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Precursores De La Argumentacion.

josy230525 de Septiembre de 2013

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UNIDAD 2: PRECURSORES DE LA ARGUMENTACIÓN

Como precursores de la argumentación podemos encontrar al pionero en la retórica y nuevo modelo argumentativo a Aristóteles, por otra parte Cicerón quién integra la oratoria con la abstracción teórica y el arte; siendo con ello el edificador del modelo discursivo.

Hablar de la argumentación implica diversas vertientes, teorías, modelos, etc., en el presente artículo trataremos de explicar y mencionar la mayoría de las teorías y personajes que han dejado huella dentro de este espacio interminable de argumentación jurídica.

Theodor Viehweg nos habla de la tópica jurídica, ubicando la misma desde tres esferas distintas: a) entendía como la técnica del pensamiento problemático; b) designa un lugar común, es decir, el espacio donde el orador encuentra los elementos de su argumentación y finalmente c) dando mayor importancia al análisis de las premisas.

Perelman toma al Derecho como el discurso, sosteniendo que la retórica será el elemento que nos permita entender el discurso jurídico. Este autor nos hace hincapié en que no podemos ni muchos menos debemos dejar de lado al auditorio al que dirigimos nuestro discurso, toda vez que no es lo mismo persuadir (auditorio particular) que convencer (auditorio general).

Stephen Toulmin, a diferencia de los dos anteriores no busca una nueva inserción de la retórica ni de la tópica, el establece que dentro de la argumentación deben existir cuatro elementos; la pretensión, las razones, la garantía y el respaldo. Por tanto, este autor brinda solidez a través del pensamiento analítico filosófico.

MacCormick por su parte construye su teoría mediante el análisis y descripción de las normas, es decir, encontrar el sentido o justificación en el contexto del argumento. Asimismo, sostiene que esa justificación encontrará su fundamento en los hechos y evidencias reales contrastadas a la norma; brindando con ello una mayor certeza jurídica.

En conclusión podemos decir que adoptemos cualquiera de las teorías antes descritas, debemos considerar que la lógica estará presente en cada uno de los argumentos que se lleguen a sostener, tomando en cuenta que la sistematicidad, el lenguaje, las razones o fundamentos base dependerán del objetivo primordial del autor u orador como del auditorio al que pretenda dirigirse.

2.1 Nacimiento y evolución de la retórica

La retórica antigua surge, en primera instancia, de las necesidades prácticas para solucionar los conflictos de la vida cotidiana. Debe recordarse que en sus inicios, la cultura griega, donde surge y se sistematiza la retórica, era predominantemente oral, la palabra escrita tenía un papel muy reducido al lado de la palabra hablada.

La retórica estuvo unida con frecuencia a sistemas políticos en que las decisiones sobre asuntos políticos o sobre litigios privados las tomaban grupos humanos más o menos amplios, cuya opinión debía decantarse en un sentido o en otro.

La reflexión teórica sobre la retórica surge tiempo después, ante la necesidad de sistematizar y profundizar en los aspectos que, de manera práctica, se empleaban desde hacía mucho tiempo, así como el deseo de perfeccionar la eficacia de la palabra, para valerse de ella en los tribunales y en las decisiones políticas.

En la evolución histórica de la retórica debe hacerse una distinción básica entre la retórica antes y después de Aristóteles. Asimismo, no puede pasarse por alto, al estudiar la retórica, el fenómeno al que dieron origen los sofistas en la Grecia clásica, en virtud de que estos jugaron un papel de primer orden en el desarrollo de la misma y sobre todo, de su actividad se desprende una consideración ética sobre el uso del discurso y los fines del mismo.

Una línea evolutiva de la retórica puede esquematizarse de la siguiente manera:

I. La retórica antes de Aristóteles, representada por Córax de Siracusa, Protágoras de Abdera, Lisias, Isócrates y Platón.

II. Aristóteles y sus comentaristas.

III. La retórica latina, expuesta de modo especial por Marco Tulio, Cicerón y Marco Fabio Quintiliano.

IV. La retórica Medieval, expuesta por San Agustín y San Jerónimo, y asimismo, por las aportaciones bizantinas.

V. La retórica del siglo XVI, surge un nuevo interés por ésta, los ponentes más representativos son: Erasmo de Rottedam y Luis Vives.

VI. La retórica del siglo XVII, representada por los autores de la Compañía de Jesús.

VII. La retórica del siglo XVII, existen retóricas inglesas, como la de David Hume. Francesas, Diderot y Condillac. Italianas, Giambattista Vico. Españolas, Gregorio Mayáns.

VIII. La retórica del siglo XIX. España, José Gómez Hermosilla, La Fundamentación Lógica de la Retórica, La Teoría Retórica.

