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El Cuerpo Y La Salud


Enviado por   •  10 de Junio de 2014  •  12.210 Palabras (49 Páginas)  •  255 Visitas

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El cuerpo: alimentación, enfermedad y envejecimiento

Por: Anthony Giddens

Extraído del texto Sociología. Alianza Editorial Tercera edición

Conceptos básicos

- Sociología del cuerpo

- Naturaleza

Mire las dos fotografías de la página 162. Las imágenes de estos rostros hundidos y cuerpos consumidos son casi idénticas. La joven de la izquierda es una somalí que está muriéndose por falta de alimentos, mientras que la de la derecha es una adolescente estadounidense que se muere porque, en una sociedad en la que hay un exceso de comida, ella eligió no comer o comer tan poco como para poner en peligro su vida.

La dinámica social que conlleva cada caso es completamente diferente. La muerte por inanición está producida por factores ajenos al control de las personas y sólo afecta a los muy pobres. La adolescente estadounidense sufre de anorexia, una enfermedad sin origen físico conocido; obsesionada con la idea de estar delgada, ha terminado por dejar de comer casi por completo. La anorexia y otros trastornos de la alimentación son enfermedades de la opulencia, no de aquellos que tienen poco o ningún alimento, y son completamente desconocidos en países como Somalia donde la comida escasea.

Durante gran parte de la historia, ha habido algunas personas, santos o místicos, que han decidido dejarse morir de hambre por motivos religiosos. Casi siempre eran hombres. Hoy en día, la anorexia afecta principalmente a las mujeres y no tiene una relación directa con las creencias religiosas. Es una enfermedad del cuerpo y, por lo tanto, cabría suponer que hay que explicarla en función de factores biológicos o físicos. Sin embargo, la salud y la enfermedad, al igual que otros temas que hemos abordado, se ven afectados por influencias sociales y culturales.

Aunque sea una enfermedad, la anorexia está directamente relacionada con la idea de someterse a un régimen, lo cual, a su vez, tiene que ver con el cambio del canon de belleza -especialmente el femenino que se ha producido en la sociedad contemporánea. En la mayoría de las sociedades premodernas, como las descritas en el Capítulo 3, el tipo ideal de mujer era entrado en carnes. La delgadez no se consideraba en absoluto deseable, en parte porque se relacionaba con la falta de alimento y, por tanto, con la pobreza. Incluso en la Europa de los siglos XVII y XVIII la figura femenina ideal era redondeada. Cualquiera que haya visto cuadros de la época, como los de Rubens, se habrá dado cuenta de lo curvilíneas que son las mujeres que retrata. La idea de que lo deseable para la figura femenina es la delgadez apareció en algunos grupos de clase media a finales del siglo XIX, pero este ideal sólo se ha generalizado recientemente entre las mujeres.

Por tanto, la anorexia proviene del cambio en la imagen de la mujer que se ha producido en la historia reciente de las sociedades modernas. La primera vez que se consideró como una dolencia fue en la Francia de 1874, pero hasta hace unos treinta o cuarenta años no surgió de nuevo (Brown y Jasper, 1993). Desde entonces, cada vez es más frecuente entre las mujeres jóvenes. Lo mismo ha ocurrido con la bulimia: atiborrarse de comida para después vomitar a propósito. La anorexia y la bulimia se dan con frecuencia en la misma persona. Se puede dar el caso de alguien que adelgace en extremo, después entre en un período en el que ingiera enormes cantidades de comida y se ponga extremadamente gordo para volver a una fase en la que de nuevo adelgace mucho.

La anorexia y otros trastornos de la alimentación ya no son enfermedades extrañas para las sociedades contemporáneas. Alrededor de un 20% de las mujeres británicas sufren en algún momento de su vida graves problemas a causa de trastornos de la alimentación. En un porcentaje aún mayor se dan episodios de bulimia. El 60% de las niñas de trece años han comenzado algún régimen; esta proporción llega hasta el 80% en las mujeres de dieciocho años.

Los trastornos de la alimentación se han hecho habituales entre mujeres ricas y famosas. En 1995, en una entrevista televisada la princesa Diana de Gales admitió públicamente que había pasado por graves episodios de anorexia y bulimia. De nuevo, algo que puede parecer una cuestión completamente personal -los problemas con la alimentación y la desesperación respecto al propio aspecto- se convierte en objeto de atención para la sociología. Si incluimos entre los trastornos de la alimentación no sólo aquellos que ponen la vida en peligro sino toda preocupación obsesiva por seguir un régimen y por la apariencia física, es preciso señalar que este problema forma parte de la vida de millones de personas en todos los países industrializados.

El cuerpo y la sociedad

El aumento de los trastornos de la alimentación es sorprendente y pone claramente de manifiesto la influencia de los factores sociales sobre nuestra vida. Lo que se conoce como sociología del cuerpo investiga de qué manera nuestro físico se ve afectado por tales influencias. Como seres humanos, todos somos materiales, todos tenemos un cuerpo, pero este no es sólo algo que tengamos ni tampoco algo físico que existe al margen de la sociedad. El cuerpo está muy influido por nuestras experiencias sociales y por las normas y valores de los grupos a los que pertenecemos.

Hasta hace poco tiempo los sociólogos no habían comenzado a reconocer el carácter profundo de las interconexiones que existen entre la vida social y el cuerpo. Por lo tanto, esta área es bastante nueva y también una de las más apasionantes.

La sociología del cuerpo combina ciertos temas fundamentales que utilizaremos a lo largo del capítulo. Uno de los principales se refiere a las consecuencias del cambio social sobre el cuerpo (en el sentido en que ese cambio social se subraya en todo este libro). El segundo tema es la creciente separación del cuerpo respecto a la "naturaleza", es decir, de lo que se da por hecho en nuestras vidas. Nuestro cuerpo se ve invadido por la influencia de la ciencia y la tecnología, creándose así nuevos dilemas. La invención de nuevas técnicas de reproducción, por ejemplo, proporciona nuevas posibilidades pero también ha generado una intensa controversia social. En este capítulo nos ocuparemos de dos polémicas relacionadas con este asunto: la ingeniería genética y el aborto.

El término "tecnología" no debería interpretarse aquí de una forma demasiado estricta. En su sentido más fundamental se refiere a medios materiales como los que utiliza la medicina moderna; por ejemplo, el escáner que permite al doctor seguir atentamente el desarrollo de un bebé antes de su nacimiento. Sin embargo, también debemos tener en cuenta lo que Michel Foucault (1988) ha denominado las tecnologías sociales que afectan al cuerpo. Con esta expresión se pretende denominar algo que tenemos que "crear" y no aceptar simplemente. Una tecnología social es cualquier tipo de intervención regular sobre el funcionamiento de nuestro cuerpo con fin de alterarlo de una determinada manera. Un ejemplo es ponerse a dieta, algo crucial para la anorexia.

A continuación, analizaremos primero por qué los trastornos de la alimentación se han hecho tan habituales. Después nos ocuparemos de la importancia sociológica de las técnicas de reproducción. Partiendo de ese tema, estudiaremos el cuidado del cuerpo en las condiciones sociales actuales o, lo que es lo mismo, la salud y la atención sanitaria.

Finalmente, consideraremos el problema del cuerpo que envejece. Al igual que tantos otros aspectos de nuestra vida en la sociedad contemporánea el envejecimiento ya no es lo que era. Envejecer no es sólo un proceso físico y la posición de los ancianos en la sociedad actual está cambiando de forma significativa.

Los trastornos de la alimentación y el cuidado del cuerpo Para entender por qué los trastornos de la alimentación se han generalizado tanto en la actualidad, es preciso retomar los cambios sociales analizados en anteriores capítulos. La anorexia refleja ciertamente aspectos generales del cambio social, incluyendo en ellos el impacto de la globalización.

El aumento de los trastornos de la alimentación en las sociedades occidentales coincide precisamente con la globalización de la producción alimentaria, cuyo ritmo ha aumentado en las últimas tres o cuatro décadas. La invención de nuevas formas de refrigeración junto al uso del transporte en contenedores ha permitido que los alimentos puedan almacenarse durante largos períodos y que sean servidos de un extremo a otro del mundo. Desde los años cincuenta, y para aquellos que pueden permitírselo (ahora la mayoría de la población en los países occidentales), los estantes de los supermercados están llenos de alimentos de todo el mundo. La mayoría de esos productos están siempre disponibles y no sólo, como ocurría antes, cuando era la época en su lugar de origen.

En los últimos años, casi cualquiera en el Reino Unido y en el resto de las sociedades desarrolladas ha estado a régimen. Esto no significa que todos estén locos por adelgazar. En realidad, si todos los alimentos se encuentran disponibles casi siempre, tenemos que decidir qué comer: construir un "régimen", concepto que hace referencia a lo que consumimos habitualmente. En primer lugar, tenemos que decidir lo que comemos en función de las diversas informaciones de tipo médico con las que la ciencia nos bombardea; por ejemplo, que el nivel de colesterol está relacionado con las dolencias cardíacas. En segundo lugar, ahora nos preocupan las calorías que contiene cada alimento. En una sociedad en la que la comida es abundante, por primera vez podemos diseñar nuestro cuerpo en relación con nuestras costumbres (correr, hacer aeróbic) y con lo que comemos. Los trastornos de la alimentación tienen su origen en las oportunidades pero también en las presiones y tensiones que esta situación produce.

