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El papel de la mujer en el fascismo

mr92Ensayo22 de Octubre de 2015

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LA MUJER

Y

EL FASCISMO

Sandra Montes Berenguer

Eva Morató Jiménez

Manuel Ramón Sevillano Pruna

Universidad Pablo de Olavide, Sevilla

Resumen

Nuestra investigación está enfocada al estudio del papel de la mujer durante el fascismo. Así pues, tras la aparición de la idea de la “mujer moderna” en el continente europeo, hubo numerosas asociaciones de mujeres más conservadoras que para luchar contra estas nuevas ideas se afiliaron al reciente movimiento político nacido en el continente: el fascismo. En España, durante el gobierno de la II República, surgieron diferentes asociacionismos de mujeres con diferentes ideologías, triunfando finalmente las políticas conservadoras con la imposición de la dictadura franquista en 1939. A partir de aquí se da una vuelta atrás en las políticas de igualdad de sexos, en el campo familiar, político y laboral, hasta el final de la dictadura en 1975, tal y como se muestra en las tablas adjuntadas.

Introducción

Se ha elegido el tema “la mujer y el fascismo” debido a que nos parece que mezcla dos temas con un contenido sociológico muy importante. El tema de la desigualdad de género en el fascismo tiene doble contenido sociológico. Por un lado, la desigualdad de género, en general, siempre ha tenido una relevancia sociológica conocida debido a los cambios en la forma de desarrollarse la sociedad a la vez que la igualdad entre los géneros va cambiando. Por otro lado, es sabido que en los regímenes fascistas la mujer tiene un papel a la sombra del hombre, más pronunciado aún que en lo habitual, por lo que es interesante analizar la desigualdad de género en regímenes o ideologías fascistas.

La historia de las mujeres durante el fascismo invita a la reflexión, entre otras cosas, por los diferentes puntos de vista de ellas respecto a la ideología fascista. Nos hemos marcado como objetivo principal ofrecer una información detallada sobre los temas relacionados con la mujer en los regímenes fascistas, tanto en el ámbito político, laboral, social y familiar, con intención de ser objetivos y no dar interpretaciones ni críticas.

El ensayo se ha estructurado  siguiendo la historia del fascismo desde un aspecto más global, a nivel europeo, hasta un aspecto más cercano, como es el caso del franquismo, sin olvidar mencionar tanto los comienzos de los movimientos fascistas en las mujeres españolas durante la II República, como la respuesta por parte de las mujeres anarcofeministas. Por último, hacemos una reflexión sobre la incidencia del fascismo en la actualidad. Además, reflejamos los datos  de la población activa española separada por sexos y la tasa de actividad total en una tabla argumentada y apoyada con dos gráficos, y que corroboran las ideas desarrolladas a lo largo del ensayo. Finalmente referimos las conclusiones personales a las que nos ha llevado este ensayo.

Desarrollo

  1. Aparición de “la mujer moderna” y su introducción en política: orígenes del fascismo.        

En las primeras décadas del siglo XX aparecen nuevas ideas en Europa que reflejaban la nueva realidad. Entre ellas, una de las que más repercusión tuvo fue el fascismo. El fascismo describía el nuevo movimiento político creado por Mussolini en 1919. Era un grupo diferente del resto de partidos de extrema derecha que había en Europa. En este contexto histórico, apareció el concepto de “mujer moderna” que reflejaba un tipo nuevo de mujer alejado del ideal tradicional (Del Rincón, 2010).

En el siglo XX se llevaron a cabo una serie de avances femeninos sin precedentes. Surgieron muchas oportunidades para las mujeres gracias al progreso de la urbanización y la modernización económica, creándose nuevos empleos para ellas, motivados por una mano de obra más barata y menos conflictiva y desarrollando especialmente empleos que requerían más habilidad que fuerza. Además, mejoró el acceso a la educación permitiéndose a partir de entonces el acceso de las mujeres a la universidad (Del Rincón, 2010).

Como vemos, la aparición de la mujer moderna no solo se trataba de su aspecto o forma de vestir  ni de sus nuevas aficiones lejos de su hogar sino que querían ir a la universidad, trabajar y ocupar espacios públicos, es decir, pedían el control de sus vidas.

Poco a poco, los movimientos de mujeres lograron introducir la cuestión femenina en el debate público habiendo diferentes grupos de mujeres.

