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RECUPERACIÓN CRÍTICA DE LA HISTORIA

aprendiz00722 de Marzo de 2013

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5. RECUPERACIÓN CRÍTICA DE LA HISTORIA

A medida que el trabajo investigativo y la lucha por la

vivienda progresaban en Puerto Tejada, los cuadros externos

vieron desenvolverse ante sus ojos ciertos mecanismos no

previstos de participación popular mediante los cuales el

conocimiento para la acción adquiría una mayor dinámica.

Uno de los más importantes, observado también en El Cerrito,

San Agustín Atenango, el Mezquital y El Regadío, fue la

recuperación crítica de la historia del pueblo:

la versión selectiva de los conflictos de clase del pasado,

producida por la gente de los caseríos y veredas a través de la

memoria colectiva, los recuerdos individuales, la tradición

oral y los documentos y objetos recogidos en viejos baúles de

hogares humildes. , ‘ ,,

La interpretación popular de la historia, resultó crítica en

tanto que destacaba aspectos crúciales de la lucha de clases,

señalando vacíos notorios o silencios culpables en las

versiones de los historiadores oficiales. La historia rescatada

por la gente del común, tan distinta en su enfoque y sentido de

la académica o universitaria, en su preocupación por no

revivir elementos reaccionarios del pasado fue factor esencial

en la búsqueda y construcción del poder popular,

como’también contrapeso político en situaciones de conflicto

y crisis.

En el caso de Puerto Tejada, los resultados fueron rápidos y

evidentes. Al primer intento crítico de recuerdo colectivo en la

asamblea comunal surgió remozado un antiguo ideal de

Libertad proveniente de los heroicos negros cimarrones que

habían colonizado la cercana’región de La Perezosa, en el río

Palo. Era una remembranza reprimida por la, explotación

subsiguiente; cuando los “blancos” establecieron sus

haciendas ganaderas y las expandieron con violencia,

destruyendo los palenques o pueblos libres, tan florecientes en

aquella hermosa comarca.

El sentimiento de libertad, característico de los palenques del,

río Palo, afloró de manera inesperada en el Foro, como un

volcán apagado que de pronto reanuda actividad, cuando

algunos ancianos evocaron la vida de héroes auténticos de la

región, como Crucito (el Robin Hood local), Fidel y José

Ignacio, Mina (Sinecio), Sixto y Ciro Biáfara, y Natanael Díaz,

personajes extraordinarios que lucharon desde comienzos del

presente, siglo con sus escuadras de, negros por la posesión

de las tierras arrebatadas por los hacendados. ¡He aquí unos

“negros verracos” (valientes) que valoraban ser libres! Por

comparación, la situación actual del pueblo resultaba odiosa e

incomprensible. La memoria colectiva y crítica invitaba a la

acción a hacer algo concreto para corregir las injusticias ya

que si, los abuelos habían combatido a los “blancos”, con

relativo, éxito, ¿por qué no ahora? La historia adquiría así

nuevos visos de veracidad y potencia. No sólo podía ser

memorada, sino convertida en catapulta de acción para ganar

una vida colectiva mejor.

El palenque de negros cimarrones se proyectaba hacia el

presente y el futuro como ideal de libertad en el norte del

Cauca, sin caer en la trampa del reaccionarismo del pasado.

Eso no fue todo: como el cacao había sido, el principal

producto de entonces para el comercio y la supervivencia

económica, asumió también, el papel de símbolo de la

tradiciónLibertaria local. De contera, en oposición dialéctica, surgió

con claridad su contra símbolo histórico: la caña de azúcar

como emblema del mal representado en los ingenios invasores

que destruyeron la forma de vida tradicional del pueblo;

Tales elementos crearon condiciones para desarrollar la

lucha cívica y política en el norte del Cauca, pues ésta resultó

comprensible para los campesinos y trabajadores del área. La

gente no tuvo mayor dificultad para identificarse con la lucha:

poseía las mismas raíces culturales e históricas y entendía

plenamente los símbolos.

En El Cerrito, junto con otros ancianos, don Silvestre probó

ser una de las pocas fuentes seguras de datos históricos sobre

esa región de Córdoba. Sus relatos inimitables aclararon

cómo el pueblo se fue enclavando en los bordes de la ciénaga,

con derechos legales al uso de las fértiles vegas y playones en

que sembraba la comida. La ley los amparaba, aunque los

cordobeses ricos tendieron siempre a desconocerla con el

objeto de extender sus ganaderías de manera inmisericorde y

egoísta.