El 80% de los anoréxicos son adictos al ejercicio. Una adicción es una pauta de comportamiento compulsiva que al individuo le resulta difícil o imposible evitar. Por ejemplo, Sally, una madre soltera de veintiocho años de la región inglesa de los Midlands, fue víctima de la anorexia después de padecer, según sus propias palabras, un "deseo compulsivo de hacer ejercicio". Empezó a hacerlo después de separarse del padre de su hijo. "Me sentía desmoralizada e inútil cuando se rompió la relación y quería demostrarme que aún tenía una vida y que era fuerte. Al principio, el ejercicio me hizo sentirme bien conmigo misma; los hombres se fijaban en mi y aumentó mucho mi autoestima. Ahora necesito quemar calorías constantemente para sentirme normal". Su obsesión con el ejercicio se mantuvo incluso después de que se hubiera recuperado de la anorexia (Walker, 1995).

¿Por qué afectan los trastornos de la alimentación especialmente a las mujeres y, de forma más aguda, a las jóvenes? Para comenzar, habría que señalar que no sólo los padecen las mujeres, ya que alrededor del 10% de los enfermos por estas dolencias son hombres. Pero ellos no tienen anorexia o bulimia tan a menudo, en parte porque las normas sociales aceptadas hacen más hincapié en el atractivo femenino que en el masculino y en parte porque lo que se considera deseable físicamente es diferente para el hombre y para la mujer.

Cuando los hombres se preocupan de cultivar su aspecto físico, el ideal es un cuerpo musculoso. Para muchos de los que hacen musculación, esta actividad se hace tan compulsiva o adictiva como los trastornos de la alimentación para las mujeres. Por ejemplo, Sam Fussell, en su libro Muscle, describe cómo empezó a desarrollar sus músculos para intentar controlar la sensación de debilidad y de ansiedad que le producía el pensar que era "enclenque". De ser muy delgado pasó a estar realmente fuerte, pero entonces era imposible parar. No podía llevar a cabo sus actividades cotidianas sin incluir algunas horas para levantar pesas. El que se dedica a la musculación nunca está lo suficientemente fuerte, del mismo modo que la anoréxica nunca está lo suficientemente delgada (Fussell, 199l).

También hay mujeres que se dedican ahora a la musculación, pero la mayoría no realizan esta actividad cuando intentan que su cuerpo se ajuste a sus expectativas. Su ansiedad se centra en el miedo a la gordura.

En la actualidad la mujer ideal debe ser delgada y esbelta. La anorexia y la bulimia son enfermedades de la mujer activa que no se padecen porque sí, sino que la persona se esfuerza por tenerlas. Los que padecen anorexia se someten a una dieta rígida y mínima, que quizá complementen con aeróbic todos los días.

La anorexia y otros trastornos de la alimentación ponen de manifiesto que la mujer representa un papel social más importante que antes, pero que aun así se la sigue juzgando más por su apariencia que por sus logros. Los trastornos de la alimentación se encuentran enraizados en la vergüenza que produce el propio cuerpo y las que padecen esta dolencia sienten que no están a la altura de las circunstancias y que son imperfectas, de modo que interpretan en función de su ansiedad cómo las ven los demás. En este punto, las ideas de delgadez se hacen obsesivas y para quien las padece perder peso se convierte en el medio de arreglarlo todo. Una vez que la mujer inicia el régimen de adelgazamiento y el ejercicio compulsivo, puede quedarse bloqueada en la tendencia a rehusar completamente la comida o a vomitar todo lo que ingiere. Si esta pauta no se rompe (y algunas psicoterapias y tratamientos médicos son efectivos en este sentido) la paciente puede llegar a matarse de hambre.

El cuerpo y las técnicas de reproducción

La propagación de los trastornos de la alimentación refleja la influencia de la ciencia y la tecnología en nuestra forma de vida actual: el recuento de calorías sólo ha sido posible con los avances tecnológicos. Sin embargo, el impacto de la tecnología siempre está condicionado por factores sociales. Tenemos mucha más autonomía respecto a nuestro cuerpo y esta situación crea nuevas posibilidades positivas pero también ansiedades y problemas antes desconocidos.

Lo que está ocurriendo forma parte de lo que los sociólogos denominan la socialización de la naturaleza, expresión que hace referencia al hecho de que ciertos fenómenos que antes eran "naturales", o que venían dados por la naturaleza, ahora tienen un carácter social, es decir, que dependen de nuestras propias decisiones. La reproducción humana es un ejemplo de ello. Durante siglos la vida de las mujeres estuvo determinada por el parto y la crianza de los hijos. En la época premoderna la anticoncepción no era efectiva y en algunas sociedades no se conocía. Incluso en la Europa del siglo XVIII, era habitual que las mujeres tuvieran hasta veinte embarazos (con abortos frecuentes y muerte de los niños). La mejora de los métodos anticonceptivos ha transformado esta situación de forma significativa. En los países industrializados no sólo ya no es "natural" tener tantos embarazos sino que apenas ocurre. Los avances en los métodos anticonceptivos propician que las mujeres y los hombres puedan decidir si quieren o no descendencia.

La prevención del embarazo es sólo un ejemplo de las técnicas de eproducción.

A continuación se describen algunas de las áreas en las que los procesos naturales se han hecho sociales. El cuerpo: alimentación, enfermedad y envejecimiento

Mire las dos fotografías de la página 162. Las imágenes de estos rostros hundidos y cuerpos consumidos son casi idénticas. La joven de la izquierda es una somalí que está muriéndose por falta de alimentos, mientras que la de la derecha es una adolescente estadounidense que se muere porque, en una sociedad en la que hay un exceso de comida, ella eligió no comer o comer tan poco como para poner en peligro su vida.

La dinámica social que conlleva cada caso es completamente diferente. La muerte por inanición está producida por factores ajenos al control de las personas y sólo afecta a los muy pobres. La adolescente estadounidense sufre de anorexia, una enfermedad sin origen físico conocido; obsesionada con la idea de estar delgada, ha terminado por dejar de comer casi por completo. La anorexia y otros trastornos de la alimentación son enfermedades de la opulencia, no de aquellos que tienen poco o ningún alimento, y son completamente desconocidos en países como Somalia donde la comida escasea.

Durante gran parte de la historia, ha habido algunas personas, santos o místicos, que han decidido dejarse morir de hambre por motivos religiosos. Casi siempre eran hombres. Hoy en día, la anorexia afecta principalmente a las mujeres y no tiene una relación directa con las creencias religiosas. Es una enfermedad del cuerpo y, por lo tanto, cabría suponer que hay que explicarla en función de factores biológicos o físicos. Sin embargo, la salud y la enfermedad, al igual que otros temas que hemos abordado, se ven afectados por influencias sociales y culturales.

Aunque sea una enfermedad, la anorexia está directamente relacionada con la idea de someterse a un régimen, lo cual, a su vez, tiene que ver con el cambio del canon de belleza -especialmente el femenino que se ha producido en la sociedad contemporánea. En la mayoría de las sociedades premodernas, como las descritas en el Capítulo 3, el tipo ideal de mujer era entrado en carnes. La delgadez no se consideraba en absoluto deseable, en parte porque se relacionaba con la falta de alimento y, por tanto, con la pobreza. Incluso en la Europa de los siglos XVII y XVIII la figura femenina ideal era redondeada. Cualquiera que haya visto cuadros de la época, como los de Rubens, se habrá dado cuenta de lo curvilíneas que son las mujeres que retrata. La idea de que lo deseable para la figura femenina es la delgadez apareció en algunos grupos de clase media a finales del siglo XIX, pero este ideal sólo se ha generalizado recientemente entre las mujeres.

Por tanto, la anorexia proviene del cambio en la imagen de la mujer que se ha producido en la historia reciente de las sociedades modernas.

La primera vez que se consideró como una dolencia fue en la Francia de 1874, pero hasta hace unos treinta o cuarenta años no surgió de nuevo (Brown y Jasper, 1993). Desde entonces, cada vez es más frecuente entre las mujeres jóvenes. Lo mismo ha ocurrido con la bulimia: atiborrarse de comida para después vomitar a propósito. La anorexia y la bulimia se dan con frecuencia en la misma persona. Se puede dar el caso de alguien que adelgace en extremo, después entre en un período en el que ingiera enormes cantidades de comida y se ponga extremadamente gordo para volver a una fase en la que de nuevo adelgace mucho.

