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Educacion Teologica


Enviado por   •  25 de Enero de 2012  •  1.962 Palabras (8 Páginas)  •  522 Visitas

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LA EDUCACIÓN TEOLÓGICA EN EL SIGLO XXI

NUEVAS RESPUESTAS PARA NUEVOS DESAFÍOS

UNA VISIÓN DESDE AMÉRICA LATINA

(Manila, 15 de septiembre de 2005)

Dr. J. Norberto SARACCO

Hace unos años visitó Buenos Aires un destacado teólogo europeo invitado para dar una serie de conferencias. Era una ocasión única para encontrarnos cara a cara y escuchar a uno de los más destacados pensadores contemporáneos. Decidí aprovechar la oportunidad y también compartir la bendición con mis colegas de ministerio en la iglesia donde soy pastor. Así fue que asistí con un miembro de mi equipo pastoral. No puedo negar la emoción que sentía de poder llevar a uno de mis discípulos en el ministerio a participar de un acontecimiento tan especial. La conferencia fue brillante. Al salir del auditorio decidí invitar a mi amigo a tomar un café para que pudiéramos conversar sobre la experiencia que acabábamos de vivir. Nos sentamos en la cafetería y me dispuse a escuchar lo que este joven aspirante a pastor había aprendido. Me miró casi con vergüenza y suavemente preguntó: Pastor ¿Para qué sirve esto?

No dudo que cualquiera de nosotros, profesionales de la teología, podríamos gastar varias horas explicando a mi colega las bondades y utilidad del discurso que habíamos escuchado. Pero, lo cierto es que para él “no le servía”. Podemos argumentar, y con razón, que su pensamiento era simple y lineal. Que, de alguna manera, era utilitario, centrado en sus necesidades ministeriales inmediatas. Es cierto, pero también es cierto que “no le servia”.

Hemos venido a este lugar desde todos los rincones del mundo. Provenimos de distintas culturas, pertenecemos a diferentes familias confesionales y seguro asumimos diversas posturas teológicas. Sin embargo estoy seguro que compartimos dos sentimientos muy fuertes. Uno de frustración, porque vemos que la educación teológica está cada vez más alejada de la realidad que viven las iglesias. La tradicional desconfianza entre la iglesia y la educación teológica se ha profundizado. Gran parte de las iglesias de hoy no tienen inconvenientes en ordenar al pastorado a candidatos sin ninguna educación teológica formal. El resultado es que hay millones de pastores que ejercitan su ministerio sin haber pasado por las aulas de un seminario. Por otro lado, también nos convoca un sentimiento de esperanza, porque cada vez son más los que desde las iglesias y desde las instituciones de educación teológica tratan de cerrar esta brecha.

El planteo del problema no es nuevo. Desde los años 70’ se viene hablando del asunto en cuanta reunión de educadores teológicos hay. Lo que sí es nuevo es que todos sabemos que no puede pasar más tiempo sin que se resuelva este dilema. La antigua pregunta: ¿Qué tiene que ver Atenas con Jerusalén?, hoy la cambiamos por: ¿Qué tiene que ver la educación teológica con la iglesia?

EDUCACIÓN TEOLÓGICA Y MISIÓN: LA MISIÓN DE LA EDUCACIÓN TEOLÓGICA

En una consulta celebrada por la Fraternidad Teológica Latinoamericana en Quito, Ecuador (1985), los participantes llegaron a la conclusión de que “la educación teológica es la capacitación del pueblo de Dios para el servicio del Reino”.

Esta definición introduce dos elementos esenciales: “pueblo de Dios” y “servicio del Reino”. Según esta definición, que compartimos, la educación teológica no debería limitarse a la preparación de pastores, teólogos o lo que podríamos llamar “profesionales del oficio religioso”. A partir de la concepción del sacerdocio universal de los creyentes, la educación teológica debería ser un instrumento para perfeccionar a los santos para la obra del ministerio. Por supuesto que no dejamos de reconocer que hay ministerios que por su función y complejidad requieren de una formación más profunda y completa. Sin embargo el valor de esta definición es que pone en claro a quien debemos educar, “el pueblo de Dios” y para qué, “el servicio del Reino”. De una u otra manera esta definición es aceptada por cualquier institución teológica pero, en la práctica, al observar los programas de estudios, los requisitos de admisión y el producto final que se espera formar, vemos que la educación teológica contemporánea ha perdido su sentido de misión. Éste no puede ser otro que ser un instrumento para la missio Dei.

Al analizar la situación podemos trazar una perspectiva histórica y observar cómo las escuelas de ministerios han ido cerrando su horizonte. Quizás el antecedente más lejano sean las escuelas de profetas que ya aparecen en el A.T.. Los profetas, a diferencia de los sacerdotes, representaban la dimensión carismática, “no controlable” del ministerio. El sacerdote estaba para preservar la estructura, era guardián del orden establecido. Se pertenecía al sacerdocio por una cuestión de casta y su función era asegurarse de que todo siga igual. Todo lo que un sacerdote podía aprender era seguir haciendo lo que siempre se hizo. El caso de los profetas era diferente. La pertenencia al profetismo no era por casta sino por vocación. Las escuelas de profetas eran formadoras de vidas a través del discipulado cotidiano. Era una formación para la misión. De alguna manera las comunidades del desierto cumplieron una función similar. Aunque mucho más complejas que las escuelas de profetas, estudiaban los escritos sagrados, practicaban un discipulado integral (holistic) y estaba formadas alrededor de un concepto de misión.

En el caso de Jesús y sus discípulos la formación ministerial de éstos se llevaba a cabo en el camino. Las discusiones éticas y teológicas se hacían en el marco de la misión y para la misión. El “programa de estudio” del seminario de Jesús lo imponía la situación. El significado del perdón, la llegada del tiempo mesiánico, la vida eterna, el amor de Dios y tantos otros temas surgían del diálogo cotidiano con la realidad. Jesús puso en claro su objetivo pedagógico desde el primer momento de su ministerio: “os haré pescadores de hombres” (Mt 4:19).

A medida que la iglesia se formaba surgían nuevos temas y desafíos. La incorporación de los gentiles en el plan de salvación, la confrontación de

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