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Planificacion D Ploastica

123Cari6 de Mayo de 2014

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Fundamentación

Convivimos en la era de la imagen. Un mismo transcurrir temporal en el que independientemente de las particularidades que caracterizan los contextos regionales, los adolescentes construyen sus identidades y los jóvenes comienzan a configurar sus proyectos de vida. Las tramas temporales y espaciales que circunscriben sus desarrollos vitales, en torno a procesos históricos, políticos, económicos, sociales y culturales particulares, evolucionan entrelazándose con los signos que caracterizan la realidad posmoderna, y condicionan los modos de acción y relación con otros. Las imágenes presiden este sistema de signos y provocan la emergencia de la comunicación visual como una necesidad manifiesta para crear, sostener y reforzar lazos de correspondencia recíproca con otros.

En este marco, no resulta difícil establecer un vínculo entre imagen y educación, en un mundo donde las imágenes visuales impregnan las comunicaciones, y ambas constituyen la esencia de cualquier educativa socializadora. El despliegue de la imagen visual y la expansión de su predominio, han ido produciendo un nuevo sentido en el tiempo, del espacio, y especialmente de los modos de sentir, pensar, hacer y comunicarse de las culturas juveniles, generando sobre todo por su uso masivo y popular.

En sus relaciones intra-generacionales cotidianas, adolescentes y jóvenes construyen procesos de recepción, creación y reproducción de imágenes instituyendo sistemas simbólicos culturales compartidos al interior de los grupos de su generación. Sin embargo, estos modos relacionales constituyen formas de representación diferentes de las tradicionales, conocidas por los adultos y transmitidas por la escuela, esta variedad heterogénea en los modos de construir, comprender y compartir significados entre culturas juveniles y adultas, profundiza grietas justo en los espacios que requiere la construcción de puentes, y dificulta cada vez más la posibilidad de crear redes que permita sostener el diálogo intergeneracional.

En medio de este panorama, hoy la escuela enfrenta este desafío de restablecer conexiones con los jóvenes, que permitan hacerlos partícipes de experiencias significativas compartidas. Debe construir sus modos de fortalecer la tares educativa en forma cooperativa con ellos, enriqueciendo con ellos los lazos comunicacionales mediante la creación y la recreación de los sistemas simbólicos que forman parte de su cultura experiencial. La educación visual, puede resultar una herramienta cultural facilitadora de esta tarea, entendiendo que las imágenes visuales ya no son producto exclusivo de los artistas y comunicadores, sino que se han trasformado en signos de un lenguaje social y en una estrategia cultural de interrelación personal.

Las artes visuales en la escuela constituyen un sistema de códigos e instrumentos para ofrecer a los alumno propuestas de trabajos que respondan a su intereses y necesidades, sin dejar de tener en cuenta que éstos dependen de tramas socio – históricas concretas, y que están determinados social, cultural y generacionalmente. En este sentido, las artes visuales pueden resultar portadoras o generadoras de las condiciones óptimas para fundar prácticas capaces de poner en relieve el papel de la experiencia en el aprendizaje, en el cruce que permite el vínculo de las vivencias cotidianas con los saberes escolares.

Los tiempos y los territorios educativos escolares destinados a la elucidación y la construcción de significados culturales, a través de la interpretación y producción de imágenes visuales, son portadores de espacios fértiles para que los estudiantes puedan atribuir sentido a sus tareas de aprendizaje y a sus modos de estar, sentir, ser y hacer en la escuela. Esta posibilidad se funda en las relaciones entre las experiencias y los conocimientos disciplinares específicos de artes visuales que la escuela tiene para ofrecer; los saberes cotidianos propios de las vivencias de los adolescentes en ámbitos extraescolares, las formas que adquieren las prácticas educativas teniendo en cuenta la variedad de aspectos que hacen a su complejidad y las condiciones reales que enmarcan cada situación de enseñanza aprendizaje. Los saberes propios de las disciplinas artísticas visuales adquieren sentido cuando se construyen en marcos que no desconocen el valor de la integración social, de las oportunidades de pensamiento, acción y desarrollo que pueden gestar los conflictos socio-cognitivos, de la importancia de construir en la escuela ambientes socio-culturales, del trabajo experiencial racional, reflexivo y contextualizado, y de una educación relevante de los contenidos culturales.