La anorexia y otros trastornos de la alimentación ya no son enfermedades extrañas para las sociedades contemporáneas. Alrededor de un 20% de las mujeres británicas sufren en algún momento de su vida graves problemas a causa de trastornos de la alimentación. En un porcentaje aún mayor se dan episodios de bulimia. El 60% de las niñas de trece años han comenzado algún régimen; esta proporción llega hasta el 80% en las mujeres de dieciocho años.

Los trastornos de la alimentación se han hecho habituales entre mujeres ricas y famosas. En 1995, en una entrevista televisada la princesa Diana de Gales admitió públicamente que había pasado por graves episodios de anorexia y bulimia.

De nuevo, algo que puede parecer una cuestión completamente personal -los problemas con la alimentación y la desesperación respecto al propio aspecto- se convierte en objeto de atención para la sociología. Si incluimos entre los trastornos de la alimentación no sólo aquellos que ponen la vida en peligro sino toda preocupación obsesiva por seguir un régimen y por la apariencia física, es preciso señalar que este problema forma parte de la vida de millones de personas en todos los países industrializados.

El cuerpo y la sociedad

El aumento de los trastornos de la alimentación es sorprendente y pone claramente de manifiesto la influencia de los factores sociales sobre nuestra vida. Lo que se conoce como sociología del cuerpo investiga de qué manera nuestro físico se ve afectado por tales influencias. Como seres humanos, todos somos materiales, todos tenemos un cuerpo, pero este no es sólo algo que tengamos ni tampoco algo físico que existe al margen de la sociedad. El cuerpo está muy influido por nuestras experiencias sociales y por las normas y valores de los grupos a los que pertenecemos.

Hasta hace poco tiempo los sociólogos no habían comenzado a reconocer el carácter profundo de las interconexiones que existen entre la vida social y el cuerpo. Por lo tanto, esta área es bastante nueva y también una de las más apasionantes.

La sociología del cuerpo combina ciertos temas fundamentales que utilizaremos a lo largo del capítulo. Uno de los principales se refiere a las consecuencias del cambio social sobre el cuerpo (en el sentido en que ese cambio social se subraya en todo este libro). El segundo tema es la creciente separación del cuerpo respecto a la "naturaleza", es decir, de lo que se da por hecho en nuestras vidas. Nuestro cuerpo se ve invadido por la influencia de la ciencia y la tecnología, creándose así nuevos dilemas. La invención de nuevas técnicas de reproducción, por ejemplo, proporciona nuevas posibilidades pero también ha generado una intensa controversia social. En este capítulo nos ocuparemos de dos polémicas relacionadas con este asunto: la ingeniería genética y el aborto.

El término "tecnología" no debería interpretarse aquí de una forma demasiado estricta. En su sentido más fundamental se refiere a medios materiales como los que utiliza la medicina moderna; por ejemplo, el escáner que permite al doctor seguir atentamente el desarrollo de un bebé

antes de su nacimiento. Sin embargo, también debemos tener en cuenta

lo que Michel Foucault (1988) ha denominado las tecnologías sociales que

afectan al cuerpo. Con esta expresión se pretende denominar algo que

tenemos que "crear" y no aceptar simplemente. Una tecnología social es

cualquier tipo de intervención regular sobre el funcionamiento de nuestro

cuerpo con fin de alterarlo de una determinada manera. Un ejemplo es

ponerse a dieta, algo crucial para la anorexia.

A continuación, analizaremos primero por qué los trastornos de la alimentación se han hecho tan habituales. Después nos ocuparemos de la importancia sociológica de las técnicas de reproducción. Partiendo de ese tema, estudiaremos el cuidado del cuerpo en las condiciones sociales actuales o, lo que es lo mismo, la salud y la atención sanitaria.

Finalmente, consideraremos el problema del cuerpo que envejece. Al igual que tantos otros aspectos de nuestra vida en la sociedad contemporánea el envejecimiento ya no es lo que era. Envejecer no es sólo un proceso físico y la posición de los ancianos en la sociedad actual está cambiando de forma significativa.

Los trastornos de la alimentación y el cuidado del cuerpo Para entender por qué los trastornos de la alimentación se han generalizado tanto en la actualidad, es preciso retomar los cambios sociales analizados en anteriores capítulos. La anorexia refleja ciertamente aspectos generales del cambio social, incluyendo en ellos el impacto de la globalización.

El aumento de los trastornos de la alimentación en las sociedades occidentales coincide precisamente con la globalización de la producción alimentaria, cuyo ritmo ha aumentado en las últimas tres o cuatro décadas. La invención de nuevas formas de refrigeración junto al uso del transporte en contenedores ha permitido que los alimentos puedan almacenarse durante largos períodos y que sean servidos de un extremo a otro del mundo. Desde los años cincuenta, y para aquellos que pueden permitírselo (ahora la mayoría de la población en los países occidentales), los estantes de los supermercados están llenos de alimentos de todo el mundo. La mayoría de esos productos están siempre disponibles y no sólo, como ocurría antes, cuando era la época en su lugar de origen.

En los últimos años, casi cualquiera en el Reino Unido y en el resto de las sociedades desarrolladas ha estado a régimen. Esto no significa que todos estén locos por adelgazar. En realidad, si todos los alimentos se encuentran disponibles casi siempre, tenemos que decidir qué comer: construir un "régimen", concepto que hace referencia a lo que consumimos habitualmente. En primer lugar, tenemos que decidir lo que comemos en función de las diversas informaciones de tipo médico con las que la ciencia nos bombardea; por ejemplo, que el nivel de colesterol está relacionado con las dolencias cardíacas. En segundo lugar, ahora nos preocupan las calorías que contiene cada alimento. En una sociedad en la que la comida es abundante, por primera vez podemos diseñar nuestro cuerpo en relación con nuestras costumbres (correr, hacer aeróbic) y con lo que comemos. Los trastornos de la alimentación tienen su origen en las oportunidades pero también en las presiones y tensiones que esta situación produce.

El 80% de los anoréxicos son adictos al ejercicio. Una adicción es una pauta de comportamiento compulsiva que al individuo le resulta difícil o imposible evitar. Por ejemplo, Sally, una madre soltera de veintiocho años de la región inglesa de los Midlands, fue víctima de la anorexia después de padecer, según sus propias palabras, un "deseo compulsivo de hacer ejercicio". Empezó a hacerlo después de separarse del padre de su hijo.

"Me sentía desmoralizada e inútil cuando se rompió la relación y quería demostrarme que aún tenía una vida y que era fuerte. Al principio, el ejercicio me hizo sentirme bien conmigo misma; los hombres se fijaban en mi y aumentó mucho mi autoestima. Ahora necesito quemar calorías constantemente para sentirme normal". Su obsesión con el ejercicio se mantuvo incluso después de que se hubiera recuperado de la anorexia (Walker, 1995).

¿Por qué afectan los trastornos de la alimentación especialmente a las mujeres y, de forma más aguda, a las jóvenes? Para comenzar, habría que señalar que no sólo los padecen las mujeres, ya que alrededor del 10% de los enfermos por estas dolencias son hombres. Pero ellos no tienen anorexia o bulimia tan a menudo, en parte porque las normas sociales aceptadas hacen más hincapié en el atractivo femenino que en el masculino y en parte porque lo que se considera deseable físicamente es diferente para el hombre y para la mujer.

Cuando los hombres se preocupan de cultivar su aspecto físico, el ideal es un cuerpo musculoso. Para muchos de los que hacen musculación, esta actividad se hace tan compulsiva o adictiva como los trastornos de la alimentación para las mujeres. Por ejemplo, Sam Fussell, en su libro Muscle, describe cómo empezó a desarrollar sus músculos para intentar controlar la sensación de debilidad y de ansiedad que le producía el pensar que era "enclenque". De ser muy delgado pasó a estar realmente fuerte, pero entonces era imposible parar. No podía llevar a cabo sus actividades cotidianas sin incluir algunas horas para levantar pesas. El que se dedica a la musculación nunca está lo suficientemente fuerte, del mismo modo que la anoréxica nunca está lo suficientemente delgada (Fussell, 199l).

También hay mujeres que se dedican ahora a la musculación, pero la mayoría no realizan esta actividad cuando intentan que su cuerpo se ajuste a sus expectativas. Su ansiedad se centra en el miedo a la gordura.

En la actualidad la mujer ideal debe ser delgada y esbelta. La anorexia y la bulimia son enfermedades de la mujer activa que no se padecen porque sí, sino que la persona se esfuerza por tenerlas. Los que padecen anorexia se someten a una dieta rígida y mínima, que quizá complementen con aeróbic todos los días.

La anorexia y otros trastornos de la alimentación ponen de manifiesto que la mujer representa un papel social más importante que antes, pero que aun así se la sigue juzgando más por su apariencia que por sus logros. Los trastornos de la alimentación se encuentran enraizados en la vergüenza que produce el propio cuerpo y las que padecen esta dolencia sienten que no están a la altura de las circunstancias y que son imperfectas, de modo que interpretan en función de su ansiedad cómo las ven los demás. En este punto, las ideas de delgadez se hacen obsesivas y para quien las padece perder peso se convierte en el medio de arreglarlo todo. Una vez que la mujer inicia el régimen de adelgazamiento y el ejercicio compulsivo, puede quedarse bloqueada en la tendencia a rehusar completamente la comida o a vomitar todo lo que ingiere. Si esta pauta no se rompe (y algunas psicoterapias y tratamientos médicos son efectivos en este sentido) la paciente puede llegar a matarse de hambre.

