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Sistema Nacional De Innovacion

angelelizondo11 de Agosto de 2014

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1. Cambio en el papel de la tecnología en el desarrollo

Durante el período de industrialización por sustitución de importaciones, la tecnología era una mercancía que se compraba a quienes la habían desarrollado y utilizado por muchos años y la política tecnológica adecuada era una política de regulación del comercio de tecnología. Esto era sin duda así para el mundo de la producción, aunque desde el mundo especializado de la ciencia y la tecnología costara mucho aceptarlo. En la práctica, todo el conocimiento necesario para operar tecnologías maduras y optimizadas se obtenía afuera. En estas circunstancias no había razón para que se generaran demandas hacia la capacidad tecnológica local. La adquisición de los diversos componentes -diseño de planta, ingeniería del producto, entrenamiento, licencias, "know-how", manuales de operación, asistencia técnica, mejoras, etc.- era objeto de contratación con los proveedores de origen.

Esta actitud estrictamente comercial y pasiva hacia la tecnología se veía fuertemente reforzada por el carácter exógeno de los determinantes de la rentabilidad en ese particular modelo de industrialización. El nivel de ganancias de una empresa no estaba asociado a su competitividad, su productividad o la calidad de sus productos; dadas las condiciones de protección y subsidios, las decisiones arancelarias, fiscales, etc. tenían un impacto decisivo sobre el desempeño económico de la empresa. Este contexto regulatorio fue aptamente denominado "instrumental de políticas tecnológicas implícitas" en el proyecto STPI desarrollado en los años setenta[1] .

Esto significa que la tan lamentada falta de "puente" entre la capacidad local de generación de ciencia y tecnología era consustancial con el modelo de industrialización adoptado; no había en el aparato productivo ni necesidad de formular demandas hacia la tecnología local, ni capacidad para asimilar la posible oferta de innovaciones provenientes de ésta[2].

Las nuevas circunstancias inducen a cambiar radicalmente esta situación. Hoy la tecnología deja de ser una variable más a tomar en cuenta y se incorpora como herramienta estratégica fundamental, tanto a nivel de cada empresa como a nivel del país en su conjunto. Esto se debe a dos razones básicas, una de carácter temporal y la otra de carácter permanente. La primera es el hecho de estar atravesando un período de transición tecnológica; la segunda el hecho de que el patrón tecnológico emergente es intensivo en tecnología.

En lo inmediato, el objetivo de pasar del mundo cerrado de la industrialización protegida al mundo abierto de la competitividad internacional conlleva una profunda reestructuración del aparato productivo. La tecnología es el instrumento más efectivo para realizar con éxito esa transformación. En las transiciones está disponible un conjunto de tecnologías genéricas -tanto de equipamiento como gerenciales y organizativas- con las cuales modernizar, racionalizar y revitalizar el parque productivo instalado. Es esa disponibilidad relativa lo que abre en cada período de transición una ventana de oportunidad para dar un salto en el desarrollo[3].

En esta ocasión, sin embargo, la tecnología está llamada a mantener su papel de herramienta estratégica fundamental aún después de la transición. La tecnología ocupa un lugar central en el nuevo modelo gerencial. La competencia es cada vez más global y más basada en ventajas dinámicas asociadas al dominio tecnológico. Gracias a las tecnologías computarizadas se han facilitado y acelerado los procesos de innovación lo cual se refleja en la naturaleza cambiante de los mercados y en su creciente segmentación. La gerencia moderna busca adaptarse a esas condiciones dinámicas a través de un equipamiento cada vez menos rígido pero sobre todo con base en una organización flexible orientada al dominio creciente de la tecnología y apoyada en un personal cada vez más calificado y capaz de empeñarse en la mejora continua de productos y procesos.

No es por capricho o por moda que la palabra "competitividad" es la que se utiliza ahora donde antes se habría dicho "productividad". Ser eficiente en el uso de los recursos es sólo un aspecto de la competitividad. Además de tener alta productividad y poder compartir en precios, la empresa moderna compite en términos de capacidad para adaptarse a los requerimientos de diversos usuarios, para brindar múltiples servicios asociados a los productos, para cumplir con exigentes plazos de entrega y para alcanzar altísimos niveles de calidad .

