Presupuestos de la imputación penal: la teoría de los roles sociales
abogadoancashTesis2 de Enero de 2014
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Qué es la imputación objetiva?
MIGUEL POLAINO-ORTS
I. Presupuestos de la imputación penal: la teoría de los roles sociales
A) El punto de partida: reconocimiento del rol social
Los seres humanos se encuentran en el mundo social en función de portadores de un rol1. En función de ese rol, a cada sujeto le corresponde administrar un determinado segmento de la realidad. Así, por ejemplo, hay sujetos a los que, en función de su posición en el mundo social, les corresponde desempeñar el rol de taxista, de magistrado, de panadero, de bombero, de padre de familia, de conductor de autobuses municipales (o como se dice en la Argentina: colectivos) o de obrero de la construcción. Eso significa que el rol es algo así –digámoslo trivial, pero gráficamente– como la etiqueta colocada en la solapa de cada sujeto, que le identifica socialmente y le indica su posición en el mundo social. Éste, el mundo social, es un ente colectivo gestionado por un grupo limitado, pero numeroso de personas. Pero cada sujeto individual no gestiona el mundo social in toto, en su integridad, sino una parcela muy limitada de la realidad: así, el taxista no responde de que se dicten sentencias injustas, ni el panadero es responsable de que los autobuses municipales funcionen irregularmente y lleguen tarde a sus destinos.
El punto de partida en el mundo social es, pues, el reconocimiento del rol de cada uno: de la posición que cada sujeto ocupa en la realidad. Esto es: saber qué función desempeña cada persona en la vida, o –para decirlo gráficamente– determinar qué etiqueta tiene colocada en la solapa. Y, sobre la base de ese reconocimiento, ya podremos saber a quien hemos de responsabilizar del hecho de que se dicten sentencias injustas o de la eventualidad de que los autobuses municipales funcionen irregularmente. No de lo primero no responsabilizaremos al taxista, sino precisamente al magistrado a quien correspondía administrar ese rol social conforme a las expectativas sociales (esto es, conforme a lo que se esperaba de él como magistrado) y de segundo no haremos responsable al panadero sino al funcionario municipal (delegado del Alcalde, gerente de urbanismo o de transportes) que tenga a su cargo la gestión de esa parcela de la realidad. En resumen: el rol social que cada uno desempeña nos da la medida de su responsabilidad en la gestión de cada parcela social.
B) Contenido del rol: haz de derecho y deberes
Pero cabe preguntarse: ¿Qué se espera (socialmente) del magistrado como magistrado? ¿O qué aguardamos del rol de gerente de transportes o urbanismo en tanto gestor de la línea municipal de autobuses? Pues aguardamos que hagan bien su trabajo. Y ¿qué es hacer bien su trabajo? Muy sencillo: cumplir con las expectativas sociales, o sea, cumplir con lo que socialmente se espera de él: que dicten sentencias justas, que nos den judicialmente la razón cuando la tenemos, que los autobuses (colectivos) sean limpios, seguros, puntuales, etc.
De lo anterior se desprende una idea básica: el rol identifica a cada sujeto en el mundo social, sí, pero también sirve para que los demás ciudadanos sepan a qué atenerse. Eso significa que el rol social no es algo que sólo sirve para el titular del mismo, sino que sirve también para los demás. Porque sabiendo el rol que desempeña, por ejemplo, el magistrado, puedo saber cuando he de reclamarle el incumplimiento de su rol (si, por ejemplo, me perjudica injustamente en una resolución judicial) o cuando se le ha de retribuir correctamente el correcto ejercicio de su función judicial (por ejemplo, aumentando mi confianza en la Administración de Justicia, cuando resuelve en mi favor, asistiéndome el derecho sobre una cosa).
Conforme a este esquema básico de interrelación social, el rol que en sí no es más que una máscara (aspecto formal: esa «etiqueta en la solapa» de que hablábamos antes), se rellena de una lista, de un haz de derechos y de deberes, esto es, se rellena de un contenido (aspecto material), de manera que el rol (la etiqueta, lo formal) sin el contenido es un papel mojado, no es nada, es un mullum social. Veamos algunos ejemplos donde podremos observar que, en efecto, a cada rol social se le atribuye una serie de derechos y de obligaciones:
El ciudadano que desempeñe el rol de taxista dispondrá, por ejemplo, del derecho municipal a cobrar el correspondiente precio por transportar a un viajero de un sitio X a un sitio y –a su vez– tendrá la obligación de pagar las tasas municipales correspondientes al ejercicio de tal labor, etc. Al que ostente el rol de bombero, por ejemplo, se le vinculará la obligación de proceder de la manera más expedita en caso de incendio para procurar extinguir los mismos, rescatar a las personas que se hallen en los inmuebles, etc., y –al propio tiempo– dispondrán del derecho a ver reconocida su labor con la gratificación dineraria y honorífica que prevea la autoridad competente. Al rol de padre se le atribuyen, por su parte, una serie de derechos (el derecho de conceder su propio apellido a su vástago, derecho a disfrutar de su paternidad en las horas pertinentes, derecho a ser titular de la patria potestad, etc.), pero también se vinculan al rol paterno-filial una serie de obligaciones: ante todo, el deber de alimentar al menor de edad y de procurar su cuidado adecuado e integral (alimento, vestimenta, etc.), el deber de protección, etc.