En primer lugar, estaban las que defendían la idea tradicional de la separación de la mujer y el hombre de la sociedad, pensando que las actividades que tenían que desarrollar en la sociedad eran distintas: el hombre lo público y la mujer lo privado. No exigían igualdad sino que defendían desde el ámbito femenino la figura de madre y esposa y la participación en los espacios públicos. Pedían el control de la política social del Estado. Dentro de este grupo se encontraban las mujeres nacionalistas conservadoras, los grupos de mujeres protestantes y también las mujeres católicas. Solo algunos de ellos pedirían el derecho al voto ya que  no se sentían atraídas por el liberalismo y tenían culturas políticas nacionalistas conservadoras y autoritarias.

En segundo lugar, estaban los movimientos feministas que exigían la igualdad de hombres y mujeres ante la ley. Pedían el derecho al voto, a la educación, a la profesión, el matrimonio en igualdad de derecho y el divorcio.

Finalmente, estaban las mujeres introducidas en el movimiento socialista. Daban preferencia al concepto de clase más que al de género y reivindicaban la igualdad plena entre hombres y mujeres (Del Rincón, 2010).

Cada organización intentaba participar en la política desde sus diferentes objetivos.

Estas mujeres modernas provocaron un fuerte antifeminismo en la sociedad y se ridiculizaba a las feministas constantemente en el espacio público ya que el estereotipo de “ángel de la casa” seguía muy latente.

Fue entonces cuando numerosos grupos de mujeres comenzaron a sentirse identificadas con los nuevos discursos del fascismo que se inició como un movimiento político formado por jóvenes nacionalistas, anticomunistas, antiliberales y que exaltaban la violencia. Dentro de estos grupos de mujeres se encontraban mujeres de clase media convencidas de que el fascismo restauraría el concepto real de “nación”. Mujeres que pensaban que el movimiento bolchevique amenazaba todo lo que consideraban su mundo: la familia, la iglesia, la propiedad privada… Con el objetivo de defender esto, muchas mujeres se integraron en las filas del Partido Nacional Fascista (PNF), pese a que su discurso femenino era insuficiente y recalcaba la sumisión de la mujer al hombre pero expresado de una manera más atractiva (Del Rincón, 2010).

Junto a las jóvenes fascistas, se encontraba otro grupo de mujeres que veían en el comunismo la única alternativa para que sus objetivos pudieran realizarse. Los enfrentamientos de esa Europa no eran, por lo tanto, ajenos a las mujeres.

1.1 Asociacionismo femenino en España.

En España, también se notaron estos cambios, también nació la mujer moderna y en la II República nacieron las primeras mujeres fascistas, todo esto, debido a la transformación del país en las primeras décadas del siglo XX.

Por un lado, la educación de las mujeres cambió prósperamente, y aunque las tasas de analfabetismo femenino eran mucho más altas que en el resto de Europa, éstas descendieron de manera muy significativa (Del Rincón, 2010).

Según Rosa María Capel (1986), el 71’4% de las mujeres en 1900, eran analfabetas, descendiendo esta cifra al 45’5% de analfabetismo femenino en 1930. En 1909 se creó una ley que obligaría la escolarización femenina hasta los 12 años.

La universidad, hasta entonces, estaba negada a las mujeres. En 1900 había 5.557 mujeres matriculadas, mientras que en 1930 la cifra aumentó a 37.642 mujeres. Pese a esto, las mujeres universitarias en 1930, seguían siendo un porcentaje muy bajo sobre el total de la población (Del Rincón, 2010).

El acceso a la educación fue un proceso lento, al igual que el acceso al trabajo. Debido a que España permaneció ajena a la I Guerra Mundial, se produjo una importante modernización económica, siendo España abastecedora de los combatientes en la guerra. Los empleos para las mujeres se ampliaron aunque no de la misma manera en las diferentes comunidades autónomas, percibiendo Cataluña un gran auge debido a su industria textil.

Pese a la modernización económica, la situación de España no era comparable con el resto de países de Europa. Es cierto que la industria daba empleo a las mujeres, pero sólo en la industria textil, en el tabaco y en el servicio doméstico, en el resto de sectores su participación era mínima. El sector terciario, en cambio, sí supuso una nueva vía para el empleo femenino. El comercio y las oficinas también se feminizaron en estas décadas.

Los movimientos de mujeres, en cambio, surgieron más lentamente que en el resto de Europa. Al principio, las asociaciones femeninas estaban preocupadas por la educación y los problemas sociales y luego resultarían movimientos más políticos y se reclamarían la igualdad de la mujer y el derecho a voto (Del Rincón, 2010).

Desde el lado más conservador hasta el más radical, la idea del asociacionismo femenino nace en torno a 1916 y 1918. Surgen los movimientos de mujeres más importantes: La Asociación Nacional de Mujeres de España (ANME), La Unión de Mujeres de España (LUME) y Acción Católica de la Mujer (ACM).

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