ClubEnsayos.com - Ensayos de Calidad, Tareas y Monografias
Buscar

EL FIN DE LA ADMINISTRACION PÚBLICA


Enviado por   •  19 de Febrero de 2016  •  Prácticas o problemas  •  2.201 Palabras (9 Páginas)  •  250 Visitas

Página 1 de 9

EL FIN DE LA ADMINISTRACION PÚBLICA

VILLAMIL

ADMINISTRACIÓN PÚBLICA

TUTOR: Verena Lovich

GERENCIA PÚBLICA INTEGRAL

Bogotá

En el presente artículo se plantean los retos a los que se enfrentan dos disciplinas fundamentales para entender el quehacer político y gubernamental, ante una sociedad cada vez más plural y demandante de cara al siglo XXI. Entender a la ciencia política y a la administración pública frente al sistema capitalista en el cual ambas nacen y se desarrollan, entrelaza necesariamente la evolución de la ciencia política en distintas épocas, donde se localiza también el surgimiento de la administración pública como disciplina científica. Este recorrido histórico tiene el fin de identificar sus principales transformaciones y aquellas que son necesarias para consolidar a la ciencia política y a la administración pública como disciplinas útiles y valiosas para las nuevas sociedades. Las transformaciones en las que se ha inaugurado el siglo XXI han evidenciado nuevas relaciones entre la sociedad y los Estados, las cuales se han manifestado entre las discusiones del espacio que guardan cada uno; por un lado, la sociedad independiente y autónoma del Estado, más asegurada su composición por el mismo, y por el otro, el Estado cada vez más incapaz de influir en la sociedad y más debilitado ante los procesos globales, lo que pone en la mesa del debate el futuro de esta relación y origina el resurgimiento del análisis de los paradigmas y objetos de estudio de dos áreas centrales para comprender estos fenómenos: la ciencia política y la administración pública. El objetivo central de este trabajo es plantear una discusión sobre el papel y los retos que enfrentan dos disciplinas primordiales para entender el quehacer político y gubernamental frente a la sociedad, ante el paradigma propio de esta generación, el sistema capitalista. En este sentido, se plantea como principal cuestionamiento: ¿Cómo entender a la ciencia política y a la administración pública ante el sistema capitalista del siglo XXI?; al pensar que el paradigma para los objetos de estudio de estas dos disciplinas se comprende dentro del capitalismo. Debido a lo anterior, el texto toma como punto de partida la constitución de la política y de la administración pública como conocimiento científico, en el cual con un recuento de su desarrollo pudiera observarse la cientificidad de las mismas de forma desigual en comparación con otras áreas; esto pudiera explicarse en la relación del objeto de estudio y las condicionantes sociales propias de un contexto determinado. Es decir, la administración pública al ser una tarea tan antigua como la propia asociación y organización social, ha originado que se le dimensione como una acción rutinaria, que, en palabras de Omar Guerrero, es " una interpretación equívoca de la administración pública a la que se juzga como mera rutina oficinesca prosaica o llanamente se ignora su estatuto científico, cuando sus merecimientos académicos son tan elevados como el de sus ciencias hermanas [economía, sociología y políticas]" Por eso es necesario recuperar a la administración pública en la discusión científica, tanto en el quehacer gubernamental, como en la relación con la sociedad, de tal manera que pueda entenderse la acción de la administración pública dentro de un sistema democrático, que no sólo se observe en lo político o más específicamente en lo electoral, sino en el rescate de la sociedad hacia su verdadera participación en la toma de decisiones de los asuntos públicos. Por lo tanto, la segunda parte de este texto pretende establecer una reflexión en torno a los paradigmas que tendrán que ser recuperados al considerar estas disciplinas como conocimiento de aplicación. Por último, se presentan algunas consideraciones con el objeto de observar los retos que tienen la ciencia política y la administración pública ante las transformaciones y nuevas formas que se marcan en el siglo XXI, es decir, ante los paradigmas de la era moderna que parecen estar rebasados en ocasiones o bien, conservarse ante la complejidad del mundo contemporáneo. Desde la Grecia antigua hasta finales del siglo XIX el planteamiento del término política no se constituyó como el objeto de una disciplina autónoma, sino que formó parte de la explicación filosófica, histórica, jurídica y sociológica. Esto ha conformado el primer embate para la definición de la ciencia política, ya que su relación con otras disciplinas y áreas del conocimiento responde en