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Nuestra Literatura


Enviado por   •  5 de Septiembre de 2012  •  1.818 Palabras (8 Páginas)  •  333 Visitas

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“Porque la infancia es el reino de la libertad, de la alegría irresponsable

que, sin embargo, da respuesta profunda al dolor de la vida.”

La escritura acompaña al hombre. El deseo de escribir tiene que ver con el deseo de expresar algo que dentro de nosotros explota. Necesita ser, en alguna manera, comunicado. Esas aguas que nacen de nuestro manantial de la subjetividad pueden calmar la sed alguien. Nada simple.

A la narrativa del litoral ¿qué mirada la define? Si bien la literatura es algo inacabado, es un proceso que acompaña a las sociedades, me interesa exponer mi pensamiento acerca de lo que he leído sobre una de las miradas que define nuestra literatura regional. Y cuando digo mirada, me refiero a la mirada del escritor, autor, poeta que la plasma en su obra y que nosotros, sin embargo, podemos “resignificar” y de hecho lo haremos

No me asombra en la literatura de nuestras adyacencias los paisajes, la naturaleza y las supersticiones evocadas, puesto que algunos de esos paisajes perviven al día de hoy, más allá del progreso. No quisiera detenerme en este punto del que ya se ha dicho mucho y bien. Tal vez, allí radique su principal particularidad, es cierto. Es un tópico frecuente en toda literatura latinoamericana, incluso.

Encuentro una literatura enamorada de su tierra, de su selva, de sus ríos, de su gente, pero a través de un filtro subjetivo: la infancia.

Nademos un poco en el río de la infancia. Todos, alguna vez, miramos atrás, es decir, tenemos reminiscencias. Muchas veces lo necesitamos ya sea por que lo decidimos así o las circunstancias no los imponen, es más, exploraremos esas circunstancias más adelante.

Esos primeros años marcan nuestra existencia, nos marca por el resto de nuestra vida, (espero que no suene a frase armada. No lo es. Es una verdad insoslayable de la vida, de ahí la responsabilidad que le cabe al mundo adulto). Alguien dijo alguna vez que lo mejor que un caballero puede tener es la infancia. El niño tiene la frescura del asombro de lo que tiene alrededor. Ve un tren y se asombra, ve un río y se asombra. Además, el chico tiene algo a favor suyo y que solemos olvidar cuando grandes, un misterio tal vez, y es la imaginación que provee de fantasías, sueños de todo tipos y por qué no, de ideales. Un estado inocente que no acepta los juicios preestablecidos. El niño es puro sino preguntémonos algo: el deseo de poseer y dominar, ¿qué es eso en la infancia? ¿Surgen esos sentimientos o deseos cuando se es chico? De seguro que no, al menos lo intuyo así. Pero, tranquilos que el paso del tiempo le dará su educación para el consumo, para poseer, dominar y lo avasallará con las ansiedades lúgubres disfrazadas de responsabilidades, en algunos casos, ni siquiera podrá jugar, y es por eso que aquí surge un valor incalculable: la literatura, que tiene un aspecto lúdico que no se debe ignorar. A través de ella podemos volver a ser niños que corren al brazo de mamá o papá porque alguien nos quiere pegar. Ese monstruo financiero que nunca supimos por qué tiene esos números en su boca o, acaso, las responsabilidades que nos desgastan día a día y ante la ausencia de mamá o papá, la literatura nos permite volver a ser niños, podemos jugar para, como diría Viktor Shklovsky ,“desaumatizarnos” . Pero todo esto constituye el rol activo de nosotros lectores ante la literatura.

La añoranza de la edad de oro.

Me preguntaba qué producía esa nostalgia o esa reflexión melancólica. Por qué ese recordar con pena la ausencia o pérdida de alguien o algo que se quiere mucho.

Es a través de los recuerdos de la infancia que se produce la nostalgia, incluso la melancolía. Y me permito diferenciar entre nostalgia y melancolía que no es lo mismo. Precisemos, entonces: nostalgia proviene del griego νόστος y quiere decir “vuelta a la patria, regreso”, entre otras cosas, y melancolía (del lat. melancholĭa, y este del gr. μελαγχολία, bilis negra) es tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente. Y estas cuestiones la vemos reflejada en la literatura, ante un presente que aprisiona, que molesta, es que desea volver.

El hombre a lo largo de su existencia, muchos de ellos, han acariciado la idea de volver, ya sea, en el tiempo (incluso detenerlo) o volver al lugar natal. No solo para no envejecer sino para recuperar algo que se nos perdió en el trajín del camino. Incluso han fundado agencias para volver el tiempo atrás o al menos simularlo .

Entonces ante la imposibilidad de volver el tiempo atrás, o volver explícitamente al lugar en donde la persona creció, jugó, vivió los días felices, días ideales, entonces la mirada se llena de nostalgia, como vemos a continuación:

“Descubrí de pronto ante mis ojos el encanto de los pano-

ramas y la emoción de la belleza del paisaje circundante…

Todas esas imágenes que recogió mi retina de niño…”

La percepción de paisajes que se vuelven ideales, deseables, queridos. El anhelo de ese cielo, ese paraíso. Evocar la infancia, es tema que ser repite en la literatura entrerriana .

“Era muy niño, pero el recuerdo de aquella escena se grabó para siempre en

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