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El hombre del siglo XXI: Multitudes vs. Soledad


Enviado por   •  24 de Junio de 2018  •  Ensayos  •  2.032 Palabras (9 Páginas)  •  212 Visitas

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El hombre del siglo XXI: Multitudes vs. Soledad

                        “Hay una soledad del mar,

                        una soledad del espacio,

                        una soledad de la muerte.

                        Y, no obstante, parecen compañía,

                        comparadas con esa más profunda

                        -intimidad polar,

                        infinitud infinita-

la del alma consigo.”

Emily Dickinson

El hombre en la actualidad”, es el tema alrededor del cual gira el presente ensayo, es decir ¡El hombre del siglo XXI!.

En búsqueda de bibliografías que orientaran éste complejo tema de apariencia simple, pasando hojas de libros, explorando planteamientos sobre el hombre desde diversas disciplinas, científicas, filosóficas, religiosas y sociales; distintos contextos y épocas, llamó mi atención el fragmento del poeta norteamericano, Emily Dickinson, que transcribo y cito en el epígrafe que introduce este trabajo, ya que fue la lectura de esos versos lo que dio luz a la imagen que revela al hombre contemporáneo del siglo XXI: Su profunda soledad en un mundo vertiginoso, caótico y totalmente cibernético.

Para hablar de éste hombre actual, universal y particular, abstracto y concreto, total e individual, se hace necesario partir de una breve reseña sobre lo que han sido las respuestas a  la pregunta ¿qué es el hombre?, en cada contexto y época y que han originado la historia de la antropología, es así, que a cada momento histórico, corresponde una visión del mundo (cosmológica) relacionada con una concepción del hombre (antropológica).

Bien… En el estadio primitivo, el hombre es esencialmente mítico, interpreta los fenómenos del mundo natural como manifestación de un “alma de las cosas” y crea con ellos distintos dioses en los que proyecta su propio sentir. Lamanna, P. (1952), nos dice: “se concebía este principio vital como análogo al que el hombre experimentaba en sí mismo en forma inmediata, un principio capaz de sentir y actuar intencionalmente, benéfico o maléfico.” (p.85).

Ya en el siglo VI a.C. aproximadamente, aparece en el hombre la reflexión filosófica que establece una ruptura con el pensamiento mítico, intervienen la razón y la lógica en la búsqueda del arjé o principio del cosmos y del hombre, atribuido a los elementos físicos -agua, aire, tierra y fuego-.

Con Pitágoras surge en occidente la concepción antropológica que fracciona al hombre en cuerpo y alma, considerando al primero como cárcel, materia corrupta que debe buscar la purificación del alma. Concepción que influiría posteriormente en la filosofía del apogeo o helenística (Sócrates, Platón y Aristóteles) y siglos más tarde en el extenso y oscuro medioevo cristiano.

Es con los sofistas y su máxima “el hombre es la medida de todas las cosas” que surge en occidente, la primera forma de humanismo, es decir, el hombre es el centro de la realidad e irrealidad de las cosas, entonces la verdad, la justicia y la moral se hacen relativas. Concepción que Sócrates revierte al proponer una antropología basada en las verdades universales de virtud, saber y bondad en cuya búsqueda fundamenta la felicidad a la que el hombre debe tender.

Platón divide el hombre en sensible e inteligible, es decir, en espíritu y materia, otorgándole al alma toda la verdad, la realidad, y al mundo corpóreo o sensible, la apariencia, la copia, la sombra.

Con la decadencia de Grecia antigua nacen diversas antropologías de carácter ético que proponen el fin del hombre: basado en el placer según los epicúreos, entendido como un hedonismo a través de la sabiduría;  en la  razón para los estoicos y  para los escépticos en la suspensión del juicio e investigación critica que parte de la duda, un hombre que cuestiona y enjuicia todo dogmatismo.

Ahora bien, a groso modo, pasando a la visión antropológica del medioevo se recuerda que el principio y fin del hombre es Dios.  La felicidad está en la salvación del alma y la verdad se sustenta en las sagradas escrituras. En el Renacimiento, se reconoce al sol como centro, el ideal del teocentrismo se suplantó por un humanismo, y el de Dios por el del hombre. Se desata entonces, una despiadada persecución por parte de la iglesia a quienes se basan en la observación de la naturaleza para explicar el origen, formación y desarrollo del universo. Económicamente se ha iniciado el desarrollo del capitalismo y a la par con las concepciones humanistas los nuevos cambios científicos, el hombre adquiere lamentablemente un nuevo valor: el de ser mercancía.

A partir de los siglos XVII – XVIII, son múltiples las concepciones que dan respuesta a esa búsqueda incansable de qué es el hombre, o bien lo reducen a razón, sujeto pensante, que como según Descartes afirma que: “Todos los hombres tienen en forma innata un buen sentido, una razón que les permite distinguir lo falso de lo verdadero y que sin embargo es menester guiar la razón para que no se extravié y siga un camino correcto” (Escobar,1997. P.24) o como con Kant, se plantea una antropología cuya ética deja de ser heterónoma y pasa a ser autónoma, es decir, el hombre elige su obrar por respeto a la ley moral o imperativo categórico, y se deja de ser un medio para ser un fin.

Ahora, pensando al hombre contemporáneo, que se ubica en los siglos XIX y XX es definido según distintos enfoques antropológicos, por que son muchos y radicales los cambios filosóficos, científicos, sociales, históricos, técnicos, ideológicos, cosmológicos, y seria imposible abarcarlos todos por su gran diversidad. Se inicia, por decirlo así, con los planteamientos de Marx, Nietzsche, y Freud(froyd), conocidos como los maestros de la sospecha por sus rotundas criticas, rupturas y propuestas respecto a lo económico, social, psicológico y ético. Marx plantea la dimensión del hombre desde el punto de vista de las relaciones de producción, de la lucha de clases sociales, de su enajenación y su explotación, cuyo fin debe ser la búsqueda de una sociedad que luche por la eliminación del capitalismo, de la religión como alienadora y de la desaparición del estado.

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