Para John Dewey la escuela, desde su función educativa, debe emancipar y ampliar la experiencia. Jerome Bruner también refiere, de un modo semejante, a la necesidad de que en la escuela se aborden los tres sistemas para representar la realidad: la acción, las imágenes y los símbolos. Por otro lado, Elliot Eisner habla de la oferta escolar como herramienta cultural para cultivar la diversidad cognoscitiva considerando el rol de la cultura y de la escuela en este proceso. Las formas que usamos para representar lo que pensamos impactan en cómo pensamos y en sobre qué pensamos; por tanto, al concretar propuestas curriculares institucionales es importante destacar esta consideración. Si se desatienden los modos básicos (entre ellos los lenguajes visuales) en que los humanos representan habitualmente lo pensado, sentido, imaginado, para comunicarse, comprender, construir y transmitir cultura, es posible contribuir al proceso de formación de los adolescentes y jóvenes para su intervención en las dinámicas socio-culturales. Por eso es necesario hacer públicas sus ideas y sentimientos, utilizando las herramientas que le permitan interpretar la cultura, y fortaleciéndose en la construcción de su identidad y de su proyecto de vida. La escuela, como institución social tiene la tarea de proporcionar el acceso a esas formas y sistemas de representación culturales, fomentando su uso crítico entre los jóvenes.

Al decir de Eisner, las mentes se hacen son logros culturales que se conforman significativamente a partir de las experiencias vivenciadas por las personas por las personas en el transcurso de su vida. En la conformación y capacidades de estas mentes influye lo que a los jóvenes se les da oportunidad de aprender. A su vez, el carácter de las mentes de los jóvenes educados, ayudará a dar forma a la cultura en la vivimos con ellos. Si nos acoplamos a este pensamiento, es importante que consideremos la posibilidad de aprender a compartir con los adolescentes vivencias construidas desde su mundo, un mundo en el que para ellos las imágenes son importantes, significan, y adquieren valor y sentidos relevantes.

No podemos tener una idea visual, si no conocemos las relaciones simbólicas que se establecen entre signos visuales, según este medio de representación cultural.

Es la escuela, como representante de la cultura, la que debe permitir el acceso de todos los estudiantes a estas formas. Es indudable la necesidad la necesidad de realizar recortes curriculares, en todos los niveles de especificación curricular, dada la complejidad y extensión de los contenidos culturales, pero no podemos descuidar la reflexión acerca del rol que juegan las formas de representación en la construcción de las mentes, habilitando a los humanos para producir cultura. Cada producto cultural sintomatiza las formas de pensamiento que conduce a su realización y da testimonio de lo que el grupo humano de pertenencia valora, comprende, y puede conseguir. Una manifestación cultural productiva representa afirmaciones referentes a la dimensión y posibilidades de la mente humana, y solo puede llegar a existir, enriqueciendo y recreando el patrimonio local, a través del conocimiento de las formas de representación valoradas y utilizadas en lo cotidiano de la realidad cultural.

Enseñar y aprender a ver, enseñar y aprender a leer imágenes, enseñar y aprender a interpretar mensajes visuales, enseñar y aprender a decir, enseñar y aprender a narrar mediante la expresión gráfica, a exteriorizar pensamientos e ideas, a leer los explícito y a descubrir lo implícito en cada grafía visual…

Se trata siempre de gestar posibilidades para producir algo diferente con sentido, para crecer, enriquecer la experiencia y fundar espacios vitales para la construcción de significantes significados. Más o menos en ese rumbo y en ese orden, gira la existencia de espacios y tiempos destinados a las artes visuales en la escuela.

Objetivos generales:

• Conocer los códigos básicos de la Educación artística y sus relaciones estructurales, poniéndolos en acción mediantes procesos de observación, interpretación, imaginación, producción creativa, y análisis reflexivo sobre las producciones realizadas.

• Significar y valorar los lenguajes artísticos y sus posibilidades expresivas, comunicacionales y técnicas, como oportunidades para el desarrollo cultural y social de la comunidad.

• Comprender el saber artístico como un conocimiento de carácter histórico social, problemático, procesual e inacabado, en permanente transformación, recreación y renovación, para construir la experiencia artística desde la producción de sentido.

• Reconocer y valorar productos del patrimonio cultural, partiendo de manifestaciones locales.

• Reflexionar sobre el propio proceso de aprendizaje para reconocer saberes adquiridos.

Objetivos específicos:

• Codificar a partir de los sentidos y la experiencia, y decodificar a través de la puesta en marcha de los procesos de recepción

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