IX. La retórica en el siglo XX y XXI, donde ha cobrado un impulso inusitado en el campo no sólo de la folología sino también del Derecho.

2.2 La retórica de Aristóteles. Un fundamento teórico para la argumentación persuasiva.

La Retórica de Aristóteles es un “arte”, una tékhne, es decir, un tratado teórico-práctico sobre un objeto concreto, en este caso la palabra persuasiva, el discurso retórico. Es decir, es un conjunto sistemático de conocimientos universales teórico-prácticos que rebasa el nivel de la mera experiencia (empeiría, palabra de la que procede nuestro adjetivo «empírico»).

Es experiencia el constatar que a Sócrates o Calias y otros muchos, enfermos de tal o cual enfermedad, les tocó padecer esto o lo otro. Es “arte”, en cambio, el saber que a Sócrates, a Calias y a otros muchos de la misma constitución física (flemáticos o biliosos, por ejemplo), enfermos de una constitución física genérica reductible a la unidad, cuando les ataca determinada enfermedad, les pasa exactamente esto y no eso otro (Aristóteles, Metafísica 981a).

Las “artes” comienzan en Grecia en el siglo V a.J.C. y son el claro exponente de la confianza generalizada en la razón como generadora de conocimientos teórico-prácticos sobre cualquier realidad del mundo o de la vida.

Todo se puede investigar, sobre cualquier tema se puede primero acopiar los datos, “los hechos evidentes” (phainómena), como los llamaba Aristóteles, seguidamente teorizar sobre ellos, y, por último extraer de esa teoría conclusiones prácticas. No hay más que formular una teoría basada en los hechos y luego subrayar los puntos teóricos relevantes que permitan una inmediata aplicación práctica de ella que resulte correcta y exitosa.

Aristóteles es el más brillante discípulo del gran filósofo Platón, pero es un peculiarísimo filósofo, porque es un platónico empírico. Ahora bien, por extraño que ello pueda sonar, aquí empieza el camino para entender su Retórica, que, en caso contrario, pudiera parecer extremadamente contradictoria consigo misma.

En realidad, Aristóteles compone un Arte Retórica que pudiera haber complacido a su maestro Platón que tan profundamente denostaba la que en sus tiempos se consideraba tal. Así pues, entre la empírica y real retórica práctica de rétores y sofistas y la que pudiera haber aceptado su maestro Platón sitúa Aristóteles su nueva Arte Retórica.

Lo más genial del tratado aristotélico es que su autor con él no niega el pan y la sal a la retórica, sino que la acepta empíricamente y además la platoniza, es decir, la pone al nivel de los universales, de las ideas que se abstraen de las experiencias, y la moraliza.

Creo que así hay que entender este excelente tratado, en el que nuestro filósofo se esforzó en seguir las directrices de su maestro sobre lo que debería ser una retórica ideal, y, al mismo tiempo, no echó en olvido la retórica real tal y como se concebía y practicaba en su tiempo, pues además de ser platónico por su escuela, era empírico en su manera de abordar el estudios de los hechos, de los incontestables hechos (phainómena) que imponen su realidad con infrangible tozudez.

En primer lugar, por tanto, a la hora de redactar su obra tenía delante sus notas o el tratado ya redactado que llevaba por título Colección de Artes Retóricas. Eso ya es muy buena señal de sano proceder empírico.

Este procedimiento –ya lo hemos dicho– es muy aristotélico. A eso llamaba el magistral filósofo acopiar los datos indiscutibles, los “hechos evidentes”, los “fenómenos” (phainómena), sin los cuales no cabe pergeñar ninguna teoría.

A nuestro filósofo, en efecto, le encantaba disponer de colecciones de datos indiscutibles y evidentes para luego teorizar partiendo de ellos. Por ejemplo, las arenas del desierto nos han devuelto, a finales del siglo XIX, una obrita titulada La constitución de los atenienses, que no era sino un fragmento de una colección más amplia de Constituciones de ciudades-estado griegas con la que nuestro filósofo trabajaba. Pues, efectivamente, todos los datos contenidos en sus Constituciones los utilizó en la confección de su obra titulada Política. Así se explica que este tratado suene con frecuencia a trabajo concienzudo y fiable, independientemente de que estemos o no de acuerdo con la doctrina en él expuesta.

Sólo así se entiende, también, que en un amplio pasaje de esta importante obra (1290b-1291b) su autor nos abrume con una clasificación de las varias formas políticas adoptadas en diferentes ciudades-estado griegas por los órganos de sus respectivos cuerpos políticos. Es una clasificación que suena a las archiconocidas clasificaciones de las especies de los animales por la disposición de los órganos de sus cuerpos, del tipo de las que encontramos en su Historia de los animales.

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