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CULTURA POLÍTICA EN EL DEPARTAMENTO DE CORDOBA


Enviado por   •  24 de Septiembre de 2019  •  Documentos de Investigación  •  3.354 Palabras (14 Páginas)  •  134 Visitas

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CULTURA POLÍTICA EN EL DEPARTAMENTO DE CORDOBA

REFLEXIONES PARA LA TRANFORMACIÓN DEL PENSAMIENTO POLÍTICO EN CÓRDOBA

La cultura política es el conjunto de conocimientos, evaluaciones y actitudes que una población determinada manifiesta frente a diversos aspectos de la vida política y el sistema político en el que se inserta. Abarca tanto los ideales políticos como las normas operativas de un gobierno, y es el producto de la identidad política es decir la materialización de un nuevo perfil comportamental o un nuevo pensamiento político.

Partiendo desde los primeros indicios, el pensamiento en su más puro concepto: Pensamiento es la facultad, acción y efecto de pensar. Un pensamiento es también una idea o representación mental sobre algo o alguien. Se entiende también como la capacidad de construir ideas y conceptos y de establecer relaciones entre ellas.

Podemos recalcar entre estos, el pensamiento filosófico era pensamiento ético y político. Es decir, por primera vez las normas y valores morales y los principios de ordenamiento de la vida pública, del poder y del Estado, se pensaron racionalmente.

Pensar unas era simultáneamente reflexionar sobre las otras. Es totalmente erróneo presentar el pensamiento ético, el pensamiento político y el pensamiento ontológico (la preocupación sobre el ser) en la filosofía griega como tres productos separados.

La preocupación ética desde el inicio fue preocupación política. Para poder

Entender esto es preciso explicar la significación del término ―política‖ para los

Griegos.

Aristóteles definió al ser humano como zoon politikon. Puede traducirse como

animal político. Que menciona lo siguiente:

“El ser humano es social por naturaleza”

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 Es decir, un ser que necesita de los otros de su especie para sobrevivir; no es posible pensar que el individuo sea anterior a la sociedad, que la sociedad sea el resultado de una convención establecida entre individuos que vivían independientemente unos de otros en estado natural: “La ciudad es por naturaleza anterior al individuo, pues si el individuo no puede de por sí bastarse a sí mismo, deberá estar con el todo político en la misma relación que las otras partes lo están con su respectivo todo. El que sea incapaz de entrar en esta participación común, o que, a causa de su propia suficiencia, no necesite de ella, no es más parte de la ciudad, sino que es una bestia o un dios.”

Aun así, el fin de la sociedad y del estado es garantizar el bien supremo de los hombres, su vida moral e intelectual; la realización de la vida moral tiene lugar en la sociedad, por lo que el fin de la sociedad, y del Estado, por consiguiente, ha de ser garantizarla. De ahí también la necesidad de que un Estado sea capaz de establecer leyes justas, es decir, leyes encaminadas a garantizar la consecución de su fin. Las relaciones que se establecen entre los individuos en una sociedad son, pues, relaciones naturales. 

¿Nos enfocamos en la ética o en la práctica?

Actualmente en nuestro departamento mantenemos fenómenos sociales como el caudillismo, damos el poder por la cantidad de influencia que tiene un político sobre las grandes masas populares y así de la mano generamos el cacicazgo, que a pesar de ser usado para referirse a la organización social y política de los pueblos indígenas es la más común en nuestro sistema, para tomar la palabra acerca de la política cordobesa debemos entender nuestra “pequeña” tendencia a la autocracia.

El "caciquismo" está cargado de resonancias contemporáneas.

Los caciques, como los caudillos, son actores en sistemas clientelistas. Si bien podemos concentrarnos en caciques individuales, éstos deben considerarse como representantes de sistemas clientelistas.

Si hablamos de córdoba hablamos de dinastías no de partidos políticos podemos hablar de las siguientes dinastías: López, Besaile (Córdoba), los García (Montería), los Chagüi (Cérete) o de personas como Dennis Montalvo (San Pelayo).

En base a las propuestas anteriores, cuestionamos:

¿Qué es lo primero en lo que te basas para elegir a tu gobernador?

¿Realmente conocemos las cualidades  que un líder debe tener? ¿Nos enfocamos en la ética o en la práctica?

Para nadie es un secreto que la política es un ámbito cotidiano de la cual hay mucho que hablar. Se supone que esta debería ayudarnos a obtener un crecimiento y desarrollo potencial, a mantener un equilibrio político-administrativo y no a decepcionarnos de la sociedad en la que nos estamos convirtiendo.  Las nulas creencias éticas y morales no empiezan por grandes cosas, inician desde los más pequeños detalles y el pensamiento crítico de los cordobeses ante la misma se está viendo afectado. Podemos decir que técnicamente hemos tenido una venda en los ojos y es hora de que nos la quitemos.

Uno de los principales problemas de la política cordobesa es que usualmente votamos por emoción, nos dejamos llevar de un discurso que promete un departamento de ensueño, de una persona que puede usar el carisma como cortina de humo y de ideas que nos hacen sentir que alguien o algo es la única opción viable de nuestro departamento, pero no analizamos la labor social que representa o que habla por una persona, el pueblo se deja llevar de las promesas y  lo que necesitamos son realidades.  

 Córdoba ha quedado entre dicho por el conocimiento de un solo punto de vista, y la sumisión de la educación política ante la negligencia y la ignorancia. Los cordobeses nos enfocamos mayormente en lo que la política promete y  no en lo que realmente es posible o probable, la cultura política en Colombia en general está a medio construir, entonces, ¿Qué se espera para sus departamentos y municipios?

Observándolo desde el punto de vista en el cual los políticos y la sociedad comparten sus ideologías, propuestas, y donde cada uno de estos posee ciertos movimientos o pensamientos acerca de todo lo que abarca la política, nos encontramos con el caciquismo y el caudillismo.

 Los caudillos eran líderes carismáticos que solían acceder al poder por procedimientos informales, gracias a la influencia que tenían sobre las grandes masas populares. La gente veía al caudillo como un hombre fuera de lo común, capaz de representar y defender los intereses del conjunto de la comunidad.

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