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Documento de Informaciones de Tradiciones peruanas

Mica AbecasisMonografía31 de Mayo de 2016

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Universidad Nacional de San Juan

Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes

Departamento de Letras

Cátedra: Literatura Hispanoamericana I

Documento de Cátedra:

“EL LATÍN DE UNA LIMEÑA  DE RICARDO PALMA: LA HISTORIA COMO PRETEXTO DE LA SÁTIRA EN LAS TRADICIONES PERUANAS DE RICARDO PALMA”

Elaborado por: Mgter.  Claudia Lencinas

Las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma (escritor peruano, 1833-1919), constituyen un género narrativo particular que se caracteriza por el empleo del humor y por presentar una historia que funciona como disparadora de la memoria común de los latinoamericanos. El propósito de este trabajo es presentar un panorama de la obra  en cuanto al estilo del autor y un análisis del  empleo del humor desde la Pragmática:

“La Pragmática subraya la importancia de la intención del autor-codificador y del conocimiento del lector-decodificador, a fin de que sea posible la captación del efecto irónico del mensaje. En el discurso irónico, el acto de lectura tiene que ser dirigido más allá del texto, hacia un desciframiento de la intención evaluativa. El intento de la Pragmática es definir el lenguaje como acto situado, interacción necesaria del autor con el lector desde el texto. No se puede ignorar la importancia decisiva de la intencionalidad y de la recepción del texto, cuando se trata de un tropo como la ironía, el cual implica un distanciamiento necesario entre lector y texto. La pragmática contribuye a interpretar la ironía, dentro del contexto de la enunciación que la justifica y le da sentido.”  [1]

Como concepto general, el humor no es sólo una figura retórica sino que engloba un conjunto de manifestaciones como la ironía, la sátira y la parodia:

“Se lo asocia al fenómeno de la ironía, pudiendo adherirse a la sátira o a la parodia. Puede conjugar la imagen y la palabra, o resolverse en un gesto. Y aún más, puede transformarse en alegría, sonrisa cordial como propio de lo cómico, pero también traspasar el límite para volverse respuesta trágica y cruel, al servirse de la torpeza o del error propio de las debilidades humanas. La risa puede transformarse en burla, ofensa, desjerarquización y arma mortal de combate.”[2]

La parodia y la ironía  aparecen yuxtapuestas en los textos, generando un hibridismo productivo que  actúa como correlato del mismo género tradición. El mismo autor, en una carta a Víctor Arreguine de 1890 la define diciendo:

“La tradición no se lee nunca con el ceño fruncido, sino sonriendo. La historia es una dama aristocrática y la tradición es una muchacha alegre”[3]

Según José Miguel Oviedo[4] resulta difícil definir la “tradición” porque es “un arte fragmentarista , hecho de múltiples piezas mínimas cuya combinación puede variar sustancialmente(…)Estamos ante un género de naturaleza híbrida”.

Ricardo Palma recurre tanto a fuentes escritas: archivos, crónicas, etc. como así también a fuentes orales: refranes, consejas, relatos populares. La mayor parte de las tradiciones están ambientadas en la época de la colonia, sin embargo, esto resulta un pretexto para referirse a su propia época. Aquí es donde la sátira cumple el papel de poner en evidencia los vicios y costumbres de la sociedad a través del humor.

Oviedo explica la importancia de la sátira en la tradición indicando que “ofrecía una imagen muy convincente de lo peruano en una época en que la búsqueda de identidad era tan importante(…) proponía una visión festiva de ambientes, situaciones y personajes, un estatuto verbal lleno de amable crítica, humor y desparpajo”[5] 

 El caso del uso del latín, que presenta la tradición que analizaremos, es un tema que atraviesa diferentes épocas y que se entrelaza con la educación y con la Iglesia, remitiéndonos a la memoria común de los latinoamericanos desde nuestros orígenes como pueblo mestizo.

