta en función de lo que te solucione. Una persona tímida que a los 15 años se da cuenta de que con dos cervezas en una discoteca es el rey del mambo y se las liga a todas... ya es un candidato a la adicción".
11.- Con la cocaína, también: "El día que un adolescente ve que con la coca le baja el cebollón, está espídico y junta los efectos desinhibidores del alcohol con la euforia de la cocaína, a partir de ahí dice 'esto es Hollywood".
12.- Las campañas de prevención no funcionan, opina Dulanto. "Nadie escarmienta en cabeza ajena", afirma un cocainómano que lleva tres años alejado del consumo y que tuvo a su mujer de cabeza durante 14. Aunque no todos los que prueban la coca caen en ella para siempre, sí todos los que se inician aceptan la ruleta rusa, donde prima el aquí y ahora, y donde el "a mí no me va a pasar nada" o "sólo se enganchan los tontos" son las justicaciones más recurrentes, explica Dulanto.
13.- A mí la fiesta me duró dos años. Poco a poco me fui quedando solo. Salía del trabajo y me iba a pillar
14.- Con la llegada del verano, dice Eusebio Megías, de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), surge una nueva excusa: "Es un momento de iniciación en las drogas, momento en el que se potencia un paréntesis de responsabilidad". No se sabe cuántos españoles empezaron en la estación estival, pero sí que un 8% de la población ha probado alguna vez la sustancia, el doble que hace una década. Un 3% la ha utilizado en el último año, y un 1,6%, en el último mes.
15.- El consumo de cocaína va ligado, prácticamente siempre, al de alcohol. En realidad, "un cocainómano puro no existe", asegura Dulanto. En el caso de los adolescentes, a menudo más temerosos a la exclusión del grupo de amigos que a las consecuencias de las drogas, hay datos preocupantes. Si en 1994, uno de cada cinco se había emborrachado en el último mes, hoy día ya son la mitad de los chavales de entre 14 y 18 añoslos que abusan del alcohol al menos una vez cada 30 días, según el PNSD. Además, uno de cada cinco no ve peligroso el uso esporádico de cocaína.
16.- "Con la bebida no es que tenga un problema en sí. A mí lo que me pide el cuerpo es cocaína. Pero no puedo probar el alcohol. Sería una recaída segura en la coca", reconoce Jesús. Se metió su primera raya a los 17, en su estreno en una discoteca. Le gustó la experiencia, pero tardó un año en esnifar la segunda. Sin embargo, la tercera y la cuarta fiesta llegaron enseguida y empezó a encadenar fines de semana. Recuerda habérselo pasado en grande, quemando las noches de sus 18 y 19 años. La fiesta, sin embargo, tenía fecha de caducidad: "Me duró como mucho dos años. Los amigos poco a poco se alejaron. Me fui quedando solo. Empecé a consumir por mi cuenta. En los parques, en casa, en mi coche". Salía del trabajo, se bebía una cerveza e iba "a pillar". Estaba atrapado. Aislado. Y llegó el ultimátum familiar.
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