El cuerpo y las técnicas de reproducción

La propagación de los trastornos de la alimentación refleja la influencia de la ciencia y la tecnología en nuestra forma de vida actual: el recuento de calorías sólo ha sido posible con los avances tecnológicos. Sin embargo, el impacto de la tecnología siempre está condicionado por factores sociales. Tenemos mucha más autonomía respecto a nuestro cuerpo y esta situación crea nuevas posibilidades positivas pero también ansiedades y problemas antes desconocidos.

Lo que está ocurriendo forma parte de lo que los sociólogos denominan la socialización de la naturaleza, expresión que hace referencia al hecho de que ciertos fenómenos que antes eran "naturales", o que venían dados por la naturaleza, ahora tienen un carácter social, es decir, que dependen de nuestras propias decisiones. La reproducción humana es un ejemplo de ello. Durante siglos la vida de las mujeres estuvo determinada por el parto y la crianza de los hijos. En la época premoderna la anticoncepción no era efectiva y en algunas sociedades no se conocía. Incluso en la Europa del siglo XVIII, era habitual que las mujeres tuvieran hasta veinte embarazos (con abortos frecuentes y muerte de los niños). La mejora de los métodos anticonceptivos ha transformado esta situación de forma significativa.

En los países industrializados no sólo ya no es "natural" tener tantos embarazos sino que apenas ocurre. Los avances en los métodos anticonceptivos propician que las mujeres y los hombres puedan decidir si quieren o no descendencia.

La prevención del embarazo es sólo un ejemplo de las técnicas de reproducción. A continuación se describen algunas de las áreas en las que los procesos naturales se han hecho sociales

El parto

La medicina no siempre ha participado en los grandes procesos vitales que van del nacimiento a la muerte. La medicalización del embarazo y del parto se desarrolló lentamente, a medida que los pediatras iban desplazando al médico local y a la comadrona. Hoy día, la mayoría de los nacimientos tienen lugar en hospitales, con ayuda de equipos médicos especializados.

En el pasado, los padres tenían que esperar hasta que nacía la criatura para saber su sexo y si el recién nacido estaba sano. Hoy en día, pruebas prenatales como la ecografía (una imagen del feto producida a través de ondas de ultrasonido) y la amniocentesis (que consiste en extraer parte del líquido amniótico que rodea al feto) pueden utilizarse para detectar anomalías estructurales o cromosómicas antes del nacimiento. Estas tecnologías obligan a las parejas y a la sociedad a tomar nuevas decisiones éticas y legales.

La medicina no siempre ha participado en los grandes procesos vitales que van del nacimiento a la muerte. La medicalización del embarazo y del parto se desarrolló lentamente, a medida que los pediatras iban desplazando al médico local y a la comadrona. Hoy día, la mayoría de los nacimientos tienen lugar en hospitales, con ayuda de equipos médicos especializados.

En el pasado, los padres tenían que esperar hasta que nacía la criatura para saber su sexo y si el recién nacido estaba sano. Hoy en día, pruebas prenatales como la ecografía (una imagen del feto producida a través de ondas de ultrasonido) y la amniocentesis (que consiste en extraer parte del líquido amniótico que rodea al feto) pueden utilizarse para detectar anomalías estructurales o cromosómicas antes del nacimiento. Estas tecnologías obligan a las parejas y a la sociedad a tomar nuevas decisiones éticas y legales. Cuando se detecta alguna anomalía la pareja tiene que decidir si va a tener el bebé, sabiendo que quizá tenga una grave minusvalía.

La ingeniería genética: bebés de diseño

En nuestros días gran parte del esfuerzo científico se dedica a la expansión de la ingeniería genética: alterar la estructura genética del feto para influir en su desarrollo posterior. El posible impacto social de la ingeniería genética está comenzando a suscitar un debate casi tan intenso como el que rodea el problema del aborto. Los que están a favor de este tipo de manipulación afirman que nos aportará muchos beneficios. Por ejemplo, será posible identificar los factores genéticos que hacen que algunas personas sean vulnerables a ciertas enfermedades. La reprogramación genética garantizará que estas dolencias no se trasmitan de generación en generación. Será posible "diseñar" nuestro cuerpo antes del nacimiento y elegir el color de nuestra piel, del pelo y de los ojos, el peso, etc.

No hay un ejemplo mejor de la mezcla de oportunidades y problemas que crea la creciente socialización de la naturaleza. ¿Qué elegirán los padres cuando puedan diseñar a sus hijos y qué límites habrá que poner a esa capacidad de elección? Probablemente la ingeniería genética no será barata. ¿Significará esto que todo aquél que pueda pagarlo programará a sus hijos de forma que carezcan de las características físicas que se consideren socialmente indeseables? Qué ocurrirá con los hijos de los grupos más desfavorecidos, que seguirán naciendo de forma natural?

Algunos sociólogos han señalado que un acceso diferenciado a la ingeniería genética podría producir una "clase marginada en términos biológicos". Los que carezcan de las ventajas físicas que aporte la ingeniería genética pueden ser objeto de los prejuicios de los que sí las disfruten y, en consecuencia, estar discriminados a la hora un empleo o de suscribir un seguro de vida o sanitario. un empleo o de suscribir un seguro de vida o sanitario.

El debate sobre el aborto

El dilema ético más polémico que han planteado las nuevas técnicas de reproducción en las sociedades contemporáneas es este: ¿en qué condiciones debería serles posible abortar a las mujeres? La polémica se ha hecho tan intensa precisamente porque se centra en problemas éticos fundamentales que no tienen una solución fácil. Los que están "a favor de la vida" creen que el aborto está mal siempre, excepto en circunstancias extremas, porque equivale a un asesinato. Para ellos, las cuestiones éticas están sujetas, por encima de todo, al valor que hay que conceder a la vida humana. Los que están "a favor de la elección" señalan que el control de la madre sobre su... propio cuerpo -su derecho a disfrutar de una vida gratificante- debe ser la principal consideración.

La polémica ha generado numerosos episodios violentos. ¿Es posible que se resuelva alguna vez? Al menos un destacado experto en teoría jurídica y social, Ronald Dworkin (1993), ha señalado que sí es posible.

Según este autor, las profundas divisiones que existen entre los que subrayan el derecho a la vida y los que recalcan el de la elección ocultan las razones aún mas profundas que hay para el acuerdo entre los dos bandos y que, por tanto, puede haber cierta esperanza. En otras épocas de la historia, la vida valía relativamente poco. Sin embargo, en la actualidad nos hemos acostumbrado a otorgarle un carácter sagrado. Los dos bandos están de acuerdo en ello pero lo interpretan de forma diferente; uno hace hincapié en los intereses del niño y otro en los de la madre. Según Dworkin, si se logra convencer a ambos bandos de que comparten un mismo sentido ético, será posible establecer un diálogo más constructivo.

El cuerpo en buen estado: imágenes de la salud y la enfermedad

El carácter sagrado de la vida humana también es el valor primordial que subyace en el desarrollo de los sistemas sanitarios de las sociedades contemporáneas. "Salud" y "enfermedad" son términos que se definen cultural y socialmente. Como se demostró en el análisis de los trastornos de la alimentación, en cada cultura es diferente lo que se considera sano y normal. En todas existen ideas conocidas sobre la salud y la enfermedad en un sentido físico, pero gran parte de lo que hoy considerarnos medicina es consecuencia de la evolución de la sociedad occidental en los tres últimos siglos. En las culturas premodernas la familia era la institución que se ocupaba de las enfermedades y dolencias. Siempre han existido individuos que se especializaban en curar utilizando una mezcla de remedios psicológicos y mágicos y muchas de estas terapias tradicionales siguen existiendo en las culturas no occidentales de todo el mundo. Por ejemplo, la medicina ayurvédica (curación tradicional) se viene practicando en la India desde hace casi dos mil años. Se basa en una teoría del equilibrio entre los aspectos psicológicos y físicos de la personalidad, y los desequilibrios se tratan con remedios que inciden en la alimentación y utilizan hierbas.

La medicina popular china es parecida, ya que se basa en la idea de una armonía general de la personalidad y se sirve de hierbas y de la acupuntura, una técnica que consiste en insertar agujas en lugares estratégicos del cuerpo del paciente. Siempre han existido individuos que se especializaban en curar utilizando una mezcla de remedios psicológicos y mágicos y muchas de estas terapias tradicionales siguen existiendo en las culturas no occidentales de todo el mundo. Por ejemplo, la medicina ayurvédica (curación tradicional) se viene practicando en la India desde hace casi dos mil años. Se basa en una teoría del equilibrio entre los aspectos psicológicos y físicos de la personalidad, y los desequilibrios se tratan con remedios que inciden en la alimentación y utilizan hierbas. La medicina popular china es parecida, ya que se basa en la idea de una armonía general de la personalidad y se sirve de hierbas y de la acupuntura, una técnica que consiste en insertar agujas en lugares estratégicos del cuerpo del paciente.

