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Sistemas Educativos

efla28 de Enero de 2013

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POLITICAS EDUCATIVAS INTERNACIONALES

Profr. Aturo Pérez López

Alumno: Profr.Agustín Antemio Sánchez Armenta

SISTEMAS EDUCATIVOS, CULTURAS ESCOLARES Y REFORMAS: CONTINUIDADES Y CAMBIOS

CAPITULO TERCERO

LOS SISTEMAS EDUCATIVOS EN SENTIDO ESTRICTO

(ESTRUCTURA, PROCESOS, TENDENCIAS)

Antonio Viñao autor de este escrito dice:

Para esclarecer la interacción entre Estado, o poderes públicos, y sistema educativo analizare, con algunas referencias comparativas a otros países, el caso español.

Uno de los rasgos característicos de la educación en la España de finales del siglo XVIII y primeros del siglo XIX es la inexistencia de un sistema educativo tal y como este se configuraría a mediados del siglo XIX y ha perdurado, con diversos cambios hasta nuestros días.

Ello no extraña si se tienen en cuenta que, la creación de dichos sistemas educativos es un proceso que con mayor o menor fuerza y con una u otras características, se inicia en unos pocos países justamente en dichos años, consolidándose a distintos ritmos y modos a lo largo del siglo XIX.

Durante el Antiguo Régimen no existieron condiciones para la creación de un sistema educativo, había un conjunto de instituciones educativas de niveles muy desiguales e incomunicados dada la fuerte división estamental de la sociedad.

El campo de la educación era gestionado en amplia medida por la Iglesia, pero también por la caridad privada y las autoridades locales.

Los sistemas educativos nacionales surgen en Europa a principios del siglo XIX a raíz de la Revolución Francesa. En España, la Constitución de 1812 incorpora la idea de la educación como un entramado en cuya organización, financiación y control debe intervenir el Estado, con lo que se sientan las bases para el establecimiento del sistema educativo español. Sin embargo, su concreción definitiva culmina con la aprobación, en 1857, de la llamada Ley Moyano.

Uno de los rasgos característicos del proceso de formación de los sistemas nacionales de educación es, la configuración de una red de establecimientos docentes con arreglo a criterios en partes uniformes, pero a la vez diferenciada y jerarquizada internamente por sus planes de estudio y destinatarios, con la pretensión de alcanzar, encuadrar y clasificar al menos a toda la población infantil y adolescente.

La estructura articulada de niveles educativos, ciclos y etapas en la que se inserta dicha red, con sus requisitos de entrada en cada uno de ellos y grados o títulos finales, constituye el sistema educativo en un sentido estricto, también llamado en ocasiones sistema escolar.

Así, en la España de finales del siglo XVIII y primeras décadas del XIX, existieron un conjunto de establecimientos que ofrecían una amplia diversidad de estatutos, bases financieras y organización y en muchos casos, de reformas aisladas e independientes entre sí.

La sistematización inicial del nuevo sistema educativo se articularía en España –al igual que en otros países− en torno a una estructura muy simple, pero dual, con una segmentación asimismo muy definida como son:

• El sistema dual, o sea, la configuración de las enseñanzas primaria y secundaria como dos mundos independientes, sin conexión, para destinatarios diferentes, y la bifurcación a los 9 o 10 años entre una y otra.

• La creación paralela en la enseñanza secundaria, junto al bachillerato clásico o tradicional, más académico, de modalidades llamadas modernas, profesionales o técnicas, en las que estaban ausentes las lenguas clásicas y en las que se ponía el acento en las materias científicas y aplicadas al mundo de la industria, el comercio o la agricultura, o, más tardíamente, de una formación profesional posterior a la educación primaria.

• La configuración, en el tramo de edad que va desde los 10 a los 13 años, de una enseñanza primaria superior, con una doble orientación preprofesional o preparatoria para el bachillerato (allí donde se permitía la incorporación posterior al mismo, tras un examen previo, en alguno de los cursos iniciales), junto con el bachillerato clásico, algún bachillerato técnico, e incluso, tal y como sucedía en la España de los años 60 del siglo XX, con una formación profesional inicial o aprendizaje.

Esta estructura inicial se diversificaría con el tiempo. En su base integraría, como un nivel independiente, las escuelas de párvulos.

La enseñanza secundaria, una creación de los nuevos sistemas emergentes, se formaría a su vez a partir de la integración en un solo nivel de establecimientos en principio dispares.