La lucha venía de atrás, desde finales del siglo pasado e

inicios del presente, con destellos de actividad que rozaron

inevitablemente el caserío. Era una historia sepultada hasta

1972 cuando se adelantó un trabajo de investigación

participativa con el movimiento campesino que surgía con

fuerza en la nueva Asociación Nacional de Usuarios Campesinos, ANUC. Vivían todavía, por fortuna, algunos de los héroes

y heroínas que habían defendido los intereses de la clase

trabajadora en la definitiva década de 1920: Juana Julia

Guzmán, entre otros. Estaba vieja, pobre y enferma; pero

había laborado hombro a hombro con Vicente Adamo, obrero

inmigrante. Italiano, organizador desde 1918 de las

Primeras luchas obreras de Montería y sus cercanías.

Juana Julia guardaba las llaves del conocimiento crítico de

esos años, que no había querido compartir con los políticos

liberales o conservadores que la asediaban para que se las

revelara. Cedió apenas cuando constató el resurgir de su

propia clase en el movimiento campesino que la había

inspirado en sus mejores años. Y no sólo empezó a recontar,

ahora sí, la historia real, sino que se incorporó ella misma a

la lucha participando en reuniones y asambleas. Su presencia

era como la de una historia en vivo. En esas especiales

circunstancias su palabra llevó la magia adicional de la

vivencia y el peso de una corajuda batalla que había

derrotado por primera vez a los latifundistas costeños. Puede

decirse, por lo, mismo, que la recuperación de Juana Julia—

como la de otras figuras contemporáneas— se convirtió en

uno de los factores ideológicos que más, estimularon la lucha

por la tierra entre 1970 y 1976 en el departamento de

Córdoba. Fue entonces cuando se protocolizó por fin la

legalidad de la posesión de los playones de El Cerrito, por

presión campesina ejercida sobre el Instituto Colombiano de

la Reforma Agraria, INCORA.

Otra de las ventajas alcanzadas con la resurrección de Juana

Julia Guzman residía en que ella abrió también el baúl donde

guardaba los recuerdos materiales de sus combates del

pasado. De allí Salieron a la luz, a pesar del gorgojo y la

humedad, las primeras muestras de un verdadero museo

popular: bandas de seda con los “tres ochos” (reivindicación

socialista del período), retratos de Adamo, de la Casa Obrera

de Montería, del primer hospital de la ciudad, de los nacientes

sindicatos Elementos indispensables —llamados en nuestra

técnica “datosColumnas para entender los eventos ocurridos, los

antecedentes de la lucha actual retomada por los nietos de

aquellos que figuraban en los viejos documentos

amarillentos y en las borrosas fotografías de la época

desenterradas de los cofres familiares.

Juana Julia lo mencionó, y don Silvestre lo con-firmó en El

Cerrito: que a las primeras invasiones de tierra organizadas

por Adamo en Córdoba, éste las había bautizado como

“bahiartes”. Las tomas realizadas en 1972 se inspiraron en

aquel hecho y los labriegos suplantaron el término formal

del movimiento ANUC (“cooperativas de autogestión”) por

el de “baluarte”, que les traía el recuerdo de las contiendas

anteriores. Y se ligaron con la historia recuperada y

sistematizada cuando en asambleas campesinas se decidió

bautizar una de las fincas ocupadas con el nombre de

“Baluarte de Juana Julia.”

Este desarrollo investigativo sistemático y vívido en

colaboración con la gente del norte de Colombia, con sus

datos-columnas, su rescate de figuras y héroes populares,

proyecciones ideológicas, imputaciones y personificaciones,

corría por fuera de los canales académicos, ‘qUe ignoraban

totalmente la existencia de Vicente Adámo y de las

organizaciones obreras socialistas del decenio de l920 Era

un corrector popular de la historia oficial Como tal, la

completaba e ilustraba de manera critica colocándola al

servicio de la causa de la gente humilde, consiguiendo

además que esta se dotara de una identidad respetable y

afirmara un yo colectivo mediante el reconocimiento de la

tradición y de su propia historia Se cumplía así en la Costa

el diseño inspirador de la IAP

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