La medicina moderna promovió un enfoque de la enfermedad que considera que su origen y tratamiento son físicos y explicables de forma científica. La aplicación de la ciencia a la diagnosis y a la curación mediante la medicina fue la característica principal del desarrollo de los sistemas sanitarios contemporáneos. Otros rasgos, directamente relacionados con el anterior, son la aceptación de que el hospital es el lugar en el que hay que tratar las enfermedades graves y el desarrollo de un cuerpo de profesionales de la medicina que se rigen según un código ético aceptado y que tienen un considerable poder social. La concepción científica de la enfermedad se vinculó a la exigencia de que el aprendizaje de la medicina fuera sistemático y largo; los sanadores autodidactos fueron excluidos.

Aunque la práctica médica profesional no se limita a los hospitales, éstos constituían un medio en el que los médicos, por primera vez, podían tratar y estudiar a un gran número de pacientes, en circunstancias que facilitaban la concentración de la tecnología médica.

En la época medieval, las enfermedades principales eran de tipo infeccioso, como la tuberculosis, el cólera, la malaria y las pestes. La peste negra del siglo XVI (que se extendió con las pulgas de las ratas) mató a un cuarto de la población inglesa y devastó amplias zonas de Europa. En los países industrializados las enfermedades infecciosas son en la actualidad causas de mortalidad menores y algunas han sido prácticamente erradicadas. En estos países la muerte suele sobrevenir por enfermedades no infecciosas como el cáncer y las dolencias cardíacas. En las sociedades premodernas las más altas tasas de mortalidad (el porcentaje de la población que muere al año) se daban en los recién nacidos y en los niños, mientras que hoy en día este indicador aumenta con la edad.

A pesar del prestigio que ha adquirido la medicina moderna, hasta el siglo XX los progresos en este campo no causaron más que una pequeña reducción en los índices de mortalidad. Mucho más decisivas fueron las mejoras en las condiciones de salubridad, en la nutrición, el alcantarillado y la higiene, especialmente para la disminución de los índices de mortalidad infantil. Hasta bien entrado el siglo XX los medicamentos, los avances quirúrgicos y los antibióticos no disminuyeron las cifras de mortalidad de forma significativa. El uso de los antibióticos contra las enfermedades infecciosas de tipo bacteriano se inició en los años treinta y cuarenta, mientras que las vacunas (contra la polio, por ejemplo) se desarrollaron más tarde.

Salud y enfermedad en los países desarrollados

Entre las sociedades industrializadas existen notables diferencias en cuanto a la distribución de las enfermedades. En los países occidentales hay cuatro tipos de dolencias que causan alrededor del 70% de las muertes: el cáncer, las enfermedades coronarias, los infartos y las enfermedades pulmonares. Hoy día se sabe más acerca del origen de estos males y se controlan mejor sus efectos, pero ninguno de ellos ha logrado curarse completamente. Parece evidente que estas enfermedades están relacionadas con la dieta y la forma de vida, ya que su distribución varía según los países, las regiones y la clase social. Los individuos que tienen una mejor situación económica y social están, por regla general, más sanos, son más altos y fuertes y viven más que los de posición social inferior. Las diferencias son mayores respecto a la mortalidad en el primer año de vida y a la infantil en general, pero el riesgo de muerte para los más desfavorecidos es mayor que el de las clases acomodadas en cualquier edad.

Hay varias razones que explican esta situación. Los estratos sociales más acomodados suelen tener una dieta más rica y un mejor acceso a la atención sanitaria, por lo que es más probable que se aprovechen de estas ventajas. Las condiciones laborales también inciden directamente en la salud. Los que trabajan en oficinas y en ambientes domésticos están menos expuestos a los accidentes o al contacto con materiales peligrosos.

Es difícil calcular hasta qué punto se han extendido las enfermedades laborales, porque no siempre es fácil determinar si una dolencia se ha adquirido por el trabajo o por otras causas. Sin embargo, algunas enfermedades laborales están bien documentadas, como las pulmonares que aquejan a los mineros, a consecuencia de la inhalación de polvo y el trabajar con asbesto, que se ha demostrado que produce ciertos tipos de cáncer.

Jake Najman ha estudiado recientemente los datos que vinculan la salud con las desigualdades económicas. También ha tenido en cuenta cuáles podrían ser las estrategias más adecuadas para mejorar la salud de los grupos sociales más desfavorecidos. Después de estudiar datos de diversos países, su conclusión fue que el índice de mortalidad de aquellos que forman parte del 20% que menos gana era entre un 1,5 y un 2,5 más alto que el de aquellos que están en el 20% que más gana. Además, este contraste se está acentuando en vez de disminuir y lo mismo puede decirse de la esperanza de vida (la edad que, en el momento de nacer, cabe esperar alcanzar).

¿Cómo puede contrarrestarse la influencia de la pobreza en la salud? Una de las posibilidades son los grandes programas de educación sanitaria y de prevención de la enfermedad. Sin embargo, estos sistemas tienden a funcionar mejor entre los grupos más prósperos y con más educación y, en cualquier caso, no suelen producir más que pequeños cambios en el comportamiento. Un mejor acceso a la atención sanitaria ayudaría, pero sólo hasta cierto punto. Para Najman, la única política eficiente sería combatir la pobreza en sí misma, con el fin de reducir las enormes diferencias que hay entre los ingresos de los ricos y los pobres (Najman, 1993).

La enfermedad como estigma: el impacto del Sida No todas las enfermedades atacan más a los pobres que a los ricos. La anorexia, por ejemplo, es más habitual entre los grupos que tienen una mejor situación económica y social. Lo mismo puede decirse del Sida (Síndrome de inmunodeficiencia adquirida), al menos en Gran Bretaña y en otros países industrializados.

El sida es una enfermedad misteriosa que, surgiendo de la nada, se ha convertido en una de las principales causas de mortalidad en menos de veinticinco años. El sida produce una depresión del sistema inmunológico que, por si misma, no causa la muerte pero que convierte al enfermo en víctima de diversas enfermedades mortales. Parece que todo aquél que contrae el virus VIH (Virus de Inmunodeficiencia Humana), con el que la mayoría de los investigadores médicos vinculan la enfermedad, contrae el Sida tarde o temprano. Se cree que la enfermedad se transmite bien por contacto sanguíneo (como ocurre en las transfusiones de sangre o cuando los que toman drogas comparten agujas) o a través de fluidos relacionados con la práctica sexual (semen o secreción vaginal).

Nadie sabe si el Sida procede de la socialización de la naturaleza, como un efecto no deseado de la intervención humana en el mundo que nos rodea. Sin embargo, hay investigadores que han apuntado esta posibilidad. Por ejemplo, se ha especulado con que la enfermedad proceda de experimentos relacionados con la guerra bacteriológica que, de forma insospechada, hubieran creado un virus letal. Otros investigadores señalan que el Sida y el VIH existen desde hace tiempo, quizá siglos, en ciertas partes del, mundo. Según esta teoría, los síntomas que ahora se reconocen como Sida podrían haberse confundido anteriormente con otras enfermedades.

Una de las peculiaridades del Sida, que lo distingue de la mayoría de las enfermedades, es que puede transmitirse por contacto sexual. El primer sitio en el que se tuvo noticia de la existencia del sida fue entre los grupos de homosexuales masculinos de Norteamérica y, al principio, tanto los investigadores médicos como el público en general, creyeron que era una enfermedad de homosexuales. La ciudadanía se hizo consciente de la existencia del Sida a principios de los ochenta, cuando parecía que se estaban derrumbando muchos de los prejuicios contra la homosexualidad. Sin embargo, esta enfermedad parecía proporcionar una justificación concreta para el punto de vista hostil de aquellos a quienes repele esta tendencia sexual, especialmente algunos grupos religiosos. La idea de que el Sida es una epidemia enviada por Dios para castigar la perversión tuvo eco incluso en respetables sectores médicos. Un editorial de una publicación médica se preguntaba si "¿podríamos estar realmente ante una especie de alteración moderna transmisible, que hiciera realidad la afirmación de san Pablo: "El justo castigo a su error?" (Altman, 1986).

Sin duda, la rápida expansión del sida se debió en parte a las crecientes oportunidades para los encuentros homosexuales que proporcionaban las subculturas gay de Norteamérica y de otros lugares. De hecho, al principio el sida parecía limitarse casi exclusivamente a las grandes ciudades estadounidenses que tenían una población homosexual numerosa. Los titulares de la prensa marcaron el tono en un principio: "La epidemia homosexual despista a los detectives médicos" (Philadelphia Daily News, 9 de agosto de 1982); "Ser homosexual es un riesgo para la salud" (Saturday, Evening Post, octubre de 1982); "La epidemia homosexual llega a Canadá" (Toronto Star). La revista US informaba: "Los hombres homosexuales ya no son tan gay" (en inglés gay significa homosexual y también alegre). Por entonces ya se sabía que, probablemente, un tercio de los afectados por el sida en los Estados Unidos no eran homosexuales, pero en las primeras informaciones este dato se omitió casi por completo.

