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¿Es posible enseñar-Educar en este tiempo de pandemia?

Federico ChavezEnsayo30 de Junio de 2020

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“¿Es posible enseñar/educar en este tiempo de pandemia?”.

Por Chavez, Federico Antonio ( Profesor- Licenciado en Educación Universidad FASTA- Diplomado en el abordaje integral para el cuidado de niños y adolescentes UCASAL, Maestrando en la Maestría en Educación con Orientaciones en Instituciones y Prácticas Educativas Universidad Nacional de Quilmes-Estudiante avanzado en el Quinto Año del Profesorado de Educación Superior en Ciencias de la Educación I.S.F.D. y T. “F.A.C”)

El mes de marzo del 2020 se convirtió en un mes que América Latina-Argentina-Formosa y el Instituto Superior de Formación Docente y Técnica “Félix Atilio Cabrera” no podrá olvidar debido a la suspensión de clases que ocurrió en casi todo el mundo como consecuencia directa de la cuarentena a resguardar por el COVID 19, donde el pánico colectivo, el estrés generado por el confinamiento y el rol de las instituciones educativas frente al uso de herramientas tecnológicas para crear ambientes de aprendizaje virtual improvisados, nos lleva a replantearnos el modo y la forma en que la escuela educa en tiempos de crisis. La situación de emergencia global nos interpela a replantear muchas cuestiones en los diversos aspectos de nuestras relaciones colectivas e incluso con nosotros mismos, lo que sabíamos hacer o cómo lo sabíamos hacer de repente es erosionado por la incertidumbre, y “la disolución de las antiguas instituciones sólidas” como diría Zygmunt Bauman (2000) en su planteamiento de la modernidad líquida, nos genera inseguridad.[pic 4]

Si bien es cierto, que hoy más que nunca se revaloriza la institución escolar (y la función docente) porque vivenciamos que “había sido las tecnologías no reemplazan a las personas”, esto no se resolverá restaurando, por decreto o por acuerdo social, la escuela como la conocíamos ni transformándola en una pieza del engranaje de las redes como muchos quisieran. Porque la escuela, más que el edificio que la contiene, es en realidad un espacio de encuentro y de comunicación dialógica entre las personas en torno a pensamientos, ideas, conocimientos y emociones que los seres humanos movilizamos en los intercambios con los demás y que generan aprendizajes, más allá de los medios físicos o virtuales en que ocurren.

Pero volvemos a la idea de: “¿Es posible enseñar/educar en este tiempo de pandemia?”. Para poder dar una respuesta a esa pregunta, sería bueno citar a Axel Rivas (2020) y a Francesco Tonucci (2020), quienes en documentos de trabajo como en entrevistas, han brindado orientaciones del cómo enseñar o educar en este tiempo de pandemia.

“Hay que hacer un ejercicio nuevo de transposición didáctica pandémica. Algo nunca visto, ni teorizado, ni imaginado. Algo donde depositar el trabajo de los docentes que están reinstalando la escuela en los hogares y el aprendizaje en la vida de los estudiantes. Esa transposición nueva podrá usar las fuerzas de la gramática escolar (se ha caído la presencia, se ha caído el tiempo, se ha desarmado el currículum, la motivación basada en el deber extremo y se ha desarmado la armonía), porque sus diseños y costumbres también se convierten en una serie de parámetros conocidos para crear un nuevo diálogo de aprendizaje en los hogares. Y podrá usar una serie de teorías de la innovación educativa que estaban en plena discusión desde hace un siglo, pero habían visto un despliegue mundial y reciente en el campo de la discusión de las prácticas pedagógicas” (Rivas, A 2020)

Teniendo en cuenta las palabras de Axel Rivas (2020) “crear un nuevo diálogo de aprendizaje en los hogares” consideramos relacionar la misma con lo que expresa Tonucci, F (2020): “Mi propuesta puede ser considerada casi banal: si la escuela la tenemos que hacer en casa, aprovechamos la casa. Que el hogar se considere un laboratorio y los padres, asistentes del laboratorio. Así, podemos afrontar además un segundo tema: no solo la escuela no funcionaba bien antes, sino que vivía en un conflicto constante con la familia, que siempre está lista para denunciar al colegio. Ahora, la situación es nueva, la escuela se hace en familia, en casa. Es necesario que le pida a los padres que ayuden a los niños y las niñas a comprender y conocer cosas que no conocen, por ejemplo, cómo usar las máquinas que hay en el hogar para vivir experiencias nuevas: poner la ropa a lavar o secar, planchar, coser botones, desmontar un enchufe. Todo de forma segura y asistidos por los padres, por supuesto. En definitiva, conocer este mundo que es el de la casa haciendo operaciones que muchas veces los niños no hacen y, cuando empiezan a hacerlas, solo las hacen las niñas porque se consideran tareas femeninas.”

