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El Educador Social; Etica y Practica Profesional


Enviado por   •  21 de Mayo de 2019  •  Informes  •  1.209 Palabras (5 Páginas)  •  141 Visitas

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SÍNTESIS:

En el seno de una sociedad que asienta sus bases de protección social en un modelo denominado inclusivo, siguen aumentando los riesgos y la reproducción de las situaciones de exclusión tanto en las sociedades pobres como en las ricas. Los mecanismos que se plantean para evitar esos efectos perversos cuentan, entre otros agentes, con los profesionales del ámbito social. De hecho, la educación social es una profesión con vocación de servicio que se desarrolla en la mayoría de las situaciones, en contextos de injusticia y vulnerabilidad. Sin embargo, el educador/la educadora social no solo trabaja con colectivos vulnerables sino también con la sociedad en general con el fin de mejorar la calidad de vida, los procesos democráticos y participativos o su compromiso y capacidad de análisis crítica frente a realidades complejas.

El riesgo que aparece es que, desde un modelo de carácter asistencial, esos profesionales no aborden directamente los factores causantes de la marginación, pobreza y exclusión. Es por ello por lo que, tan importante como la atención de las necesidades es la conciencia sobre el contexto de esas necesidades y la promoción de procesos democráticos, vinculando no sólo a los que están al margen de la plena ciudadanía, sino también, que engloben a los desinteresados en la participación cívica.

La ética es imprescindible en las profesiones del ámbito social y hay muchas líneas abiertas en el sentido de mejorar los procesos de la intervención socioeducativa. Sin embargo, también hay limitaciones el descuido de la formación ética y deontológica en las universidades o disociación entre el mundo profesional y el de la formación, lo cual supone por lo tanto un reto.

No debemos olvidar que el rigor y la técnica no son la finalidad sino el medio para cumplir adecuadamente el compromiso de la profesión con la sociedad. La proximidad al sujeto, el reconocimiento de su protagonismo, un modelo de aproximación que integre diferentes dimensiones o la escucha, son algunos de los elementos que guían la intervención socioeducativa.

Desde una visión ética, el reto de la inclusión y el ejercicio de la ciudadanía hace imprescindible capacitar al futuro profesional con criterios claros que le ayuden a actuar ante situaciones éticamente complicadas, sobre todo en una época como la actual: El profesional necesita elementos que le permitan orientarse en este escenario complejo, bajo un prisma de justicia y con amplitud de miras, más allá de sus propias creencias. El objetivo final es formar a profesionales técnicamente competentes, éticamente respetuosos con las necesidades de los demás y honestos consigo mismos en el ejercicio de su actividad. En relación con las carencias formativas, el paradigma técnico de las competencias (de expertos) a los estudios universitarios no se corresponde a menudo con las demandadas en el ámbito laboral, donde se esperan capacidades propias de un profesional reflexivo, creativo, capaz de generar conocimiento. Esta formación es aquella que puede permitir desarrollar trabajo de equipo que más allá de buscar respuestas inmediatas, sea capaz de discutir, buscar referentes para construir respuestas y generar procesos. En ese sentido, no podemos obviar que la universidad es una institución sobre la que se depositan expectativas elevadas y muy diversas. Además, existen distintas formas de concebir la institución universitaria entremezclándose retos asociados a la cultura de la ciencia, la cultura docente, la cultura de la calidad o la cultura de la equidad. Mientras por un lado se da por supuesta la responsabilidad social de las universidades y la perspectiva comunitaria de la universidad aparece en la mayor parte de documentos declarativos, la formación universitaria está cada vez más vinculada al mundo laboral y a un modelo formativo en el que predomina la dimensión profesional por encima del reto social. La formación de un profesional orientado a esa dimensión social requiere de un modelo de universidad que, más allá de los contenidos curriculares específicos, adecue sus prácticas a esas competencias

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