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Administrador Publico


Enviado por   •  31 de Octubre de 2013  •  4.743 Palabras (19 Páginas)  •  334 Visitas

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Más allá de toda luminosidad

Mientras exista una clase inferior, perteneceré a ella.

Mientras haya un elemento criminal, estaré hecho de él.

Mientras permanezca un alma en prisión, no seré libre.

La dijo Eugene Debbs, pero hubiéramos querido que la dijera Bakunin.

Hoy por hoy, es inapelable el planteo de que el binarismo sexual (la construcción de los cuerpos sexuados como varón/mujer de acuerdo a un ideal regulador llamado género) es un mito, una ficción cuyo objetivo (uno de los…) es presentar diferencias económicas, políticas, de formas-de-vida como hechos naturales, y de ese modo, perpetuarlas. Y recordemos que nada hay más real y tangible que una ficción (genérica).

A través de la repetición de esta noción contingente, como así también de toda otra noción sobre las que se asienta “comodamente” el mundo que hasta ahora hemos conocido (familia, propiedad, trabajo, monogamia, amor romántico, heterosexualidad et cetera), se logra la encarnación de las normas hegemónicas en cuerpos e identidades que se presentan como hechos naturales. Si bien el ejercicio mental que implica siquiera concebir eso de manera diferente es titánico, todos estos datos no responden a una naturaleza transparente, sino que son convenciones que tarde o temprano caerán en desuso, y serán reemplazadas por otras, más útiles a otro sistema. Sin embargo, ¿cómo se deshace esto? ¿Sólo por la voluntad? ¿Dónde están los sueños de cambio radical? ¿Cuáles son sus estrategias? Es momento de armar entonces nuevas máquinas de guerra libertarias, de afilar nuestros cuchillos, ai feri corti pero anomal.

La violencia de género llamada “mujer”, tal como hemos sido advertidas muchas veces, ignora la subordinación en términos de raza, clase, elección sexual, entre otras cuestiones relevantísimas. Contra esa violencia nos expresamos. Podríamos trazar un juego de sentidos entre “apropiado” que en la crítica literaria de la antigüedad es llamado “to prépon” (en griego) o “decus” (en latín), y el género (binarismo sexual, pero también literario) como ficción narrativa: lo que no es apropiado refiere a aquellos modos de narrar que no se someten a las reglas de la correcta escritura literaria, de la correcta ficción heterosexual. Ficción del latín fingo: crear, hacer, dar forma. De este modo, además de hetero-normativizar todos los cuerpos, la biología y su brazo armado, la medicina, encontraron un buen campo de acción entre todas aquellas personas cuyas potencias eran, al parecer, diferentes, aunque, como nos recuerda Thomas Lacqueur, nada hay más parecido a un ser humano, biológicamente hablando, que otro ser humano.

Las feministas excluyentes y esencialistas ponen en evidencia no sólo la reproducción del modelo de segregación racial/física/corporal/de clase/ et cetera, que ya el feminismo había tenido con sus mujeres negras, judías, pobres, latinas, lesbianas y todos los cruces que se puedan imaginar en otras épocas. ¿Quiénes se hacen presentes cuando se dice “movimiento feminista”? ¿Quiénes se dicen “mujer” y bajo qué prerrogativas? El problema no sería tanto quiénes pertenecen al movimiento llamado “feminismo”, sino, qué piensan y cómo viven quienes quieren estar dentro de él, o quienes lo están efectivamente. Opt out, I prefer not to, preferimos no . Usted tiene que desistir…

Asimismo, la trampa de la identidad atrapa bajo el lema trans, allí también se escuchan ontolgías que se presentan como libres elecciones de una nueva identidad, no reconocida aún, que golpea a gritos las puertas para poder ingresar tanto al género como al sexo, poder ser (hetero)normales… La gestión de los deseos de la heteronormalidad desconoce límites. Reclamar sus derechos, imitar los gestos de la antigua gesta feminista, sobre todo indignarse cuando los médicos (la policía de la biopolítica) maltratan con sus protocolos…Y más temprano que tarde, imitarán los errores del caduco feminismo humanista: libretas sanitarias e identitarias, trabajos dignos, una familia, salud reproductiva, maternidades alternativas, profesiones, prestigios, … peticionando ciegamente ante un Estado que solo se hace fuerte -como el dios de los evangelios- cuando se lo invoca y se lo convoca. Sus cuerpos pierden en ese proceso de adaptación todo lo que había en ellos de disruptivo.

