Educación Y Posmodernidad
sguzman9220 de Agosto de 2012
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Pocas veces un conjunto de acontecimientos políticos, culturales y científicos moviliza a la comunidad mundial hacia una comprensión tan optimista del desarrollo humano presente y futuro, como ocurrió efectivamente en nuestro planeta a partir de los años ochenta.
Para ilustrar lo que acontecía en esos años recordemos lo siguiente:
• Termino la guerra fría, lo que desplomo una forma de visa basada en el colectivismo y la presencia de un Estado poderoso y benefactor, así como el fin del imperio socialista. A partir de estos hechos, se ha instalado la idea de que la única forma de vida deseable y posible es aquella que propicia el neoliberalismo y su noción libre de mercado.
• Surgió una plaga mundial, el mortal virus del SIDA; con el que la humanidad empezó a sentir que la ciencia moderna había fracasado en cuento no estaba preparada para defendernos de microorganismos. Como reacción a la ciencia, surgió un espíritu más abierto hacia lo alternativo.
• Las incipientes y recientemente restauradas democracias de los países en desarrollo, no fueron capaces de enmendar los errores del autoritarismo precedente, estas nuevas democracias sólo lo han sido en la forma, pero en el fondo no hay capacidad real de vivir la democracia como un estilo de vida.
Todos estos casos tienen una consecuencia común: el fin de la razón, la muerte de la ciencia, el ocaso de las utopías y las ideologías, esto es la llegada de la posmodernidad.
La posmodernidad es un fenómeno actualmente complejo, su misma naturaleza hace muy difícil una conceptualización unitaria y universal. En tal sentido la posmodernidad constituye un sentimiento de desencanto cuyo elemento más sintomático es la crisis, de decadencia y de cambio social no deseado. El desencanto incluye a los grandes metarerelatos, al positivismo científico y, por supuesto, a la razón. Además su espíritu crítica la posibilidad real de planificación social y las ideologías emancipadoras de la humanidad; en suma, reniega de todo intento unificador y salvífico del planeta.
La modernidad, por su parte, se instala en humanismo secularizado que prescinde de todas las referencias cristianas, tratando a la religión como un objeto de la cultura y no como un principio explicativo o normativo de la realidad social. Mientras la posmodernidad culpa a la modernidad de tecnocrática y cientista, alejándose aún más del baño liberador que promulgan las religiones y cierto uso del método científico.
Para el sentido posmodernista, la realidad se fragmenta debido a la falta de valores absolutos y hegemónicos. Resulta así que no es posible lograr una representación única o unificada del mundo, tampoco interesa. La posmodernidad se esfuerza con la presencia actual y dolorosa de efectos no deseados de la ciencia, de desequilibrios ecológicos, de tortura y guerra.
El pensamiento posmoderno ha generado un sujeto fragmentado y descentrado en su ser íntimo, con fuertes dificultades para unificar experiencias y dotar de sentido a la vida. Lo que sucede en tiempos de posmodernidad es que no podemos calcular el delta o la diferencia por la sencilla razón que estamos en desacuerdo con respecto a las normas, se nos deslegitimó la norma, es decir, hoy en día no sabemos lo que es bueno o lo que es malo.
En este sentido, es necesario entender la sensación de incredulidad y escepticismo de algunas personas frente a la escuela, con doce años en ella se termina simplemente “pateando piedras”; en otras palabras, ya no es tan claro que la escuela sea buena, al menos, no para todos.
Las críticas al paradigma posmodernista apuntan a todo orden de la vida actual. Tampoco escapa la política o la historia, así como la economía y la religión. Sin embargo, no todo es sensación de destrucción y de fracaso, lo que podría equivaler a una mirada estrictamente “nihilista”, de habernos quedado
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