Cuando el actor de cine Rock Hudson murió de sida en 1985, lo que más sorprendió a la prensa del mundo no fue la naturaleza de su enfermedad sino el hecho de que este símbolo de la virilidad fuese homosexual. En lugar de buscar las causas de la enfermedad en un determinado virus, al principio los científicos intentaron encontrar sus orígenes en aspectos específicos de las prácticas homosexuales. El descubrimiento de que el sida podía transmitirse por contacto heterosexual obligó a un replanteamiento; gran parte de las pruebas procedían de África central, donde el sida se hallaba muy extendido pero sin una conexión directa con la homosexualidad masculina. La "epidemia homosexual" pronto fue redefinida por la prensa como una "pesadilla heterosexual".

Es probable que el impacto del sida influya en numerosas formas de comportamiento sexual. En la comunidad homosexual se están produciendo ya notables cambios y el número de relaciones ocasionales se ha reducido drásticamente. Algunas de las prácticas homosexuales más ampliamente condenadas resultan ser, paradójicamente, las menos arriesgadas. Por ejemplo, las actividades sadomasoquistas que causan molestias o dolor son seguras porque no se produce contacto genital directo. El dilema al que se enfrentan las comunidades de hombres homosexuales es cómo promover métodos de "sexo seguro", protegiéndose al mismo tiempo de los continuos ataques que sufre su comunidad.

El sida y la población heterosexual Desde el punto de vista médico, el sida es un blanco móvil, nuevo y escurridizo. Los conocimientos médicos sobre la enfermedad, que hoy día se está convirtiendo en una epidemia global, se ven superados constantemente. Se desconoce el número real de personas infectadas por el virus VIH pero los cálculos más optimistas lo sitúan en unos 13

millones en todo el mundo (véase la figura 6.l). Alrededor de 500.000 están en Europa, un millón en Norteamérica, otro en Latinoamérica, otro en el Caribe y más de ocho en África. El impacto principal de la epidemia está todavía por venir, dado el tiempo que tarda el virus VIH en desarrollar realmente el sida. La mayor parte de las personas que lo padecen actualmente son heterosexuales. Por cada caso de contagio homosexual, existen en el mundo al menos...

Figura 6.1 El sida: una amenaza creciente

Muertes de adultos relacionada con HIV: en 1994, 2 millones; en el 2000, 8 millones.

Adultos portadores de HIV: en 1994, 13-14 millones; y en el 2000, 20 millones.

Fuente: Michael Kidron y Ronald Segal, The State of the World 5°edición, Penguin, 1995. cuatro infecciones de VIH entre heterosexuales. La Organización Mundial de la Salud calcula que para el año 2000 más de 30 millones de adultos y 10 de niños serán portadores del virus.

El hecho de que al principio la enfermedad afectara más a los homosexuales ha hecho revivir los prejuicios contra esta comunidad. Sin embargo, al ser una dolencia nueva y terrible, el sida genera sus propios miedos y hostilidades. La película Philadelphia, en la que Tom Hanks interpreta a un enfermo de sida que pierde su trabajo cuando su empresa se entera de que lo está, incidía en algunos de estos problemas. Se le despide no porque sea homosexual sino por la ansiedad que produce la enfermedad. La película describe cómo el protagonista denuncia a su empresa por despido improcedente.

El sida es un ejemplo de enfermedad que se convierte en estigma, característica por la que un individuo o grupo quedan al margen de la mayoría de la población y despiertan sospechas u hostilidad. La mayoría de las enfermedades suscitan la comprensión o la compasión de los que no están enfermos. Sin embargo, cuando una dolencia se considera anormalmente contagiosa o se percibe como una especie de señal de deshonor o de vergüenza los enfermos pueden verse rechazados por la población "sana". En la Edad Media era así con los leprosos, a los cuáles el pueblo veía como pecadores, castigados por Dios y a los que, en consecuencia, se repudiaba y obligaba a vivir en leproserías apartadas. De forma menos extrema, el sida a menudo provoca hoy este tipo de estigmatización a pesar de que, al igual que ocurre con la lepra, el peligro de contraer la enfermedad en las situaciones cotidianas es prácticamente inexistente.

No existen tratamientos efectivos contra el sida pero sí parece que algunos medicamentos retrasan su avance. Aunque una persona que porta el virus HIV puede vivir durante años sin desarrollar la enfermedad, una vez que ésta aparece constituye realmente una sentencia de muerte. Sus consecuencias son especialmente trágicas pues incide sobre todo en los grupos más jóvenes. Se diferencia en este sentido de las principales enfermedades mortales de las sociedades industrializadas actuales, que atacan principalmente a los grupos de edad más avanzada.

Envejecer y ser más propenso a la enfermedad no son en absoluto lo mismo, como se analizará al final de este capítulo. Sin embargo, desde que ciertas enfermedades infecciosas como el cólera o la tuberculosis fueron erradicadas en las áreas industrializadas del mundo, los sistemas sanitarios se han centrado principalmente en combatir y tratar las dolencias más habituales a medida que avanza la edad. En los apartados siguientes nos ocuparemos en detalle de los sistemas sanitarios, centrándonos en los de Gran Bretaña y los Estados Unidos. Posteriormente, nos ocuparemos directamente del problema del envejecimiento.

Sistemas sanitarios

La sanidad en el Reino Unido

Prácticamente todos los países industrializados, con la excepción de los Estados Unidos, tienen amplios sistemas públicos de atención médica. El National Health Service británico (NHS, Servicio nacional de salud), por ejemplo, se fundó en 1948. El principio que subyacía en su fundación era que el acceso a la sanidad debía depender de la necesidad de asistencia médica y no de la capacidad para pagar.

El NHS se financia con los ingresos del gobierno central, recaudados mediante los impuestos sobre la renta. El acceso al médico general y al tratamiento hospitalario son gratuitos para todos los usuarios. Al principio, los medicamentos que se recetaban se obtenían gratuitamente, pero la legislación de gobiernos recientes ha introducido un sistema de pago parcial. Cuando se estableció el NHS para proporcionar una sanidad pública, la presión de la profesión médica, entre otras influencias, se aseguró de que la sanidad privada siguiera también funcionando. Aunque la mayoría de los médicos generales trabajan de forma exclusiva para el NHS, también hay una proporción muy elevada de especialistas que está en el sector privado. Existen algunos hospitales y centros sanitarios completamente privados, así como personal médico que trabaja exclusivamente en este sector, cuya financiación y tarifas suelen estar vinculadas a seguros sanitarios también privados. Sin embargo, sólo una pequeña parte de la población suscribe este tipo de seguros.

El médico general tiene un papel clave a la hora de filtrar el acceso de los pacientes a tratamientos médicos más especializados. El ciudadano medio británico ve a un médico general unas cuatro veces al año. Los generalistas se ocupan directamente de alrededor del 90% de las enfermedades y cada uno tiene una "lista" de pacientes propios (hasta un máximo fijado por el NHS). Las personas que les visitan en general no tienen el derecho, intrínseco a ser remitidos a un especialista; ésa es una cuestión que depende del juicio del médico. Puesto que los especialistas no pueden anunciarse, incluso el dirigirse directamente a uno privado puede no ser fácil sin el consentimiento de un médico general.

En la actualidad, la unidad básica de administración del NHS es la District Health Authority (DHA, Oficina sanitaria del distrito). Estas oficinas están integradas por personas nombradas por los gobiernos locales miembros de la profesión médica y no profesionales procedentes de grupos de interés local y asociaciones de voluntarios. En principio, se supone que las DHA tienen que reflejar características como la composición étnica y los grupos sociales de toda la comunidad pero, en la práctica, tienden a ser un coto de la clase media. La presencia de miembros de la profesión médica en las DHA se justifica por su pericia y especialización. Ha de señalarse, sin embargo, que esta situación no se da en otras áreas del gobierno local en las que, por ley, se prohíbe a los empleados que se presenten como candidatos a comités en el seno de sus propias organizaciones (Kingdom, 199l).

El Libro Blanco del NHS que elaboró el gobierno conservador en 1989 introdujo cambios sustanciales en el servicio. Se ponía el acento en la necesidad de combatir la burocracia, de introducir una mayor "competencia interna" y de incrementar la eficiencia en la gestión. Según este proyecto de reforma, una dirección local, orientada a las necesidades de su comunidad, es la mejor garantía de eficiencia. Las autoridades sanitarias y las organizaciones del NHS debían ser más independientes respecto a la supervisión de cuerpos gubernamentales superiores y tener un funcionamiento parecido al de las "empresas flexibles" que están apareciendo (véase el Capítulo 12 "El trabajo y la vida económica").