¿La única manera de existir es “ser ontologicamente”, ser “identitariamente”, la única manera de tener existencia social? ¿Cómo se puede pensar que es más digno trabajar como sirvienta de una mujer, que como puta de un varón con una paga mucho más elevada? ¿Cómo, cooptadas por el discurso de la correción e inserción social, se forman, con subsidios estatales, cooperativas de trabajo textil, con jerarquías y presidentas, se dialoga con los poderes para pedir trabajos, para salir de las calles y entrar a la línea de reposición o de caja de un supermercado para controlar los bolsos de clientes que quizás estén cometiendo pequeños actos de expropiación? Reflujo de las identidades y sus reterritorializaciones, la única fuga posible es el nomadismo permanente tal vez hacia la nada. ¿Cómo hacer?

Obtejamos el deseo de querer llevar adelante una existencia “normal”, es decir hetero, para obtener una buena calidad de vida, llegar a ocupar el nivel de la variable mayor del par metafísico. E insistimos: cualquier identidad de género que pudiera ser materia de reivindicación carece de todo planteo revulsivo. Aquí la coartada de los derechos civiles y de la ilusión de la inclusión, armadilla que la democracia (o el socialismo), el mejor sistema de boicot a la lucha, creó para que todas nos quedemos tranquilitas, y trabajando como Dios manda. La famosa anarquista Emma Goldman a principio del siglo XX había advertido acerca de los peligros de confundir el derecho a voto con el poder de decisión y emancipación física y mental. La heternorma se viene apropiando de las expresiones de género subalternas haciendo que todo lo que tenía de incivilizado perezca al ser tomado, debatido y aceptado por el Estado y sus instituciones micro-instaladas y encarnadas por los cuerpos. Lo subalterno se convierte, entonces, en proyectos de legitimación política domesticados por el sistema heterocapitalista.

Si el cuerpo es un artefacto político, social y cultural y no una naturaleza pasiva gobernada por la cultura, el sexo emerge desde el género, y no el género desde el sexo; se trata de un complejo mecanismo, una tecnología que define al sujeto como masculino o femenino en un proceso de heteronormalización y regulación orientado a producir el ser humano esperado para asignarle una función social, sus deseos, sus formas-de-vida, sus modos de afectación, sus maneras de percibir todo lo que le rodea. Por eso, la importancia de desestabilizar las heteronormatividad de las formas hegemónicas de la identidad sexuada y la búsqueda de nuevos agenciamientos ya no como sujetos identitarios de una política civilizada, civil y ciudadana, sino como manadas desatadas desquiciantes del régimen.

¿Cuál sería el objeto de los derechos civiles, de que nos acepte la sociedad, de que nos deje convivir “en paz”, cuál sería el sentido de iguales derechos? ¿Iguales a qué? ¿A quiénes? ¿Iguales para quién? Más aun, ¿el deseo es acaso real, individual, efectivo, y depende de los sujetos, o está mediado y normativizado por nuestra cultura, construido, gestionado, administrado, controlado en el proceso de encarnación de la identidad sexo-génerica humana? El deseo, que indudablemente ha variado a lo largo de la historia, viene de la mano de un concepto todavía más peligroso: la elección, o libre albedrío, o soberanía, que habla de la garantía de los sujetos individuales de expresarse libremente en un mundo de posibilidades, el concepto liberal de “autonomía de los sujetos” (¡vaya oxímoron!). ¿Quiénes hablan a través de nuestros cuerpos cuando decimos “Yo quiero esto para mí”? Como creía Spinoza, la libertad solo puede ser contruida, no es algo dado, algo con lo que nacemos.