En resumen: Todo rol se compone de manera imprescindible de un aspecto formal (una «etiqueta en la solapa») y de un aspecto material: el haz de derechos y deberes convencionalmente (socialmente) asociados a ese rol. Y esa dual estructura (formal-material) sienta las bases para la comunicación social, para la interrelación de los seres humanos en el mundo social.
C) El rol como delimitador de esferas de competencia
El rol –esa «etiqueta en la solapa»– identifica, por tanto, a cada sujeto en la Sociedad, pero además da la medida para la propia responsabilidad. ¿Por qué es ello así? Pues porque cada rol fija o determina un ámbito o esfera de competencia personal, un ámbito en el que cada sujeto es gestor: se trata de ese segmento de la realidad que cada uno ha de gestionar, de acuerdo a su rol. Si lo hace correctamente, entonces afianza las expectativas sociales; pero si administra incorrectamente ese sector de la Sociedad, entonces ésta se lo demanda, para decirlo parafraseando la conocida fórmula sacramental:
«Si lo hicieres, que Dios te lo premie; y si no, que Dios te lo demande». Con el rol social sucede igual: Su se cumple el rol, la Sociedad te premia con la confianza de los demás; si lo incumples, la Sociedad te lo demanda imputándote un responsabilidad por la gestión incorrecta del segmento social asociado al rol en cuestión.
¿Qué significa todo eso? Pues significa que el rol (aspecto formal) más su contenido de derechos y deberes (aspecto material) definen en la Sociedad determinadas esferas de competencias personal, esto es, ámbitos cuya gestión se concede a quienes ostenten un determinado rol (y, por tanto, a personas a quienes obligan determinados deberes y asisten determinados derechos). Por ejemplo: podríamos decir, de manera genérica, que el Estado de garante de la vida de sus ciudadanos, y -por ello ha de velar por su seguridad, ha de procurar carreteras fiables, semáforos que funcionen correctamente, etc. Pero si un bebé muere por inanición ¿a quién se responsabiliza de esa muerte? ¿al Estado? No, o no necesariamente. ¿Por qué? Pues porque el Estado delega el deber de protección de ese menor a una esfera de competencia ajena, concretamente: a aquellos sujetos en quienes recaiga el rol de padre (o de madre).
El rol de progenitor, el rol de padre o de madre, delimita –por tanto– una esfera de competencia personal: un ámbito que queda definido por la relación paterno-filial, de manera que en aquel en quien recaiga el rol ha de cumplir sus obligaciones (y puede gozar sus derechos) para evitar que su gestión –la gestión de la que él es competente– desemboque en un curso lesivo. Si gestiona el ámbito de la realidad correctamente, o sea, si ejerce con acierto el rol de padre, entonces la Sociedad se lo premia (es un «buen padre de familia»). Pero si lo hace incorrectamente, la sociedad –el Estado– se lo demanda. Y se lo demanda porque ese sujeto, el titular del rol de padre, gestionó defectuosamente su ámbito de competencia, de manera que si no alimenta al bebé y éste muere por inanición, la muerte se ha producido dentro del ámbito de organización (esfera de competencia) del padre y por ello se le ha de reprochar esa administración defectuosa e incorrecta que defrauda (quiebra) las expectativas sociales que de él se esperaban.
Dentro de la esfera de competencia personal de cada sujeto impera, esencialmente, un criterio de libertad, lo que significa lo siguiente: cada sujeto es libre de adecuar su conducta a las expectativas vinculadas a su rol o no; esto es: cada sujeto es libre de cumplir con su rol o no. Pero, en tanto ser social, ha de saber que si administra adecuadamente su rol, la Sociedad se lo premia; pero si lo gestiona defectuosamente, la Sociedad se lo demanda en la medida de su defraudación.
En resumen: el rol define la posición que cada sujeto cumple en el mundo social, y además pinta, delimita, da la medida de su propia esfera de competencia. En función de los deberes y derechos que definan un rol, el titular del mismo será responsable o no de una gestión adecuada al rol o infractora de él, porque en esa esfera el titular del rol viene a obligado a hacer
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