Una de las innovaciones más polémicas fue la de que determinados hospitales pudieran optar por convertirse en una especie de fundaciones independientes. De acuerdo con este plan, se animaba a los hospitales a que se financiaran de forma autónoma, no estando obligados a seguir los acuerdos nacionales sobre salarios y pudiendo obtener ingresos de fuentes comerciales y tener beneficios. Hasta 1996 varios de los principales hospitales habían optado por esta vía y otros probablemente los seguirán.

Sin embargo, los críticos sostienen que lo más probable es que estos centros sanitarios sólo prosperen en las zonas más ricas, que dupliquen innecesariamente equipos muy costosos que otros hospitales próximos quizá tengan también y que puede que se muestren reacios a atender a pacientes cuyo tratamiento sea especialmente caro (Mohan, 199l).

Al igual que ocurre con la mayoría de los aspectos de la atención sanitaria, no es fácil evaluar las reformas del NHS. Las implicaciones son complejas; las reformas se han investigado poco y, por definición, costará muchos años evaluar sus consecuencias a largo plazo. Además, las reformas suponen cambios muy diversos de tipo organizativo. Después de analizar los datos disponibles, la conclusión de Julian le Grand es que al menos existe la posibilidad de que se produzcan avances reales en la calidad de la atención al paciente y en la eficiencia. Según este autor, la introducción de la competencia en diversos sectores del NHS ha aportado, en conjunto, más beneficios que desventajas (Le Grand, 1994).

La sanidad en los Estados Unidos

En los Estados Unidos se gasta anualmente una enorme cantidad de dinero en atención sanitaria: en realidad, la proporción del gasto total es la más alta del mundo (véase el cuadro 6. l). Los servicios médicos estadounidenses se basan fundamentalmente en los seguros privados, a los que hay que añadir ciertos programas estatales (Medicare para los ancianos y Medicaid para los pobres). El sistema está mucho más fragmentado y diversificado que en la mayoría de los países en los que existe una extensa estructura sanitaria pública. Por ejemplo, en los Estados Unidos los hospitales pueden ser propiedad del gobierno central o del lado, tenemos a los ecologistas, que hablan con todo lujo de detalles de la pendiente por la que se desliza la ecología de la Tierra; por el otro, a las autoridades sanitarias que no logran ver esa pendiente... [En este momento] identificamos un riesgo para la salud y la consiguiente acción curativa... Frente a este enfoque, al modelo preventivo le preocupa menos esperar a que se encuentren pruebas concretas de que existe una relación causa-efecto. Lo que decimos, simplemente, es que no sabemos exactamente qué consecuencias tiene para la salud cualquier impacto ambiental, así que, por ejemplo, no amontonamos residuos tóxicos ni destruimos los ecosistemas. Eso es todo. (Hall, 1990.)

Salud y envejecimiento

Los problemas sanitarios no pueden desvincularse del hecho de que vivimos en una sociedad que envejece, es decir, que la proporción de personas de sesenta y cinco años o más crece de forma constante. Al mismo tiempo el problema de la importancia social del envejecimiento es mucho más amplio, porque está cambiando de forma drástica lo que la ancianidad es en realidad: las oportunidades que ofrece y las cargas que supone.

Aquí se dan dos procesos bastante contradictorios. Por una parte, los ancianos de las sociedades contemporáneas suelen ocupar una posición inferior y tienen menos poder del que tenían en las culturas premodernas. En éstas, al igual que en las sociedades no occidentales de la actualidad (como la India o China), se consideraba que la vejez comportaba sabiduría y los ancianos de cada comunidad eran habitualmente los que tomaban las decisiones. Hoy en día el aumento de la edad suele suponer lo contrario. En una sociedad como la nuestra, que está sufriendo cambios constantes, el conocimientolado, tenemos a los ecologistas, que hablan con todo lujo de detalles de la pendiente por la que se desliza la ecología de la Tierra; por el otro, a las autoridades sanitarias que no logran ver esa pendiente... [En este momento] identificamos un riesgo para la salud y la consiguiente acción curativa... Frente a este enfoque, al modelo preventivo le preocupa menos esperar a que se encuentren pruebas concretas de que existe una relación causa-efecto. Lo que decimos, simplemente, es que no sabemos exactamente qué consecuencias tiene para la salud cualquier impacto ambiental, así que, por ejemplo, no amontonamos residuos tóxicos ni destruimos los ecosistemas. Eso es todo. (Hall, 1990.)

Salud y envejecimiento

Los problemas sanitarios no pueden desvincularse del hecho de que vivimos en una sociedad que envejece, es decir, que la proporción de personas de sesenta y cinco años o más crece de forma constante. Al mismo tiempo el problema de la importancia social del envejecimiento es mucho más amplio, porque está cambiando de forma drástica lo que la ancianidad es en realidad: las oportunidades que ofrece y las cargas que supone.

Aquí se dan dos procesos bastante contradictorios. Por una parte, los ancianos de las sociedades contemporáneas suelen ocupar una posición inferior y tienen menos poder del que tenían en las culturas premodernas. En éstas, al igual que en las sociedades no occidentales de la actualidad (como la India o China), se consideraba que la vejez comportaba sabiduría y los ancianos de cada comunidad eran habitualmente los que tomaban las decisiones. Hoy en día el aumento de la edad suele suponer lo contrario. En una sociedad como la nuestra, que está sufriendo cambios constantes, el conocimiento acumulado por los ancianos a los jóvenes les suele parecer no una valiosa fuente de sabiduría sino algo que se ha quedado anticuado.

Por otra parte, los ancianos de hoy en día están mucho menos dispuestos a aceptar que el envejecimiento suponga un inevitable proceso de decadencia física. De nuevo podemos encontrar aquí el impacto de la socialización de la naturaleza. Antes el envejecimiento se aceptaba como una manifestación inevitable de los estragos que causa el tiempo, pero este proceso ya no se acepta tanto como algo natural, ya que los avances médicos y alimentarios han demostrado que se puede combatir o retrasar gran parte de lo que antes se consideraba inevitable en la vejez. En general, las personas llegan a una edad mucho más avanzada que hace un siglo, como resultado de las mejoras en la alimentación, la higiene y la atención sanitaria (véase el cuadro 6.2).

En la Gran Bretaña de 1850, el porcentaje de población que tenía más de sesenta y cinco años era alrededor del 5%. Hoy esta cifra supera el 15%, y va a seguir creciendo (véase el cuadro 6.3). La edad media de la población británica se ha ido incrementando durante más de siglo y medio. En 1800 la edad media era probablemente de sólo dieciséis años.

A principios del presente siglo se había incrementado hasta los veintitrés. En el año 1970, era de veintiocho, y hoy en día ha superado los treinta años. Sin embargo, la edad media de la población seguirá aumentando durante algún tiempo, si no se producen grandes cambios en las actuales tendencias demográficas. Es probable que sea treinta y cinco años en el año 2000 y podría llegar hasta los treinta y siete en el año 2030.

También se ha registrado un gran incremento en el número de personas de edad muy avanzada. De acuerdo con algunos cálculos, en el año 2000 en Gran Bretaña el número de personas con más de ochenta y cinco años será más del doble que en la actualidad y superará el 1,2% de la población total.

Las consecuencias físicas del envejecimiento

La vejez no tiene por qué identificarse siempre con salud precaria o minusvalía, a pesar de que las edades avanzadas conllevan un incremento de los problemas de salud. Sólo en los últimos veinte años han hecho los biólogos un intento sistemático por distinguir las consecuencias físicas del envejecimiento de las características que se asocian con la enfermedad. Precisamente, es objeto de debate hasta qué punto el cuerpo se desgasta inevitablemente al avanzar la edad. Las consecuencias de las pérdidas sociales y económicas son también difíciles de separar de los efectos del deterioro físico. La pérdida de parientes y amigos, la separación de los hijos que viven en otros lugares y la pérdida del empleo pueden tener consecuencias físicas.

Sin embargo, las investigaciones demuestran que en general la salud precaria y el aumento de la edad no son en absoluto sinónimos. Hay muchas personas mayores de sesenta y cinco años que dicen disfrutar de buena salud. El envejecimiento del cuerpo se ve afectado por influencias sociales pero, evidentemente, también está gobernado por factores genéticos. En general, los biólogos aceptan que el número máximo de años que puede vivir.

*La esperanza de vida que figura en el cuadro es el número total de años que una persona puede esperar vivir.

Pero, ¿hasta cuándo? Si los expertos en genética encuentran un modo de controlar el envejecimiento y la muerte, éste sería uno de los aspectos más importantes de la socialización de la naturaleza antes mencionada. Los científicos ya han demostrado que células animales viejas pueden manipularse para hacerlas actuar como células jóvenes.