En relación a lo que venimos desarrollando, en necesario recordar que la educación es un derecho humano fundamental, esencial para ejercer los demás derechos de los que somos titulares las mujeres y los hombres de este planeta. Es un bien social y público, no comercializable, de amplio valor en la sociedad. Y la educación, en todos sus niveles y tipos educativos, se ha visto violentada, paralizada, encarada y retada en el contexto de la pandemia de covid-19 que afecta al mundo. Por ello, la institución escolar y todos los integrantes de las comunidades educativas —docentes, estudiantes, apoyos técnicos y pedagógicos, directivos, trabajadores administrativos— enfrentan retos y tensiones inéditos que se suman a los que, en la heterogénea desigualdad y la injusticia de este mundo.[pic 5]

La pandemia ha representado para los sistemas educativos un abrupto cambio para el que no se estaba avisado; fue inesperado, por lo que no estar preparado para ello no significa falencia; se trata de una ruptura, puesto que las instituciones educativas actuaban en sus procesos habituales, planeados bajo ese presupuesto de normalidad: ingreso, desarrollo y culminación de procesos de enseñanza. Aunque se trata de un sistema celoso de entrar en grandes revoluciones y siga siendo funcionalista (Parsons, 1985), reproductiva social (Bourdieu y Passeron, 1977) o resistente al cambio de parte de profesores y directivos, y sus consignas parezcan perennes no obstante que se trata de un factor social que impulsa y moviliza los cambios, en las últimas décadas enfrenta disrupciones, tanto por el carácter de las nuevas generaciones como por los avances tecnológicos y efecto de eventos extensivos como globalización de la economía y avance en las telecomunicaciones. Pero la pandemia, con su correlato de medidas de aislamiento social, como fase primera de prevención es, indudablemente, un contexto extraño y azaroso.

De una educación fundamentalmente presencial, el mundo, abierto ya a la enseñanza a través de medios digitales como algo innovador que resuelve las grandes distancias y las diferencias de agendas de sus actores, entre otras ventajas, ahora vive como cotidiana la educación digital. Esta solución, sin embargo, está reservada para aquellas poblaciones que han resuelto la brecha digital, tanto porque cuentan con infraestructura apropiada, o bien su capacidad económica posibilita su adquisición. Aunque la interacción remota digital no es la única vía, es la más utilizada en este período. En cualquier caso, no son los medios, son las circunstancias: al estrés y ansiedad que la pandemia produce ante el riesgo cierto de contagio y el posible grave padecimiento, incluso la muerte, se suma el confinamiento obligado, que restringe las libertades de las que todos gozaban y hacían “normal” la vida de las personas. Es decir, en un contexto en que la escuela cambia su escenario, reemplazando la estructura física por la virtualidad, no podemos perder de vista que es una institución que sigue siendo un espacio protector de muchos niños, niñas y jóvenes, especialmente para quienes requieren un soporte adicional al que encuentran en sus hogares. Para cada integrante de la comunidad educativa, además, la escuela sigue siendo un espacio en el que crecer y desarrollarse como persona, con otros y para otros. En todo ese proceso, el bienestar y la salud mental cobra mayor relevancia que nunca, ya que es una condición base para el aprendizaje y para conseguir el bienestar de quienes conforman cada comunidad educativa; prestar atención a lo socioemocional es clave para conseguir que sigamos avanzando en buscar aprendizajes de calidad en condiciones de equidad.

 Pero la precarización de las condiciones para el aprendizaje, hoy nos interpela en el debate de cómo continuar con las clases. He aquí, la primera cuestión a repensar, las clases o la educación, ¿tenemos que hablar de la clase? entendida como el proceso a través del cual se generan actividades de enseñanza esperando posibiliten ciertos aprendizajes, o deberíamos primeramente hablar de la educación en una perspectiva más holística que nos permita reflexionar sobre el acto educativo para luego analizar y ajustar, entre otros el curriculum (adecuaciones curriculares, capacidades imprescindibles), para luego diseñar las clases, para luego elegir los recursos, y así sucesivamente.

La suspensión de clases demanda en forma urgente de una experiencia en la docencia virtual, ya que en muchas latitudes geográficas, este forma de abordar una clase haciendo uso del internet nos acerca al punto de lo importante que es saber afrontar las incertidumbres, sobre todo cuando el cierre de las instituciones educativas muestra en forma acentuada la abismal diferencia entre los estudiantes urbanos más acomodados, que cuentan con móviles y ordenadores con una buena conexión a Internet, y aquellos con menor capacidad y que no que no cuentan con teléfonos celulares ni computadoras, peor aún, una conexión a internet que les permita continuar las clases virtuales en plataformas como Zoom, Moddle o Hangouts de Google, las cuales destacan entre las favoritas de los docentes y muchas instituciones.[pic 6]

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