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CULTURA POLITICA


Enviado por   •  9 de Octubre de 2012  •  1.187 Palabras (5 Páginas)  •  344 Visitas

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El ensayo de Ospina DONDE ESTA LA FRANJA AMARILLA nos deja ver claramente lo que ha pasado y ha venido sucediendo en nuestro país y nuestra sociedad. Encontramos que hubo personas buenas como el caudillo Jorge Eliecer Gaitán quien comprendió muy pronto que Colombia necesitaba con urgencia grandes reformas sociales y un proyecto nacional. Propuso sus ideales para sacar del mundo oscuro donde esta nuestra Colombia, pero gente inescrupulosa, mala y dañina no dejo ni dejara que esto suceda porque van detrás de otras cosas, tienen otros ideales, de pensar solamente en enriquecerse, a costillas de los mas necesitados, no les importa el bien común, si no, el bien personal.

Colombia vive momentos dramáticos, pero quien menos le ayuda es quien declara, por impaciencia, por desesperación o por mala fe.

Si bien es cierto la inseguridad es cosa terrible en nuestro país, cada ves toma mas fuerza. En mi Ciudad Santander de Quilichao la situación es delicada en cuanto a robos, atracos, drogadicción nos toca como se dice vulgarmente, no dar papaya, saber que a tales horas de la noche es peligroso pasar por tal parte, y esto pasa no solamente en los barrios mas pobres, también en los de mas estrato por decirlo así, parecen ser los mas inseguros.

La Colombia que mi generación y las que nos han precedido ha construido no es muy satisfactoria. En muchos aspectos, los problemas colombianos identificados y diagnosticados hace años no se han resuelto, y más bien se han agravado. Hace quince o veinte años, los colombianos soñaban con superar la pesadilla, que hoy, desde nuestra perspectiva, vemos que apenas comenzaba, del narcotráfico y la violencia urbana; hace treinta creían que poco a poco la guerrilla perdería su capacidad de acción y la paz retornaría al campo, que el desarrollo económico nos llevaría pronto al bienestar general. Los gobiernos y los dirigentes políticos prometieron reducir el desempleo, eliminar la miseria, mejorar la distribución del ingreso, dar educación básica a todos los colombianos, eliminar la corrupción, recuperar el respeto a la ley. No eran metas imposibles, y en algunos aspectos el país ha avanzado, pero sería de un optimismo ingenuo ignorar que hoy la zozobra y la inquietud se apoderan del espíritu y de la imaginación de los colombianos.

Nadie tiene hoy esperanzas muy claras y razonables, y algunas de las promesas incumplidas, como la de la eliminación de la miseria, simplemente han dejado de mencionarse. El país, sentimos muchos, enfrenta problemas más graves que antes, o en grados más agudos: el sistema político funciona a medias, con una población que aunque elige, con algo de apatía, a sus gobernantes, luego siente que no la representan y considera que no son dignos de confianza y apoyo. La corrupción, el clientelismo, el rechazo a participar en la vida pública, parecen cada vez más fuertes. En la vida social, la desconfianza ha remplazado relaciones tradicionales basadas en la fe mutua, y para cada acto necesitamos testigos, abogados y documentos. La viveza, ese rasgo de quien está dispuesto a aprovecharse de la ingenuidad, del descuido o la impotencia del otro o del estado, ha sido elevada a rango de virtud, y los vivos se burlan de quienes creen que uno no debe saquear la empresa en la que trabaja, engañar al estado en la declaración de los impuestos, cobrar comisiones para cualquier contrato, público o privado, embolsillarse los bienes abandonados por algún cliente.

Tenemos que derrotar la violencia y recuperar la paz, hay que superar las condiciones extremas de pobreza

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