Ronald Katz, presidente de la American Academy of Anti-Ageing Medicine (Academia estadounidense de medicina contra el envejecimiento) ha señalado: "Creo que vamos a ver vidas mucho más largas, quizá en el curso de la nuestra. Ya disponemos de nuevas tecnologías, sólo tenemos que desarrollarlas. Hay que empezar a prepararse para una sociedad sin edades. El envejecimiento es una enfermedad que puede tratarse" (citado en Kelsey, 1996, p.2).

EL futuro del envejecimiento

En una sociedad que valora mucho la juventud, la vitalidad y el atractivo físico, las personas de edad avanzada tienden a hacerse invisibles. En estos últimos años, sin embargo, se han visto algunos cambios en las actitudes hacia la vejez. Es poco probable que las personas mayores recuperen toda la autoridad y el prestigio que solía otorgarse a los ancianos de la comunidad en las sociedades antiguas. Sin embargo, al representar una parte más grande de la población, los ancianos han logrado una mayor influencia política de la que antes tenían y se han convertido en un poderoso grupo de presión.

Existen grupos de activistas que han empezado también a luchar contra la discriminación en función de la edad, intentando impulsar una visión positiva de la vejez y de los ancianos. Este tipo de discriminación, al igual que el sexismo y el racismo, es una ideología. Hay tantos estereotipos falsos sobre los ancianos como sobre cualquier otro tema. Por ejemplo, se cree a menudo que la mayoría de las personas de más de sesenta y cinco años está en hospitales o en residencias de ancianos, que una proporción alta está senil y que los trabajadores de edad avanzada son menos competentes que los jóvenes. Todas estas ideas son falsas. El 95% de los mayores de sesenta y cinco años vive en viviendas privadas; tan sólo alrededor de un 7% de los que tienen entre sesenta y cinco y ochenta años muestran síntomas pronunciados de senilidad, y los índices de productividad y de asistencia al trabajo de los mayores de sesenta años son superiores a los de los grupos de edad más jóvenes.

En su libro Life After Work: The Arrival of the Ageless Society, Michael Young Y Tom Schuller (1991) sostienen que la edad se ha convertido en un artificio opresivo que se utiliza para encajar a la gente en roles fijos y estereotipados. Muchas personas de edad se rebelan contra este trato, buscando nuevas actividades y formas de autorrealización. Protestan contra lo que Young y Schuller denominan "sociedad de edad cerrada".

En las sociedades modernas se clasifica tanto a los jóvenes como a los ancianos según su edad y no en razón de sus características, objetivos e identidades. Según Young y Schuller ambos grupos deberían aliarse para huir de las categorías y crear una sociedad sin edades. Podrían convertirse en pioneros no sólo de los intereses de su propio grupo social sino también de los de la mayoría de la población con un trabajo remunerado.

Young y Schuller sostienen que jóvenes y ancianos podrían impulsar una sociedad moderna que se apartara de la rutina del consumismo.

Señalan, citando a Virginia Woolf, que cada vez habría más gente que podría liberarse de los condicionantes del empleo, "de hacer siempre un trabajo que uno no quiere hacer y de hacerlo como un esclavo, halagando y adulando". Podrían desarrollar sus cualidades y aficiones particulares, como esta misma escritora hizo de forma tan espectacular. Sus dotes literarias "pequeñas, pero tan queridas para su poseedora", creyó que "perecerían y con ellas yo y mi alma... como herrumbre que corroe a la floreciente primavera".

Conclusión

En este capítulo nos hemos ocupado de algunas de las diversas influencias que nos afectan físicamente, que influyen en la protección y cuidado del cuerpo. Como resultado de la evolución social y tecnológica ya no experimentamos nuestros cuerpos como una parte de la vida que nos viene dada. Hay aspectos de nuestra experiencia física en los que participan, con consecuencias contradictorias, la ciencia y la tecnología.

Se han producido muchos avances en la medicina y en la atención sanitaria que han hecho que, promedio de las personas viva más de lo que antes era habitual. Al mismo tiempo, envejecer tiene ahora otro significado y las personas mayores reclaman el derecho a seguir siendo miembros de pleno derecho en la sociedad, en vez de "vivir de las pensiones" que sufragan los jóvenes.

Estas transformaciones son importantes política y socialmente. Los ancianos, al constituir una proporción creciente del conjunto de la población, tienen la posibilidad de ser un grupo con bastante poder político.

Resumen

1. La sociología del cuerpo se centra en cómo las influencias sociales nos afectan físicamente. El aumento de la anorexia y de otros trastornos de la alimentación es un ejemplo de estas influencias. La anorexia y los problemas alimentarios que aquejan principalmente a muchas mujeres jóvenes están relacionados con las transformaciones fundamentales que están teniendo lugar en las sociedades modernas, especialmente a raíz de los cambios en las pautas del consumo de alimentos y en la posición social de la mujer.

2. Los trastornos de la alimentación también están relacionados con un proceso más amplio de socialización de la naturaleza. Esta expresión quiere decir que muchos fenómenos que antes eran "naturales" -parte de la naturaleza- ahora se encuentran determinados por los factores sociales y los cambios tecnológicos. Un ejemplo de ello es la reproducción. La vida de las mujeres ya no está dominada como antes por el parto y la crianza de los hijos. La anticoncepción moderna y otras innovaciones significan que la "elección" sustituye a la "naturaleza".

3. Todas las sociedades tienen sus imágenes del "cuerpo en buen estado" o, en otras palabras, de la salud y la enfermedad. El estudio de estas dos cosas es una de las áreas principales de la sociología del cuerpo.

4. La investigación sociológica pone de manifiesto que la enfermedad está muy relacionada con la desigualdad. En los países industrializados los grupos más desfavorecidos tienen una esperanza de vida menor y son más proclives a padecer enfermedades que los sectores más acomodados.

5.- Los países ricos también disfrutan de un promedio de esperanza de vida mayor que los pobres. Sin embargo, no todas las enfermedades son más habituales entre los grupos más desfavorecidos. El sida es un ejemplo de ello, ya que en los países industrializados tiene más incidencia en los sectores acomodados. El sida se está convirtiendo en una epidemia global. No se atisba una curación para esta enfermedad preocupante y aparentemente nueva.

6. Los sistemas sanitarios son diferentes en cada sociedad. El Reino Unido posee una estructura de carácter público muy desarrollada: el Servicio Nacional de Salud (National Health Service). En otros países, como los Estados Unidos, la atención sanitaria depende más de seguros privados y el papel del Estado es menor. Existe un gran debate acerca de qué dirección debería tomar la sanidad del futuro.

7. Es probable que los factores medioambientales influyan cada vez más en las pautas de la salud y de la enfermedad. La contaminación del aire, por ejemplo, puede afectar a la salud de miles o de millones de personas. Por consiguiente, la sanidad del futuro debería centrarse, desde el punto de vista medioambiental, en crear unas mejores condiciones de vida y laborales.

8. Otro de los campos importantes de la sociología del cuerpo es el estudio del envejecimiento, fenómeno que se ha visto radicalmente transformado por la socialización de la naturaleza. Nuestro modo de envejecer está cada vez más influido por los factores sociales: en general, la gente vive durante más tiempo que antes.

9. El envejecimiento crea muchas oportunidades para que las personas se liberen de los condicionantes laborales. Sin embargo, también plantea problemas sociales, económicos y psicológicos a los individuos (y con frecuencia a sus familias). Para la mayoría de las personas, la jubilación es una transición importante que señala generalmente una pérdida de posición social. Puede ser solitaria y desconcertante, puesto que las personas deben reestructurar muchas de sus rutinas diarias.

10. En los últimos años, los ancianos, que ahora representan una proporción grande de la población de los países industrializados, han empezado a presionar para que se produzca un mayor reconocimiento de los intereses y necesidades que los distinguen. La lucha contra "la discriminación en razón de la edad" es un aspecto importante de esta evolución.

Lecturas complementarias

Ellen Annandale (1996): The Contemporary Sociology of Health and Illness, Cambridge, Polity Press. Un análisis tanto de los ternas tradicionales como de los nuevos en esta área y una revisión actualizada de la situación de la sociología de la salud, la enfermedad y la atención sanitaria.

Kenneth R. Dutton (1995): The Perfectible Body: the Western Ideal of Physical Development, Londres, Cassel. Una introducción al arte del culturismo.

Ross Hume Hall (190): Health and the Global Environment, Cambridge, Polity Press. Propugna la necesidad de una reevaluación total de la atención sanitaria haciendo hincapié en la prevención y en la protección del medioambiente.

Sarah Nettleton (1995): The Sociology of Health and Illness, Cambridge, Polity Press. Una introducción a los debates clave en la actual sociología de la salud y la enfermedad.

Michael Young y Tom Schuller (1991): Life after Work: the Arrival of the Ageless Society, Londres, HarperCollins. Provocadora discusión del papel de los ancianos en las sociedades modernas.

Términos importantes

-Anorexia

-Bulimia

-Adicción

-Socialización de la naturaleza

-Técnicas de reproducción

-Esperanza de vida

-Sida

-Estigma

-Sanidad pública

-Sanidad privada

-Discriminación en función de la Edad.

...

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