TEOLOGÍA FUNDAMENTAL
lau2696Tesis12 de Agosto de 2012
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MAGISTERIO
TEOLOGÍA FUNDAMENTAL
La palabra magisterium en latín clásico significaba el papel y autoridad de alguien que era "maestro" en cada una de las diversas aplicaciones del término: se podía ser "maestro" de un barco, de siervos, de un arte u oficio, así como "maestro de escuela". Sin embargo, hacia la Edad Media, magisterium pasó a significar el papel y autoridad del profesor. El símbolo tradicional de la autoridad magisterial era la silla; así santo Tomás podía hablar de dos tipos de magisterium: el de la silla pastoral del obispo y el de la silla profesoral del teólogo de universidad.
En el uso católico moderno, el término magisterium ha llegado a asociarse case exclusivamente al papel y autoridad magisteriales de la jerarquía. Un desarrollo aún más reciente es que el término "el magisterio" es a menudo utilizado para referirse no al oficio de enseñar como tal, sino al conjunto de hombres que tienen este oficio en la Iglesia católica, a saber: el papa y los obispos. En los documentos del concilio Vaticano II se encuentra el término usado en ambos sentidos. El concilio también describió varias veces el magisterio del papa y de los obispos como "auténtico", y declaró que "el oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios ha sido encomendado únicamente al magisterio de la Iglesia" (DV 10). Es importante comprender que el término "auténtico", tal como es utilizado aquí, no significa "genuino" o "verdadero", sino más bien "autorizado", y específicamente "dotado de autoridad pastoral o jerárquica". El concilio no pretendía negar que los teólogos y exegetas puedan interpretar la palabra de Dios con la autoridad que su erudición les confiere: Lo que afirma es que solamente los pastores de la Iglesia han heredado el mandato que Cristo dio a los apóstoles de enseñar en su nombre con tal autoridad que aquel que les oye, oye a Cristo, y aquel que les rechaza rechaza a Cristo y a aquel que le envió (ef Lc 10,16).
1. FUNDAMENTO DE LA AUTORIDAD MAGISTERIAL DE LOS OBISPOS. La creencia católica de que los obispos han heredado el mandato de enseñar que Cristo concedió a sus apóstoles se expresa en las siguientes afirmaciones del Vaticano II: "Los obispos han sucedido, por institución divina, a los apóstoles como pastores de la Iglesia" (LG 20); "El cuerpo episcopal sucede al colegio de los apóstoles en el magisterio y en el régimen pastoral" (LG 22); "Los obispos en cuanto sucesores de los apóstoles, reciben del Señor la misión de enseñar a todas las gentes y de predicar el evangelio a toda criatura" (LG 24).
Estos asertos, obviamente, necesitan ser justificados por la evidencia sacada del NT y los documentos de la Iglesia primitiva. El espacio de este artículo nos permite sólo una breve indicación de cómo podría hacerse esto. Deberían desarrollarse los siguientes puntos: a) los apóstoles recibieron de Cristo el mandato de enseñar en su nombre; b) ellos compartieron este mandato con otros a los que asociaron al ministerio. pastoral; c) el principio de sucesión de este mandato es ya operativo durante el período de la redacción del NT; d) la Iglesia de los. siglos II y ni reconocía a sus obispos como los legítimos sucesores de los apóstoles en la autoridad magisterial.
Puesto que Cristo no dejó nada escrito, la fe cristiana depende completamente del testimonio de sus discípulos, y especialmente del testimonio de los doce hombres a los que Cristo había elegido personalmente "para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar" (Mc 3,14). Ser cristiano significa ser alguien que "crea en Cristo a través de su palabra" (cf Jn 17,20), porque, fuera del testimonio de los apóstoles, no conoceríamos nadó de lo que Cristo dijo o hizo. Los evangelios nos dicen que estos hombres fueron enviados por Cristo resucitado con el mandato: "Predicad el evangelio. a toda criatura" (Mc 16,15); "haced discípulos míos en todos los pueblos... enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19s). Al cumplir este mandato, los apóstoles estarían autorizados para hablar en el nombre de Cristo, con la consecuencia de que "el que os recibe a vosotros me recibe a mí, y quien me recibe a mí recibe a quien me ha enviado" (Mt 10,40).
