PROCESOS Y TENDENCIAS SOCIALES
jabarquero11 de Enero de 2013
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TEMA 1.- HACIA UN NUEVO PARADIGMA SOCIAL.
LA EMERGENCIA DE LAS SOCIEDADES TECNOLÓGICAS AVANZADAS
1.- IMPACTOS SOCIALES DE LOS CAMBIOS TECNOLÓGICOS.
En determinados momentos de la evolución social la realización de descubrimientos e innovaciones científicas y técnicas de especial importancia dieron lugar a impactos que inauguraron nuevos estadios en la marcha de la sociedad. Una de estas etapas fue la que condujo a la emergencia de las sociedades industriales, caracterizadas por el papel central adquirido por las nuevas industrias, en donde se utilizaban máquinas a gran escala para la producción de las mercancías más diversas.
De igual modo que tocaron a su fin las sociedades agrarias, las sociedades industriales en las que hemos vivido más de un siglo están cerrando un ciclo histórico.
Algunos analistas hablan de una segunda e incluso de una tercera revolución industrial. Si la primera revolución industrial (s. XVIII) permitió que las máquinas, primero a vapor y después mediante energía eléctrica, complementaran y sustituyeran buena parte de la fuerza física del hombre en el trabajo. En la segunda revolución industrial no solo se sustituyó el “músculo”, sino también el “cerebro”, de forma que se han sustituido las capacidades intelectuales del hombre por robots industriales y sistemas automáticos de trabajo cada vez más perfeccionados.
La tercera revolución industrial arrancaría después de la Segunda Guerra Mundial empleando nuevas fuentes de energía (principalmente la nuclear), desarrollando nuevas generaciones de máquinas automáticas para elaborar productos cada vez más complejos.
Otros analistas han hablado de modelos particulares para situar las distintas fases o etapas de la evolución del sistema industrial basados más en el sistema económico.
Pero ya se hable de una segunda o una tercera revolución industrial, o de unas u otras fases del desarrollo capitalista, el hecho cierto es que las grandes innovaciones científicas y tecnológicas que se están produciendo en la microelectrónica, la biotecnología, los nuevos materiales y las nuevas fuentes de energía, están abriendo cambios de gran alcance en las formas de organización de la sociedad, cuyos efectos se van a hacer notar en las maneras de vida, de trabajo, de ocio, en las costumbres y en las formas de pensar y de actuar.
La revolución tecnológica puede ser considerada, en este sentido, como la tercera gran transformación global en la historia de la humanidad.
Los cambios conectados a la primera gran transformación socio-económica permitieron el desarrollo de los grandes núcleos estables de poblamiento y sobre todo de las “ciudades”, donde germinó la cultura y se desenvolvieron nuevas formas de vida y de pensamiento. La propiedad privada, la acumulación de riquezas, las nuevas formas de desigualdad y de poder, el surgimiento de grandes “liderazgos” políticos y extensos imperios, el predominio del modelo de familia patriarcal y el desarrollo de las religiones organizadas, fueron algunas de las innovaciones asociadas al desarrollo de las sociedades agrarias.
La segunda gran transformación dio lugar a la aparición de las sociedades industriales y se produjo el surgimiento de los Estados Modernos, la democracia política y el reconocimiento de los derechos humanos, la progresiva secularización de la vida social, el sindicalismo y los movimientos sociales y políticos, la sociedad de consumo, los medios de comunicación social, las nuevas formas y manifestaciones culturales de masas, etc.
2.- UN NUEVO MODELO DE SOCIEDAD.
El intento de resolver el problema de la definición del paradigma de la sociedad emergente recurriendo a la simple calificación de “sociedad post-industrial”, es decir, el tipo de sociedad que viene después de, y que sustituye a, la “sociedad industrial” es poco específica y sólo ha servido para remarcar que nos encontramos ante el final de un ciclo histórico. La definición de una nueva realidad social debe formularse a partir de lo que es en sí misma, y no de lo que ya no es, de lo que ha dejado de ser.
Existe una tendencia a nivel mundial a que la proporción de la población activa ocupada en el sector servicios es cada vez mayor, por lo que se puede comprender que se hable de una “sociedad de los servicios”, en comparación con las dos fases anteriores: agrícola e industrial. Los servicios han llegado a ser durante las últimas décadas del siglo XX “la fuerza motriz de la economía del empelo”.
En las sociedades de principios del siglo XXI gran parte de las actividades productivas tienen una dimensión central de “servicios”, por lo que se está produciendo un cambio general de los sistemas productivos y, al mismo tiempo, poniéndose de relieve las insuficiencias de los esquemas de clasificación general de la población activa heredados de los modelos propios de las sociedades industriales.
