TEORIA DE EDUCACION
dcarolinabernal20 de Septiembre de 2013
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TEORÍA DE EDUCACIÒN
La educación se define como el proceso mediante el cual se transmiten conocimientos, valores, costumbres y formas de actuar. Es un proceso de vinculación y concienciación cultural, moral y conductual. Si bien hay tres tipos de educación, -educación formal, educación no formal y educación informal- sólo me centraré en la primera para ofrecer mi postura acerca del sistema educativo que nos compete. La educación formal es aquella referente a los ámbitos escolares; es una educación estructurada y planificada, y, en la mayoría de los casos, tiene carácter obligatorio.
Bajo la Ley Orgánica de Educación (LOE), el actual sistema educativo mantiene, a grandes rasgos, unos objetivos comunes en todos los niveles de enseñanza:
“Desarrollar el espíritu emprendedor y la confianza en sí mismo, la participación, el sentido crítico, la iniciativa personal y la capacidad para aprender a aprender, planificar, tomar decisiones y asumir responsabilidades.”; “Conocer, valorar y respetar los aspectos básicos de la cultura y la historia propias y de los demás, así como el patrimonio artístico y cultural.”; “Consolidar una madurez personal y social que les permita actuar de forma responsable y autónoma y desarrollar su espíritu crítico. Prever y resolver pacíficamente los conflictos personales, familiares y sociales.”
La teoría se muestra lustrosa para aquellos a los que solo les interesa una buena presentación, empero la praxis dista mucho de concordar con lo pretendido: formar personas críticas y autosuficientes. Es durante la educación cuando la forma de pensar de un individuo se consolida, y si analizamos con detenimiento el sistema en el que se desenvuelve y relaciona, concluimos que las fallas de nuestra educación son condicionantes notorios en la formación de la persona. Lucen nuestros políticos unos semblantes risueños al jactarse de una educación pública y de calidad creada posteriormente a los años dictatoriales que asolaron, culturalmente, el país. Lo que nos cuentan es que no debemos desperdiciar una oportunidad así, y quien lo haga será carne de cañón, el blanco perfecto para enésimas críticas, para con el fracaso. Tras estas sentencias populares se encuentra una educación diezmada por la incompetencia de dirigentes harto egoístas.
La educación formal pretende uniformar a los alumnos proporcionando información que, mecánicamente, han de repetir una y otra vez, aceptando exclusivamente la validez de lo que reciben, para que, ulteriormente, escriban todo lo que tienen que memorizar, que no comprender. Esto se explica, simplemente, mencionando que al Gobierno le hace falta datos cuantificables que enseñar, colocándose como un siervo de la burocracia en detrimento de un conocimiento duradero. A pesar de los claros objetivos que mantienen todas las leyes educativas, ésta no pone en práctica eso de “fomentar la capacidad crítica”, es más, soterrada la motivación para que germine el supuesto espíritu crítico, lo que sale a relucir en el comportamiento de una persona obligada a estar seis horas sentada en una silla es distracción y desidia. No se fomenta la capacidad de debate, puesto que su cometido es meramente contemplativo; no se estimula la expresión escrita, tampoco la hablada. Los estudiantes no aprenden disfrutando, les aterra y les disgusta el saber por el saber, y que no se encuentren con alguien que sí lo hace: esa persona será la excéntrica, la peculiar; mas no es culpa de los alumnos. Tenemos una educación “industrializada”,
esto es, al servicio de la industria. Mantiene numerosos rasgos con ésta, como, por ejemplo, que tiene un carácter estandarizado, regulado y planificado, mermando así la creatividad; pero el más característico es el de aglutinar en una misma sala a personas de la misma edad, sin sopesar antes los conocimientos o
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