San Foucault llama policía al orden de los cuerpos que hace que una actividad sea visible y que otra no, que una palabra sea entendida como perteneciente al discurso y otra al ruido. Opone la política como actividad que desplaza un cuerpo del sitio que le estaba asignado, y hace ver lo que no tenía razón para ser visto, una arquitectura, un régimen sobre lo cuerpos rebeldes, alegres y nómades de la performatividad que ponen en evidencia lo construido (y por ende lo modificable) de las identidades de género y de su relación y la socio-sexualidad, con las afectaciones. En el análisis del pensador francés, las prohibiciones y reglas que refieren a los comportamientos sexuales, lejos de reprimir o inhibir la sexualidad (y nosotras aregaríamos los deseos y las afectaciones que allí se desprenden), las producen, tal como la maquinaria industrial produce mercancías o bienes de consumo, y al hacerlo producen también relaciones sociales. Las tecnologías del sexo de funcionan como un conjunto de técnicas dispuestas para maximizar la vida en torno a figuras privilegiadas de una sociedad que apila espanto cual arena en las playas. Como aparato de producción y captura, el género constituye individuos concretos en cuanto “varones” y “mujeres” masacrando sus potencias insondable que apriorísticamente no puede ser definidas de acuerdo a la moral taxónomica de la pertenecia al género y a una especie.

No podemos continuar desentendiéndonos del género como cómplice cuando ha jugado un rol fundamental en la construcción histórica de la división heterocapitalista y en la reproducción de la fuerza de trabajo, pero así también en la división de tareas, en la opresión y exclusión y explotación, en la creación de un régimen familiarista edipizante de formas-de-vida solidarias a este Imperio. Del mismo modo que no podemos resolver o suprimir la incómoda condición del binarismo sexo/género asexuándolo o haciéndolo una mera metáfora, negándolo de facto nominalmente, -como si el hecho de que las sillas no nazcan de los árboles niega su existencia y el disciplinamiento que nuestras vértebras lumbares han sufrido por ese dispositivo-, tampoco podremos resolver el lugar asignado a las diferentes expresiones de género resignado, ignorando y abstrayéndonos de las normas hetero-sociales y las hegemonías que responden y habitan esos cuerpos en pos de un criterio de libre elección de sujetos soberanos. Recordemos que toda relación y toda práctica es un lugar de cambio potencial y de reproducción simultáneamente.

La postmodernidad como mero discurso reconstructivo de la muerte de la razón iluminista nos lleva a creer que las cosas sólo son modificables en términos de reconciliación, resarcimiento y reivindicación (tolerancia, respeto, derechos, ley). Sin embargo, el horizonte de expectativa deseable y deseante estamos frente a una oportunidad única de desacralización de los géneros, y las esencias, pase de magia fundamental para nuestras luchas libertarias concretas contra la heterosexualidad como régimen político.

Adelanto del libro Foucault para Encapuchadxs

Illuminatio Mea

“Un movimiento que comenzó diciendo que la biología no es destino ahora tira a la basura a transexuales y celebra la conexión “natural” de las mujeres con la tierra y las cosas vivas. Un movimiento que produjo la liberación de lxs niñxs ahora tira a la basura la posibilidad de tener jóvenes amantes muchachos y favorece el paso a leyes sexuales dignas del legista ateniense Draco que asigna condenas más fuertes por tener sexo con un menor que por robo a mano armada. Un movimiento que desarrolló un análisis del trabajo doméstico como tarea no remunerada y reconoció que las mujeres usualmente comercian con sexo porque eso es lo único que tienen, ahora se enrola en los escuadrones del vicio para sacar a las prostitutas de la calle. Un movimiento cuya literatura temprana fue habitualmente considera obscena y prohibida de la circulación ahora hace campaña para deshacerse de la pornografía. Lxs unicxs pervertidxs sexuales que este movimiento apoya son las madres lesbianas, y sospecho que lo hace debido a la propaganda actual que sostiene que las mujeres comprenden una fuerza nutricia y sanadora que salvará al mundo de la energía masculina destructiva.”

Pat Califia

“Hay que hacerse indiferente; no debe preguntarse si la verdad favorece o perjudica al hombre. Hay que tener una fuerza de predilección para las cuestiones que ahora espantan a todos; poseer el valor de las cosas prohibidas: es preciso estar predestinado al laberinto. De esas soledades hay que hacer una experiencia. Tener nuevos oídos para una nueva música; nuevos ojos para las cosas más lejanas: nueva conciencia para verdades hasta ahora mudas, …”

Fiedrich Nietzsche

Somos malas podemos ser peores

La buena gente molesta, la gente buena produce las más grandes aberraciones. Las madres quieren hacer el bien: por eso, le pegan a sus hijos educándolos; los padres quieren hacer el bien, por eso, controlan la sexualidad de sus hijas hasta el abuso; el maestro de escuela quiere hacer el bien: por eso, te amarra detrás de la espalda la mano izquierda. Nos negamos a ese feminismo tierno que trata a las mujeres como niños de 6 años a los cuales se les enseña el alfabeto. A las “mujeres”, esos artefactos del heterocapitalismo, hay que tratarlas con la misma vehemencia con la que se trata todo. La pedagogía de la bondad ante las estupideces desempodera, subestimando.

