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Planificacion pedagogía

carogigonzalez5 de Agosto de 2013

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1. Una pedagogía centrada en el niño.

Está claro, por tanto, que la escuela tiene que ir al encuen¬tro de la vida para servirla y, basándose en ella, dar un dina¬mismo y una motivación a la educación. Para ello tiene, por supuesto, que abandonar las viejas prácticas, por consagra¬das que estén; pero antes es necesario que modifique su concepción del proceso educativo y esta modificación debe empezar por el papel que atribuye al niño en ese proceso. Si «la escuela contra la vida» 25 es fundamentalmente una escuela centrada en el adulto, «la escuela por la vida y para la vida» 26 se centra en el niño y su verdadera educación.

«Toda pedagogía que no parte del educando es un fracaso, para él y para sus necesidades y aspiraciones más íntimas», 27 escribe Freinet. Como indica Lodi, uno de los grandes reali¬zadores de la pedagogía centrada en el niño, los programas, corno las leyes o como cualquier codificación, deberían venir de abajo, es decir, deberían estar fundados sobre una realidad dinámica, que en este caso es el niño, un ser en desarrollo.28 Esta actitud implica una valoración de las posibilidades del niño que la escuela tradicional, por su orientación misma, no podía hacer. La pedagogía del simple rendimiento escolar crea unas limitaciones que no permiten evaluar en su justo precio las posibilidades del niño; pero en cuanto se libera la expresión de la vida de éste, en cuanto se le deja correr li¬bremente por el cauce que él mismo se va abriendo, aparecen gran cantidad de valores y datos nuevos que, por mucho que no respondan a la idea prefijada sobre el niño, tienen que ser aceptados por fuerza. 29

El niño no se educa con arreglo a unas condiciones dadas de antemano; debe, antes que nada, ser educado con arreglo a sí mismo, a sus posibilidades y a su dinamismo. En pala¬bras de Freinet, hay que tomar al niño «no en el medio ideal que nos complacemos en imaginar, sino tal cual es, con sus impregnaciones y reacciones naturales y también con sus virtualidades insospechadas, sobre las cuales basaremos nues¬tro proceso educativo».30 Si se consigue desarrollar su vida exaltando sus potencialidades, no hay que preocuparse ya por su rendimiento: será óptimo. Lo que agota la energía de la corriente no es el camino libre y abierto, sino los diques arbi¬trarios que, con sus torbellinos, no son. sino una absurda pérdida de energía (el ejemplo es de Elise Freinet). Las reac¬ciones del niño no son arbitrarias y sus conductas no son aleatorias; las respuestas que dé dependen, por un lado, de su potencia vital y, por otro, de los obstáculos o facilitaciones es el trabajo individual o por equipos de afinidades, centrado en los intereses y motivaciones del niño.

No se trata, por supuesto, de suprimir, olvidar o menos¬preciar los conocimientos o la enseñanza, sino de no recargar desenfrenadamente de ellos la educación; se trata de reforzar más los impulsos vitales de los alumnos, de preocuparse me¬nos por la acumulación de conocimientos que por el proceso de su asimilación e integración: «si sabemos exacta y cien¬tíficamente lo que el niño desea, lo que puede digerir y asi¬milar en un momento dado, en las circunstancias particula¬res que condicionan su vida personal, podemos permitirnos presentarle en los libros, explicado, pormenorizado o concen¬trado, el alimento ideal que espera».31