El ejemplo más claro de cómo un apóstol compartía con sus colaboradores este mandato de enseñar se halla en las cartas pastorales, donde a Timoteo y Tito se les recuerda repetidamente su misión de maestros. A Timoteo se le dice: "Estas cosas has de recomendar y mandar" (1Tim 4,11). "Mientras llego, aplícate a la lectura, a la exhortación, a la enseñanza" (1 Tim 4,13). "Cuida de ti mismo y de lo que enseñas" (1Tim 4,16). "Exhorta con toda paciencia y con preparación doctrinal" (2Tim 4,2). I! a Tito, igualmente: "Tú, en cambio, predica lo que está conforme con la sana doctrina" (Tit 2,1).
El principio de sucesión en el mandato de enseñar es también evidente en las cartas pastorales; por ejemplo, en 2Tim 4,1-8, dondeestá claro que Timoteo debe proseguir este ministerio después de la muerte de Pablo. Es también evidente en las instrucciones dadas a Timoteo sobre la elección de los hombres para el papel de episkopos que sean "capaces de enseñar" (1Tim 3,2). Se le dice: "Y las cosas que me oíste a mí ante muchos testigos, confíalas a hombres leales, capaces de enseñárselas a otros" (2Tim 2,2). A Tito se le instruye igualmente de que entre los requisitos de un hombre para ser elegido como presbítero está el de que sea "guardador fiel de la doctrina que se le enseñó, para que sea capaz de animar a otros y de refutar a los que contradicen" (Tit 1,9). Ideas parecidas se hallan en Hechos, donde el discurso de Pablo a los presbíteros de la Iglesia de Éfeso mira al tiempo que seguirá a la muerte de Pablo, cuando "se introducirán entre vosotros lobos crueles". Entonces el papel de aquellos "a los que el Espíritu Santo ha constituido como episkopoi"será estar alerta para salvaguardar la fe del rebaño de la corrupción por obra de hombres que "enseñarán doctrinas perversas" (He 20,28-31). Aquí encontramos de nuevo el principio de sucesión en el mandato apostólico de enseñar ya operativo en la época del NT.
Es cierto que en el NT no encontramos la situación en la que el mandato de enseñar es detentado por un obispo en cada Iglesia local. La evolución desde la primitiva forma colegial de autoridad de la Iglesia local al episcopado histórico tuvo lugar durante el siglo II, con una rapidez que varía según las diferentes regiones. Muchas cosas de esta época permanecen oscuras; lo que realmente sabemos, sin embargo, es que hacia finales del siglo ii cada Iglesia era guiada por un solo obispo, asistido por presbíteros y diáconos, y que los obispos eran reconocidos como los legítimos sucesores de los apóstoles. La Iglesia cristiana aceptó a los obispos como los testigos autorizados de la tradición apostólica, con autoridad para formular el credo con el que la comunidad era congregada para profesar su fe. En otras palabras, la Iglesia entera reconocía la enseñanza de los obispos como normativa para su fe.
Ahora bien, es ciertamente un artículo básico de la fe cristiana que el Espíritu Santo mantiene a la Iglesia en la fe verdadera. Esto es una consecuencia de la definitiva victoria de Cristo y de su promesa de que el Espíritu de la verdad guiaría su Iglesia a la verdad completa (cf Jn 16,13). La Iglesia, que se mantiene por mediación divina en la verdadera fe, difícilmente podía haberse equivocado cuando determinó las normas de su fe. Si, pues, nuestra confianza en que el Espíritu Santo debe haber guiado a la Iglesia de los siglos ii y iii en su discernimiento de los escritos que iban a ser normativos para su fe justifica nuestra aceptación del NT como Escritura inspirada, tenemos la misma razón para confiar en que el Espíritu Santo debe haber guiado a la misma Iglesia de los siglos ii y iiI en el universal reconocimiento de sus obispos como los maestros autorizados cuyas decisiones sobre asuntos de doctrina serían normativas para su fe.
2. EL MAGISTERIO Y LA PALABRA DE Dios. La relación entre el magisterio y la palabra de Dios tal como se halla en la Escritura y la tradición viene explicada en el siguiente pasaje de la DV 10:
"El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado únicamente al magisterio de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo. Pero el magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo lo escucha devotamente, lo custodia celosamente; lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído".
Prácticamente, cada una de estas frases merece algún comentario. La autoridad del magisterio no es una autoridad por encima de la palabra de Dios, sino sobre sus interpretaciones humanas. Es una autoridad dentro de la comunidad de fe, que sirve a la unidad de la Iglesia en la profesión de la fe verdadera. La expresión "lo que ha sido transmitido" se refiere a todo el "depósito sagrado de la palabra de Dios, confiado a la Iglesia". Es extremadamente significativo que el concilio diga que es a la Iglesia (y no precisamente al magisterio) a la que se le ha confiado todo el depósito
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