Hacemos parte de un feminismo transdesviado, si por trans entendemos no el pasaje de un sexo a otro sino una potencia que fluye entre diferentes géneros juguetonamente, ser lo que se puede hacer. El cuerpo que manifiesta que el poder no controla sus efectos, el cuerpo que desquicia con sus prácticas y formas-de-vida el régimen heterocapitalista y sus equipamentos de regulación. El cuerpo que se afecta más allá de lo humano.

El tiempo nos encuentra en guerra social contra el régimen heterocapitalista. De allí que intentar retraer el cuerpo de la trinchera, o desconocer que el cuerpo es el campo de batalla, es simplemente ignorar, cual zombie, por dónde se gestionan y dónde ocurren los cambios y las modificaciones en la gran guerra molecular. Los cuerpos y sus potencias, son principio y fin último de toda esta guerra. Sin él, nada.

Gyné

Tal como lo pensó Simone de Beauvoir, no se nace mujer, se llega a serlo, asumiéndo una serie de privilegios que serán en última instancia, como ocurría con las ciudadanas atenienses en el siglo V –las únicas que gozaban de protección y derechos pero que carecían de libertades– la disminución de las potencias de los cuerpos. Parece evidente que dentro de la estructuras de dominación y opresión propias del heterocapitalismo, entonces, la libertad estaría asociada a la toma de peligros, cuyos riesgos gustosamente aceptamos.

Si seguimos a la filósofa lesbo-feminista Monique Wittig, “mujer” es una categoría o artefacto político que solo reviste algún sentido dentro de la heterosexualidad como régimen político. Más aún, y despertando ya enemistades, sin mujeres el régimen cae. Ser “mujer” es colocar el cuerpo (es decir los deseos y las decisiones que ellos administran: los efectos, las subjetividades…) dentro de una cierta posición social de reconocimiento.

Entonces, una tarea fundamental es comenzar a pensar el feminismo más que como un movimiento de mujeres organizadas como una ética político-práctica (la única ética materialmente posible) del devenir por fuera del heterocapitalismo. Lejos de reivindicar un feminismo como conexión de la mujer con su feminidad o con una identidad común basada en una opresión también común, sostenemos que no solo no hay un único modo de habitar una única feminidad, sino que además el destino irrevocable de las “mujeres” no es esa, ni ninguna, feminidad tampoco.

Orden menor

Devenir-”mujer” como punto de enunciación menor, como adopción de una posición menor que se encarna, literalmente. ¿Cómo encarnar esas posiciones menores, que no es lo mismo que “hablar por”? ¿Cómo tener un devenir minoritario y al mismo tiempo desquiciar el género todo lo posible.

Lo femenino no es lo que emerge de un cuerpo biopolíticamente asignado a la violencia de género del sexo “mujer”, ni lo masculino es lo que emerge de un cuerpo biopolíticamente asignado varón. Pero, la policía del género está en todas partes.

Goliardos

Irse, fugar de todos los órdenes, huir de la

academia

hacia el bosque y la taberna, por los caminos, de ser posible con los pocos o muchos conocimientos que aún estén ahí en nuestros bolsillos.

Nueva educación sentimental

¿Cómo afectarnos? ¿Cuáles las nuevas formas de afectación de los cuerpos que no territorialicen la propiedad privada, las pasiones tristes? ¿Cómo producir esas formas de vidas? ¿Cómo relacionarnos sexo-afectivamente con otros cuerpos, atentando contra este mundo dentro de este mundo, lejos del enamoramiento que no tiene que ver con las afectaciones profundas, ni con las afinidades ni amistades políticas, con las formas-de-vida potentes?

El amor, el romanticismo, la pareja, la monogamia, la heterosexualidad, el miedo a la soledad y el abandono, todos esos ideales del régimen heterocapitalista tienen el poder de entristecernos, no de tristezas inevitables como la muerte de un gato amadísimo, sino con tristezas (es decir, disminuciones de las potencias) claramente evitables. Los ideales del amor, propios de la heterosexualidad como régimen político, llegan a límites atroces o vehiculizan obsesionates de todo tipo.