2. Un principio básico: la educación por el trabajo.

Si el respeto al interés del niño es una de las constantes de las tendencias renovadoras de la Escuela Nueva, la impor¬tancia que se concede a la acción sobre cualquier otro ele¬mento formador, es otra de esas constantes. Ya hemos anali¬zado cómo el origen de todos los conocimientos no es la razón, sino la acción, la experiencia, el ejercicio; todo debe ser pasa¬do por la experiencia de la vida y esta experiencia no puede ser buscada sino con la acción: A esta acción, que es la esencia del ser y el móvil de su destino, para utilizar la expresión de Freinet, él la llama trabajó. 32 La educación por el trabajo es uno de los principios básicos de nuestro autor, y, al tiempo, una de sus finalidades más buscadas. Educación por el trabajo que equivale a cultura salida y emanada de la actividad labo¬riosa de los propios niños, a una ciencia hija de la experien-cia, a un pensamiento continuamente determinado por la realidad y la acción: . «Lo que suscita y orienta las ideas, lo que justifica el comportamiento individual y social de los hom¬bres es el trabajo, en todo lo que hoy tiene de complejo y socialmente organizado; el trabajo, motor esencial, elemento de progreso y dignidad, símbolo de paz y fraternidad...; el trabajo, que debe ser colocado en la base de toda nuestra educación»; 34 «el trabajo es un todo» 35 dice Freinet. Una de las tareas esenciales de esta pedagogía del trabajo es crear una atmósfera de trabajo y elaborar, experimentar y difundir las técnicas que, transformando profundamente la educación, hagan este trabajo accesible a los niños, productivo y formativa. Esta traslación del acento desde el juego y la acción dirigi¬da hasta el trabajo obedece a un postulado de Freinet según el cual «no hay en el niño necesidad natural de juego; no hay sino necesidad del trabajo»; 36 según el cual, es el trabajo y no el juego el animador, el motor de la vida desde la primera infancia, y es, asimismo, una fuente de salud y dinamis¬mo a nivel de lo individual y lo social; según el cual, en fin, «el niño juega cuando el trabajo no ha logrado agotar toda su actividad».37 ¿Qué entiende exactamente Freinet por trabajo? Veámoslo a través de algunas definiciones que él mismo da: «Llamo ex¬clusivamente trabajo a esa actividad que se siente tan íntimamente ligada al ser que se vuelve una especie de función cuyo ejercicio tiene por sí mismo su propia satisfacción, inclusive si requiere fatiga o sufrimiento»;38 «hay trabajo cuando la actividad supone una respuesta a una necesidad natural del individuo y procura, por lo tanto, una satisfacción que es por sí misma una razón de ser»; 39 la necesidad de trabajo es «la necesidad orgánica de gastar el potencial de vida en una actividad a la vez individual y social, que tenga un fin perfectamente comprendido, a la medida de las posibilidades infan¬tiles, y presente una gran amplitud de reacciones: fatiga re¬poso, agitación calma, emoción apaciguamiento, miedo seguridad, riesgo – victoria. Hace falta, además, que el trabajo sal¬vaguarde una de las tendencias psíquicas más urgentes sobre todo en esta edad: el sentimiento de poder, el deseo perma¬nente de superarse, de superar a los otros, de ganar victorias grandes o pequeñas, de dominar a alguien o a algo».40

La escuela tradicional, hipnotizada por la preocupación de enseñar, ha subestimado, desconocido y descuidado las fuerzas que llevan al niño a la verdadera educación; ha suplantado esas fuerzas sustituyéndolas por disciplinas y normas de comportamiento concebidas primero como rito de iniciación y después como educación para las clases ociosas impartida en el marco artificial de las escuelas y colegios la naturaleza social y formativa del trabajo ha sido, de este modo, olvidada y menospreciada, como si el trabajo fuese una actividad indigna de las clases más privilegiadas y apta sólo para aquellos que producen los bienes que la sociedad consume. «Tal como las abejas compara Freinet- ceban con un alimento especialmente escogido a las larvas desti¬nadas a convertirse en reinas, los escoliastas preparan, en lugares cerrados y para una cultura particular, a la minoría que habrá de aprovecharse del trabajo de otros y arreglar, para su propia ventaja, los asuntos comunes».41

El trabajo es, por tanto, para Freinet, una de las piedras angulares de su construcción pedagógica. Ahora bien, el tra¬bajo escolar deberá, necesariamente, ser, en todos los casos, «trabajo juego», es decir, que deberá hallarse a la medida del niño, mover normal y armónicamente los diversos músculos, los sentidos y la inteligencia, responder a las necesidades esenciales del individuo y, virtualmente, tener una utilidad social. La denominación «trabajo juego» muestra que «tal actividad está compuesta por ambos a la vez y responde a las múltiples exigencias que el uno nos hace soportar y el otro buscar».42 Orientando la actividad hacia el «trabajo juego», es posible poner el trabajo en el centro de las realizaciones y aconteceres infantiles.

Pero el «trabajo juego» no siempre puede ser realizado. Debe entonces ser sustituido por el «juego trabajo»; por su forma e inspiración, éste no es sino una reminiscencia de un trabajo, cuyas características tiene. El «juego trabajo» tiene la gran ventaja de que satisface los principales requerimien¬tos humanos: libera y canaliza la energía fisiológica y el po¬tencial psíquico; tiene un fin compensatorio subconsciente; ofrece gran variedad de sensaciones; el trabajo y el esfuer¬zo que supone es acompañado de fatiga, temores, miedo, sorpresa... de una gama muy amplia de experiencias, en una palabra; los «juegos trabajos» son ejercicios tónicos, profun¬damente tranquilizadores, por un lado, y socializadores, por otro, que predisponen al equilibrio y la armonía y preparan para la actividad social en el medio ambiente, pues el «juego¬trabajo» es, por su mismo origen, normalmente colectivo. EI «juego trabajo», que no es sino un sustituto del «trabajo--juego», como acabamos de señalar, pues es un paliativo ins¬tintivo ante la impotencia del niño para resolver una necesi¬dad imperativa, «sería como una especie de actividad instintiva que tendría como función la de asegurar al niño el ejercicio de su dinamismo vital, según las formas

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