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T.P De Psicologia Social

majadi0925 de Junio de 2014

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Coordinación de Grupos

“...¿cómo es posible que pueda ejercer dominación y establecer vínculos de dependencia un coordinador que se asume como democrático y no directivo?.... ¿cómo es posible que un coordinador que intenta ser democrático pueda ejercer exclusiones al margen de su intención de incluir a todos o ser cómplice de las dominaciones o exclusiones de otros integrantes del grupo?”.

¿Puede operar la vieja lógica del fin justifica los medios, aún a niveles inconscientes? Quiero decir, creo tener "la/s respuesta/s" para un grupo, y actúo, antes que valorar los principios de la Psicología Social. Esto surge de la observación del trabajo de alguna Psicóloga con jóvenes en el espacio estudiantil. ...y me he cuestionado, pues al interpelarla, surge su buena intención, lo beneficioso que es para los chicos, etc. etc.; en fin siempre justificando su intervención conductista y poco democrática, sin lograr convencerla que actuaba en forma directiva. O en ocasiones, con una actitud laissez faire, o sea, cubriendo el tiempo técnico sin objetivo, fines, caminos o metas. -Sí, puede operar en nosotros una lógica contradictoria con la lógica de la Psicología Social. A nivel inconsciente, preconsciente o consciente. Es decir, sin darnos cuenta del todo y sin posibilidad de evocarlo, dándonos cuenta después de haberlo hecho, al traerlo a la conciencia y evaluarlo o dándonos cuenta en el momento de hacerlo. Yo puedo, por ejemplo, ejercer un poder sádico sobre el grupo con el que estoy trabajando, pero esto es algo que evalúa alguien que me ve trabajar: si me preguntan a mí, digo que no, que lo estoy haciendo a nivel yoico, racionalmente y que lo que hago está bien: trato de acordarme cómo lo hice y no me doy cuenta de haberlo hecho de manera superyoica y autoritaria, es una actuación de alguna escena de mi inconsciente que me es invisible. Otra cosa es que en el momento me pareció bien, pero después, al recordarlo solo o al supervisarlo con otro, me doy cuenta de cosas que no percibí en el momento y ahora percibo: es algo del nivel preconsciente, algo que me es posible traer a la conciencia y evaluarlo.

O puedo hacerlo conscientemente, porque estoy enojado y no controlo mi enojo, me doy cuenta de que lo que estoy haciendo está mal, desde una evaluación psicosocial y lo hago igual.

La actuación de escenas inconscientes o preconscientes en el ejercicio del rol coordinador es objeto de elaboración en el ámbito de la supervisión: el que trabaja conmigo, supervisor contratado o colega con el que hago trueque de supervisión recíproca, tratará de hacerme acordar de la situación en la que operé, de ampliar los datos para poder analizarla mejor, de recordar los sentimientos que estaba sintiendo en ese momento o los que siento ahora al recordar la situación. Y en esos recuerdos es posible que afloren sentimientos y actitudes, y detrás de ellas imágenes y escenas del pasado que puedo recordar, que en ese momento no registré y tal vez me llevaron a “actuar”, en el sentido psicoanalítico de “acting”, un proceso en el que determinados sentimientos no son registrados, no son convertidos en palabra interior que me permita hacerme dueño de ellos y darles alguna salida motora, en ese momento o, apelando a una técnica de postergación, en un momento posterior con otra persona a la que le cuente lo que sentí y lo que tuve ganas de hacer y tal vez consideré prudente no hacer, para ajustarme al encuadre de trabajo contratado. Y respecto a lo que hice conscientemente, para joder a otro, el espacio de supervisión puede ser un espacio de reflexión acerca de la ética psicosocial a la que adhiero, para pensar si avalo lo que hice o preferiría no volver a hacerlo, una frase que heredo de Pichon, “qué interesante”… Dicen, me contó gente que supervisó con él, que ante cualquier locura que le contara un coordinador que había hecho, Pichon reaccionaba con interés, nunca con reproche o despectivamente: “qué interesante, ¿cómo se te ocurrió?, ¿qué querías conseguir?, ¿qué resultados produjo”. Tal vez nunca había oído una cosa así y le interesaba sinceramente saber cómo podía esa manera de operar ser útil en alguna situación… Interés, verdadero interés por lo que el otro ve, siente, piensa, hace… Tal vez es lo que lo hacía el maestro: su persistente sospecha de que el interlocutor le podía revelar algo que no sabía, la curiosidad implacable de Sócrates, que andaba por las calles de Atenas preguntando, haciendo preguntas a un obrero del cuero, a un sacerdote, a un filósofo, a un niño, en la línea de su hipótesis teórica básica sobre la verdad que latía en cada persona, como un feto a término que sólo necesita la ayuda de un partero que la ayude a salir a la luz con su arte de ayudar a parir, su mayéutica, eso es lo que quiere decir mayéutica…