Contra toda esta producción no se nos ocurre antídoto mejor que la amistad política como forma-de-vida por fuera de la heterosexualidad como régimen político; es decir, una amistad como consuelo contra el heterocapitalismo y como apoyo mutuo que incluya toda la riquísima gama que expresa el cariño y la afectación de la que un cuerpo es capaz, sin disolverse, sin romperse y sin extraviarse enceguecidamente empastada en las retóricas amatorias usuales que reterritorializan las posesividades. Libres y alegres, alegres y libres. Una amistad sexoafectiva como arte de las proximidades y las distancias.

Deseos

Si bien nuestro gusto no nos pertenece más que como nos pertenece eso que adquirimos con el dinero en la góndola de los deseos, podemos áun operar sobre él. abrir el código y operar, producir otro deseo, desaprender aquellos que no atentan contra el mundo: tener un vínculo monogámica, una pareja, romántica, idealizada.

La heteronorma controla el cuerpo social (hasta en sus elementos más tenues, diría el Santo Michel Foucault), territorializándolo dentro del capitalismo, estratificándolo (que cada órgano cumpla la función “corrrespondiente”), incorporando al cuerpo las prácticas solidarias con el heterocapitalismo. No se trata simplemente de libertar al cuerpo segmentarizado y anexado por el heterocapitalismo, puesto que ese cuerpo que se nos invita a liberar, esos deseos que se nos invita a liberar, ya están producidos por el régimen. Nuestros cuerpos y sus deseos, que suelen poder superponerse, son creación del heterocapitalismo por pesado que pueda ser asumir esa realidad.

Tal vez habría entonces que desplazar el cuerpo o crear mutaciones dentro de los códigos de construcción de los cuerpos mediante los agenciamientos, aliados y contra-dispositivos que pudiese producir contradeseos. Cuerpos como máquinas de guerra contra el heterocapitalismo, desobedeciendo activa y críticamente sus leyes. Y encontrar el placer, es decir el sosiego, en esa acción porque solo podremos descansar, como nómades, andando.

¿Cómo adquirir una posición en la guerra en curso desde la afectación? ¿Cómo alcanzar la singularidad, que puede ser definida como la reapropiación de la subjetividad del heterocapitalismo o la sustracción del cuerpo a la subjetividad del heterocapitalismo?

Sustraer el cuerpo a la individualización desingularizante reterritorializadora de un sujeto.

Nec spe, nec metu

Principio de libre asociación que lleva a un grupo de personas que realmente no se conocen o que se están conociendo, como así también a gente que está consolidada como grupo de afinidad, a llevar adelante una serie de acontecimientos que permitan poner las sexualidades y los géneros -y sus afectaciones- en el centro del conflicto o guerra social. A través de ese modo ad hoc, espontaneísta de organizarse, usando un personaje conceptual de ariete para abrir espacios donde se desarrollaran estos experimentos de manera horizontal, descentralizada y caóticamente. Así se nos estamos organizando.

Oscuro y loco joker, fusible que hace saltar la térmica de la instalación eléctrica del heterosexismo, cuerpo incómodo de acción política y existencia para la construcción de las subjetividades radicales, cuota grande de malas intenciones y burla como buen filósofo cínico.

No cultivamos más expectativas en la vida, como una técnica siempre presente, que las expectativas de encontrarse con un grupo de afines y entregarse a las actividades del momento. Hic et nunc.

Desobediencia sexual

Conjunto de prácticas que desobedecen la sexualidad tal cual es prescrita por el régimen heterocapitalista (lo cual significa partir del hecho de que la sexualidad está políticamente construida por un régimen, hecho ante cuya evidencia muchas personas se niegan a rendirse).