mucho a la tradición con la que se les vincula. Estas tradiciones básicamente se engloban en: la anglosajona o norteamericana y la continental o europea, las cuales se han concentrado en la defensa, límites y divisiones del conocimiento científico con la teoría y filosofía política. La discusión entre los límites de la ciencia con la teoría y la filosofía políticas han dejado de lado la discusión de algunas cuestiones esenciales, sin la advertencia que han hecho Raymond Aron y Leo Strauss, al considerar parte de la discusión política temas y preguntas centrales hechas desde la filosofía. Cabe resaltar el cuestionamiento de Aron: ¿Puede aislar el curso de la historia aquello a lo que tiende, a lo que aspira el hombre político (el hombre moral)?'Así que en vías de consolidar una ciencia empírica, intentando apegarse a los principios de las ciencias exactas, la determinación del objeto de estudio de la ciencia política puede caer en posiciones poco fundamentadas, pues no podría dejarse de lado los valores que conlleva la acción política y que determinan a los actores políticos. Al respecto, Strauss es claro en exponer el encuentro entre el conocimiento científico y el filosófico: Todo conocimiento sobre las cosas políticas implica suposiciones relativas a la esencia de lo político, suposiciones que conciernen no sólo a una situación política concreta, sino también a la vida política o a la vida humana como tales. No podemos conocer nada sobre una guerra que tiene lugar en un momento determinado sin poseer alguna noción, por muy ligera y vaga que sea, sobre la guerra como tal y el lugar que ocupa en la vida humana. No se puede ver a un policía como policía sin una suposición previa sobre la ley y el gobierno como tales. Las suposiciones relativas a la esencia de lo político, que están implícitas en todos los conocimientos sobre lo político, tienen el carácter de opiniones. Sólo cuando estas suposiciones se convierten en objeto de un análisis coherente y crítico surge el enfoque filosófico o científico de lo político. En este sentido, la objetivización de lo político se ha fundamentado en categorías y conceptos desarrollados en la filosofía y teoría políticas, pues habrá que recordar que la ciencia política en sus orígenes se preguntaba por la naturaleza, origen y evolución del Estado, por la soberanía, la justicia y el derecho. Para finales del siglo XIX el sustento metodológico de la ciencia política fueron los análisis jurídicos o morales de temas como la justicia, el Estado y el derecho, sin que hasta ese momento se pudiera identificar claramente el objeto de estudio de la ciencia y tampoco se distinguiera de otras áreas del conocimiento, ya que la política se percibía como un conocimiento contenido en los estudios de la sociedad. Tal como lo ha notado Pasquino, "la evolución de la ciencia política es continua, y se produce tanto a través de la definición y redefinición del objeto de análisis, como a través de la elaboración de nuevas técnicas y en especial de nuevos métodos, en búsqueda de la 'cientificidad'". La distinción de la política respecto de otras disciplinas se concretó hasta la segunda mitad del siglo XX, al encontrarse el mundo occidental en una realidad que superó la acción de lo político, y por lo tanto se convirtió en un momento ideal para argumentar el carácter científico de la misma, pues las atrocidades y las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial daban paso al surgimiento de la ciencia política empírica, encargada de estudiar las acciones en torno al poder, al Estado y las relaciones entre ellos. Sin embargo, se identifican algunos rasgos elementales que se proporcionan como parte del nacimiento de la ciencia política; de manera breve se distinguen los siguientes momentos: El conocimiento de la política estuvo vinculado con la filosofía e inclusive con los planteamientos éticos, nociones que hasta el siglo XIX fueron la principal fuente de inspiración de la teoría política y significó una relación que daba paso al conocimiento científico. Esto ha tenido una amplia crítica, debido a que por años el desarrollo del conocimiento sobre la política se limitaba al estudio histórico o jurídico de las ideas políticas. Lo anterior pudiera explicarse con la siguiente argumentación de Sartori: La ciencia política (o mejor un conocimiento científico empírico de la política previsto de validez científica) es en cambio la más reciente y embrionaria de las ciencias. El conocimiento científico de los hechos políticos, en cuanto se remite a fuentes de inspiración autónomas (como Maquiavelo y la doctrina de la razón del Estado), encuentra dificultades para consolidarse; especialmente porque gravita sobre ella, de un lado, la hipoteca