Asimismo, en los años finales del siglo XIX y primeros del XX, se articularía en algunos países una enseñanza primaria superior con una cierta orientación profesional o preprofesional, o sea, con un sentido o finalidad distintos de la primaria en general y de la secundaria.

Con ello se pasaría de un sistema dual a otro triádico formado por una educación secundaria de elite o clásica, una educación secundaria moderna o técnica sin latín, que pretendía asemejarse cada vez más a la anterior, y una educación primaria superior desde la que en ocasiones (como se pretendió establecer en España en 1930 y se acordaría en 1966), podría accederse, tras su finalización y a veces un examen previo, al tercer curso del bachillerato.

Sería, por otra parte, en el siglo XX cuando la enseñanza técnica superior –que había nacido en principio fuera del sistema− se integrara en la universidad o adquiriera rango y formas organizativas universitarias, y cuando la formación profesional y técnica no universitaria se integrara asimismo, siquiera de modo incompleto –con la excepción las Escuelas de Artes y Oficios creadas a principios del siglo XIX− en los sistemas educativos configurados en el siglo anterior, como un nivel o segmento paralelo a los últimos cursos de la primaria y a los primeros de la secundaria.

Por último, el sistema se completaría con la aparición, a mediados del siglo XIX, de las escuelas de adultos cuyos destinatarios iniciales, al menos en España, serían los adolescentes y jóvenes que no habían acudido a la escuela o que lo habían hecho durante escaso tiempo.

Dentro de estos cambios estructurales se da también el proceso de inclusión, como han señalado Schriewer y Harney (1992, p. 297), constituye “el indicador más obvio de la transición histórica desde la estratificación a la diferenciación funcional”, tanto en el conjunto de la sociedad como en los sistemas educativos.

Dicho proceso es una modalidad más de la igualdad formal de acceso de todas las personas y clases sociales a todos los subsistemas sociales como votantes, pacientes, litigantes, estudiantes, etc..

Es, pues, la versión educativa del Estado del bienestar. Una versión que supone el crecimiento cuantitativo y la expansión del sistema educativo en todos sus elementos –más alumnos, más establecimientos docentes, más profesores, más medios materiales y financieros−, pero también otros procesos de diferenciación interna, de segmentación y de devaluación académica y social de aquellos grados o títulos que se generalizan.

El proceso de inclusión en la enseñanza secundaria, iniciado en las últimas décadas del siglo XIX y primeras del XX en los países europeos más avanzados, fue el origen de un debate en el que surgirían dos nuevos conceptos: el de “lastre” y el de “proletariado académico” (Albisetti, 1992, pp. 271-274). El “lastre” lo constituían aquellos alumnos, se decía, que seguían sin provecho, y creando dificultades para la buena marcha de la clase, una instrucción o enseñanza para la que no eran aptos. La expresión “proletariado académico” se utilizaba para referirse al exceso de graduados en el bachillerato tradicional o en la universidad que no hallaba un acomodo profesional adecuado a su titulación, y que constituía una posible fuente de protestas sociales.

Ambas expresiones sintetizaban y apoyaban los argumentos de quienes querían preservar la educación secundaria tradicional como una vía minoritaria de acceso a la universidad.

Los procesos de segmentación horizontal y vertical de los sistemas educativos guardan una estrecha relación con los de sistematización, inclusión y exclusión.

La segmentación horizontal (que es aquella a la que generalmente se alude cuando se utiliza este término) se produce cuando se configuran en paralelo, en relación con la población escolar de una misma edad, dos o más ramas o modalidades de enseñanza.

La segmentación vertical del sistema implica su división en compartimentos estancos y sucesivos que van, según su amplitud temporal, desde los niveles educativos hasta los cursos o grados, pasando por las etapas o ciclos. Una división a veces acompañada de exámenes de entrada o salida y, en el caso de los niveles educativos, de titulaciones diferentes.

La configuración de los niveles educativos es, pues, una forma más de ese proceso de creación de identidades y fronteras, límites, inclusiones y exclusiones (por disciplinas, por categorías, por ciclos o grados, por calificaciones) intrínseco a todo sistema educativo.

Una modalidad íntimamente ligada a la fragmentación del currículum en unidades didácticas independientes y a la génesis y difusión de la enseñanza simultánea a grupos pretendidamente homogéneos y de los exámenes de promoción de curso, es decir, a lo que en el ámbito de la educación primaria

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