Ricardo Palma escribió once series de Tradiciones, la mayoría ambientada en la época de la colonia. La que se titula “El latín de una limeña, pertenece a la tercera serie, ya en el período literario realista, cuando el autor renegaba de su etapa de la bohemia romántica y realizaba retratos femeninos de sus personajes  más acordes con su nuevo estilo: la mujeres peruanas y limeñas en particular, aparecen presentadas como muy atractivas y sensuales, además de ingeniosas, rebeldes, decididas y transgresoras. Dedica descripciones detalladas de estos aspectos y coloca nombres significativos y simbólicos a estos personajes que contrastan con los masculinos, generalmente sin nombres o con denominaciones satíricas que refuerzan la caricatura del hombre que se queda sin argumentos frente a la mujer que lo avasalla con su picardía, tal como le ocurre al “poetastro” de la tradición que analizaremos, frente a la protagonista “Mariquita Castellanos”. Según Alberto Escobar:

 “ En el ámbito de lo que es la tradición peruana, el encanto que seduce al lector no proviene exclusivamente de los temas. Convengamos en que no menos decisiva es la habilidad con que Palma desenvuelve el motivo que inspira su quehacer; ‘el cómo lo dice´. Asombrará, por citar un caso, la sencillez y facilidad con que diseña rapidísimamente los rasgos más característicos del personaje o de la situación descritos.”[6]

La historia que da nombre a la tradición y que será analizada en detalle, se trata de una joven limeña que, muy ingeniosamente, utiliza sus conocimientos de latín aprendido con las clarisas para responder a su novio, que era poeta y que no podía cumplir la promesa de regalarle un sayo (por falta de dinero), pero que hacía alarde de sus conocimientos de latín. En las partes preliminares que enmarcan el relato mencionado, Palma realiza una detallada descripción irónica de los distintos usos del latín en la época de la colonia que derivan en la parodia de estas convenciones sociales y culturales que se enlazan con  la sátira, ya que intenta poner en evidencia la hipocresía de la falta de conocimientos que se intentaba disfrazar de sabiduría con el latín, que, además, reflejaba la pedantería de quienes intentaban deslumbrar ostentando esta formación clásica.

La historia, con algunas variantes, parece haber circulado en la época como patrimonio popular, ya que el escritor chileno, Benjamín Vicuña Mackenna, contemporáneo de Ricardo Palma, publicó un texto similar[7]  titulado La era colonial. En el apartado  XI: “Carácter de la educación colonial”. El latín, su imperio absoluto, su barbarie, sus absurdos, su funesta influencia sobre la conciencia individual, la política y la sociabilidad. Los libros durante el coloniaje.” Allí el autor presenta , luego  de algunas consideraciones previas acerca de lo absurdo del uso del latín y sus aspectos negativos en cuanto al ámbito de la justicia, en las letras  y hasta en la cocina, haciendo referencia al conocimiento que se adquiría a través del Misal, a una anécdota breve que él refiere a una muchacha santiaguina que trataba de convencer a su padre, en este caso, para que le comprara unos encajes.

Ricardo Palma es un escritor transgresor, pero además, el humor supone siempre la transgresión de una norma, que en cada sociedad es diferente y que produce también efectos diferentes. Palma no hace reír solamente, sino que, este recurso, sumado a otros como el uso de un estilo próximo a la oralidad, involucra al lector: lo hace participar con su opinión y, sobre todo, pensar críticamente su propia sociedad, su época y sus propias conductas. La historia constituye al fin un pretexto:  se desdibuja en cuanto a su rigurosidad y los límites entre pasado y el presente se diluyen a través del abordaje de temas universales que siempre tienen vigencia. Sin entrar en la discusión teórica acerca de la universalidad de los aspectos trágicos o  la particularidad de los cómicos, podemos reconocer que lo cómico siempre delata vicios o connota frustraciones con las que podemos identificarnos individual o colectivamente, con lo cual el humor toma la forma de sátira que trasciende lo textual y nos permite realizar , tal como expresa Leopoldo Marechal: una “catarsis por la risa”. Según el autor, en un análisis comparativo entre la comedia y la tragedia puede reconocerse también un efecto liberador en el  humor a través de la catarsis :

                “…Tal espectador compadece o ´padece con´  los actores la misma experiencia ridícula, ya que reconoce sus propios defectos y contingencias en los que, bajo formas risibles, desnudan los comediantes en el escenario. Y esa experiencia de su propio ridículo (actual o posible) suscita en él, no ya el ´terror´ como en la tragedia, sino la ´risa´. Por eso Aristóteles define como ´no acompañadas de sufrimiento y no perniciosas ´la privación y la fealdad que se traducen en lo cómico. Y, sin embargo, también se da luego en la comedia una catarsis: una ´catarsis por la risa´; y se da en la ´conformidad riente´ con que acepta el espectador aquella toma de conciencia de sus propios defectos y limitaciones.”[8] 

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