Del mismo modo que los movimientos de desobediencia civil históricamente postulaban tales cosas como su objeción a participar en guerras, el cuerpo que desobedece sexualmente presenta una crisis activa (usualmente al devolver la violencia que reciben) desistiendo de los privilegios del régimen, que de aceptarlos, conducirían a ese cuerpo a una disminución flagrante de sus potencias. La desobediencia sexual puede ser interpretada como el acto de no acatar la heteronorma que siempre tiene obligación de cumplimiento. Como es vox populi, la heteronorma o deseos (ser madre, tener pareja, enamorarse, trabajar, no estar sola, solo por mencionar a algunas), pertenecen a la alianza médico-psi-jurídica en la gestio pornobiomolecular de los cuerpos. Por ende, su desacato acarrea inevitablemente un castigo de algún tipo. El cuerpo que desobedece sexualmente comprende lo que está realizando cuando opone su acto a la hetero-ley. En el mismo movimiento, esos actos públicos adquieren la potencia de un medio para realizar un llamamiento. Casi como el punctum que Barthes describía en La Cámara Lúcida, pero en movimiento, casi como quién te dice “Ey, fijate”, parecen gritar “es posible haber sido inscripta como “mujer” en el registro nacional de las personas y no vivir como una, para existir más alegre y más potente y más fuerte que cualquiera de tus madres, tus tías y tus abuelas.” Desobediencia civil como una acción deliberada e intencional y, a diferencia de su prima civil, la desobediencia sexual, revoltosa, no respeta las reglas democráticas de cambio político.

Destructoras de Máquinas

El luddismo sexxxual se propone como una plataforma móvil de experimentación y convite a nuevos y extraños placeres por fuera de la heteronorma, que permitan la construcción de nuevos y extraños deseos de manada. Si nuestros deseos son una producción industrial y global por máquinas (llámese dispositivos, agenciamientos, o como se quiera), una luddita sexxxual se encarga de destruir violentamente esa fábrica de producción de deseos en pos de la creación de otros nuevos. En ese sentido, luddismo sexxxual no es ni una identidad ni un grupo de illuminati, sino un concepto, un llamado dirigido a quienes pueden incorporarlo con múltiples maneras de llevar acabo el mismo gesto destructivo, es decir constructivo, diría Bakunin.

Según Deleuze y Guattari, si el inconsciente es una fábrica que tiene una producción llamada deseo, lo que hay que romper, como ludditas, es esa fábrica de producción de ese deseo para crear nuevos talleres de un artesanato comunal anti-heteronorma. El deseo como nada que sea preconsciente, ni prediscursivo, ni espontáneo, ni instintivo, ni natural, sino como una producción.

¿Quién lo produce? El heterocapitalismo. ¿Dónde? En los cuerpos.

It’s a kind of magick

La heterosexualidad -lugar privilegiado de no cuestionamiento- es un orden político, una matriz de inteligibilidad que opera produciendo cuerpos-deseos. A los heterosexuales: territorialización viviente de la propiedad privada, la monogamia, el individualismo.

La magia de la norma social heterosexual parasita en cuerpos y deseos sexoafectivos, que no reconoceríamos como heterosexual. De allí que existan personas no heterosexuales con deseos heteronormativos, una familia monógama, pareja, trabajo, prestigio, fama…

Definimos la magia como la capacidad de contagiar y crear efectos somático-discursivos, producir ciertos deseos que, para que funcionen, tienen que ser olvidados, desterrados. La magia es la única manera de combatir el deseo de consumir Mc Donalds y proponer otras formas de vida. Ante el deseo de una sexualidad hetero-capitalista, producir otro deseo, más seductor, generar contra-dispositivos en sentido contrario de los aparatos de captura del heterocapitalismo, como la idea de amor romántico, hasta manejar un coche, pasando por estudiar en la Universidad, el reconocimiento, tener un buen trabajo, caer bien, ser gustada. Precipitarse, pues, no intentar convencer a nadie, ir a la evidencia y producir contraplaceres.

Monique Mystique

La filósofa francesa lesbofeminista Monique Wittig produce un big bang epistemológico dentro del pensamiento cuando en 1978 pronuncia un texto titulado “El Pensamiento Heterosexual”. Allí afirma que al analizar la heterosexualidad no estaríamos frente a una elección de objeto de deseo, una preferencia libremente escogida por un sujeto libre y autónomo, sino de cara a un régimen político totalitario, una lengua colonizadora que solo nos permite hablar si lo hacemos en sus propios términos. Tal como leemos a Wittig, la heterosexualidad como régimen político, es decir la (hetero)norma social parece decirnos “te permitiré existir en tanto seas como nosotros, los heteronormales, -casada con hijos, con prejuicios, apegada a las leyes y a los poderes, creyente, una persona de bien-”.