Uno dice: pero Sócrates era idealista, creía que la verdad existía antes que las cosas, que la habíamos visto en las Ideas de la caverna primigenia, donde la Verdad, la Justicia, la Humanidad, la Belleza se revelaban como Ideas en sí y veíamos sus sombras, que quedaban en nosotros y se despertaban ante la mayéutica de un filósofo… Puede ser, pero tal vez Sócrates pensaba con esa metáfora porque nadie le había hablado de la percepción subliminal, por la que nos pasan, en muchas pequeñísimas fracciones de segundo, una imagen de Coca Cola en una película, que no registramos conscientemente pero que impacta en nuestros sentidos sin control de la mente y nos impulsa a comprar desesperadamente una Coca Cola. Y tal vez Sócrates tenía una oscura percepción de que ese niño con el que hablaba en una calle de Atenas, tenía muchísimas de esas percepciones infinitesimales y que con todo ese material era posible hacerle preguntas que le permitieron descubrir cosas que sabía pero que no sabía que sabía.

Y tal vez Pichon, más conocedor, por los progresos posteriores de la psicología, de esa enorme acumulación de conocimiento que hay en todos los seres humanos, se interesaba por cualquier invención, por cualquier ocurrencia y trataba, también él partero del conocimiento, de que el interlocutor, ese coordinador que había inventado algún dispositivo, se apropiara teóricamente de él, para pensarlo desde una teoría y una técnica que podrían enriquecerse con su aporte la etimología de la palabra coordinar. Y habitualmente, los orígenes de las palabras dicen cosas sobre su sentido profundo. O al menos, permiten asociar libremente a partir de esos orígenes. Co y ordinar.

Orden, primero. Qué palabra cargada de asociaciones rígidas, no?. Orden, señores, orden en la cámara, orden y progreso. La raíz es latina, sin muchos parentescos indoeuropeos que se conozcan. Está relacionada con urdimbre. Con los hilos paralelos a partir de cuyo orden se va tejiendo la trama. Una imagen textil.

Y co-, común, comes en latín, compañero. Ese tejido, esa trama, se hace conjuntamente, entre muchas voluntades. Coordinar sería conducir esa tarea de voluntades que se van entretejiendo en una trama en orden (orden) a un objetivo. Eso hace el que coordina, conduce, lleva conjuntamente (con-, conjuntamente, -ducir, llevar) voluntades libres que intentan entretejerse para conseguir algo. ¿Vincularse (vinculus, lacito, atarse) para qué?. Según la hipótesis teórica de Pichon es que nos vinculamos para satisfacer alguna necesidad que no podemos satisfacer solos. Si fuéramos completos, según Pichon, no nos vincularíamos, seríamos autosuficientes y viviríamos solos, seríamos Dios, que no necesitaría a otros y cuya única vinculación, por definición, sería un don gratuito a los otros. Por esto, por ser incompletos, nos juntamos, nos vinculamos, nos agrupamos. Y, habitualmente, una de las funciones del agruparse es la conducción, la coordinación. Pichon usa la palabra conducción cuando menciona la tarea del observador en el grupo operativo, dice que el observador realimenta la mirada del coordinador para “ajustar las técnicas de conducción” y ahí junta las palabras conducción y coordinación. Para mí no son estrictamente sinónimos, pero se intersuponen: el que coordina, conduce, dice Pichon. Y yo diría que también una función de la conducción es coordinar. No la única. Se puede discutir, no me parece una cuestión cerrada. Me parece que al conductor se le pide algo más que al coordinador. Lo dejo como un tema a discutir.

Conducir, por supuesto, no es mandar. Mandar viene de manum, mano y daré, dar. Dar la mano, dar en la mano, decir: andá allá y lleva este mensaje, el mando es predominantemente militar: andá allá y si no, al calabozo. Conducir es otra cosa: llevar conjuntamente voluntades libres, hay que conseguir que quieran ir adonde el grupo se propone ir, adonde, por lo tanto, el conductor tiene por misión conducirlos.

Coordinar es algo parecido. Yo, por antecedentes masculinos urbanos, en los pueblos originarios muchos varones tejen, conozco poco de telares y tramas de hilos. Pero dicen que el instrumento que cruza la urdimbre con los hilos que con ella compondrán la trama, es la naveta, algo que va y que viene entretejiendo unos hilos con otros, como una navecita que va tejiendo una trayectoria, una trama de recorridos, pasando por debajo de este hilo y por encima de aquel, dejándolos entretejidos.

Un coordinador es alguien que renuncia, aunque sea parcialmente, a aportar lo que sabe de contenidos y se dedica a estar atento a la construcción de la trama, al progresivo centrarse del grupo en la tarea, al entramado de diferencias que se articulan entre sí como los colores de los distintos hilos se combinan para dar una tonalidad al tejido, la heterogeneidad de los integrantes del grupo que se hace productividad grupal si coinciden en la homogeneidad

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