En esas nuevas condiciones el dominio tecnológico local, dentro de la empresa y en su entorno cercano, es absolutamente vital. Por ello cobra gran importancia el conjunto de recursos humanos e institucionales desarrollado en cada país latinoamericano dentro del tradicional Sistema Científico-Tecnológico Nacional. Después de haber crecido en aislamiento relativo, éste representa hoy un reservorio invalorable de apoyo para la transformación del aparato productivo en lo inmediato y para su sobrevivencia y crecimiento en el mediano plazo. Volcar toda esa capacidad hacia la tarea de la modernización es el sentido que debería tener en nuestra opinión la política tecnológica en la actualidad. Pero esto requiere encontrar un lenguaje común y una forma conjunta de actuar entre dos mundos hasta ahora separados: el mundo de la empresa y el mundo de la ciencia y la tecnología.

NOTAS:

[1] SAGASTI et al. 1979 (back to text)

[2] En otros trabajos hemos desarrollado la hipótesis según la cual para el momento en que la sustitución de importaciones se constituye como estrategia de desarrollo, no había alternativas. El acceso a las tecnologías en pleno despliegue estaba vedado. Ni la autonomía tecnológica, propugnada por algunos como alternativa entonces, ni la apertura de fronteras y mercados, presentada hoy por otros como lo que siempre debió haber sido, eran opciones realistas. Las oportunidades de desarrollo son un blanco móvil y las estrategias para aprovecharlas tienen que ser igualmente cambiantes (PEREZ 1989 y 1992) (back to text)

[3] PEREZ 1986 y 1992 Aunque el término competitividad (PORTER 1995) tiende a imponerse, se ha propuesto tambien la ampliación del término "productividad" hasta incluir la calidad, el servicio al cliente, etc. (KUROSAWA 1982) (back to text)

2. Cambio en la concepción de la tecnología.

Los científicos y tecnólogos de América Latina, al igual que los teóricos y los agentes de la política tecnológica, siempre le dieron importancia al dominio de la tecnología y siempre le asignaron un papel central en la competitividad. El cambio que ocurre ahora es que, por razones que tienen que ver con la transformación tecnológica mundial, se dan las condiciones para que eso sea reconocido por todos a nivel social global y, en especial, por las esferas directamente ligadas a la producción.

Pero ese reconocimiento no se traduce fácilmente en acciones prácticas de enlace y colaboración. La construcción no de uno sino de mil puentes entre capacidad tecnológica y capacidad productiva requiere modificaciones profundas en las actitudes y las formas de interrelacionarse de los actores en uno y otro mundo. Los muros de desconfianza mutua, construidos durante décadas de funcionamiento con un patrón de industrialización que no exigía la interacción universidad-industria, requieren tiempo y esfuerzo para ser desmontados. Parte sustancial del esfuerzo requerido es establecer y acordar las bases conceptuales para el cambio de actitud.

El punto de partida es el reconocimiento pleno y activo del papel estratégico de la tecnología en la competitividad. El complemento es la extensión del ámbito de lo que se entenderá por tecnología como herramienta en la competencia, así como la ampliación de los actores que llevan a cabo actividades tecnológicas y la multiplicación de los escenarios para ello.

Ampliación del ámbito de la innovación tecnológica

Dada la nueva importancia que adquieren los aspectos organizativos para la competitividad, ya no basta con enfocar los esfuerzos de innovación hacia productos y procesos. La tecnología organizativa y la forma de relacionarse con el mercado, han de ser igualmente objeto de actividades innovativas. La práctica internacional ha demostrado que poseer la más moderna tecnología de producto no basta para dominar el mercado. Un ejemplo palpable es el caso de la pérdida de competitividad de Estados Unidos frente a Japón. Durante varios años, el desarrollo y adopción de un modelo organizativo claramente superior al tradicional le dio ventaja a las empresas japonesas aún en casos donde las norteamericanas seguían siendo pioneras en tecnología[4] . El esfuerzo por rescatar esos espacios perdidos se ha centrado precisamente en la adaptación de esas nuevas prácticas gerenciales[5].

Tampoco basta con el desarrollo de productos o procesos nuevos. El cambio incremental adquiere gran peso en la captación, conservación y ampliación de mercados. La mejora continua de los productos y procesos existentes, la superación de los cuellos de botella, la reducción del desperdicio, la solución de los problemas que originan fallas recurrentes en la producción, la eliminación de los defectos en los productos, la incorporación de mejoras y modificaciones para cumplir con requerimientos de los clientes, constituyen las metas cotidianas de una empresa competitiva. La experiencia ha mostrado que

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