La onda expansiva del pensamiento de esta filósofa feminista es tan grande que hoy podemos sostener que la heterosexualidad como régimen político organiza la percepción y construye materialmente mediante sus dispositivos y equipamientos no solo todos los asuntos humanos -concientes e inconcientes- sino también todos los asuntos no humanos, haciendo de lo humano y de su sexuación el epicentro de todos los fenómenos de este planeta en clave heterosexual. Más aún, la heteronorma, cual madre nutricia que vela por el bien de su prole heterocapitalista, es la garante de que se romantice y se acepte deseosamente, a través de su retórica, aquello que no es una opción sino un mandato para poder existir en este mundo, es decir la heterosexualidad y sus insituciones: ser madre, ser fiel, ser monógama, ser prudente, ser pudorosa, procrear, amar a una persona de la asignación biopolítica distinta a la que se le ha dado a una en el documento de indentidad. Para muestra de cómo funciona este régimen sobra un botón: ¿Quién a los 12 o 13, años más años menos, fue acorralada por su familia y en una patética escena confesional proclamó con lágrimas y congoja en los ojos “Soy heterosexual, por favor no se enojen ni dejen de quererme”?

Creeremos que la sexualidad es un asunto privado y natural que debería quedar entre cuatro paredes, cuando ya nadie tenga que salir de ningún closet porque ya no hay armarios donde escondernos de los monstruos de la heterosexualidad obligatoria. Porque podemos andar una vez más por el mundo sin ropas.

Heterocapitalismo

La heterosexualidad comienza con el capitalismo previo a eso nadie anda pensando el ejercicio de los placeres en pares opositivos antagónicos de acuerdo a materialidades corporales en el sentido de tener o no tener algo en el cuerpo.

Devenir animal

Si humanos somos animales, cosa con la que parecemos estar de acuerdo, ¿cuál sería entonces la especificidad de la lucha antiespecista por la liberación animal; si tal como parece, todos los animales del mundo, humanos y no humanos, parecen estan oprimidos? Si tal como parece, no todos los seres humanos tuvieron la fortuna de contar con las armas como para desubjetivarse y pensar modos de vida, ¿cuál sería entonces la diferencia entre la lucha obrera y la de la liberación animal? ¿Acaso es que los animales no tienen la capacidad de organización para su propia liberación, como si la tienen los sujetos conscientes, que logran o que podrían lograr esa consciencia para liberarse? Pese a sus buenas intenciones, este argumento es puro especismo de cuño filo-marxista, como si una organización basádose en la razón diera la posibilidad de acceso a la liberación, o como si no organizarse dependiera de una elección autoconsciente ya sea de ser sumiso y esclavo del sistema (culpa por la cual hay que pagar, entonces) o de la propia liberación (responsabilidad a la cual el sujeto consciente que elige debe dirigirse como una saeta).

Del mismo modo le tememos a los argumentos igualadores donde dado que el poder circula, ergo todas somos oprimidas, y no se pueden establecer modos específicos de lucha.

Por el contrario, existe una gran diferencia entre distintas luchas, especialmente las humanas y las no humanas, seamos todas y todos animales, finalmente. La distancia radica en el hecho de que los seres humanos han creado un orden de cosas, el cual se impone a todas las formas existentes de vida, humanas y no humanas. Ese orden, cuyo núcleos duros son la razón, el progreso y la heterosexualidad, son régimenes políticos que terminan organizando la vida de todos los asuntos humanos y no humanos, conscientes o incoscientes, animados o -supuestamente- inanimados, todas las afectaciones y todos los deseos, todos los modos de existir en este mundo.

Es por eso que urge una desafiliación de lo humano y del humanismo, de la humanidad toda y su deseo de hacer el bien, de ser bueno, de tolerancia y de respeto, deseo de justicia y de paz, deseos todos gracias a los cuales finalmente en pos de “no discriminar” propio de una suerte de pensamiento libertario donde deberíamos estar todas juntas, terminamos organizándonos junto a humanos deleznables. Huelga humana, de género, de vientres: desafiliarse de las filas del partido de la buena conciencia para que entonces lograr la capacidad de afectarnos con todas las formas de lo viviente (incluso aquellas que el humanismo ha considerado inanimadas, como las piedras y los minerales), lanzarnos al río incalculable de las potencias. Cualquier cosa que pertenezca a los órdenes menores puede precipitar(nos) a un devenir por fuera de lo humano y de

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