Otra propuesta de conceptualización fue la de “sociedad del ocio”, con la que se pretendía enfatizar la tendencia hacia una menos duración de las jornadas de trabajo y la mayor disposición generalizada de tiempo para las actividades de ocio y esparcimiento.
Sin embargo tampoco es una propuesta definitoria que se haya hecho merecedora de un grado suficiente de aceptación, ya que cuando se habla de ocio estamos refiriéndonos más propiamente a un “tiempo”, y no a una actividad productiva, estableciendo, por lo tanto, un marco desajustado o asimétrico de comparaciones.
Las definiciones o conceptualizaciones del modelo de sociedad emergente que han tenido más aceptación durante los últimos lustros del siglo XX han sido las de sociedad de la información, o informacional, y sociedad tecnológica, o sociedad tecnológica avanzada.
El concepto de sociedad informacional parte de considerar que el elemento emergente más importante, tanto para la productividad y la competitividad económica como para el poder político y la influencia cultural, es la información. Lo verdaderamente decisivo en las sociedades del futuro ya no será quién controle o posea los medios de producción sino los medios de comunicación. De ahí las pugnas que se producen en torno al control de grandes conglomerados de comunicación y redes de información.
A medida que la revolución informacional se vaya consolidando se irán habiendo notar en mayor grado nuevas dimensiones del ciclo de cambios que está inaugurando una nueva época. En el umbral del siglo XXI el elemento que empieza a polarizar en mayor grado la atención es el que se relaciona con la ingeniería genética.
También serán muy notables los efectos de la extensión de las aplicaciones de la robótica, el desarrollo de nuevos materiales y nuevas herramientas y artilugios y, sobre todo, la incorporación intensiva de las innovaciones tecnológicas a campos hasta ahora poco explorados, en el hogar, en el ocio, en los ámbitos culturales y educativos, etc.
Al mismo tiempo, la explotación de nuevas fuentes energéticas, urgidas por las crecientes necesidades económicas y sociales, y facilitadas por los avances científicos, darán giros inéditos a nuestras vidas y abrirán nuevas perspectiva en las formas de organización societarias, que hoy resultan difíciles de imaginar.
¿Cómo puede pretenderse, pues, que toda esta complejidad y este enorme cúmulo de potencialidades quede circunscrito a la única esfera de lo informacional? Solo el deslumbramiento inicial causado por algunos de los grandes cambios primigenios de la revolución tecnológica y una cierta precipitación en la formulación de conclusiones teoréticas pueden explicar que algo tan rico y complejo haya intentado ser encapsulado y definido restrictivamente como un simple fenómeno informacional, tomando la parte por el todo.
De esta manera los enfoques y las conceptualizaciones emergentes tendrán a seguir orientaciones más globales y compresivas que aquellas que en su día fueron seguidas por quienes no fueron capaces de ver más allá de lo inmediato y se dejaron arrastrar por impresiones, sin duda, ciertas y de gran alcance, pero parciales.
3.- TECNOLOGÍA Y SOCIEDAD.
La tecnología desempeña así un papel clave, como factor básico de influencia en la forma en que se asigna la riqueza y, por lo tanto, como referente de la desigualdad social. En consecuencia, Lenski argumenta que la naturaleza de los sistemas distributivos variará en gran medida según el grado de progreso tecnológico que hayan alcanzado las sociedades, proponiendo una tipología social basada fundamentalmente en variables tecnológicas, por entender que al clasificar a las sociedades sobre la base de la tecnología estamos, en realidad, controlando en forma simultánea, del todo o en parte, muchas otras variables pertinentes.
Más allá de los debates sobre la validez analítica de enfoques predominantemente unicausales, lo cierto es que el influjo de la tecnología en sí, y de los cambios tecnológicos en particular, se hace notar en múltiples ámbitos de lo social.
La tecnología no sólo ha permitido desarrollar sistemas de producción más perfeccionados, con fábricas sofisticadas y artilugios complejos que han alterado nuestras formas de relación con el medio, sino que también nos ha transformado a nosotros mismos, modificando las formas de relacionarnos, de trabajar, de actuar y hasta de pensar.
Por eso puede decirse que la actual revolución tecnológica está impulsando uno de los grandes procesos de cambio social que se han conocido en la historia de la humanidad, haciendo que las propias variables científicas y tecnológicas y las maneras de organizar, difundir y
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