de la filosofía política (infiltrada, aunque sea mimetizándose en los pliegues del conocimiento empírico de la política) y del otro el apremiante reclamo de la praxis política cotidiana, y a través de ella el discurso corriente y las ideologías políticas en pugna. Desde la visión de Sartori, el conocimiento filosófico no es empírico y, por lo tanto, no hace un planteamiento en la búsqueda de modelos de aplicación; dicho así: "La filosofía es la evasión del mundo fenoménico que nos permite conmesurarlo y modificarlo Si la vida mental del hombre debiese quedar confinada al nivel empírico; si no le fuesen permitidas al hombre 'evasiones especulativas', su existencia transcurriría en una chata e incolora horizontalidad, sometida a preguntas sin respuesta, privada de toda dinámica, de sentido y de valor". Dado este argumento, la construcción de la ciencia política como conocimiento científico se justifica desde un enfoque empírico. No obstante, esta visión puede caer en limitaciones como las que expusieron Aron y Strauss. Además, pudiera dejar sin sentido exposiciones tan lúcidas como las de Hannah Arendt, a quien le podemos reconocer el establecimiento del vínculo entre el pensar filosófico hacia las nociones teóricas, dadas en su concepción deacción, referentes en el alcance científico. Al recobrar algunos aspectos del pensamiento de Arendt, cabe el cuestionamiento central que se hizo tras las experiencias políticas del segundo cuarto del siglo XX: ¿Qué es la política?, pregunta que tomó validez ante las explicaciones que cobraron vigencia al recordar y volver a concebir viejas categorías de comprensión e inclusive de juicio moral, ante los abusos de regímenes totalitarios. En palabras de Arendt: "La política trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos. Los hombres se organizan políticamente según determinadas comunidades esenciales en un caos absoluto, o a partir de un caos absoluto de las diferencias" Visto así, el estudio de la política se complementa con la reflexión filosófica, la abstracción teórica y desde luego las referencias empíricas del pensamiento científico. En ello cabe el razonamiento expresado por Arendt, respecto a la suposición generalizada de que los hombres del mundo moderno no están capacitados para juzgar las cosas en sí mismas, ya que sólo al contar con criterios fijos y dispuestos podrían aplicar correctamente reglas conocidas, tal como se afirmaba desde la explicación del conocimiento científico: En la enseñanza académica se ha difundido ampliamente este supuesto, lo cual se percibe claramente en el hecho de que las disciplinas históricas, que tienen que ver con la historia del mundo y lo que aconteció en él, se han diluido en las ciencias sociales y la psicología. Esto no significa sino que se abandona el estudio del mundo histórico en sus pretendidas etapas cronológicas a favor del estudio de modos de conducta primero sociales y después humanos, los cuales, a su vez, sólo pueden ser objeto de una investigación sistemática si se excluye al hombre que actúa, que es el artífice de los acontecimientos constatables en el mundo, y se le rebaja a la condición de ser que meramente tiene una conducta, al ser que se puede someter a experimentos y al que incluso cabe esperar poner definitivamente bajo control. A finales del siglo XIX, en los años que sucedieron a la expansión y consolidación del capitalismo en Occidente, así como la propuesta contraria al capitalismo, la expansión de las ideas del marxismo, los científicos de la política expresaban una falta de credibilidad en la democracia (dejándola en el estudio de las ideas políticas y no de la creación científica), concentrando el conocimiento científico en temas del liderazgo y las ciencias de la administración al servicio del Estado; así, el análisis de lo gubernamental desde un enfoque administrativo y desvinculado de lo social se sostuvo como la propuesta de algunos estudiosos. El año de 1880 fue clave para esta etapa, debido a que se formó en la Universidad de Columbia la primera Escuela de Ciencia Política; con el nacimiento de dicha ciencia como disciplina en 1903 se estableció la Asociación Americana de Ciencia Política, lo cual dio paso a la búsqueda de la consolidación de la disciplina desde una visión positivista. En esta etapa se ubica la era ortodoxa de la administración pública, que destaca la dicotomía entre política–administración y la firmeza en encontrar en la eficiencia el principio fundamental del proceso administrativo; de igual forma se consideraba que el óptimo funcionamiento de la adm

...

Descargar como (para miembros actualizados)  txt (13.9 Kb)   pdf (93.4 Kb)   docx (12.9 Kb)  
Leer 8 páginas más »
Disponible sólo en Clubensayos.com